jueves, 31 de octubre de 2013

SARAMAGO EN SU CAVERNA



En el presente texto sintetizo la novela La Caverna, de José Saramago.

TEMA PRINCIPAL

El fenómeno de la globalización.

TEMAS SECUNDARIOS

-          El deshumanizante imperio de las “leyes” del mercado.
-          La contundente dinámica perversa del capitalismo.
-          La angustia vital.
-          La inseguridad.
-          El amor.
-          Los conflictos familiares.
-          La viudez.
-          Los crímenes de Estado.
-          La miseria de los sitios periféricos a las grandes ciudades.
-          El problema del tiempo.


ARGUMENTO

En un pueblecito, ubicado a unos 20 kilómetros de una metrópoli industrial y comercial (“El Centro”), reside el alfarero Cipriano Algor (“algor” significa frío intenso del cuerpo, preanuncio de fiebre), viudo, de 64 años, junto con su hija Martha, quien se encuentra casada con Marcial Gacho (“gacho” es la parte del cuello del buey en que se asienta el yugo), guarda estatal, cercano a los 30 años, y un perro de nombre “Encontrado”, que repentinamente apareció en la casa del protagonista Cipriano Algor. Allí, en una rústica y antiquísima alfarería, éste y su hija se dedican a fabricar artículos en barro, como loza, jarrones, damajuanas, etc., para venderle al “Centro”. Estos utensilios son llevados por Cipriano Algor al “Centro” en una vieja furgoneta, transitando por una concurrida carretera (en regular estado de conservación), en cuyos lados hay muchas “aglomeraciones caóticas de chabolas hechas de cuantos materiales, en su mayoría precarios”, lugar donde residen delincuentes que perpetran múltiples ilícitos en la carretera, especialmente hurtos, atracos y asaltos.

De un momento a otro, abruptamente, el “Centro” deja de comprarle los productos de alfarería que produce Cipriano Algor, único medio de conseguir sus sustento diario, porque habían aparecido “unas piezas de plástico que imitan al barro, y lo imitan tan bien que parecen auténticas, con la ventaja de que pesan menos y son mucho más baratas”. A pesar de que Cipriano Algor le argumentó que ese no era motivo para que se dejaran de comprar sus artesanías, porque “el barro siempre es barro, es auténtico, es natural”, el jefe de compras del “Centro” le dijo que fuera a decirle eso a los clientes, y agregó: “No quiero angustiarlo, pero creo que a partir de ahora sus lozas sólo interesarán a los coleccionistas, y ésos son cada vez menos”, a la vez que le advirtió que tenía pocos días para que retirara los utensilios de alfarería que el “Centro” le devolvía porque ya no se estaban vendiendo. Ante esta absurda realidad, Cipriano se devolvió a su pueblo con  su cargamento de alfarería, y se expuso deliberadamente a que lo atracaran y le robaran la mercancía, pero, para colmo de su “desgracia”, ni siquiera esto ocurrió; por el contrario, uno de los residentes de las chabolas acudió en su ayuda pensando que le había ocurrido algún percance; cuando Cipriano le ofreció gratis los productos de alfarería, el malhechor le dijo que él no necesitaba esos utensilios.

Cipriano Algor, junto con su hija Martha, decidieron fabricar figurillas de barro para tratar de vendérselas al “Centro”. El jefe de compras del “Centro”, luego de un tiempo le dijo que, definitivamente, no le seguían comprando los utensilios de alfarería ni las figurillas de barro porque a las personas esos muñecos no les llamaban la atención.

Como Marcial Gacho fue ascendido en su cargo de guardia del “Centro”, Cipriano Algor, en contra de su voluntad y su deseo y como ya no tenía trabajo para realizar, se fue a vivir a un apartamento sin ventanas que el “Centro” les proporcionaba a los guardias ascendidos. Allí, en ese incómodo y aburridor lugar, Cipriano Algor vivió muy pocos días junto con su hija Martha y su yerno Marcial Gacho. Luego de descubrir unos restos humanos en un sitio en donde el “Centro” hacía demoliciones para construir centros comerciales, y que era custodiado por Marcial Gacho y otros guardias, Cipriano Algor decidió regresarse a su pueblo.

A los pocos días Marcial Gacho, inconforme con su trabajo tras el descubrimiento de los cadáveres, renunció y regresó a donde su suegro, acompañado de su esposa Martha que estaba embarazada. Los tres decidieron irse de ese pueblo, y en compañía de una vecina de nombre Laura Estudiosa, también viuda, de quien se había enamorado Cipriano Algor, y el perro Encontrado, abordaron la furgoneta con rumbo desconocido. 

COMENTARIO

A través de un exquisito lenguaje y de una gramática muy particular, Saramago nos relata la dinámica de una familia, que de un momento a otro, pierde su tradicional medio de sustento, porque la absurda e inexorable dinámica de las “leyes” del mercado de nuestro sistema capitalista así lo determina. Coincido con el profesor José Luis Rodríguez Reguera en cuanto que Cipriano Algor aparece como representante del mundo moderno basado en la producción, aunque en su versión más humanista; mientras que Marcial Gacho representaría la era del Capitalismo Global en la que estamos inmersos. Cipriano pertenece al mundo de la producción y Marcial al mundo del consumo. “Cipriano intenta vivir su vida a su manera, manteniendo esa Utopía que le convierte en protagonista de sus aventuras, aunque éstas no sean más que simples platos de arcilla. Marcial en cambio es  uno de esos chicos inquietos, en búsqueda siempre de algo que no acaba de encontrar, pues nunca depende de sí mismo, sino de quienes tienen en sus manos su destino”[1].

Es evidente la profundidad psicológica, filosófica, metafísica, religiosa y económica que enaltecen a esta fascinante novela, cuyo protagonista es una persona que lucha por sobrevivir en la voracidad de nuestro sistema productor y consumidor de mercancías. Se aprecia como el “salvajismo” de las “leyes” del mercado imperan por encima de las necesidades humanas, por encima de la persona misma. El plástico prima sobre el barro, lo artificial sobre lo natural.  O el producto interesa o el producto no interesa. Las cosas son importantes en tanto posean valor de uso y valor de cambio.  “La constatación que se ha pasado de una sociedad agraria-artesanal con unos ritmos, ritos y relaciones específicamente identificables a sociedades más industrializadas, altamente tecnificadas, de velocidades impresionantes, ritmos de vida rápidos y sensaciones de extrañamiento y desarraigo en las grandes ciudades, es lo que se percibe en la historia de los protagonistas”[2].

La obra nos muestra como el “omnipotente” “Centro” (símbolo del capitalismo) ejerce un enorme poder la economía, sobre el comercio, sobre el trabajo y sobre las personas. Para el “proletariado” no hay otra salida que someterse al imperio de este oprobioso sistema de producción. El Centro es el Capitalismo global o de consumo, las catedrales del consumo como escenarios de una nueva civilización del capitalismo global frente a la periferia. En la obra se refleja “el dominio del hombre sobre la naturaleza poniéndola a su servicio ha sido el eje fundamental sobre el que se ha construido el orden racionalista burgués y las fronteras sobre las que se buscaba escenificar esta relación de control”[3]. El centro sólo valora lo práctico: “yo no soy bueno, soy práctico”, le dice el jefe de compras a Cipriano. El Centro, tal como nos dice Osorio Arenas, “tiene la capacidad de influir sobre la gente, sobre sus maneras de sentir, percibir, pensar y obrar” y, además,  “determina el gusto de la gente, el poder de decidir está en sus manos, tiene la pretensión y la capacidad de homogeneizar física y psíquicamente a sus empleados, así se proclame que las personas no se repiten, que las personas no salen de moldes, como afirma Cipriano Algor, la verdad es otra”[4].

El problema de la globalización, expresado a través de esa alegoría, de esa metáfora, es el tema principal de la novela. Problema que nos inserta en el vacío que nos ha dejado la modernidad, entendida negativamente en su dinámica consumista, y no en el sentido de un movimiento cultural y espiritual que posibilitó el progreso de la humanidad. Globalización y modernidad como símbolo de las sombras que imponen la realidad a los habitantes de la caverna. Cipriano Algor, Martha, Marcial Gacho y Laura simbolizan la caverna, a la cual “El Centro” le impone la “verdad”, el hacer, el pensar, el hacer y hasta el ser…

“El Centro” es símbolo del totalitarismo del sistema Neoliberal; es quien tiene la última palabra. Decide qué comprar y qué no comprar. Arrebata la palabra a los habitantes de la caverna. En “El Centro” no existen los derechos humanos ni la democracia; es éste quien impone la dinámica consumista y los estilos de vida y los patrones del hacer, del tener y del consumir. Superar esta ignominiosa realidad implica salir de la caverna, abandonar el encaustramiento que nos impone abusivamente la sociedad consumista, así como lo hicieron Cipriano, Martha, Marcial, Laura y hasta el perro Encontrado… huyendo con destino incierto, en procura de huir de la deshumanizante caverna.


LUIS ANGEL RIOS PEREA



[1] RODRIGUEZ REGUEIRA, Luis. La caverna de Saramago. Del capitalismo industrial al capitalismo global. Universidad Católica San Antonio. Murcia, España.
[2] OSORIO ARENAS, Juan. La caverna de Saramago. www.monografías.com
[3] RODRIGUEZ REGUEIRA, Luis. Ob. Cit.
[4] OSORIO ARENAS, Juan. Ob. Cit.

No hay comentarios:

Publicar un comentario