En el presente texto resumo el libro “Qué es el Neoliberalismo”, de Perry
Anderson y Frei Betto. Este libro, escrito a finales de la década del 90, consta
de tres partes: una introducción (“A
Manera de Presentación”) y dos capítulos (“El Despliegue del Neoliberalismo y sus Lecciones” y “Neoliberalismo: La Nueva Fase del Capitalismo”).
Gerardo
Rivas Moreno, en la introducción, dice que el Neoliberalismo fue implantado en
Colombia “con nadadito de perro”. El sistema empezó a gestarse desde el último
gobierno del Frente Nacional, que adaptó “a la colombiana” el Plan Currie, y se
implantó en la Constitución Nacional de
1991, “reorganizando la función social del Estado, dando al Congreso un papel
de invitado de piedra, a la justicia funciones expeditas de represión al
movimiento sindical, a la economía la venta de las empresas del Estado para
financiar el desbordado gasto público, al empleo de una legislación de
permanente inestabilidad laboral… creando miseria, indolencia, corrupción,
caos, ruina, ignorancia en los estratos medio y bajo de la sociedad…”. Cuatro
estrategias contribuyen a la dinámica de la entronización del Neoliberalismo en
nuestro país: 1. La UPC (Unidades de Poder Adquisitivo Constante), que sería
reajustada cada tres meses según el costo de vida, con un interés del 5.5%.
“Cuando se instituye la UPAC en 1972 tiene un valor de cien pesos. Esos cien
pesos son los mismos trece mil pesos de hoy”. 2. El Certificado de Abono
Tributario (CAT) “benefició sólo a los grandes exportadores y a muchos otros
que hicieron un festín, agregando ceros a los productos y a los valores exportados”.
3. La política agraria consistente en “productividad mínima para tierras
explotadas, preservación de suelos, plazos menores para que los parceros
beneficiados y el Estado pagaran las indemnizaciones de los terratenientes
afectados por la Reforma Agraria”. 4. “La política industrial… plantea la
producción de bienes de capital y materias primas y la eliminación del arancel
de numerosos productos de prohibida importación”. El sistema ha llevado a una
economía de mercado, arrasando “las estructuras de la vida cotidiana, de las
relaciones interpersonales, de la convivencia ciudadana”. Buscando una salida,
propone la necesidad de apoyar para presidente a “un candidato que conozca el
país, que haya trasegado por los tortuosos caminos de la administración
pública, hijo de ese pueblo que sufre los rigores del neoliberalismo”.
Perry
Anderson, con tendencia izquierdista, en su artículo “El Despliegue del Neoliberalismo y sus Lecciones”, hace una
virulenta crítica al neoliberalismo y diserta sobre su historia, sus alcances y
límites, sus lecciones para la izquierda y los elementos para eliminarlo. “El
neoliberalismo nació después de la segunda guerra mundial, en una región de
Europa, y en América del Norte donde imperaba el capitalismo. Fue una reacción
retórica y política vehemente contra el Estado intervencionista y de bienestar.
Su texto de origen es Camino a la
servidumbre, de Friedrich Hayek, escrito en 1944. Se trata de un ataque
apasionado contra cualquier imitación de los mecanismos del mercado por parte
del Estado, denunciada como una amenaza letal a la libertad, no solamente
económica, sino también política… Su propósito era combatir el keinesianismo y
el solidarismo reinantes, y preparar las bases de otro tipo de capitalismo,
duro y libre de reglas, para el futuro… Con la llegada de la gran crisis del
modelo económico de postguerra, en 1973, cuando todo el mundo capitalista
avanzado cayó en una larga y profunda recesión, combinando, por primera vez,
bajas tasas de crecimiento con altas tasas de inflación, todo cambió.
A partir
de ahí las ideas neoliberales pasaron a ganar terreno. Las raíces de la crisis…
estaban localizadas en el poder excesivo y nefasto de los sindicatos y, de
manera más general, del movimiento obrero, que había socavado las bases de la
acumulación privada con sus presiones reivindicadas sobre los salarios y con su
presión parasitaria para que el Estado aumentase cada vez más los gastos
sindicales… El remedio, entonces, era claro: mantener un Estado fuerte, si, en
su capacidad de romper el poder de los sindicatos y en el control del dinero,
pero parco en todos los gastos sociales y en las intervenciones económicas. La
estabilidad monetaria debería ser la meta suprema de cualquier gobierno… El
ideario del neoliberalismo había incluido siempre como un componente central,
el anticomunismo más intransigente de todas las corrientes capitalistas de
postguerra… El neoliberalismo había empezado tomando a la socialdemocracia como
su enemiga central, en países de capitalismo avanzado, provocando una
hostilidad recíproca por parte de la socialdemocracia”. La prioridad de este sistema era detener la
inflación de la década del sesenta. A pesar de que fue Inglaterra, durante la
época Tacher, el primer país que lo implantó, América Latina fue el escenario
de experimentación, comenzando por Chile, luego Bolivia, México y Venezuela. En
Venezuela fue un fracaso. El neoliberalismo, que pretendía neutralizar el
nazismo y el socialismo, le dejó las siguientes lecciones a la izquierda: 1. No
tener ningún miedo de estar contra la corriente política de nuestro tiempo. 2.
No transigir en las ideas, no aceptar ninguna dilución de los principios. 3. No
aceptar como inmutable ninguna institución establecida.
El autor
y la izquierda son conscientes que el neoliberalismo, a pesar de todos sus
grandes males (desempleo, violencia, pobreza, impuestos, etc.), avanza y cada
vez más se entroniza en los países, y por eso propone tres elementos de una
política que pueda “barrerlo”. 1. Los valores. El más importante es la igualdad.
Pero “igualdad no quiere decir uniformidad, como afirma el neoliberalismo,
sino, al contrario, la única auténtica diversidad”.” 2. La propiedad. Hay que
inventar nuevas formas de propiedad popular, “formas que separen las funciones
de la rígida concentración de poderes en la clásica empresa capitalista de hoy…
Nuevas formas de propiedad popular, con muchas contribuciones y diversas
propuestas”. 3. La democracia. Se necesita una democracia opuesta al
neoliberalismo. Se requiere “un sistema parlamentario fuerte, basado en
partidos disciplinados, con financiamiento público equitativo y sin demagogias
cesaristas”. En síntesis, “son las necesarias formas modernas de la libertad,
la igualdad y –no digamos fraternidad, palabra un tanto sexista- la
solidaridad”.
Frei Betto, con espíritu de izquierda, en su artículo “Neoliberalismo: la Nueva Fase del
Capitalismo”, critica al neoliberalismo, hace una comparación entre el
capitalismo y el neoliberalismo para resaltar las desventajas del último, y
muestra cómo el neoliberalismo despersonaliza al hombre y hace énfasis que con
este sistema se benefician las megaempresas, por encima del Estado, generando
pobreza, desempleo y desigualdad. “La primera mitad del siglo XX el capitalismo
tenía interés en fortalecer al Estado… Ahora, las empresas multinacionales, que
controlan la economía del planeta, insisten en privatizar las empresas
estatales”, para debilitar al Estado y fortalecer el mercado a través de leyes
y competitividad desenfrenada. “Correos, seguridad social, red hospitalaria y
escolar, todo debe ser privatizado”. En este sistema el Estado sólo es
regulador de contratos jurídicos y represores de los inconformes, los
marginados, “que pagan con la vida la cuenta de aquellos que viven en las islas
de la opulencia”.
En este sistema excluyente el desempleo no es problema, lo le interesa;
sólo le interesa “más dinero en manos de los actuales consumidores”. No le
importa la gran cantidad de consumidores en el mercado. “Por eso crece la
producción de bienes superfluos, ofrecidos como si fuesen mercancías
imprescindibles”. La mercancía es un fetiche, y por eso al sistema le importa
el mercado, no el progreso; no le interesa la producción, pero sí la
especulación; “no es la calidad del producto, sino su éxito publicitario; no es
el valor de usos de una mercancía, sino el fetiche que la reviste”.
Es tan despersonalizante el neoliberalismo, que “en sí la persona
parece no tener ningún valor… Por eso, quien no posee bienes es despreciado y
excluido. Quien los posee es envidiado, cortejado y festejado”. Al poderoso del neoliberalismo le importante
ganar dinero en la especulación, “vivir de la renta, disfrutar la de vida sin
trabajar”. En el neoliberalismo el “sistema productivo está fragmentado. Se
adopta la terciarización –una empresa contrata a otra que provee seguridad y a
otra que ensambla los equipos que ella fabrica”, abaratando la mano de obra. El
sistema privatiza hasta las conciencias. “Prosperan las iglesias y sectas
privatizadoras de la fe cristiana desprovista de cualquier expresión social y
política”. Como hay demasiada impunidad surgen grupos de justicia privada para
eliminar a los opositores y a los delincuentes. “Estamos invadidos por la
incertidumbre, la conciencia fragmentada, el sincretismo, la diseminación, la
ruptura y la dispersión”. Al acabarse la modernidad, la postmodernidad se
convierte en una cultura de la evasión de la realidad. “Ahora predomina lo
efímero, lo individual, lo subjetivo y lo estético… La desconfianza de la razón
nos empuja a lo esotérico, al espiritualismo de consumo inmediato, al hedonismo
consumista, en progresiva miamización de hábitos y costumbres”. Se necesita un
cambio radical para que haya justicia. “Sin el rescate de la ética, de la
ciudadanía y de las esperanzas libertarias, y del Estado-síndico de los
intereses de la mayoría, no habrá justicia, excepto aquella que el más fuerte
hace con las propias manos”.
El neoliberalismo ha hecho perder la fantasía y la inocencia de las
personas, globalizando al mundo, que, a pesar de que el avance de la tecnología
y las comunicaciones, tiene luces y sombras. “Destruye las culturas autóctonas,
corroe los valores étnicos y éticos y privilegia la especulación en detrimento
de la producción”. La cultura se reduce a solo entretenimiento. “Bajo la
avalancha electrónica, que reduce la felicidad al consumo, entramos en dos
callejones sin salida”: el mimetismo y la exacerbación étnica, el fanatismo
religioso, el chauvinismo vociferante y la intolerancia. “Perdemos la capacidad de soñar sin ganar a
cambio sino el vacío, la perplejidad, la pérdida de identidad en dosis químicas
la felicidad nos parece más viable que recorrer el instigante camino de la
educación de la subjetividad. Se mercantilizan las relaciones conyugales y de
parentesco y amistad”.
LUIS ANGEL RIOS PEREA
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