Este escrito tiene como
finalidad reseñar el contenido “Del Deber
de la Desobediencia Civil”, del Henry David Thoreau (1817-1862), que
postula la resistencia pasiva contra los abusos del poder estatal.
Thoreau hace una virulenta
crítica al Estado, al Ejército, al Gobierno, a los políticos, a los
congresistas; relata su experiencia de una noche que estuvo preso por no pagar
impuestos para la escuela; aboga por la abolición de la esclavitud y condena la
agresión norteamericana a México.
Según el autor, los hombres
deben prepararse para un “gobierno que no gobierne en absoluto”. Los Gobiernos,
que son una conveniencia, son inútiles e inconvenientes. “El Gobierno no es
algo que me preocupe en demasía, y pocos serán los pensamientos que gaste en
él. No son muchos los momentos de vida que vivo bajo una regla, ni siquiera en
este mundo. Si un hombre es libre de pensar, de soñar, de desear, lo que no es
nunca por mucho tiempo lo que parece ser, no hay reformadores ni gobiernos
insensatos que puedan interrumpirle fatalmente”. El blanco de su acerba crítica
es el Gobierno de su época, al que consideraba como tradicional que trata de
transmitirse inalteradamente a la posteridad, pese a ir cayendo a cada instante
en su decadencia. “Los gobiernos revelan cuán fácil de imponer los hombres,
incluso a esos mismos, para su propio medro… Este Gobierno jamás patrocinó
empresa alguna, más que con la premura con se apartó de su camino. No guarda
libre el país. No pacifica el Oeste. No educa”. Ante la pregunta de cómo
comportarse el hombre con su Gobierno americano, considera que “no puede
asociarse con él sin desgracia. Me es imposible reconocer como gobierno,
siquiera un instante, a esa organización política que lo es también del esclavo”.
Por tanto, reclama un Gobierno mejor, no su ausencia. El ejército regular, que
es el brazo armado del Gobierno, debe desaparecer porque, entre otras cosas,
degrada al hombre. “Visitad un establecimiento naval y contemplad al marino, es
decir, a lo que puede hacer de un hombre el gobierno americano o alguien
provisto de malas artes… una simple sombra, un vestigio de humanidad, un ser
vivo y de pie, pero enterrado ya, podría decirse, bajo salvas y demás
ceremonias…! El Estado sólo tiene en cuenta a sus funcionarios como objetos.
“La gran masa de los hombres sirve al Estado, pues, así; no sólo como hombres
principalmente, sino como máquinas; con su cuerpo… Cuando el súbdito niegue su
lealtad y el funcionario sus oficios, la revolución se habrá conseguido.
Suponed, no obstante, que corra la sangre. ¿Acaso no se vierte ésta cuando es
herida la conciencia? La auténtica virilidad e inmortalidad del hombre se
pierden por esa herida, y aquél se desangra hasta la muerte eterna”.
Hay que desobedecer leyes injustas.
“La ley jamás hizo a los hombres un ápice más justos, y, en razón de su respeto
por ellos, incluso los mejor dispuestos se convierten a diario en agentes de la
injusticia”. Precisa que hay leyes injustas. “¿Nos contentaremos obedeciéndolas
o trataremos de corregirlas y seguiremos obedeciendo hasta que lo consigamos o,
más bien, las transgrediremos en seguida? Bajo un Gobierno como el presente,
los hombres piensan por lo general que es mejor guardar hasta haber persuadido
a la mayoría de la necesidad de alterarlas. Piensan que, de resistirse, el
remedio sería peor que la enfermedad. Pero es culpa del Gobierno mismo que el
remedio sea peor que la enfermedad. Aquél la empeora. ¿Por qué no prevé y
procura, en cambio, las reformas necesarias? ¿Por qué no atiende a su prudente
minoría? ¿Por qué grita y se agita antes de ser herido? ¿Por qué no anima a sus
ciudadanos a que se mantengan alerta para que le señalen sus faltas y a
conducirse mejor de lo que, de otro modo, esperaría de ellos?” Entonces invita
a romper la ley. “Que vuestra vida sea una contra fricción que detenga la
máquina. Lo que hay que hacer en todo caso, es no prestarse a servir al mismo
mal que se condena”.
Hace un vehemente llamado a no
pagar impuestos destinados a hacer la guerra a Méjico y a no cumplir leyes
injustas. “Este pueblo debe dejar de tener esclavos y de hacer la guerra a
Méjico, aunque le cueste la existencia como pueblo”.
Expone que todos tenemos
derecho a la revolución. “Todos los hombres reconocen el derecho a la
revolución, es decir, el privilegio de rehusar adhesión al gobierno y de
resistírsele cuando su tiranía o su incapacidad son visibles e intolerables”.
Piensa que “toda votación es un juego”, como ocurre la que pretende abolir la
esclavitud. “Yo deposito mi voto, quizá, por lo que estimo correcto; pero no me
siento vitalmente interesado en que prevalezca… El hombre prudente no dejará lo
justo a merced del azar ni deseará que prevalezca gracias al poder de la
mayoría… Cuando la mayoría vote, por fin, por la abolición de la esclavitud
será porque es indiferente a ella porque queda ya muy poca que abolir mediante
su voto. Serán ellos, entonces los únicos esclavos. Sólo el voto de aquel que
afirma con él su propia libertad puede acelerar la abolición de la esclavitud.
Sostiene que “bajo un Gobierno
que encarcela a cualquiera injustamente, el lugar apropiado para el justo es
también la prisión”. Piensa que el Estado no persigue a las ideas sino a quien
las gesta. “El Estado no se enfrenta nunca intencionalmente contra el sentido
del hombre, intelectual y moral, sino contra su cuerpo, sus sentidos. No se
arma de honestidad o de ingenio superior sino de mayor fuerza física… Nunca
podrá haber un Estado realmente libre e iluminado hasta que no reconozca al
individuo como poder superior independiente del que derivan el que a él le cabe
y su autoridad, y, en consecuencia, el del tratamiento correspondiente”.
Con respecto a los impuestos
sostiene que “nunca me he negado a pagar el impuesto viario, pues tan deseoso
estoy de ser un buen vecino como un mal súbdito; y en lo que al sostenimiento
de las escuelas se refiere, ahora mismo estoy aportando mi parte a la educación
de mis conciudadanos. No es por nada en particular que me niego a someterme a
la ley física. Simplemente, deseo rehusar mi adhesión al Estado, retirarme y
mantenerme efectivamente al margen de él. No trato de averiguar el fin de mi
dólar, de poder hacerlo, hasta que pueda aplicarse a la compra de un hombre o
de un mosquete con que darle muerte. El dólar es inocente, pero me preocupa el
conocer los efectos de mi contribución al erario. De hecho, a mi modo, aunque
seguiré haciendo uso y obteniendo cuantas ventas puede de él, como es habitual
en esos casos”.
Frases importantes: *Baste que
un hombre crea en sí mismo y encontrará el camino de la existencia, a pesar de
las barreras y de las tradiciones que lo aprisionan. *Vivir nuestra propia vida
sigue siendo el mejor modo de vivir, siempre lo ha sido, y siempre lo será. *Si
yo he arrebatado injustamente el leño salvador a un hombre que se ahoga, debo
devolvérselo aunque parezca yo. *Loor al
hombre que es un hombre y posee un hueso en la espalda, imposible de doblegar
con la mano. *Si me dedico a mis tareas debo asegurarme de que no lo hago sobre
las espaldas de otro hombre; y librarle de mí llegado el caso, para que también
pueda atender a sus propios objetivos. *Vine a este mundo no para hacer de él
principalmente un buen lugar donde vivir, sino para vivir en él fuera bueno o
malo. Al hombre no le cabe hacerlo todo, sino algo; y porque no puedo hacer
todas las cosas, no es necesario que haga algo mal.
LUIS ANGEL RIOS PEREA
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