viernes, 30 de agosto de 2013

LA SEMIOLOGÍA Y SU RELACION CON LA LINGUÍSTICA



Este documento es producto del estudio sobre la semiología para destacar su importancia y relacionarla con la lingüística. A pesar de la brevedad del texto, éste requirió de la consulta de los libros que cito en la bibliografía.

La semiología y su importancia

Indiscutiblemente tiene mucha importancia. Estamos rodeados de todo tipo de signos que nos están "diciendo" infinidad de cosas que es necesario interpretar para un mejor existir. Signos que podemos comprender con el valioso aporte de la semiología o semiótica (estudio de los signos), que es una ciencia de los modos de producción de funcionamiento y recepción de los diferentes sistemas de signos de comunicación en los individuos o colectividades.

Nuestro mundo está rodeado de signos que de una u otra manera nos afectan,  impresionan y dicen cosas. La realidad es un "texto" que hay que interpretarlo y comprenderlo para no "perdernos" en ella. Cada signo impreso en ésta nos brinda diversas informaciones para orientarnos o desorientarnos; haciendo que siempre estemos expectantes para que no nos engañen los sentidos y la percibamos equívocamente, convirtiéndonos en instrumentos u en objetos de esa realidad hábilmente manejada por quienes tienen interés de manipularla y, de paso, manipularnos. Gracias a la ayuda de la ciencia de los signos interpretaremos éstos y evitaremos la instrumentalización y la manipulación.


La semiología nos permite una correcta interpretación objetiva de la realidad, no del sujeto; interpretación a partir de sus manifestaciones objetivas y no como nosotros queremos acomodarla; porque no vemos las cosas como son en realidad sino como somos nosotros o como los demás quieren que las veamos. Así mismo, identificar, interpretar y analizar los signos de nuestro entorno para ubicarnos en nuestra realidad, comprometiéndonos con la transformación y mejoramiento de ésta.

La semiología facilitará hacer correcto uso de las señales de tránsito, por ejemplo, en nuestras agitadas ciudades "grises", para acatarlas cómo debe ser y no como queremos que sea; de lo contrario, las consecuencias son apenas obvias. Si bien es cierto que no se necesita ser un "semiólogo" para entenderlas, sí es innegable que el concurso de la semiótica es una herramienta valiosa para su mejor y adecuada comprensión.

La semiología, como disciplina que se ocupa del estudio comparativo de los sistemas de signos, desde los sistemas de señalización más sencillos hasta los lenguajes naturales y los lenguajes formalizados de la ciencia, puede transmitir una comunicación o la expresión de un sentido; hacer posible que el "oyente" o el lector comprenda una comunicación transmitida, e inducir a una acción, influir emotivamente, etc.

Es importante para el examen de las obras literarias, musicales y artísticas, por ejemplo, como sistemas de significado que hay que descifrar y con los cuales hay que experimentar, en lugar de como obras del genio creativo que hay que valorar.


Como el significado del libro depende de los códigos, más que del autor, independiente de las intenciones de éste, es necesaria la semiología. Es así como podemos percibir que la novela "En nombre de la rosa", de Humberto Eco, nos muestra cómo su personaje principal (un monje) emplea métodos semiológicos para investigar  una serie de asesinatos espeluznantes y desconcertantes ocurridos en un monasterio. En el cine, igualmente, se ha hecho sentir mucho la influencia de los conceptos semiológicos, como en el caso de "La Guerra de las galaxias", por ejemplo.

La capacidad de comprender los signos es una herramienta útil, por ejemplo, para las personas que trabajan en publicidad, que utilizan la semiología para crear sus mensajes, también para el público, que debe aprender a resistirse a los mensajes ocultos del anunciante, que de no estar verdaderamente alerta podrán alienarnos y manipularnos con sus fútiles anuncios que pretenden decirnos cómo actuar, cómo pensar y cómo ser.

Aquí es importantísima la ayuda de la semiología para evitar que el consumismo nos envuelva en su amplio manto y nos deshumanice, perdiendo nuestra autonomía y autenticidad, y de paso encontrar lógica la inversión de valores que nos hacen ver y apreciar a las personas por lo que tienen o por lo que se ponen, por sus apariencias, y no como en realidad son ellas. Es fundamental la semiología, en ésta y muchas circunstancias, para ser uno mismo, una de las más difíciles tareas del ser humano.

Como se puede apreciar, su importancia y ámbito de aplicación de la semiología es sumamente amplio, porque nos facilita la búsqueda de la verdad, esa verdad tan ansiosamente buscada y a veces tan esquiva, que es necesario hacerla brillar en este oscuro limbo para que nos ilumine el camino que nos conduce a ser nosotros mismos, a ser auténticos, a ser personas en todo el amplio sentido y connotación profunda del término, y no instrumentos u objetos de nadie, porque el hombre es demasiado grande para ser pequeño.

                                                                      

Relación de la semiología con la lingüística
                                                                      
Para empezar debo tener claro el  concepto de qué es lingüística, para poder encausar mi enfoque analítico. Es por eso que entiendo ésta como la ciencia del lenguaje encargada del estudio de la lengua como medio de comunicación y como sistema de signos, con el fin de conocer su naturaleza y estructura.

Entendido el concepto en esos términos, puedo entrar a tratar de hallar la relación entre la lingüística y la semiología: la primera con el signo lingüístico y la segunda con el signo en general.

Teniendo en cuenta la teoría lingüística de Saussure, se percibe que éste consideraba a ésta como una parte de la semiología. La lingüística se sitúa dentro de una ciencia más general (la semiología) que, según el autor, estaría centrada en el "estudio de la vida de los signos en el seno de la vida social". Para éste, la lingüística no sería más que una parcela, sin duda, privilegiada, de otra ciencia más amplia que trataría de los signos: la semiología. "La tarea del lingüista es definir lo que hace de la lengua un sistema especial en el conjunto de los hechos semiológicos" (2).

El ideal de relacionar la lingüística con la semiología, se evidencia en la concepción saussuriana que nos muestra que "el problema lingüístico es ante todo semiológico, y todos nuestros análisis deben su significación a ese importante hecho" (3).

La lingüística se relaciona con la semiología por algunos aspectos:

* La semiología es una ciencia cuyo objeto es el estudio general de todos los sistemas de signos; como tal, engloba a la lingüística, según la propuesta de Saussure. Roland Barthes, por su parte, la considera como la parte de la lingüística que tiene por objeto el estudio de las grandes unidades significantes del discurso.

*La semiótica, tal como lo propuso Pierce, es la ciencia encargada de del estudio de los signos, similar a la semiología propuesta por Saussure.

*La semiología estudia el signo, y éste es un concepto de la lingüística, que también es una ciencia relacionada con el análisis de la actividad humana.

*La lingüística, cuya tarea fundamental consiste en esclarecimiento de la relación entre significado general de un signo verbal y su contexto, se relaciona con la semiología porque el problema lingüístico es fundamentalmente semiológico, y todo sistema semiológico se coimplica con el lenguaje.

*Las reglas encontradas por la semiología servirán se podrán aplicar a la lingüística, según el proyecto de Saussure.
Se encontrarían más relaciones en que la semiología estudia todos los posibles sentidos transmitidos a través del lenguaje, a nivel de las estructuras profunda y superficial.
También porque la semiología ayuda a estudiar los signos a nivel lingüístico; teniendo implicaciones evidentes con la gramática, especialmente con la sintaxis, la semántica, la fonética, la morfosintaxis,. etc.


Las investigaciones en el campo de la semiología han mostrado que esta ciencia, altamente formalizada, se distinguen tres ramas, a saber: la pragmática (todo estudio que considera a los sujetos como hablantes); la sintaxis (relaciones formales entre los signos, con dependencia de las personas que hablan y las relaciones con las cosas significadas); y la semántica (estudia las relaciones entre el signo y la cosa significada, sin referencia ninguna a los hablantes).

Con respecto a la semántica "es necesario aclarar que no siempre el término Semántica tiene en el mundo científico contemporáneo el mismo significado. En las nuevas investigaciones lógicas aparece una nueva ciencia, la Semiótica, que es la teoría de los signos..." (4). La semántica es componente importante en la lingüística, y por tanto de la semiología.

Su relación es evidente en el análisis literario porque nos ayuda a encontrar el sentido profundo de las lecturas. Igualmente, se patentiza como complemento o auxiliar para entender el uso del lenguaje; y al profesor le sirve en la enseñanza de la escritura y la comprensión e interpretación de textos.

En conclusión se puede señalar que los diversos autores consultados sobre el particular, coinciden en afirmar que la lingüística es una rama de la semiología, especialmente Saussure; y al depender la primera de la segunda, indiscutiblemente debe existir una relación.

REFERENCIAS

1. BIBLIOTECA SALVAT DE GRANDES TEMAS. Revolución en la lingüística. Salvat editores, Barcelona, 1973, página 58.

2. SAUSSURE, Ferdinad de. Curso de linguística general. Planeta-Agostini, Barcelona, 1985, pág. 30.

3. Ibídem.

4. BIBLIOTECA SALVAT DE GRANDES TEMAS. Lingüística y significación. Salvat editores, Barcelona, 1974, pág. 28.


BIBLIOGRAFIA

BELTRAN, M. H. Elementos formales de la investigación. USTA, Santafé de Bogotá, 4a. ed., 1985.

CARDENAS P., Alberto, y BELTRAN M., Héctor. Introducción a la semiología. USTA, Santafé de Bogotá, 1996.

ECO, Humberto. En nombre de la rosa. RBA, Barcelona, 1993.

ECO, Humberto. Signo. Labor, Barcelona, 1976.

ESPINOSA, Germán. La aventura del lenguaje. Planeta, Santafé de Bogotá, 1992.


PIERCE, Ch. S. La ciencia de la semiótica. Nueva Visión, Buenos Aires, 1974.






LUIS ANGEL RIOS PEREA
Luvina1111@yahoo.com

miércoles, 28 de agosto de 2013

LA PERSONA EN EL PENSAMIENTO DE FRANCISCO ROMERO



Este breve texto se propone identificar y confrontar la concepción de persona según el filósofo argentino Francisco Romero (1891-1962) con el positivismo o neoliberalismo actual, sacando algunas conclusiones con respecto a la realidad latinoamericana. En este acometido desempeñó un aporte básico el libro “Introducción a la filosofía en perspectiva latinoamericana”, de Eudoro Rodríguez Albarracín[1].


La concepción de persona en Romero difiere a la del positivismo

Persona es el ente que afirma la voluntad de valor absoluto, y supera la subjetividad decidido por principios y valores puros. Está muy alejado del centro de su mundo porque respeta cada parte del mundo como si fuera su centro. La persona, cuya postura espiritual es lo más relevante que asume, es distinta de individuo; pero éste y aquella coexisten en el hombre.

Para Romero, en los conceptos de persona e individuo, aunque son conexos, hay cierto antagonismo, ya que "personifican" la doble condición humana: intención de valor y de sujeto eterno, infinito, incondicionado, e individualidad empírica y de posibilidad de vida. La mayor importancia del individuo sobre la persona se evidencia en el hecho que el individuo que sólo obedece a lo que le resulte provechoso, desconoce el "deber ser" y se apropia de lo que le ofrece utilidad, desconociendo valores y principios.

La búsqueda del sentido de la historia debe partir desde el punto de vista de la persona, debido a su trascendencia; porque su alternativa representa derecho y libertad, y en su historia y desarrollo histórico debe descansar en lo espiritual.


El planteamiento de Romero es antagónico al del positivismo, porque mientras que aquél señala que la "opción por la persona significa otra opción por la historia y su sentido", éste no se interesaba por el pasado ni por los orígenes, es decir, por el sentido histórico.

El positivismo, contrario a la metafísica, niega la filosofía en calidad de concepción del mundo, rechazando los problemas filosóficos trascendentales como metafísicos y no sujetos a comprobación experimental. Actitud que instrumentaliza a la persona, la convierte en objeto de investigación, despersonalizándola y deshumanizándola.

Mientras para Romero es más importante el ente de persona, para el positivismo lo es el individuo, que sólo juega un papel en ciertas circunstancias sociales de acuerdo a sus conveniencias y las conveniencias de otros. Ni siquiera ha descubierto y esclarecido el origen de la experiencia americana del ser, es decir, no ha encontrado la verdad de nuestro entrañable origen.

En el positivismo no se tiene en cuenta a la persona porque ésta se rebaja a individuo para poder mantener el orden social existente, considerando a la sociedad capitalista como el modelo de organización humana. En tanto que el ideal de emancipación es colectivo, para Romero es personal.

Como se puede apreciar entre el positivismo y el planteamiento metafísico de Romero se perciben profundas diferencias ideológicas, cada una con su respectiva lucidez, debido a que cada una de ellas posee su verdad, y los dos luchan por defenderla, sacarla a la luz y hacerla "verdadear".


El positivismo, que se mueve en la dicotomía de lo nuevo y de lo viejo, cosifica, oprime y masifica al individuo, y lo reduce, muchas veces, a sólo instrumento, ya que el avance científico y la moral son condiciones sine qua non para la autonomía de la humanidad; persiguiendo este ideal no se tienen en cuenta al individuo como persona, importando más los medios que los fines.

Al no tener un ideal de trascendencia, en el positivismo, el individuo sólo gira en la esfera del hacer, del tener y del consumir, olvidándose del ser, circunstancias que contribuyen a su despersonalización.

Romero, que concibe su discurso como filosofía de la persona, pretende mostrar cómo el materialismo y el biologismo tienen un carácter reductivo porque dan explicaciones muy limitadas y soslayan las diferencias.


Contraria a la posición de Romero, que plantea una actitud de cambio  de transformación, desechando la mera estimulación sensorial por algo más de esencia y valor, porque el hastío de la civilización con su desarrollo material, el hastío de la violencia y la desorientación se han convertido en el clamor común, el positivismo basado en el ideal de exactitud de las ciencias naturales rechaza las cuestiones metafísicas, éticas o teológicas, que no pueden ser comprobadas empíricamente. La postura positivista nos presenta a un hombre materialista y utilitarista que vive sin preguntarse, prisionero en el mundo de los objetos, y en el logro de sus fines egoístas, sacrifica cuanto puede, aún los valores más grandes como la amistad y la fraternidad entre los humanos. En consecuencia, el individuo no tiene interés en interrogarse. Tal como afirma el profesor Eudoro Rodríguez Albarracín, "el hombre ya no se interroga por sí mismo, pues ha dejado de ser para sí un problema".

Conclusiones

Reflexionado sobre lo anterior, considero que nuestra realidad latinoamericana nos muestra a un individuo y no a una persona, entendida ésta desde la concepción de Romero.

No obstante el positivismo haber impulsado el desarrollo de las ciencias, cuyo ideal es conocer las leyes que regentan los fenómenos naturales y sociales, en Latinoamérica se evidencia un rechazo de las humanidades por parte de una ciencia que en algunas circunstancias holla valores en detrimento de la persona. Es lamentable reconocer que en algunos casos, la ciencia no se coloca al servicio del hombre, sino que lo ha despersonalizado en búsqueda de intereses meramente económicos y utilitaristas.

El positivismo, que propendía "hacer de la filosofía un tipo de reflexión que tenga sentido en la solución de los problemas que más afectan a nuestra comunidad"[2], está un poco alejado de este ideal por cuanto se entronizó en la sociedad materialista, generadora de  una competencia donde sólo cuentan los intereses egoístas.


La realidad latinoamericana nos muestra a un hombre en crisis, que no se interroga a sí mismo, sin libertad y fácil de manipular por los poderosos. Es común encontrar en el lugar de una persona (como la concebida por Romero) a un individuo sólo como parte del universo, cerrado en sí mismo y oponiéndose al "otro". Difícilmente se puede hallar a una persona como hombre trascendente al mundo por su libertad, abierto a todo ser y en capacidad de interrelacionarse con los demás.

La estructura social latinoamericana, imbuida de positivismo, individualiza a la persona impidiéndole su autorrealización en su totalidad, dado que en lugar de vivir sólo puede dedicarse a sobrevivir. Esto hace que el hombre ignore su realidad, para que pueda transformarla, es decir, se convierta en un hombre mejor para un mundo mejor.

La sociedad positivista latinoamericana nos muestra como el poder del ser humano reside en su capacidad transformadora de la naturaleza, y nos presenta al hombre como ser instintivo guiado por tres pasiones: posesión, dominio y progreso. De ello se desprende que esta teoría es la canonización ideológica del hombre capitalista, fabricante y poseedor de objetos y la sociedad tecnológica y competitiva. Así la historia humana se reduce a la producción, la lucha por el poder y el progreso científico; progreso (que no está mal mientras sea para bien de la humanidad) que sumerge en la alienación al individuo hasta la destrucción de su capacidad de pensar, hasta la destrucción del espíritu humano. Este se ha convertido  en un accesorio del progreso tecnológico. La ciencia la ha puesto al servicio de la muerte, de la guerra, de la contaminación del individuo y de su medio ambiente.

Aunque "la nuestra es época de los humanismos y antropocentrismos", como lo afirma Juan Pablo II, en nuestro Estado comteano o positivista la persona sacrifica su trascendencia en aras del materialismo, deshumanizándose e instrumentalizándose.

LUIS ANGEL RIOS PEREA
Luvina1111@yahoo.com





[1] RODRIGUEZ ALBARRACIN, Eudoro. Introducción a la filosofía en perspectiva latinoamericana. USTA, Bogotá, 1983.

[2] JARAMILLO URIBE, Jaime. "Entre la Historia y la Filosofía". Populibro, Bogotá, 1.968, p. 73.

RESEÑA DE LA POÉTICA DE “LOS NUEVOS” Y CONTEXTUALIZACION DE LA POESÍA DE LEON DE GREIFF



En el presente texto pretendo sintetizar y relacionar las ideas fundamentales de la poesía del grupo de bardos colombianos, conocido como “Los Nuevos”, y contextualizar la obra poética del vate colombiano León de Greiff.

Síntesis y relación de las ideas fundamentales de “Los Nuevos”.

-         A través de una poesía comprometida efectuaron el análisis de los condicionamientos sociales para, con su conciencia mesiánica, tratar de demoler una sociedad ochentista, una fortaleza, un viejo país; con la intención rebelde de romper con lo tradicional, lo dado, lo instalado, y preparar el contexto para la nueva realidad acorde con la dinámica de la época. Aunque no lograron demoler la sociedad, sí la pusieron en tela de juicio.

-         Deseo de expresar un nuevo humanismo profundo.

-         Con su estética antitradicionalista, rechazaron lo extravagante y lo arbitrario.

-         Asumieron una posición progresista de defensa de los derechos y reivindicaciones del pueblo.

-         Compromiso abierto con los problemas, los desafíos y los procesos de la vida
     nacional.                              

-         Afirmación poética de la compleja modernidad: soledad, muerte, alienación y salto del hombre nacional a nuevos mundos desde el desarrollo social o desde la violencia.

-         Propusieron una expresión libre y honrada de pensamiento

-         Con sus nuevas ideas estéticas y políticas trovaron en contra de la concepción mecánica de la vida.

-         Crearon una poesía a la medida del hombre auténtico y no de su apariencia.

-         Intención de crear un nuevo sentimiento de solidaridad humana.

-         Procuraron lograr un poema esencialmente poético con sus nuevas formas, producto de un espíritu nuevo.

-         Mostraron interés por la literatura en general.

-         Intentaron un cambio radical de la sociedad.

-         Pretendían armonizar las letras y el arte en el siglo XX.

-         Mediante un estilo humorístico y sarcástico, sinfónica orquestación, parnasiana melodía, poemática sublimidad, religiosidad y sugerencia, vigor y emotividad, asumieron su temática desde una visión realista. Sus temas fueron las mujeres, los hechos políticos y el devenir de la existencia.

-         Con su sicología, su sensibilidad, su más fácil adaptación a la idea con sus excepcionales virtudes intelectuales, pretendieron levantar una cátedra de desinterés espiritual y contribuir a desatar una gran corriente de carácter netamente ideológico del país.

-         Inconformidad con el atraso social, la pobreza, la inmoralidad pública, la irresponsabilidad de los políticos, la incultura.

-         Tolerancia de ideas y principios distintos.

-         Ideal de perfección.

Contextualización de la poesía de León de Greiff.

Para contextualizar la poesía de León de Greiff, a partir de las ideas fundamentales en relación el grupo “Los Nuevos”, es importante clarificar que este intento no resulta una tarea tan fácil, por cuanto su poética escapa a cualquier encasillamiento por su poderosa musicalidad y porque ella edifica una obra sin par en idioma y en estilo. “Su ubicación entre Los Nuevos es apenas referencial. Realmente, su expresión poética no cabe en un molde tan estrecho. Su trascendencia fractura las fronteras y se instala en sus propios dominios”[1].  Muchos críticos aconsejan que para captar el sentido de la obra  es necesario familiarizarse al extremo con ella, con los giros idiomáticos y asociaciones que jamás explica.

Su estilo inconfundible se expresa en su prodigioso sentido musical, su fina ironía dirigida contra sí mismo y su humorismo. Crea una poesía fresca y erudita, e inventa giros y vocablos. Su obra es el testimonio de su vida, de su experiencia poética y musical, sueño y cultura. En ésta se acentúa lo autobiográfico: soledad, pasiones demoníacas, bohemia del músico y el músico de la bohemia. La ironía es un eje que atraviesa su poesía de una manera vertical. “Juego mi vida, cambio mi vida. / De todos modos / la llevó perdida” (Relato de Sergio Stepansky)  Su poesía es una provocación, una burla profunda, que frecuentemente critica y escudriña en las extrañas sordas y ciegas del mundo de su época (futilidad de la sociedad y utilitarismo de la misma sociedad), ante el acto del poeta de convertir en sueños y fantasías el aburrido transcurrir cotidiano. “¡Y tanta tierra inútil por escasez de músculos! / ¡Tanta industria novísima!, ¡tanto almacén enorme! / Pero es tan bello ver fugarse los crepúsculos” (Tergiversaciones)

Se percibe originalidad en su atmósfera subjetiva de sueños, melancolías, nostalgias, deseos de expresar lo inexpresable, lo inadvertido, lo inefable.  Sus temas son la naturaleza (mar, tierra, aire), amor (mujer, juventud, amigos, presencia del mundo), lo demoníaco (soledad, muerte, locura, angustia) y la música (universo, estética, ideología, cultura).

León de Greiff creó mundos exóticos y renovó la versificación. Despreció la vulgaridad del mundo moderno y exaltó la individualidad de la obra de arte. Trovó con musicales acentos en solidaridad con los pobres y en defensa de la paz. Con sublimes argumentos mostró su rebeldía estética y ética. Fue hombre comprometido con la poética y no con la política, porque el compromiso del poeta debe ser para la poesía. Este excelso bardo consideraba que la poesía debe ser reflejo de la propia existencia.

De Greiff repudia la desigualdad y la injusticia social, y los sentimientos que estos hechos le despiertan los expresa en escritos que corren paralelos a su poesía, porque la rebeldía de sus versos sale de ellos mismos, de su carácter desmedido y de sus palabras que pretenden ir siempre más allá.

Efectuada esta breve caracterización, me propongo contextualizar su poesía, comentando unos fragmentos y un poema para identificar su cosmovisión poética.

Ya en sus primeros poemas se muestra anticlásico, pese a utilizar con frecuencia el soneto como mecanismo de expresión poética, pero haciendo de esa forma clásica, un uso particular, irreverente, socarrón. “Poeta soy, si ello es ser poeta. / Lontano, absconto, sibilino. Dura / lasca de corindón, vislumbre oscura, / gota abisal de música secreta. / Amor apercibida saeta. / Dolor en triste lanza de amargura / El espíritu absorto en su clausura. / Inmóvil quieto, el corazón veleta. // Poeta soy, si ser poeta es ello. / Angustia lancinante. Pavor sordo. / Velada melodía en contrapunto. / Callado enigma tras intacto sello. / Mi sueño en fuga. Hastiado y cejijunto. / Y en mi nao fantasma único a bordo”.  Se puede apreciar que en este soneto la innovación léxica va de la mano del ritmo particular fruto de los encabalgamientos estratégicamente situados y de la rima interna que une con hilillos invisibles los versos de este soneto.

En su afán de romper con los condicionamientos sociales se niega a dejarse atrapar en el laberinto de los fines y de los medios del mundo donde se mueve el adulto adocenado. Nunca se entrega y siempre se reserva al menos, las constancias de ser testigo de su realidad: “Seré poeta imbele ni condotiero apache. / Cultor del agro: aerófago sacre nefelíbata. /  Buen burgués que adocénase; pacheco sin reproche. / Réprobo sin ventura... Que infame signo tache / mi frente, o la aureóle con el aro de plato / de la luna, la noche, la sempiterna noche” (Facecias).

En la poesía de De Greiff se destacan tres vertientes temáticas (música, ironía y amor)  mediante las cuales proyecta su lírico mundo, donde se asiste a la consagración de la aventura, del sueño y de la noche: “La noche inicia preludios solitarios: trémulas arpas / flautas y oboes sostienen la etérea melodía. / La noche expande el humo de los pebeteros, / aromoso; / la noche enciende las linternas vagabundas. / Toda la angustia / todo el misterio de la noche se enreda, / todo el misterio de la noche desnuda” (Nocturno No. 4 en Sí bemol).

En este bardo consumado, que en sus versos ha logrado sumar perfumes y aroma, la ironía y la burla están estrechamente ligadas a una especie de desarraigo que late en el trasfondo de su poesía, y le permiten trovar sobre la superficialidad de la sociedad: “Lindos bauzanes estridentes / pletóricos de vulgaridad, / arlequinescos figurines / prodigiosos de vaciedad; esclavos de un modo preciso, / magníficos únicos sin par / como hidrocéfalo narciso / de su misma insubstancialidad”.

Hace del humor su arma: humor frente al medio vulgar, humor para satirizar y hostigar conveniencias y convencionalismos, para sumir la brevedad del momento que es la humana: “Vano el motivo / desta prosa: / nada... / Cosas de todo día. / Sucesos / banales. / Gente necia, / local y chata y roma. / Gran tráfico / en el marco de la plaza. / Chismes. / Catolicismo. / Y una total inopia en los cerebros... / Cual  si todo / se fincara en la riqueza, / o en menjurjes bursátiles / y en un mayor volumen de la panza”.

Es importante destacar que De Greiff, como el amor, huyó y en su huida se encontró con el hombre y con la mujer y con el hambre e hizo sonar su risa de monte a monte y pergeñó trovas y absurdos y sarcasmos y le espetó a su propio corazón la mentira del siempre amor que nunca pudo soslayar ni aún detrás de su perfil, de bizarro rictus de leyente docto.

Inventa una nueva forma de decir haciendo del poema música, transportándose más allá de donde fueron simbolistas y modernistas, pero esta pretensión dificulta su comprensión de algunos versos, como, por ejemplo: “Tan viejo como Carracuca / se está el Adón en su bicica, / tañendo, al par que su sambuca /  lira apolínea  si se emboca / y el clavecín, si  lo enfoca, / si lo atempera o si lo educa”.

En su temática del amor nos muestra su capacidad de amar y la relevancia que le da a la mujer. Con poderosa musicalidad nos expresa que la mujer en es definitiva la amada, la dama, la novia, el ser depositario de su amor.

Como “Ritornello” es una poesía en donde De Greiff vierte con maestría y  originalidad su amoroso sentimiento, lo he escogido para hacer el intento de profundizar la contextualización.

 “Esta rosa fue testigo” / de ese, que si amor no fue, / ninguno otro amor sería. / ¡Esta rosa fue testigo / de cuando te diste mía! / El día, ya no lo sé / -sí lo sé, mas no lo digo- / Esta rosa fue testigo. // De tus labios escuché / la más dulce melodía. / Esta rosa fue testigo: / ¡todo en tu ser sonreía! / Todo cuanto yo sé / de ti, lo tuve conmigo... / Esta rosa fue testigo. // ¡En tus ojos naufragué / donde la noche cabía! / Esta rosa fue testigo. / En mis brazos te oprimía, / entre tus brazos me hallé, / luego hallé más tibio abrigo... / Esta rosa fue testigo. // ¡Tu fresca boca besé / donde triscó la alegría! / ¡Esta rosa fue testigo, / de tu amorosa agonía / cuando del amor gocé / la vez primera contigo! / Esta rosa fue testigo. // “Esta rosa fue testigo” / de ese, que si amor no fue, / ninguno otro lo sería. / ¡Esta rosa fue testigo, / de cuando te diste mía! / El día, ya no lo sé / -sí lo sé, mas no lo digo - / Esta rosa fue testigo”[2].

En “Ritornello” el poeta expresa su amoroso sentimiento (“de ese, que si amor fue”), su imagen personal (“En tus ojos naufragué / donde la noche cabía”), su nostalgia (“cuando del amor gocé / la vez primera contigo”), su deseo de expresar lo inexpresable (“El día, ya no lo sé / -sí lo sé, mas no lo digo”), su ironía (“Esta rosa fue testigo / de cuando te diste mía”), su habilidad verbal  (“Esta rosa fue testigo / de ese, que si amor no fue, / ninguno otro amor sería”), su erotismo (“de cuando te diste mía”), su emotividad (“¡todo en tu ser sonreía!”), su soledad (“Esta rosa fue testigo”), su acento intransferible (“¡Tu fresca boca besé / donde triscó la alegría”)

Como para De Greiff, “la poesía es lo que no se dice, que apenas se sugiere”, en este poema hay muchas sugerencias: “El día, ya no lo sé / -si lo sé, mas no lo digo”. ¿Cuándo fue el día en que fue suya? Él lo sabe, pero no lo dice. “Todo cuanto yo sé / de ti, lo tuve conmigo...” ¿Qué sabe y qué tuvo? ¿Qué tipo de mujer es: joven o adulta, soltera o casada? Estas y otras sugerencias despiertan la imaginación de lector.

En esta poesía, perfectamente acabada, se plasma el ideal de perfección poética. Es una obra musical, armoniosa, expresiva, enternecedora, rítmica, alegórica y de sublime argumento. En ella el poeta refleja su musa enamorada y pulsa su armoniosa lira, con exquisita emoción, brindándonos la sensación de expresar en su canción las difíciles pasiones que acechan al corazón.

En esta poesía, por su naturaleza de ritornelo, el ilustre bardo, con maestría poética, repite con sonoro ritmo y arpegios eufónicos su estribillo: “Esta rosa fue testigo”. Este verso se repite doce veces. “Esta rosa fue testigo / de ese, que si amor no fue, / ninguno otro amor sería”. Estos versos se repiten dos veces. “Esta rosa fue testigo / de cuando te diste mía”. / El día, ya no lo sé / -sí lo sé, mas no lo digo-“. También se repiten dos veces estos versos

La rosa, que es fiel representación del amor, le sirvió al poeta de testigo de su idilio cuando amó y fue amado. La rosa fue testigo de todo: del amor sincero, puro; de la entrega, de los besos, de la felicidad; “de ese, que si amor no fue, / ninguno otro amor sería”.

Esta poesía, muy original, nos ofrece mágicos giros del lenguaje a través de uno versos bien pulidos y perfectamente fluidos, que inyectan suma emoción a cualquiera que los lea. La abrumadora magia del amor se encuentra presente en ella: “De tus labios escuché / la más dulce melodía”.

El lenguaje traslaticio, a través de rutilantes y sutiles metáforas, aflora en esta pieza poética: “En tus ojos naufragué”. “Entre tus brazos me hallé, / luego hallé más tibio abrigo”. “Tu fresca boca besé /donde triscó la alegría”. La poesía es en sí una profunda e inefable alegoría al amor.

LUIS ANGEL RIOS PEREA
Luvina1111@yahoo.com



[1] AYALA POVEDA, Fernando. Manual de Literatura Colombiana. Educar Editores, Bogotá, 1984, pág. 151.

[2] ECHEVERRIA, Rogelio. Versos Memorables. Planeta, Bogotá, 1989, pág. 157.