domingo, 6 de octubre de 2013

¿QUÉ NOS DICE THOREAUD EN “DEL DEBER DE LA DESOBEDIENCIA CIVIL”?



Este escrito tiene como finalidad reseñar el contenido “Del Deber de la Desobediencia Civil”, del Henry David Thoreau (1817-1862), que postula la resistencia pasiva contra los abusos del poder estatal.

Thoreau hace una virulenta crítica al Estado, al Ejército, al Gobierno, a los políticos, a los congresistas; relata su experiencia de una noche que estuvo preso por no pagar impuestos para la escuela; aboga por la abolición de la esclavitud y condena la agresión norteamericana a México.

Según el autor, los hombres deben prepararse para un “gobierno que no gobierne en absoluto”. Los Gobiernos, que son una conveniencia, son inútiles e inconvenientes. “El Gobierno no es algo que me preocupe en demasía, y pocos serán los pensamientos que gaste en él. No son muchos los momentos de vida que vivo bajo una regla, ni siquiera en este mundo. Si un hombre es libre de pensar, de soñar, de desear, lo que no es nunca por mucho tiempo lo que parece ser, no hay reformadores ni gobiernos insensatos que puedan interrumpirle fatalmente”. El blanco de su acerba crítica es el Gobierno de su época, al que consideraba como tradicional que trata de transmitirse inalteradamente a la posteridad, pese a ir cayendo a cada instante en su decadencia. “Los gobiernos revelan cuán fácil de imponer los hombres, incluso a esos mismos, para su propio medro… Este Gobierno jamás patrocinó empresa alguna, más que con la premura con se apartó de su camino. No guarda libre el país. No pacifica el Oeste. No educa”. Ante la pregunta de cómo comportarse el hombre con su Gobierno americano, considera que “no puede asociarse con él sin desgracia. Me es imposible reconocer como gobierno, siquiera un instante, a esa organización política que lo es también del esclavo”. Por tanto, reclama un Gobierno mejor, no su ausencia. El ejército regular, que es el brazo armado del Gobierno, debe desaparecer porque, entre otras cosas, degrada al hombre. “Visitad un establecimiento naval y contemplad al marino, es decir, a lo que puede hacer de un hombre el gobierno americano o alguien provisto de malas artes… una simple sombra, un vestigio de humanidad, un ser vivo y de pie, pero enterrado ya, podría decirse, bajo salvas y demás ceremonias…! El Estado sólo tiene en cuenta a sus funcionarios como objetos. “La gran masa de los hombres sirve al Estado, pues, así; no sólo como hombres principalmente, sino como máquinas; con su cuerpo… Cuando el súbdito niegue su lealtad y el funcionario sus oficios, la revolución se habrá conseguido. Suponed, no obstante, que corra la sangre. ¿Acaso no se vierte ésta cuando es herida la conciencia? La auténtica virilidad e inmortalidad del hombre se pierden por esa herida, y aquél se desangra hasta la muerte eterna”.

Hay que desobedecer leyes injustas. “La ley jamás hizo a los hombres un ápice más justos, y, en razón de su respeto por ellos, incluso los mejor dispuestos se convierten a diario en agentes de la injusticia”. Precisa que hay leyes injustas. “¿Nos contentaremos obedeciéndolas o trataremos de corregirlas y seguiremos obedeciendo hasta que lo consigamos o, más bien, las transgrediremos en seguida? Bajo un Gobierno como el presente, los hombres piensan por lo general que es mejor guardar hasta haber persuadido a la mayoría de la necesidad de alterarlas. Piensan que, de resistirse, el remedio sería peor que la enfermedad. Pero es culpa del Gobierno mismo que el remedio sea peor que la enfermedad. Aquél la empeora. ¿Por qué no prevé y procura, en cambio, las reformas necesarias? ¿Por qué no atiende a su prudente minoría? ¿Por qué grita y se agita antes de ser herido? ¿Por qué no anima a sus ciudadanos a que se mantengan alerta para que le señalen sus faltas y a conducirse mejor de lo que, de otro modo, esperaría de ellos?” Entonces invita a romper la ley. “Que vuestra vida sea una contra fricción que detenga la máquina. Lo que hay que hacer en todo caso, es no prestarse a servir al mismo mal que se condena”.

Hace un vehemente llamado a no pagar impuestos destinados a hacer la guerra a Méjico y a no cumplir leyes injustas. “Este pueblo debe dejar de tener esclavos y de hacer la guerra a Méjico, aunque le cueste la existencia como pueblo”.

Expone que todos tenemos derecho a la revolución. “Todos los hombres reconocen el derecho a la revolución, es decir, el privilegio de rehusar adhesión al gobierno y de resistírsele cuando su tiranía o su incapacidad son visibles e intolerables”. Piensa que “toda votación es un juego”, como ocurre la que pretende abolir la esclavitud. “Yo deposito mi voto, quizá, por lo que estimo correcto; pero no me siento vitalmente interesado en que prevalezca… El hombre prudente no dejará lo justo a merced del azar ni deseará que prevalezca gracias al poder de la mayoría… Cuando la mayoría vote, por fin, por la abolición de la esclavitud será porque es indiferente a ella porque queda ya muy poca que abolir mediante su voto. Serán ellos, entonces los únicos esclavos. Sólo el voto de aquel que afirma con él su propia libertad puede acelerar la abolición de la esclavitud.

Sostiene que “bajo un Gobierno que encarcela a cualquiera injustamente, el lugar apropiado para el justo es también la prisión”. Piensa que el Estado no persigue a las ideas sino a quien las gesta. “El Estado no se enfrenta nunca intencionalmente contra el sentido del hombre, intelectual y moral, sino contra su cuerpo, sus sentidos. No se arma de honestidad o de ingenio superior sino de mayor fuerza física… Nunca podrá haber un Estado realmente libre e iluminado hasta que no reconozca al individuo como poder superior independiente del que derivan el que a él le cabe y su autoridad, y, en consecuencia, el del tratamiento correspondiente”. 

Con respecto a los impuestos sostiene que “nunca me he negado a pagar el impuesto viario, pues tan deseoso estoy de ser un buen vecino como un mal súbdito; y en lo que al sostenimiento de las escuelas se refiere, ahora mismo estoy aportando mi parte a la educación de mis conciudadanos. No es por nada en particular que me niego a someterme a la ley física. Simplemente, deseo rehusar mi adhesión al Estado, retirarme y mantenerme efectivamente al margen de él. No trato de averiguar el fin de mi dólar, de poder hacerlo, hasta que pueda aplicarse a la compra de un hombre o de un mosquete con que darle muerte. El dólar es inocente, pero me preocupa el conocer los efectos de mi contribución al erario. De hecho, a mi modo, aunque seguiré haciendo uso y obteniendo cuantas ventas puede de él, como es habitual en esos casos”. 

Frases importantes: *Baste que un hombre crea en sí mismo y encontrará el camino de la existencia, a pesar de las barreras y de las tradiciones que lo aprisionan. *Vivir nuestra propia vida sigue siendo el mejor modo de vivir, siempre lo ha sido, y siempre lo será. *Si yo he arrebatado injustamente el leño salvador a un hombre que se ahoga, debo devolvérselo aunque parezca yo.  *Loor al hombre que es un hombre y posee un hueso en la espalda, imposible de doblegar con la mano. *Si me dedico a mis tareas debo asegurarme de que no lo hago sobre las espaldas de otro hombre; y librarle de mí llegado el caso, para que también pueda atender a sus propios objetivos. *Vine a este mundo no para hacer de él principalmente un buen lugar donde vivir, sino para vivir en él fuera bueno o malo. Al hombre no le cabe hacerlo todo, sino algo; y porque no puedo hacer todas las cosas, no es necesario que haga algo mal.

LUIS ANGEL RIOS PEREA

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