Según el poder mediático,* dos damas “encendieron” un acalorado
debate por las redes sociales, luego de que una de ellas, de profesión diputada
y de orientación religiosa evangélica), publicara lo siguiente: “La pornografía
es una pandemia, que intoxica la mente, divide las familias y destruye la
sociedad”. La otra mujer, de profesión actriz de cine para adultos
(pornográfico), terció con este mensaje: “O usted ha visto tanta pornografía y
tuvo malas experiencias con ella para adoptar esa postura, o habla de algo que
no conoce y esa es solo característica del torpe”. Las dos siguieron publicando
mensajes, atacándose y defendiéndose. Como era de esperar, se suscitó un polémico
debate, mediante comentarios huérfano de argumentos: solo incordios, invectivas,
denuestos, anatemas, etc.; lo común en estas circunstancias.
Respetuoso del bloque de constitucionalidad, no cuestiono ninguno
de los enunciados lingüísticos de las respetadas damas que disputan en el texto
leído, por cuanto el inalienable derecho fundamental a la libertad de expresión
es incensurable, tal como lo dispone nuestra Constitución Política y lo reitera
la jurisprudencia consignada en la
Sentencia T-391/22/MAY/07 de la Corte Constitucional.
La protección constitucional es tan amplia, que precisa que el derecho
fundamental a la libertad de expresión, en sentido estricto, permite
expresar y difundir (sin ser molestados o censurados) pensamientos, ideas,
opiniones e informaciones sin limitación de fronteras; además de tener un
carácter privilegiado y de primacía sobre otros derechos, valores o intereses
con los que pueda entrar en conflicto: derechos a la intimidad personal y
familiar, al buen nombre dentro de la comunidad (integridad moral merecida,
honra, honor, reputación, imagen, honestidad, decoro, prestigio –siempre y
cuando la presunta víctima pueda demostrar su solvencia moral–), la prohibición
de la discriminación y los derechos de los niños –que son prevalentes, dado el
interés superior–.
La libertad de expresión en sentido estricto consiste en la
facultad que tiene todo individuo de comunicarse con otro, sin ser constreñido
por ello en manera alguna, sin fronteras arbitrarias y poder utilizar cualquier
medio: convencional, no convencional, verbal, escrito, icónico, gestual,
kinésico, simbólico, artístico, estético, oral, impreso, electrónico u otro de elección de
quien se expresa, etc., y protege tanto las expresiones socialmente aceptadas
como las que son inusuales, alternativas o diversas, lo cual incluye las
expresiones ofensivas, chocantes, impactantes, indecentes, escandalosas,
excéntricas o simplemente contrarias a las creencias y posturas mayoritarias,
ya que la libertad constitucional protege tanto el contenido o forma de la
expresión como su tono o entonación.
Las posiciones de cada una de las damas en contienda, que en
defensa de sus cosmovisiones disputan lingüísticamente, son absolutamente
respetables y no entro a cuestionarlas, rebatirlas o a elaborar juicios de
valor, por el inalienable derecho que tienen de emitirlas… ¿Por qué no podrían
disputar oralmente o por escrito, si están en todo su derecho? Cada quien tiene
su cosmovisión según sea su manera de vivenciar, interpretar, enfrentar,
afrontar y confrontar el condicionamiento que imponen a la vida individual y
colectiva los diversos fenómenos naturales, culturales, psíquicos y sociales: convencionalismos,
costumbres, tradiciones, esquemas, ideologías, instituciones, simbolismos,
imposturas, supuestos, pareceres, hechos sociales, estados psíquicos, mundo
social, instituciones sociales, vida social, fenómenos sociales, estados de la
conciencia individual y colectiva, mentalidad individual y grupal, asociación
de ideas, representaciones mentales, pensamiento individual y social, poder e
influencia coercitiva, coacción social, prácticas sociales críticas y acríticas,
modos de obrar, pensar y sentir, tipos de conducta y pensamiento, conciencia
pública y privada, corrientes de opinión, sistemas axiológicos, morales,
estéticos, lúdicos, artísticos y deontológicos, determinismos, supuestos,
prejuicios, fanatismos, estereotipos, creencias, filosofía, estructura social,
hechos del lenguaje, condiciones cambiantes y constantes de la vida social y
colectiva, marcos referenciales, tendencias colectivas, dinámica y estática
social, esquemas compartidos, construcción de la realidad social, conciencia
mixtificada y mistificada, conciencia
ajena y enajenante, imagen falsa y superficial del mundo y de la vida, existir
inauténtico, mitos enmascarados, yo social, pensamiento grupal, imaginarios
socioculturales, inconsciente colectivo, inercia institucional, masificación y
cosificación, entre otros fenómenos culturales, que imponen una manera
particular de ver nuestro mundo y el mundo de los demás. Por lo tanto, algunos
pretenden vivir de una determinada manera y, pensando que esa es la “correcta”,
tratar de imponérsela a los demás: si yo soy heterosexual, los demás tienen que
ser de la misma condición biológica y cultural; si yo soy homosexual, los demás
deben ser de esta condición, etcétera, etcétera, etcétera.
Es evidente en el debate el énfasis que se hace a las profesiones
de las mujeres que controvierten. No se tiene en cuenta la grandiosa condición
de ser mujeres, pues solo se ataca o defiende a estas por lo que hacen
laboralmente: una diputada y la otra actriz de “cine pornográfico”. Si se les
juzga y valora solamente por su hacer y no por su ser, se cosifican y reducen a
seres unidimensionales: solo interesa lo que hacen, no lo que son: seres
infinitos en posibilidades… La cultura de la funcionalidad tiende a desconocer
que las personas somos seres pluridimensionales, ya que estamos compuestas de las
siguientes dimensiones: biológica, interpersonal, intrapersonal, emocional, social,
natural, cultural, ontológica, intelectual, racional, simbólica, sígnica, lingüística,
psicoafectiva, estética, ética, comunicativa, afectivasexual, física, metafísica,
política, retórica, especulativa, emotiva, histórica, personal, lúdica,
económica, ecológica, jurídica, laboral, onírica, fantástica, sensible y
espiritual, entre otras como corporeidad, interioridad, afrontamiento,
compromiso, libertad y trascendencia.
Entre las múltiples expresiones del ser multidimensional de esas damas se
encuentra la del quehacer (la profesión o el oficio que se desempeña): diputada
una y actriz la otra. Una parte del ser de cada una, y no la totalidad de este,
es la que se dedica a laborar: diputada o actriz solo cuando trabajan en lo
suyo. La cultura de la funcionalidad no puede definir la identidad de las personas:
diputada o actriz, en el caso en comento. En nuestro mundo moderno, bajo el
imperio de la subjetividad racionalista y guiado por la racionalidad
instrumental, los demás nos definen y reconocen por el rol laboral que
desempeñemos. Esto contribuye a nuestra cosificación o instrumentalización,
cada vez más evidente por la presión mediática y la sociedad de consumo.
Pareciere que la estulticia humana, además de intolerante e
irrespetuosa de las diferencias, es retrógrada… Después del evidente progreso
de la sociedad científica y la tecnológica, y de la depurada evolución
cultural, iluminada por la resplandeciente luz de la razón, cómo es posible que
hogaño haya personas “adultas” (que, supuestamente, ya han superado su “minoría
de edad”, en sentido kantiano) incordiándose por las diversas maneras y
posibilidades de ser y existir en el mundo. En una sociedad democrática hay
lugar para todo tipo de expresiones y manifestaciones diversas: libertad para
optar por opciones de vida y preferencias sexuales…
Las personas que han cultivado el pensamiento crítico, nunca se
molestan e incomodan con las personas que sienten, piensan, actúan y tienen una
manera distinta de percibir, interpretar y sistematizar la “realidad” en
general y su “realidad” en particular. En una sociedad política abierta,
pluralista, diversa, participativa, tolerante, democrática y respetuosa de lo diferente,
podemos vivir y convivir todos, a pesar de nuestras diferencias, que son, paradójicamente,
las que nos hacen iguales... En un Estado Social de Derecho como el colombiano,
inclusive, por su condición de contemplar un modelo de justicia garantista,
hasta los delincuentes tienen un trato digno o “preferencial”, establecido en
el artículo 29 Superior: derecho al debido proceso, que parte de la presunción
de inocencia y no de la presunción de culpabilidad.
No me explicó por qué algunas personas se ofenden con el libre
decir de los demás y hasta rayan con la fatuidad de reaccionar acudiendo a las
vías de hecho… Como “preguntón” (el intelectual cuestiona, pregunta y se
pregunta hasta que una bala le cierre la boca), pregunto y me pregunto: Si no
hay objeto sin sujeto, ni sujeto sin objeto; si no hay sujeto sin predicado, ni
predicado sin sujeto; si el lenguaje es arbitrario y convencional; si las
palabras, además de no tener un valor intrínseco, son ambiguas y polisémicas;
si los signos lingüísticos no tienen una definición taxativa, unívoca e inequívoca;
si las definiciones lexicales son imprecisas, vacías de contenido y comportan
una denotación y una connotación semántica; si no existe claridad conceptual y
terminológica; si no existe relación entre la palabra y el objeto que esta
designa; si no hay nexo causal, objetivo, directo o necesario entre
significante y significado; y si el lenguaje, además de articulado, es
simbólico, ¿por qué el receptor se ofende o molesta con lo que expresa el
emisor al tenor y al amparo de su libertad de pensamiento y expresión?
Mientras nos complicamos la vida con las libres acciones,
alusiones y respetuosas maneras colectivas e individuales de ser, hacer y de
existir, esta maravillosa aventura efímera y fugaz de existir en el universo se
nos aproxima, vertiginosa e inexorable, hacia el profundo insondable abismo de
la nada… Así funciona y condiciona la estulticia humana.
Hasta que algunas personas no desarrollen el pensamiento crítico,
la conciencia crítica o el espíritu crítico, que les permita asumir, ante el
mundo que les rodea, posturas críticas, iconoclastas, contestatarias,
científicas, dialécticas, controversiales, irreverentes, desmitificadoras,
autónomas, libertarias y transgresoras de lo establecido social y
culturalmente, no podrán comprender el mundo en que viven, altamente
condicionado por acríticas costumbres, inveteradas tradiciones y absurdos
convencionalismos sociales… Vivir no es solo estar en el mundo.
*(https://www.elespectador.com/noticias/politica/el-trino-de-la-diputada-angela-hernandez-y-la-respuesta-de-la-actriz-porno-amaranta-hank-articulo-813495).
LUIS ANGEL RIOS PEREA
Laripe1960@gmail.com