¡Advertencia!
Ofrezco respetuosas excusas a las personas que se ofendan con este escrito. Así
como reconozco la libertad de creencias, este texto lo elaboro amparado en mis
libertades de pensamiento y de expresión.
Ser felices es la
finalidad de los seres humanos mientras vivamos. Sin embargo, este ideal en
nuestro contexto cultural se dificulta; simplemente aspiramos a buscarla, sin
que podamos alcanzarla. Son muchos los obstáculos que impiden la conquista de
la felicidad, entre los que destacaré la imposibilidad de vivir en la verdad.
La mentira se apodera de nuestra existencia, condicionando la manera como
percibimos, interpretamos y sistematizamos la realidad. La mentira procede, en
ciertas ocasiones, de la política, la historia, las ideologías, la economía y
hasta de la ciencia. Pero una de las principales fuentes de la mentira son las
religiones; todas se ufanan en declararse poseedoras de la “verdad absoluta”.
¿Qué es la verdad?
Cada religión predica
y defiende supuestamente su “verdad absoluta”; las demás son tildadas de
falsas. Cada una enaltece a sus dioses o a su dios; algunas no tienen dios. ¿Cuál
es la que contiene “la verdad absoluta”, o al menos “la verdad”? ¿Todas?
¡Ninguna! Hay que ser ingenuo para creer en estas supuestas “verdades absolutas”.
¿Cuál es el fundamento epistemológico de estas “verdades”? ¿Cuál es el Dios
legítimo? ¿El de los judíos, los cristianos o el de los musulmanes? ¿Cuáles
dioses? ¿Los 33 millones de los hinduistas…? Y las religiones que no tienen
dioses, ¿qué? Todas estas “verdades absolutas” no llevan más que a la confusión
de los cándidos creyentes; por eso viven en la mentira. Las personas tienen
derecho a tener creencias, es decir, a vivir en la mentira…
Mi reflexión no se
extiende a las religiones en particular, sino a una en general: la católica,
debido a que es la más influyente en el contexto colombiano. Los “creadores” de
esta religión la plagaron de todo un acervo de creencias irracionales, ilógicas
y absurdas, procedentes de la Biblia. Muchos “católicos” no han comprendido que
los textos bíblicos contienen mitos, y éstos no son más que narraciones
fantásticas… Personas a las que les gustan las cosas fáciles (algo que no
necesite sino creer en lugar de pensar) los leen e interpretan acrítica y literalmente,
encontrando en ellos “la verdad absoluta”. Pero quienes preferimos las cosas
difíciles, el pensamiento crítico para reflexionar en vez de creer (creer es
fácil, reflexionar es difícil), leemos esos textos exegética, hermenéutica,
semiológica, retórica, lógica y gramaticalmente, y no encontramos ni siquiera
la “verdad relativa”. Esa “verdad absoluta” que encuentran tan “fácil” los
creyentes, la ponemos en duda y la cuestionamos quienes abordamos los textos
“sagrados” con espíritu crítico, conciencia crítica, mente abierta o criticidad.
¡Qué mentira tan
grande ha construido la cristiandad! No el cristianismo, si es que en realidad
existió Cristo, sino la cristiandad; porque la supuesta existencia de éste hay
que ponerla en duda, si es que a uno le gustan las cosas difíciles. En más de
dos mil años se han podido inventar muchas mentiras. ¿Cómo así que una sola
persona elegida por Dios? Una persona que muere violentamente por “voluntad de
Dios” y que luego resucita y sube al “cielo”, cuando la ciencia ha demostrado
que hasta ahora nadie resucita después de haber muerto. Un salvador. ¿Salvador
de qué? ¡Cómo pretenden imponer una doctrina divorciada del capitalismo, que es
el sistema económico que condiciona
nuestra manera de ser y de estar en el mundo, en donde el dinero ocupa el lugar
de dios, así muchos no estemos de acuerdo con su voracidad consumista! ¡Como así
que solamente los pobres se salvan! ¿De qué se salvan? Y los ricos, ¿qué culpa
tienen de ser ricos? ¡Qué son todos estos disparates, todas estas mentiras!
No pretendo defender el capitalismo, un sistema profundamente injusto, fundado en la explotación del hombre por el hombre. Desgraciadamente, el inicuo capitalismo es el mundo real en que vivimos. Pero las doctrinas religiosas son incapaces de una revolución que logre subvertirlo, o al menos humanizarlo. Las revoluciones tienen como fundamento el pensamiento filosófico, racional, y no irracionales creencias religiosas.
No pretendo defender el capitalismo, un sistema profundamente injusto, fundado en la explotación del hombre por el hombre. Desgraciadamente, el inicuo capitalismo es el mundo real en que vivimos. Pero las doctrinas religiosas son incapaces de una revolución que logre subvertirlo, o al menos humanizarlo. Las revoluciones tienen como fundamento el pensamiento filosófico, racional, y no irracionales creencias religiosas.
Cuando uno les
pregunta a muchos de los que dicen “ser” católicos sobre los pilares del
cristianismo, doctrina del catolicismo, enmudecen porque no saben cuáles son. ¿Saben
los creyentes que intereses políticos, doctrinarios, ideológicos, manipuladores, domesticadores, alienadores y
masificadores se ocultan detrás de la religión? ¡Que van a saber si les encanta
la mentira! Duermen profundamente bajo el aletargador poder de la mentira. Igualmente,
se percibe que algunos “católicos” no son consecuentes con sus creencias, ya
que practican una moral que riñe con los principios católicos cristianos.
Muchos son creyentes pero de sólo nombre, no saben con la debida certeza en qué
creen; tienen creencias arraigadas porque así les “enseñaron”, y así se lo ha
impuesto y se lo exige la sociedad en que viven. Cuántos son “católicos”, no
por convicción o por vocación, sino por tradición, costumbre y convención. Por
eso viven en la mentira, y ésta los hace sentir “felices”. ¿Sabrán, en
realidad, qué es la felicidad?