El
escritor colombiano Gustavo Álvarez Gardeazábal, en su libro Manual de crítica literaria, nos dice lo
siguiente:
Personajes. En
cuanto a los géneros literarios, la única diferencia entre novela y cuento está
en la manera de tratar y plantear las situaciones, y no en la aseveración de
que la novela narra una acción en forma prolongada y detallada, y en el cuento
la acción está reducida a límites estrictos y menudos. Antes que definir los
géneros literarios hay que profundizarlos. En Cien años de Soledad y Ulises se
mezcla la narrativa, la poética y otros géneros. Respecto al narrador, en la
novela cuento, epopeya, historia biográfica y ensayos se encuentran los
narradores.
Narradores. El narrador
cuenta cómo, cuándo y dónde transcurre una acción, señalando los participantes
y las circunstancias en que se produce. El narrador no es el autor, es un
elemento más de la obra literaria. La situación espacial es definitiva para
determinar niveles de puntos de vista que adopta. La definición de la posición
ideológica del narrador es importante para colegir el desenvolvimiento de la
narración y la manera como el narrador va a observar y contar las actividades
de los personajes y las circunstancias que viven. El narrador no puede ser
juzgado por su posición ideológica, La visión del narrador o narradores varía
mucho, debido a sus cosmovisiones y edades. La novela tradicional tiene un
narrador en tercera persona. Los narradores en tercera persona toman distancia
sobre lo narrado, y es un narrador impersonal. En la epopeya, el narrador toma
gran distancia del hecho narrado, y es en tercera persona. En el cuento no toma
mucha distancia. En la novela puede haber cualquier clase de narrador.
Espacio y
tiempo. Sobre el espacio, dice que a
veces es importante y a veces no. Las obras narrativas son una expresión de los
problemas de su tiempo. Para los autores del siglo XIX lo difícil era el
dominio del espacio; para los del XX es el tiempo. Los del XIX lo primero que
hacían visible era el espacio. El espacio puede ser amplio, reducido, de
referencia, de concepto, único y variado. En “La Poética”, de Aristóteles, se
exigía acción, espacio y tiempo. En la epopeya, el espacio siempre será amplio;
en el cuento, reducido; en la novela, cualquiera. En relación con el tiempo,
hay cronológico, gramatical y ambiental.
Estructuras
externas e internas. En cuanto a la estructura externa, su
sistema analítico parte de identificar el narrador, detectar y clasificar el
tiempo y el espacio, e interrelacionar espacio, tiempo y narración dentro del
contexto general. En lo atinente a la estructura interna, el autor dice que “los
elementos que a partir de la estructura externa permiten conocer lo que se
cuenta en una narración y cómo se cuenta, integran la llamada estructura
interna”. La tensión es uno de esos elementos. “Consiste la tensión en el uso
de los elementos desconocidos en la acción y su clasificación depende de la
manera como ellos sean entregados a lo largo de la obra”. Si la tensión es
importante, también lo es la profundización. La acción es todo lo que ocurre
dentro de una obra narrativa y que implique movimiento. La acción está
constituida por las situaciones y el conflicto. Las situaciones son aquellas
circunstancias que rodean la acción, permitiendo ser agrupadas por su
homogeneidad. Los conflictos terminan siendo aclaratorios de un proceso, del carácter
de los actuantes en una situación y de las implicaciones que toda obra pueda
llevar. “No puede haber un conflicto sin que se plantee primero una situación,
pero pueden darse situaciones sin conflicto”. En la novela las situaciones son
múltiples; en el cuento, sólo una. Todos los elementos del cuento deben
confluir hacia la situación. La diferencia entre novela y cuento radica en que
el cuento es más corto por consecuencia a diferencia en el manejo de las
situaciones. En cuanto a personajes, los encontramos a nivel sicológico,
social, ideológico e histórico y biográfico.
Escuelas
críticas: textual lingüístico, enfoque histórico y biográfico, crítica moral y
filosófica, método tradicional, métodos críticos formalistas, la semiología, la
crítica sicológica, la crítica arquetípica, la crítica temática y la crítica
marxista. El enfoque textual lingüístico es una herramienta importante para el
análisis literario. “Busca el texto íntegro y original y el significado
correcto de las palabras dentro de un contexto histórico”. Se comparan todas
las ediciones de una obra. Es la escuela crítica de los eruditos. El enfoque
histórico y biográfico “ve en la obra literaria un reflejo de la vida de la
época de los personajes”. Busca el grado de compromiso de autor con la realidad
de su tiempo. Tiene dos variantes: crítica expresionista e impresionista. Según
la primera, “la literatura es una fuente de singular conocimiento”, originada
en la imaginación del autor. La otra se concentra en lo que el crítico siente
ante la obra. Este análisis lo requieren las obras históricas o las
comprometidas con el nivel crítico de una sociedad. La crítica moral y
filosófica tiene su origen en la antigua Grecia. Para Platón, su medida está en
el servicio a la moralidad y al utilitarismo. Para Horacio, era el deleite y la
instrucción. La función más importante de la literatura es enseñar la moral, a
veces con orientación religiosa o filosófica. La forma, el lenguaje figurado y
las consideraciones estéticas son secundarios. “Lo importante es la enseñanza
moral y filosófica”. El método tradicional es la conjunción de los métodos
anteriores, que “pretenden alcanzar el significado total de una obra literaria”.
Existe división entre forma y contenido. Los métodos críticos formales se
centran en la forma de la obra, y “tienen como meta encontrar la clave de la
estructura y del significado de la obra literaria”. Se interesa ya saber ¿qué
es la obra literaria?, ¿cuál es su forma?, ¿cuál es su efecto y cómo surgen
éstos? Los detalles sociológicos e históricos no son tan importantes.
Posibilita la comprensión y el significado. Los formalistas han evolucionado a
la semiología. Dan importancia a la función que el lenguaje cumple en la
formulación de su estructura. El lenguaje “es la solución máxima de los
problemas del arte y de la obra literaria”. La relación entre significado y
significante es arbitraria por razones socioculturales. La crítica sicológica o
sicoanalítica “pretende interpretar la obra literaria como producto de las
claves profundas y los misterios simbólicos de su estructura, analizados con
base al comportamiento de la psiquis del hombre”. Tiende a ser experimental y a
diagnosticar. La crítica arquetípica “pretende encontrar la relación entre el
arte literario y alguna cuerda muy profunda de la naturaleza humana. Se
preocupa por investigar aquellos productos misteriosos, construidos dentro de
ciertas formas literarias, que despiertan con una fuerza casi pavorosa
relaciones humanas dramáticas y universales”. Se basa en conocimientos
mitológicos. “Tiende a ser especulativa y filosófica, mostrando afinidades con
la religión, la antropología y la historia cultural… el procedimiento de esta
crítica implica que las formas artísticas no son más que la repetición de
elementos descubiertos por la cultura clásica occidental y que el hombre, hecho
por y para ella, no hace sino solamente recrearlos en el arte”. La crítica
temática “pretende analizar la obra a través del manejo constante de un tema
determinado, muchas veces explícito, otras implícito”. La crítica marxista “pretende
el análisis de la obra literaria a partir del realce de uno de los elementos de
ellas, el teme social, a través del estudio de la relación
trabajo-producción-clases sociales… pretende buscar una explicación de todos
los elementos de la obra de arte desde el ángulo de las relaciones y
contradicciones que aparecen por la lucha de clases o por la categorización
dentro de la pirámide social que implican estas mismas clases”. Tiene dos
tendencias: realismo socialista, de George Luckás, y realismo comprometido o
revolucionario, de Mao.
LUIS
ANGEL RIOS PEREA
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