viernes, 17 de febrero de 2012

MI APROXIMACION A "MI TIO SPENCER" DE ALDOUX HUXLEY


Argumento.

El narrador, muchos años después, relata que, desde niño hasta sus 16 años, pasaba vacaciones escolares con su tío Spencer, en Longres y Limburgo (Bélgica), en donde éste poseía una fábrica de azúcar de remolacha. En Longres, algunas veces, desde la ventana de su habitación observaba la faena callejera de los cerdos que eran transportados y vendidos en el comercio, y la algarabía de las ferias. Con su tío recorría los escenarios en donde se realizaban las festividades que involucraban teatro, títeres, circos y otras actividades propias de esos eventos.  El tío Spencer y un hindú, bailarín y zapatero (esposo de una hermana del ama de llaves del tío Spencer) fueron detenidos cuando los alemanes invadieron a Bélgica, a comienzos de la Primera Guerra Mundial, ya que por “el hecho de ser súbditos británicos los hacía sumamente sospechosos”. Inicialmente los encerraron en un manicomio y luego los trasladaron a un campo de concentración en Bruselas. Allí murió el hindú (un ser un tanto profético y místico) después de haber pronosticado hechos que luego sucedieron tal como éste los predijo. El tío Spencer, que se había enamorado de Emmy Wendle (también prisionera), una joven actriz de teatro ambulante, fue dejado en libertad provisional, pero al regresar a buscar a Emmy, a la cual nunca encontró, fue detenido nuevamente. Lo liberaron tiempo después.

Análisis del Tío Spencer.

El tío Spencer era delgado, un poco bajo, cabellos negros y largos, ojos oscuros “y de brillo extraordinario”, cara estrecha y expresiva. A sus 40 años “era ágil e impulsivo de movimientos”. Era ceñudo, melancólico y taciturno. Sentía una gran flaqueza por las religiones orientales y se ufanaba en hablar de ellas, aunque en realidad era muy poco lo que sabía de éstas. Era aficionado a las ciencias ocultas y apasionado partidario de la homeopatía.

El narrador lo describe así: “Su pensamiento era disperso, indisciplinado y poco sistematizado; vivía sólo, y era intelectualmente extravagante... Su muy dinámica mente saltaba velozmente de una cosa a otra de manera harto indisciplinada y asistemática para que pudiera aceptársela como mentora segura de un entendimiento inexperto. Su veloz lógica se mostraba demasiado dispuesta a sacar conclusiones de premisas falsas, que aceptaba como verdaderas con prontitud y entusiasmo excesivos. Vivía en soledad, por lo cual ha de entenderse soledad mental, pues aunque no era ningún recluso y participaba en todas las funciones solaces que podía. La Comunidad de Longres no era capaz de ofrecerle compañía de un alto nivel intelectual. Esta soledad le permitía dar rienda suelta a la ingénita extravagancia de su intelecto. Al no tener a nadie que le frenara o dirigiera, se lanzaba irreflexivamente por caminos intelectuales que no le conducían a ninguna parte, excepto a parameras plagadas de errores… Estaba dotado de gran industria, aunque su sistema de trabajar era indisciplinado, inconstante y poco sostenido, pues se lanzaba apasionadamente al estudio de un asunto para luego abandonarlo y correr en pos de cualquier otro que se le antojaba más interesante en aquel momento… Demostraba una vastísima ignorancia del pensamiento contemporáneo y una fe ciega de autoridades que cualquier hombre educado de manera más sistemática calificaría de anticuadas y evidentemente inútiles… Tenía opiniones formadas y poseía conocimientos acerca de cualquier tema que su interlocutor quisiera mencionar; pero sus conocimientos era casi invariablemente errados, y los juicios que sobre tales datos formaba eran fantásticos… Había heredado del siglo XIX, que conoció de joven, una gran fe en el progreso y en la superioridad de lo moderno sobre lo antiguo, junto con una ignorancia muy sutil sobre las cosas cuyo análisis demasiado pausado pudiera resultar conturbador… Uno de los principios cardinales de sus teorías educativas era que los jóvenes deben ser puestos en contacto lo antes posible con las que él llamaba realidades de la vida… Fuertemente imbuido de la filosofía materialista y dominado por el irreflexivo y espontáneo escepticismo que entonces privaban en todo hombre joven que se las diese de inteligente, las preocupaciones mistológicas y religiosas de mi tío me parecían maravillosamente divertidas y grotescas…“

Vivía en soledad mental, aislado de las ideas del mundo contemporáneo, ignorante por completo de la existencia de la ciencia sistemática y organizada, o conocedor de ella de manera imperfecta que para nada le servía, “sin saber dónde encontrar los almacenes donde se acumulan los conocimientos humanos”. En época de navidad, durante la “campaña azucarara” (producción de azúcar), se mostraba agitado, irritado y agotado. “Durante la campaña remolachera, mi tío casi perdía la cabeza. Rodeado por  círculos lívidos de agotamiento, sus ojos brillaban como los de un maníaco… La contrariedad más pequeña le hacía maldecir y dar patadas impacientes sobre el suelo”.

Después que su novia de juventud lo abandonó, vivía sólo y huraño. Emmy fue la única mujer que le reavivó la llama de sus recónditas pasiones. “Emmy le causó una impresión más profunda que ninguna otra mujer desde que le abandonó en su juventud su novia ingrata… Emmy llegó a significar para él algo muy distinto, llegó a personificar todo lo que es gracioso, amable, dulce y comprensivo; todo lo que no era guerra”.

Con el paso del tiempo, el narrador seguía queriendo a su tío Spencer, pero ya no lo admiraba, “y sus opiniones, lejos de arraigarse y hacerse frondosas en mi mente como antaño, me parecían en su mayor parte, juzgadas a la luz de mis conocimientos y experiencia, demasiado fantásticas para que valiera la pena contradecirlas y refutarlas”. Su tío, a los sus 50 años, parecía fosilizado y antediluviano”.