Según
las narrativas “históricas” del célebre “historiador” Edgar Cano Amaya y de
quienes han repetido su acción discursiva, Charalá ha sido beneficiada con una
creciente visibilidad a nivel nacional y los gobiernos departamental y central
han dispensado cierta atención a nuestra amada ciudad. Como sabemos, la
Honorable Asamblea de Santander, mediante Ordenanza 040 del 6 de diciembre de
2010, institucionalizó la conmemoración de la “Batalla del Pienta”, el 4 de
agosto en el municipio de Charalá. Así mismo, el Congreso de la República de
Colombia, mediante Ley 1644 del 12 de julio de 2013 declaró a Charalá como “Patrimonio
Histórico y Cultural de la Nación”, debido a “su valioso aporte a las luchas de independencias del siglo XIX”.
Esa norma también dispuso la incorporación de “partidas presupuestales para
concurrir a la finalización” del Parque Temático Lineal, la restauración de la
Casa de la Cultura “José Acevedo y Gómez” y de la Casa Consistorial del
Resguardo, lo mismo que la compra y restauración de la casa de José Antonio
Galán Zorro. Estos beneficios se los debemos, en parte, al referido Cano Amaya,
quien, en su libro “En nombre de la
libertad”, incendió la llama de esta “historia” que ya colonizó la
subjetividad de sus pregoneros y la de muchos de los que hemos leído u oído el
manido relato “histórico”. Así, el imaginario popular, ya es consciente de que,
gracias a esa batalla, Simón Bolívar pudo derrotar al ejército del general José
María Barreiro, jefe de los realistas.
Si bien es cierto que ese relato (que
oscila entre la leyenda y la “historia”) —gracias a sus divulgadores y a la
gestión de algunas autoridades— nos ha traído y nos traerá desarrollo
y progreso, es importante asumir la historia con espíritu crítico, para no
dejarnos eclipsar por el brillo oropelesco de los relatos “históricos”
tradicionales, que son difundidos de acuerdo con los intereses de sus
relatores. En la manipuladora dialéctica, algunos ensalzan a Simón Bolívar, en
tanto que otros lo tildan de tirano. No escapa a la criticidad de quienes
cultivan el pensamiento crítico que la “historia” de las independencias ha sido
manipulada y sus autores se contradicen. Los “historiadores” oficiales elaboran
su relato histórico desde los vencedores, mientras que los “historiadores” que
disienten de esa narrativa dominante diseñan su relato desde los vencidos.
Las independencias, más allá del
fragor de las armas, las tácticas, las estrategias y las batallas, fueron
dinamizadas por las ideas filosóficas del pensamiento ilustrado, la Revolución
Francesa (con sus postulados democráticos de libertad, igualdad y fraternidad)
y la masonería, que profesaba y defendía las ideas liberales, el liberalismo
filosófico, y estaba interesada en la independencia de las colonias. Las
independencias también fueron posibles si se tiene en cuenta que el imperio
español estaba en decadencia, atacado por Inglaterra, endeudado e invadido por
el emperador Napoleón Bonaparte y con el
rey Fernando VII prisionero. A las independencias contribuyó la pésima
administración de las colonias en América y los deseos de los criollos de
obtener el poder que ostentaban los chapetones, solo con mezquinos fines
sociales, políticos y económicos. Sin el
concurso de estas azarosas circunstancias,
ni la "Batalla del Pienta",
ni la "Batalla de Boyacá" hubieran servido para lograr nuestra
"independencia"; con ellas o sin ellas, la emancipación de España se hubiera
alcanzado años después, pues el imperio
español ya estaba irremediablemente en su declive y "haciendo aguas".
Lo demás son mitos fundacionales, que obedecen a los intereses de los
vencedores y de los vencidos. La "Independencia" de Colombia no fue fruto
de "gritos" ni de “floreros”, sino el concurso de la convergencia de
un conjunto de escenarios favorables a nuestros intereses como colonia que
deseaba emanciparse.
La
"historia" de las independencias, relatada por los vencedores y los
vencidos, acude a la "leyenda negra" y a la "leyenda rosa".
Leyenda negra es la propaganda mantenida durante varios siglos para denigrar de
todo lo que hacía el imperio español en América: violencia, esclavitud,
asesinatos, injusticia, tiranía, etc.
Así mismo, la propalación exagerada en Europa de narrativas respecto a
que los aborígenes de América realizaban violentos rituales, sacrificando a sus
dioses seres humanos. La leyenda rosa es la propaganda que ensalza a los
"próceres" de las independencias como adalides, desconociendo que ellos también perseguían
sus propios intereses, utilizando a otros criollos, a los comerciantes,
campesinos, artesanos, afrodescendientes y aborígenes. Los vencidos,
desmitificando esta leyenda, se han ido lance en ristre en contra de estos
"próceres". La "historia", tanto la oficial como la no
oficial, si no se estudia con conciencia crítica, con criticidad, no será más
que propaganda que se escribe al vaivén de los intereses o reivindicaciones de
los vencedores y de los vencidos. El relato de los amos buscando cómo someter a
los siervos y los siervos buscando cómo liberarse de los amos.
Algunos de los “independizados”, los “emancipados”, preguntamos y
nos preguntamos: ¿Cuál “Independencia”?
Y La “Independencia” ¿para qué? Hablar de “independencia” y de
“mancipación” es decirnos mentiras. Somos una prolongación de la subjetividad,
no sólo española, sino europea. Como colombianos, tenemos un cuerpo cuya cabeza
está en Europa. La subjetividad europea sujeta y coloniza nuestra subjetividad.
¿Acaso la democracia, la política, la filosofía, la religión, la ciencia, el
capitalismo, el socialismo y los demás saberes no proceden de Europa, a través
del idioma español? Por no pensar críticamente, por falta de espíritu crítico,
de criticidad, nos “echamos” mentiras a nosotros mismos, y lo más grave es que
nos las creemos.
Sí, es cierto, España, y en general
Europa, retiró sus ejércitos y sus autoridades y cesó la dominación militar y
política, pero el colonialismo continuó de otra manera: a través de la
mercancía y de las ideologías. El capitalismo europeo, con toda su rebatiña
económica, prosiguió con su dominación colonialista. España, y Europa en
general, con la enorme influencia de los Estados Unidos, nos tienen colonizados
con las leyes del mercado, con la lógica del mercado. ¿Cuál fin del
colonialismo? ¿Cuál emancipación? ¿Cuál “independencia”? ¡Falacias, puras
falacias! Colombia, como país “tercermundista”, aún se encuentra bajo las
tácticas colonialistas de Europa. Si la derecha, el centro y la izquierda
buscan instaurar un establecimiento con base en el pensamiento europeo,
¿entonces dónde está la llamada “independencia” de Europa, específicamente de
España? ¡Otra mentira más que nos creemos porque somos ingenuos, credulones,
porque no tenemos espíritu crítico, porque no pensamos por nosotros
mismos! ¡Qué vamos a ser independientes,
si estamos condicionados por una religión impuesta por España! El papel de la
religión en nuestra sociedad colombiana es inconmensurable y se ha entronizado
en nuestro núcleo ético–mítico… ¡No
nos digamos más mentiras! ¡Basta ya de mentiras! Seguimos siendo colonia
española y, por ende, europea. En pensamiento, en ideas políticas, en ciencia,
en religión, en idioma, en costumbres, en tradiciones, en convencionalismos, en
rituales, en ceremoniales y en filosofía seguimos dependiendo de Europa.
Como
colofón es pertinente e imperativo aclarar que no pretendo demeritar el trabajo
"histórico" del respetado señor Edgar Cano Amaya y de quienes han
propalado las narrativas de la "Batalla del Pienta" (ni más faltaba,
con qué derecho académico y con qué autoridad “histórica”), máxime que esa
"historia" nos ha reportado y nos reportará algunos réditos; lo que
anhelo, en aras del cultivo del pensamiento crítico, es que los que escuchen
ese relato “histórico” (que se está convirtiendo en un metarrelato, en una
narrativa legitimadora de nuestra "independencia") y quienes tienen la tarea de transmitirlo a los
estudiantes, lo hagan con la orientación del espíritu crítico o de la conciencia
crítica. Es necesario que sometan este constructo "histórico" a la
criba de la duda racional metódica, practicando el ejercicio de la sospecha,
para no asimilar el relato como una "verdad histórica". Es
indispensable preguntarse y preguntar cuál es el fundamento epistemológico,
metodológico, conceptual, terminológico, arqueológico, filológico,
documentológico, político, social, económico y jurídico de esa
"historia" de la "Batalla del Pienta" y de la supuesta
carta (y cito que “supuesta”, porque no sé si esa misiva posee las evidencias
fácticas, palmarias, inconcusas e irrebatibles, que respalden su autenticidad,
más allá de toda duda razonable) que se transcribe en el libro "En nombre de la libertad", como
fuente única e incontrovertible de esa batalla. ¿Cómo es posible que una
supuesta carta haya generado un imaginario popular que se propaga
acríticamente?
La anterior es una cosmovisión más respecto a
la problemática sobre las narrativas "históricas", como cualquiera
otra cosmovisión de otras personas en una sociedad política abierta,
democrática, diversa, incluyente, plural, multicultural, tolerante y respetuosa
de las diferencias. No contiene la "VERDAD" (con mayúscula), porque
ningún mortal la tiene, ni sabe, con la debida certeza, qué es; tan solo es mi
"verdad", no la "VERDAD". Mi modesta intención es que la
criticidad ilumine la reflexión de quienes escuchan y vivencian acríticamente
los constructos "históricos", porque la historia, no solo es un
relato después de la victoria para contar los eventos de manera conveniente a
los intereses de los vencedores y de los vencidos, es un proceso más dinámico y
complejo que requiere de receptores con sentido crítico, conciencia crítica,
espíritu crítico, personas que le apuesten a la criticidad, con el fin de
emanciparse de los efectos manipuladores de las narrativas “históricas”
tradicionales.