martes, 15 de octubre de 2013

APRENDER A AMAR DESHOJANDO MARGARITAS



Resumen del libro Deshojando Margaritas, de Walter Riso.


PARTE 1

REFLEXIONES ACERCA DEL AMOR: HACIA UN CONCEPTO REALISTA DEL AMOR INTERPERSONAL.

La tradición cultural nos ha publicitado erróneamente la idea romántica, dulce, tierna y eterna del amor, que no coincide con la realidad afectiva cotidiana. En consecuencia, no vemos las cosas inherentes al amor tal como son sino como nos gustaría que fueran, con gravísimas consecuencias: dolor, sufrimiento, decepciones, ansiedad. Es necesario desmitificar, desidealizar y colocar en su auténtico sitio el amor. Hay que “aterrizarlo” en la vida concreta, en las relaciones interpersonales de nuestra cotidianidad. La irracionalidad del amor y de sus malos entendidos radica en la desinformación y en los aprendizajes inadecuados. El primer aspecto radica en creer que el amor es único y absoluto. Mi idea de amor no tiene por qué ser igual a la de mi pareja. “Creemos que cuando hablamos de amor estamos diciendo lo mismo. Damos por hecho que nuestro interlocutor entiende el amor de la misma manera… No todos se comportan de igual manera en el intercambio afectivo”. El segundo factor se funda en las siguientes creencias: *El amor es dicha y placer (la felicidad del amor). *El amor es para siempre (la inagotabilidad del amor). *El amor es excluyente (la exclusividad del amor). *El amor todo lo puede (la incondicionalidad del amor).

La relatividad del amor

La manera de conceptualizar y de sentir el amor es una variable muy importante en las relaciones afectivas. La forma de amar varía de acuerdo con las épocas y culturas. “La historia muestra no sólo un cambio significativo en la noción de amor, sino en la misma manera de expresarlo y valorarlo”. Es distinto amar en Colombia que en el Japón. Se necesita entender que el amor es relativo, porque las actividades mentales estrechas no dejan entrar el amor, el cual requiere espacio para manifestarse y crecer.

La multiplicidad del amor

Existe el amor emocional, racional y biológico. El amor emocional es incontrolable, irracional, intenso, desbocado, enfermizo, alucinatorio y peligroso. El amor racional es moderado, reflexivo, controlable, duradero, consciente. El amor biológico es el amor maternal. El autor denomina al primero tipo I, al segundo tipo II y al tercero tipo III.

La supuesta felicidad del amor

El amor interpersonal no está libre de problemas. Establecer un vínculo afectivo es iniciar un intercambio que incluye lo que uno verdaderamente es. El amor es un problema de calidad total. ”Decir que el amor está libre de problemas y conflictos, es querer desconocer la esencia misma de su principal ejecutor”. Sin exagerar, amar es perder unas cosas por otras. El amor arrebata, reclama y expropia algo importante de uno. Amar no es fácil, hay que estar preparado para amar. El amor da, pero también quita. Si sólo esperamos recibir dicha y alegría cuando nos enamoramos, es mejor no enamorarnos. “Si piensas que amar es igual a felicidad, equivocaste el camino”.

La supuesta inagotabilidad del amor

El amor convencional no es inagotable, tiende a desaparecer o agotarse. El amor emocional, dada su intensidad e irracionalidad, se agota pronto porque el organismo no resiste su desgastante ímpetu. El amor de pareja, aparentemente duradero, a veces se agota, pero permanece por temores, prejuicios, dependencia o comodidad. Sólo el amor maternal es duradero e intenso, siempre que la mamá esté psicológicamente sana. “De todo los amores conocidos, sólo el amor de madre parece resistir significativamente la erosión del tiempo”.

La supuesta exclusividad del amor

Tenemos la capacidad de amar a varias personas a la vez, pero la cultura nos ha limitado a amar a una sola persona. Nadie tiene el deber de amar a otro. “Ofenderse ante el rechazo, es negare el derecho fundamental a la otra persona a decidir sobre su vida afectiva”. Estamos condicionados a ser selectivos en el afecto. “La sociedad ha impuesto el valor de la monogamia y por lo tanto la costumbre de procesar el amor interpersonal de manera secuencial: uno a la vez”.

La supuesta incondicionalidad del amor

La incondicionalidad es difícil de alcanzar en las relaciones interpersonales, porque los humanos por naturaleza tendemos a la seducción. La tradición cultural nos ha vendido la errónea creencia que el amor es incondicional, pero en la práctica esto no es así, y no debe ser así, porque nadie puede enterrarse en vida por otro.

El amor realista

El amor debe ser emoción, razón y comportamiento, y no sólo uno de estos factores. Creer que el amor interpersonal es perfecto es frustrante. “La solidaridad, la felicidad, la exclusividad y la inagotabilidad absoluta de amor, son vestigios del más recalcitrante romanticismo y del más exagerado optimismo”.  Hay que vivir el amor real y no el amor ideal porque tendremos muchos contratiempos. “Aprender a ver el amor como realmente es, desarrolla inmunidad al sufrimiento, alta tolerancia a la frustración, mejora la toma de decisiones y la resolución de problemas”.


PARTE 2

LOS ESTILOS AFECTIVOS Y SUS ALTERACIONES

Las relaciones interpersonales afectivas están afectadas por los estereotipos, los prejuicios y los estilos de comunicación inadecuados. El contacto afectivo, debido a los malos aprendizajes, se complica con las distorsiones y las valorizaciones destructivas. “Los malos aprendizajes  y absurdas atrofias culturales, la propia inseguridad frente a la posibilidad del rechazo, el miedo a sufrir, el egoísmo, la búsqueda desesperada de aprobación y demás bloqueos, han impedido que el intercambio afectivo sea un hecho natural y agradable”.  El mundo consumista ha plastificado las relaciones afectivas. Se vive en un mundo de apariencias y superficialidad. La mala comunicación y los esquemas negativos distorsionan las relaciones afectivas.

El balance afectivo

Una sana relación amorosa consiste en dar y recibir afecto de manera equilibrada, sin sacrificarse dando en lugar de recibir por no “herir” a la persona “amada”. Una cosa es aprender a convivir en la diferencia y otra muy distinta mostrar una baja autoestima por entregar demasiado a cambio de poco. “Un balance afectivo adecuado requiere estar abierto a dar y recibir afecto, asumiendo consecuencias y corriendo riesgos”. Un buen dador-receptor no se acopla pasivamente a los inconvenientes del otro, sino que los enfrenta mediante una comunicación libre en ambos sentidos.

Territorialidad

Todos tenemos un espacio privativo y exclusivo, un territorio físico y psicológico que defendemos; nos sentimos vulnerados cuando nos lo invaden. El amor es uno de los principales intrusos que invade nuestro territorio. Ante su ímpetu algunas veces cedemos espacios.

Los límites de nuestro territorio dependen del “enemigo”. Un paranoico (persona con delirios de persecución) reclamará un territorio más amplio porque cualquier acto de los demás lo tomará como una intromisión. Igual acontece con quienes necesitan de aprobación, porque evitan contacto con los demás por temor a la crítica y anhelo de escapar al rechazo. Por eso sólo permiten acercarse a personas que los aprueben. Estos inadecuados esquemas se instalan en la mente convirtiéndonos en sus víctimas. El incremento de la territorialidad, en estos casos, es para proteger los esquemas interpersonales, convirtiéndonos en hoscos, huraños, desinteresados y poco comunicativos.  Por eso los demás los ven como fríos, antipáticos y creídos. No es conveniente ni una extensa territorialidad ni una reducida territorialidad. “La territorialidad modula, reduce o amplifica la capacidad de intercambio de una manera muy significativa. Puede cumplir una función adaptativa cuando la delimitación pretende frenar depredadores reales, pero impide hacer contacto con los problemas psicológicos cuando su función es salvaguardar esquemas mentales.

Los estilos afectivos: alteraciones y desequilibrios

En el campo afectivo nuestros comportamientos son aprendidos socialmente, aunque genéticamente tenemos algunas herramientas para el intercambio afectivo. Aprendemos por medio de la recompensa física (regalos) o verbal (elogios), compensación e imitación, la cual modela nuestra manera de ser en la vida. Las teorías que poseemos acerca del mundo y de nosotros mismos, caracterizan la manera de relacionarnos. Los estilos afectivos son las maneras de expresar y recibir afecto. Hay estilos afectivos enfermizos que desordenan la personalidad.

Los estilos afectivos inadecuados corresponden a las personas que entregan demasiado (hostigantes-seductores), dependientes-débiles y controladores-obsesivos); los que se entregan demasiado y no demandan, piden o esperan nadas (sumisos); los que no se entregan y demandan, exigen o esperan demasiado (narcisistas-egocéntricos).

1.     Estilo hostigante-seductor. Expresar amor moderadamente es saludable, pero si se exagera es dañino. Estas personas pretenden captar y llamar la atención para confirmar que son amadas. Su autoestima depende de la admiración y aprecio que capte de los demás. No aceptan el rechazo. Con tal de ser “queridos” por los demás, hacen lo que sea para impresionar, con su concomitante desgaste inútil. “La desesperada necesidad de aprobación siempre esconde una muy baja autoestima… La aceptación afectiva es cuestión de vida o muerte… La enorme demanda afectiva y la permanente confirmación de saberse amado, termina por destruir cualquier relación”. El hostigante-seductor tiene una inmensa necesidad de sentirse permanentemente amado. “El exagerado sentimentalismo los lleva a impregnar de afecto todos los actos de su vida, incluso los más racionales, y a perder objetividad. Es tan fuerte el impulso que genera la emoción por el otro, que la corteza cerebral no alcanza a comprender lo que ocurre: se pierde reflexividad. La capacidad analítica se deteriora y los criterios globales se convierten en la principal forma de razonar… Para alcanzar la meta de amor total, todo el tiempo magnifican ciertos comportamientos como expresividad, exhibicionismo e impresionismo. Lo paradójico es que estos intentos descontrolados por retener o arrastrar a los otros e evitar el rechazo, los termina alejando”.

Es hostigante-seductor desconoce que nadie tiene el deber de amarnos y no respeta los derechos afectivos de los demás. “Respetar los derechos afectivos de las otras personas es asimilar el riesgo de no ser correspondido. En el amor, más que en cualquier orden de la vida, hay que ser un buen perdedor. El miedo al rechazo inmoviliza, porque te quita la posibilidad de conocer más gente… Deja que las personas decidan si van a quererte o no, sin imposiciones, con altura y elegancia. Si te quieres a ti mismo, puedes decirte: no saben lo que se pierden. En ciertas ocasiones es conveniente dejar que la realidad obre por sí sola y no intervenir. Un amor arrancado a la fuerza o mantenido a regañadientes, es falso… No pueden obligarte a amar, ni tú puede exigirlo. El amor llega cuando quiere y se va cuando quiere…”

2. El estilo dependiente-débil. El dependiente-débil necesita ser protegido. Busca quien lo cuide y defienda. Su amor es infantil, inmaduro e interesado. Cree amar pero lo que quiere es seguridad. Para evitar sentirse desvalido trata de mantener su relación a toda costa y bajo cualquier circunstancia. “Las personas dependientes actúan como si su pareja fuera la única opción del universo. Pero la verdadera razón es que buscar otro cuidador llevaría tiempo, y mientras tanto se quedarían solos. La seguridad de no quedarse en el aire, sin señales de apoyo, les impide ir más allá de lo inmediato. De ahí que sean personas fieles, pero no por convicción, sino por temor”.

3. El estilo controlador-obsesivo. Se ven a sí mismos como responsables de que la pareja funcione. El sentido de posesión está siendo en la inseguridad y en un estilo de vida donde los “debería” y el orden son un valor en sí mismos. Estas personas “necesitan la predicción total de los acontecimientos y la certidumbre que todo se está realizando adecuadamente, afecto incluido”.

No soportan los errores, los defectos, la desorganización y la pérdida del control. “Las cosas tienen una manera correcta de hacerse, y así debe ser”. Su vida se llena de complicaciones y deberes. Generan reglas, normas y estándares para ejercer un buen control. Son poco tolerantes frente a las iniciativas independientes de su pareja.

Cuando descubren que no son amados, se resienten y odian. Ejercen control afectivo y desconfían de su pareja. Piensan por su pareja, faltando al respeto que implica el amor. Ignoran que el amor requiere libertad, precisamente porque el amor es libertad. “Controlar tu pareja, pensar por ella, asistirla permanentemente como si se tratara de una inválida, supervisar sus iniciativas, exigir explicaciones sobre por qué siente de determinada manera, es no respetar la persona que amas”.

4. El estilo sumiso. Se somete al otro por convicción, sin tener en cuenta el respeto por sí mismo. “Los sujetos sumisos sienten que sobre ellos pesa la responsabilidad de la pareja. No expresan desacuerdos, no dicen no, no se oponen y por ninguna razón defienden sus derechos básicos. Son extremadamente conciliadores y negocian con cualquier cosa para que la paz sea con nosotros. La consecuencia es la postergación y almacenamiento de situaciones cada vez más complicadas. Todo sea por la coexistencia pacífica. Con el transcurrir de los años los problemitas se convierten en verdaderos linfomas afectivos”.

Como disfruta solamente dando afecto, su autoestima es muy baja. “La sumisión niega el amor, porque no lo deja fluir, lo aniquila traicioneramente en nombre de la entrega total… El amor no es sacrificio, sino regocijo y alegría compartida. La sumisión es una forma encubierta de violencia que lastima, hiere y destruye la libre expresión de afecto… Es tan malo no saber entregarse, como no saber recibir afecto”.

5. El estilo “No soy querible”. Son personas con autoestima baja y piensan que no merecen que los quieran. Piensan que alguien los quiere por lástima. Se avergüenzan de sí mismo. Como se autodesprecian, no pueden dar o recibir amor. “Piensan que el amor les es vedado, porque no son merecedores… Desnudarse psicológicamente es para estas personas la peor tortura, porque piensan que interiormente son repulsivos y desagradables… El hecho de no sentirse amable les impide recibir las expresiones de afecto de manera natural y placentera”.

2.     El estilo cómodo “No soporto sufrir”. Aunque en el amor no se pude ser demasiado valiente, el amor no es para los cobardes; necesita arrojo y osadía. Un amor sin “agallas” no funciona. “Las personas débiles, inseguras y con baja tolerancia al dolor, pueden mirar el amor con cierta forma y recelo”.

Los cobardes en el amor no soportan sufrir y por eso no emprenden nuevas relaciones, por temor a que “fracasen” en ésta. No se vuelven a enamorar porque creen que termina sufriendo. No debemos renunciar al amor porque causa sufrimiento, porque estaríamos renunciando a la posibilidad de vivir.

3.     El estilo prevenido-desconfiado. Las experiencias afectivas dolorosas convierten a muchas personas en prevenidas y desconfiadas. “Lo determinante para estas personas es estar hipervigilantes a cualquier señal de abuso o engaño, para prevenirlo, defenderse o, si es del caso, atacar”. Son paranoicos porque ven en los demás un potencial agresor y violador de los derechos personales. “Las personas desconfiadas no les conceden a los demás el beneficio de la duda, sino la crueldad de la certeza negativa”. No confían en la persona amada. Si no hay confianza en el amor, no hay convivencia pacífica. “La persona prevenida, en su afán de protegerse contra los traidores, ofende. Se le convierte en juez y fiscal al mismo tiempo. Valora, demanda pruebas y pregunta cosas, que no deben preguntarse. Pone en duda a la honestidad de la persona amada, porque no cree”.

Desacreditan el amor que reciben y no se entregan decentemente. Se ocultan detrás de las mentiras que inventan. Sólo piensan en descubrir y desenmascarar al supuesto enemigo. “El miedo a ser psicológicas y afectivamente explotados y lastimados les impide vivir el amor como una experiencia alegre e inocente”. Amar se les convierte en una lucha sin cuartel por el poder, y si no obtienen el amor se alejan, se aíslan para estar a salvo, pero con el tiempo se vuelven fríos y calculadores.

4.     El estilo pasivo-agresivo o “subversivo”. La convivencia con este tipo de personas en angustiante. Tienen conflicto con la autoridad, son reformadores de su autoestima, reprimen sentimientos, agreden pasivamente para molestar, enloquecer, desajustar, imitar, torturar y eliminar el otro sin dejar huella. “Si se les niega afecto, se sienten desvalidos, solos, no queribles y perciben a la pareja como fría e insensible”. No expresan franca y honesta los sentimientos porque tienen perder algo.

9. El estilo narcisista-egocéntrico. Son insensibles, egoístas, posesivos, celosos, machistas, ventajosos e inseguros. Como no son capaces de “salirse de sí mismos”, no pueden ponerse en el lugar del otro, negándole su realidad como receptor de afecto. No pueden desprenderse de su egoísmo y desenfrenado sentido de posesión. Las reglas son para los demás, no para a ellos. Este estilo es psicológicamente peligrosa, si la pareja es débil e insegura, porque destruye la autoestima ajena.


PARTE 3

EL AFECTO POSITIVO Y OTRAS SANAS COSTUMBRES

El afecto positivo y otras sanas costumbres

Como secuela de no haber sido educados para amar, vemos y percibimos la afectividad de manera inadecuada. “Muchos de los bloqueos psicológicos que no ha impuesto la educación tradicional obstaculizan el amor interpersonal, lo entorpecen y lo complican”. Si queremos educarnos para el amor, es necesario completar nuestras emociones, expresar los sentimientos positivamente (regresar al lenguaje natural del amor) y tener en cuenta algunos componentes del amor interpersonal como el deseo-atracción, la admiración, el humor-sintonía, la sensibilidad-entrega, el respeto y la comunicación-honestidad.

La importancia de completar emociones

Aprender a procesar la información emocional, implica no reprimir las emociones como el miedo, rencor, tristeza e ingratos recuerdos, y no autoengañarnos. Reprimir o guardar afecta nuestra salud mental. Cuando las emociones, que son culturalmente aprendidas y programadas, no se manejan apropiadamente, generan molestias al organismo. “La ira no expresada oportunamente se transforma en rencor; la evitación del miedo, en ansiedad anticipatoria; la tristeza no vivida, se generaliza en depresión”. La ira moderada, que es buena como medio de defensa, debe procesarse. Para expresar y procesar adecuadamente nuestras emociones, debemos ser espontáneos. “La persona que completa sus emociones vive en libertar, reacciona al aquí y el ahora sin proyectarse tanto al futuro, vive intensamente y expresa lo que siente más allá de las normas impuestas, lo que no implica la violación de los derechos de las otras personas.

Un procesador emocional se conoce a sí mismo, es introspectivo, es espontáneo, buen amante y libre emocionalmente.

La expresión de sentimientos positivos: un regreso al lenguaje natural del amor

Para expresar afecto son importantes los abrazos y la comunicación verbal y no verbal. Los gestos, el contacto físico, el beso, la mirada, los sonidos sin significación lingüística y otras formas de encuentro cercano, son la mejor forma de expresión del amor. El acercamiento físico respetuoso y honesto rompe las barreras del prejuicio que el contacto físico, fuera del coito, es morboso. El contacto físico es esencial para nuestro crecimiento integral.  Aunque ésta no es la única forma de expresar afecto, sí es universalmente requerida.

Para expresar el afecto nuestro cuerpo habla varios idiomas. La expresión corporal es el medio preferido para expresar el afecto. La sonrisa honesta es la única expresión facial donde se evidencia su autenticidad. “Sin modular palabra, la sonrisa habla demasiado”. Es la carta de presentación de amor.

Rescatar el lenguaje natural, biológico y físico del amor, es completar la manera de expresar el amor. A la hora de explicar esta gramática, surgen ciertos comportamientos como:  (a) contacto físico (caricias, besos, apretones, cosquillas, abrazar…); (b) expresión facial, gesticulación, mímica, mirar a los ojos; (c) vocalizaciones paralingüísticas, es decir, carente de contenido lingüístico significativo (tonos, sonidos guturales, ruidos, suspiros…); (d) olfateo o aspiraciones de las emanaciones y zonas del cuerpo de la pareja, eróticas o no, y (e) sonreír.  No se puede reducir la capacidad de amar a lo verbal, porque perdemos el aquí y el ahora fisiológico-afectivo. “En el amor hay que actuar”.

Algunos componentes de amor interpersonal

Debido a la profunda complejidad del amor y de la vivencia afectiva, “cada persona posee sus propios requisitos, necesidades y predilecciones”, según su idiosincrasia, valores y expectativas. “Lo que para un sujeto es determinante e imprescindible, puede resultar superfluo e inoficioso para otro… Los conceptos de independencia, libertad y respeto pueden resultar muy distintos y a veces opuestos, de acuerdo con la educación previa”. Sin embargo, para la buena relación afectiva se requiere deseo-atracción, admiración, humor-sintonía, sensibilidad-entrega, respeto y comunicación-honestidad.

Deseo-atracción

El deseo-atracción es la llamada “química”. Es la inclinación a estar con la persona amada por encima de la justificación racional. Sin que este componente no nos afecte en exceso, se necesita para que la relación afectiva perdure. En el amor el deseo-atracción, en dosis moderadas, es benéfico; el deseo-apego es perjudicial.

Admiración

La admiración no tiene por qué necesariamente ir ligada al deseo. Se puede admirar a alguien y no desearla, pero deseo y admiración no son excluyentes. “La admiración en el amor interpersonal requiere el encanto y la fascinación por la valía personal del ser amado”. Puede haber admiración sin amor, pero no amor sin admiración. “Si no se valora a la persona supuestamente amada, pues no se ama”. Sentirse admirado es tan importante como admirar. “La admiración es la fuente de donde se alimentan los elogios, los esfuerzos, los incentivos y el empuje para decir cosas lindas”.

Humor-sintonía

La sintonía es una especie de química mental, un coincidir en gustos y preferencias, un compartir el disfrute y los intereses. “La buena sintonía optimiza la utilización del tiempo y fomenta el antiestrés”. Hay sintonía cuando hay humor compartido. “La risa es el camino más corto entre dos personas”. La risa es un remedio para la mente y el cuerpo. “El humor suaviza, la seriedad extrema produce aspereza”. El sentido del humor es cuestión de querer dejar salir a jugar la fantasía. “El humor es la esencia de la química mental y la manera más alegre y creativa de entrar en sintonía”.


Sensibilidad-entrega

Cuando se ama realmente, nos interesa el bienestar del ser amado. Por eso somos altruistas moderados, compartimos, tenemos empatía, entregamos y recibimos amor. La sensibilidad-entrega es la capacidad de ser un receptor afectivo y un buen dador, sin caer en servilismos. Preocuparnos por el otro no implica abandonarnos a nosotros mismos. Debemos preocuparnos por la persona amada.

Respeto

El respeto enaltece la vida. “El respeto se aprende, se vive, se internaliza y se reconoce en todo contexto social al cual se pertenece”. El respeto va de la mano con el amor. “El amor respetuoso no se inmiscuye en la esencia de las cosas con la idea de hacerlas a imagen y semejanza… Comienza con la comprensión fundamental de la no intervención y el reconocimiento de los derechos ajenos…”

La desconfianza es una forma de irrespeto. “Si no creo en mi pareja, si no confío en ella, si dudo, no soy respetuoso, porque ofendo su amor propio. Confiar es entregarse”. La pareja merece respeto. Hay que ser honestos con la persona que amamos y no engañarnos a nosotros mismos. La persona respetuosa en vez de imponer, sugiere; en lugar de gritar, habla; en lugar de golpear, acaricia. “El respeto dignifica, promueve el entendimiento y permite evolucionar el amor”.

Comunicación-honestidad

Las creencias irracionales, miedos, problemas de territorialidad, prejuicios, desconfianza, sumisión, son obstáculos que impiden la comunicación fluida y tranquila y afectan la capacidad de expresión.  La asertividad es vital en la comunicación; denota la capacidad de expresar libre y sinceramente pensamientos negativos y positivos, respetando a los demás. Una persona asertiva comunica honestamente.

La franqueza es el aspecto más importante en la comunicación interpersonal afectiva. “Si no tenemos nada que ocultar, la mente se aquieta y los subterfugios, los circunloquios y las indirectas no interfieren la fluidez de la buena comunicación”. Mentor nos desgasta. La comunicación entre pareja debe ser espontánea, sin convencionalismos ni patrones de comportamiento preestablecidos. La pareja crece si hay comunicación clara, transparente y respetuosa. “Si no hay una buena comunicación, la relación desaparece, porque no habría dos personas unidas, sino dos monólogos aislados. La condición más importante de cualquier intercambio afectivo es la honestidad de los mensajes. A este tipo de sinceridad se denomina asertividad”.

Comunicarse asertivamente es darnos a conocer tal como somos. Expresarnos honestamente nos engrandece, relaja y agradamos. El amor necesita fluir para mantenerse vivo. “Si la comunicación es deficiente, el amor, silenciosamente, decae hasta enmudecer”.


LUIS ANGEL RIOS PEREA

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