jueves, 21 de marzo de 2013

CREER PARA VIVIR EN LA MENTIRA


   ¡Advertencia! Ofrezco respetuosas excusas a las personas que se ofendan con este escrito. Así como reconozco la libertad de creencias, este texto lo elaboro amparado en mis libertades de pensamiento y de expresión.

  Ser felices es la finalidad de los seres humanos mientras vivamos. Sin embargo, este ideal en nuestro contexto cultural se dificulta; simplemente aspiramos a buscarla, sin que podamos alcanzarla. Son muchos los obstáculos que impiden la conquista de la felicidad, entre los que destacaré la imposibilidad de vivir en la verdad. La mentira se apodera de nuestra existencia, condicionando la manera como percibimos, interpretamos y sistematizamos la realidad. La mentira procede, en ciertas ocasiones, de la política, la historia, las ideologías, la economía y hasta de la ciencia. Pero una de las principales fuentes de la mentira son las religiones; todas se ufanan en declararse poseedoras de la “verdad absoluta”. ¿Qué es la verdad?

  Cada religión predica y defiende supuestamente su “verdad absoluta”; las demás son tildadas de falsas. Cada una enaltece a sus dioses o a su dios; algunas no tienen dios. ¿Cuál es la que contiene “la verdad absoluta”, o al menos “la verdad”? ¿Todas? ¡Ninguna! Hay que ser ingenuo para creer en estas supuestas “verdades absolutas”. ¿Cuál es el fundamento epistemológico de estas “verdades”? ¿Cuál es el Dios legítimo? ¿El de los judíos, los cristianos o el de los musulmanes? ¿Cuáles dioses? ¿Los 33 millones de los hinduistas…? Y las religiones que no tienen dioses, ¿qué? Todas estas “verdades absolutas” no llevan más que a la confusión de los cándidos creyentes; por eso viven en la mentira. Las personas tienen derecho a tener creencias, es decir, a vivir en la mentira…

   Mi reflexión no se extiende a las religiones en particular, sino a una en general: la católica, debido a que es la más influyente en el contexto colombiano. Los “creadores” de esta religión la plagaron de todo un acervo de creencias irracionales, ilógicas y absurdas, procedentes de la Biblia. Muchos “católicos” no han comprendido que los textos bíblicos contienen mitos, y éstos no son más que narraciones fantásticas… Personas a las que les gustan las cosas fáciles (algo que no necesite sino creer en lugar de pensar) los leen e interpretan acrítica y literalmente, encontrando en ellos “la verdad absoluta”. Pero quienes preferimos las cosas difíciles, el pensamiento crítico para reflexionar en vez de creer (creer es fácil, reflexionar es difícil), leemos esos textos exegética, hermenéutica, semiológica, retórica, lógica y gramaticalmente, y no encontramos ni siquiera la “verdad relativa”. Esa “verdad absoluta” que encuentran tan “fácil” los creyentes, la ponemos en duda y la cuestionamos quienes abordamos los textos “sagrados” con espíritu crítico, conciencia crítica, mente abierta o criticidad.

   ¡Qué mentira tan grande ha construido la cristiandad! No el cristianismo, si es que en realidad existió Cristo, sino la cristiandad; porque la supuesta existencia de éste hay que ponerla en duda, si es que a uno le gustan las cosas difíciles. En más de dos mil años se han podido inventar muchas mentiras. ¿Cómo así que una sola persona elegida por Dios? Una persona que muere violentamente por “voluntad de Dios” y que luego resucita y sube al “cielo”, cuando la ciencia ha demostrado que hasta ahora nadie resucita después de haber muerto. Un salvador. ¿Salvador de qué? ¡Cómo pretenden imponer una doctrina divorciada del capitalismo, que es el sistema económico que  condiciona nuestra manera de ser y de estar en el mundo, en donde el dinero ocupa el lugar de dios, así muchos no estemos de acuerdo con su voracidad consumista! ¡Como así que solamente los pobres se salvan! ¿De qué se salvan? Y los ricos, ¿qué culpa tienen de ser ricos? ¡Qué son todos estos disparates, todas estas mentiras!

   No pretendo defender el capitalismo, un sistema profundamente injusto, fundado en la explotación del hombre por el hombre. Desgraciadamente, el inicuo capitalismo es el mundo real en que vivimos. Pero las doctrinas religiosas son incapaces de una revolución que logre subvertirlo, o al menos humanizarlo.  Las revoluciones tienen como fundamento el pensamiento filosófico, racional, y no  irracionales creencias religiosas.

   Cuando uno les pregunta a muchos de los que dicen “ser” católicos sobre los pilares del cristianismo, doctrina del catolicismo, enmudecen porque no saben cuáles son. ¿Saben los creyentes que intereses políticos, doctrinarios, ideológicos,  manipuladores, domesticadores, alienadores y masificadores se ocultan detrás de la religión? ¡Que van a saber si les encanta la mentira! Duermen profundamente bajo el aletargador poder de la mentira. Igualmente, se percibe que algunos “católicos” no son consecuentes con sus creencias, ya que practican una moral que riñe con los principios católicos cristianos. Muchos son creyentes pero de sólo nombre, no saben con la debida certeza en qué creen; tienen creencias arraigadas porque así les “enseñaron”, y así se lo ha impuesto y se lo exige la sociedad en que viven. Cuántos son “católicos”, no por convicción o por vocación, sino por tradición, costumbre y convención. Por eso viven en la mentira, y ésta los hace sentir “felices”. ¿Sabrán, en realidad, qué es la felicidad?

 
LUIS ANGEL RIOS PEREA