miércoles, 9 de octubre de 2013

CONOZCAMOS “EL ARTE DE AMAR”



A continuación intento resumir el libro El arte de amar, de Erich Fromm, con el propósito de multiplicar el aporte que hace esta singular obra a nuestra vida en lo concerniente a un acercamiento a esta grandiosa experiencia llamada “amor”.

Este libro, que consta de tres partes, quiere “demostrar que el amor no es un sentimiento fácil para nadie”. Su propósito “es convencer al lector de que todos los intentos de amar están condenados al fracaso, a menos que procure, de modo más activo, desarrollar su personalidad total, en forma de alcanzar una orientación productiva; y de que la satisfacción en el amor individual no puede lograrse sin la capacidad de amar al prójimo, sin humildad, coraje, fe y disciplina”.

1.   ¿Es el amor un arte?

El autor se pregunta si el amor es un arte o una sensación placentera condicionada por el azar o la surte, llegando a la conclusión que es un arte que requiere conocimiento y esfuerzo. Entonces considera que para muchos, el “amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar, no en la propia capacidad de amar”. Pretenden ser amados buscando éxito, prestigio, dinero, poder y otros sucedáneos. Procuran “ganar amigos e influir sobre la gente”. Creen que para ser amados hay que ser populares y tener un buen “sex-appeal” (atractivo o atracción sexual). 

Algunos conciben el amor como un objeto y no como una facultad. Piensan que “amar es sencillo y lo difícil es encontrar un objeto apropiado para amar”. Les interesa más el objeto que su función. “Toda nuestra cultura está basada en el deseo de comprar, en la idea de un intercambio mutuamente favorable”. La felicidad para ellos está “en la excitación de contemplar las vidrieras de los negocios, y en comprar todo lo que se pueda, ya sea al contado o a plazos”. La persona atractiva es el premio que se busca conseguir. En esta cultura mercantilista y de éxito materialista “no hay en realidad motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas humanas sigan el mismo esquema de intercambio que gobierna el mercado de bienes y de trabajo”.

El amor fundado en la atracción sexual y su consumación es poco duradero, porque existe una “confusión entre la experiencia inicial de enamorarse y la situación permanente de estar enamorado… de permanecer enamorado”. Erróneamente se piensa que “la intensidad del apasionamiento (el estar locos el uno por el otro) es una prueba del amor intenso; por el contrario, es sólo soledad interior, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo, que terminan por matar lo que pueda quedar de la expectación inicial”.  

Para superar estas concepciones erróneas en la forma de sentir y vivir el amor, hay que “examinar las causas del fracaso y estudiar el significado del amor”.

En consecuencia, lo primero que se debe hacer “es tomar conciencia de que el amor es un arte, tal como es el arte de vivir”. Aprender cualquier arte implica el dominio de la teoría y de la práctica, teniendo perfectamente claro que el dominio de ese arte debe ser un asunto muy importante. “No obstante el profundo anhelo de amar, casi todo lo demás tiene más importancia que el amor: éxito, prestigio, dinero, poder; dedicamos casi toda nuestra energía a descubrir la forma de alcanzar esos objetivos y muy poca a aprender el arte de amar”.

II. La teoría del amor.

2.   El amor, la respuesta al problema de la existencia humana.

El hombre como ser racional “es vida consciente de sí mismo”; tiene conciencia de sí, de los demás, de su pasado, su presente y su futuro. “Esa conciencia de sí mismo como una entidad separada, la conciencia de su breve lapso de vida, del hecho de que nace sin que intervenga su voluntad, de que morirá antes que los que ama, o éstos antes que él, la conciencia de su soledad y su separatidad, de su desvalidez frente a las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad, todo ello hace de su existencia separada y desunida una insoportable prisión”. La vivencia de la separatidad genera angustia, porque “estar separado significa estar aislado, sin posibilidad de utilizar mis poderes humanos… estar desvalido, ser incapaz de aferrar el mundo activamente… El mundo puede invadirme sin que yo pueda reaccionar”. La separatidad como fuente de angustia “produce vergüenza y un sentimiento de culpa… La conciencia de la separación humana –sin la reunión por el amor- es la fuente de vergüenza. Es, al mismo tiempo, la fuente de la culpa y la angustia. La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad”.

El hombre se ve enfrentado al problema de cómo superar la separatidad, cómo lograr la unión, cómo trascender la propia vida individual y encontrar la compensación. Entonces acude a las siguientes formas de escapar del estado de separación:

*Los estados orgiásticos: rituales, drogas, alcohol, experiencia sexual, etc. “Todas las formas de unión orgiástica tienen tres características: son intensas, incluso violentas; ocurren en la personalidad total, mente y cuerpo; son transitorias y periódicas”. En cuanto a las relaciones sexuales, es importante tener en cuenta “que el acto sexual sin amor nunca elimina el abismo que existe en los seres humanos, excepto en forma momentánea”.

*La conformidad. Este estado hace que el individuo se adormezca, que pierda su sentido crítico. En la sociedad moderna, el conformismo genera un falso concepto y vivencia de igualdad, entendido como “la igualdad de los autómatas, de hombres que han perdido su individualidad”. Actualmente, “igualdad significa identidad antes que unidad”. La auténtica igualdad no puede engañarnos. “La sociedad contemporánea predica el ideal de la igualdad no individualizada, porque necesita átomos humanos, todos idénticos, para hacerlos funcionar en masa, suavemente, sin fricción; todos obedecen a las mismas órdenes, y no obstante, todos están convencidos de que siguen sus propios deseos. Así como la moderna producción en masa requiere la estandarización de los productos, así el proceso social requiere la estandarización del hombre, y esa estandarización es llamada igualdad”. La unión por la conformidad no es suficiente para aliviar la angustia de la separatidad, porque está dictada y condicionada por la rutina. La conformidad convierte a las personas en hombres del rebaño. “La conformidad tipo rebaño ofrece tan sólo una ventaja: es permanente, y no espasmódica. El individuo es introducido en el patrón de conformidad a la edad de tres a cuatro años, y a partir de ese momento nunca pierde el contacto con el rebaño. Aun su funeral, que él anticipa como su última actividad social importante, está estrictamente de acuerdo con el patrón”.

El papel de la rutina en el trabajo y en el placer es un factor de la sociedad contemporánea. En ese contexto el hombre se convierte en objeto, sin creatividad; todo está condicionado, todo está dado. “Aun los sentimientos están prescritos: alegría, tolerancia, responsabilidad, ambición y habilidad para llevarse bien con todo el mundo sin inconvenientes”. Todas las actividades del hombre están rutinizadas y prefabricadas. “¿Cómo puede un hombre preso en esa red de actividades rutinarias recordar que es un hombre, un individuo único, al que sólo le ha sido otorgada una única oportunidad de vivir, con esperanzas y desilusiones, con dolor y temor, con el anhelo de amar y el miedo a la nada y a la separatidad?”

*Actividad creadora. En las tareas creadoras el hombre y su objeto se tornan uno, el individuo se adhiere al mundo en el proceso de crear. “El trabajador se convierte en un apéndice de la máquina o de la organización burocrática. Ha dejado de ser él, y por eso mismo no se produce ninguna unión aparte de la que se logra por medio de la conformidad”. Todo esto constituye respuestas parciales a la problemática existencial. “La solución plena está en el logro de la unión interpersonal, la fusión con otra persona, en el amor”.

El hombre en su deseo de fusión interpersonal, acude a una forma inmadura de amar: la unión simbiótica. La forma pasiva de la unión simbiótica es la sumisión o masoquismo, y la forma activa es la dominación o sadismo. “En contraste con la unión simbiótica, el amor maduro significa unión a condición de preservar la propia integridad, la propia individualidad. El amor es un poder activo en el hombre; un poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes y lo une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento y separatidad, y no obstante le permite ser él mismo, mantener su integridad. En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos”.

El amor como actividad es dar. “Amar es fundamentalmente dar, no recibir”. Pero hay que saber dar, porque dar no es “renunciar a algo, privarse de algo, sacrificarse”. El dar debe estar despojado del carácter mercantilista que da pero si recibe. Dar es la alta expresión de potencia. Dar debe producir más felicidad que recibir, porque en el acto de dar está la expresión de la vitalidad. “La esfera más importante del dar no es la de las cosas materiales, sino el dominio de lo específicamente humano. ¿Qué le da una persona a otra? Da de sí misma, de lo más precioso que tiene, de su propia vida. Ello no significa necesariamente que sacrifica su vida por la otra, sino que da lo que está vivo en él –da de su alegría, de su interés, de su comprensión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza-,  de todas las expresiones y manifestaciones de lo que está vivo en él. Al dar así de su vida, enriquece a la otra persona, realza el sentimiento de vida de la otra al exaltar el suyo propio. No da con el fin de recibir; dar es de por sí una dicha exquisita. Pero, al dar, no puede dejar de llevar a la vida algo en la otra persona, y eso que nace a la vida se refleja a su vez sobre ella; cuando da verdaderamente, no puede dejar de recibir lo que da en cambio. Dar implica hacer de la otra persona un dador, y ambas comparten la alegría de lo que han creado. Algo nace en acto de dar, y las dos personas involucradas  estén agradecidas a la vida que nace para ambas. En lo que toca específicamente al amor, eso significa: el amor es un poder que produce amor; la impotencia es la incapacidad de producir amor… Si amamos sin producir amor, es decir, si nuestro amor como tal no produce amor,  por medio de una expresión de vida como personas que amamos, no nos convertimos en personas amadas, entonces nuestro amor no es importante, es una desgracia”. La capacidad de amor como acto de dar, presupone el logro de una orientación predominantemente productiva, en la que la persona ha superado la dependencia, la omnipotencia narcisista, el deseo de explotar a los demás, o de acumular, y ha adquirido fe en su capacidad para alcanzar el logro de sus fines. En la misma medida de tales cualidades, tiene miedo de darse, y, por tanto, de amar”.

Además de dar, el carácter activo del amor implica cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento. “Cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento son mutuamente interindependientes. Constituyen un síndrome de actitudes que se encuentran en la persona madura; esto es, en la persona que desarrolla productivamente sus propios poderes, que sólo desea poseer los que ha ganado con su trabajo, que ha renunciado a los sueños narcisistas de omnisapiencia y omnipotencia, que ha adquirido humildad basada en esa fuerza interior que sólo la genuina actividad productiva puede proporcionar”.

El cuidado se evidencia esencialmente en el amor de madre. “El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos”. Si no hay preocupación por lo que se ama, no hay amor. “Se ama aquello por lo que se trabaja; y se trabaja por lo que se ama”. La responsabilidad no es un deber, algo impuesto. Es un acto voluntario, “constituye mi propuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano… significa estar listo y dispuesto a responder”.

Respeto, no el temor y sumisa reverencia, es “la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad única. La capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad única. Respetar significa preocuparse porque la otra persona crezca y se desarrolle tal como es. De ese modo, el respeto  implica la ausencia de explotación. Quiero que la persona amada crezca y se desarrolle por sí misma, en la forma que les es propia, y no para servirme. Si amo a la otra persona, me siento uno con ella, pero con ella tal cual es, no como yo necesito que sea, como un objeto para mi uso.  Es obvio que el respeto sólo es posible si yo he alcanzado independencia; si puedo caminar sin muletas, sin tener que dominar ni explotar a nadie”.

Conocimiento implica conocernos a nosotros mismos para poder tratar de conocer a los demás. “Cuanto más avanzamos hacia las profundidades de nuestro ser, o el ser de los otros, más nos elude la meta del conocimiento”. Sólo si logramos conocernos objetivamente, podemos conocer al ser hombre en su esencia última, en el acto de amar.

2. El amor entre padres e hijos.

El infante necesita del amor de su madre, porque al nacer “no puede reconocer objetos, no tiene aún conciencia de sí mismo, ni del mundo como algo exterior a él”. Para éste su “madre es calor, es alimento, la madre es el estado eufórico de satisfacción y seguridad”. Al crecer sus experiencias le indican que lo aman. “Me aman porque soy hijo de mi madre. Me aman porque estoy desvalido. Me aman porque soy hermoso, admirable. Me aman porque me necesitan. Para utilizar una fórmula más general: me aman por lo que soy, o quizá más exactamente, me aman porque soy. Tal experiencia de ser amado por la madre es pasiva. No tengo que hacer nada para que me quieran –el amor de la madre es incondicional-. Todo lo que necesito es ser –ser su hijo-. El amor de la madre significa dicha, paz; no hace falta conseguirlo, ni merecerlo”.

Cerca de los ocho años empieza a ser menos egocentrista, y de paso comienza a abrirse a los demás. “Para la mayoría de los niños entre los ocho y medio a los diez años, el problema consiste casi exclusivamente en ser amado –en ser amado por lo que se es-“. Antes de esa edad, el niño aún no ama: “responde con gratitud y alegría al amor que le brindan. Cuando empieza a amar, sale de su aislamiento producido por su egocentrismo. Siente una nueva sensación de unión, de compartir, de unidad”.

Existen diferencias intrínsecas en el amor materno y paterno. “La madre ama al recién nacido porque es su hijo, no porque el niño satisfaga una condición específica ni porque llene sus apariencias particulares… El amor paterno es condicional. Su principio es te amo porque llenas mis aspiraciones, porque cumples  con tu deber, porque eres como yo”. El amor de la madre es incondicional. “El amor incondicional corresponde a uno de los anhelos más profundos, no solo del niño, sino de todo ser humano”. Mientras que “la madre es el hogar de dónde venimos, la naturaleza, el suelo, el océano; el padre no representa un hogar de ese tipo… es el que enseña al niño, el que le muestra el camino hacia el mundo”. El niño necesita del amor incondicional. “El amor paterno debe regirse por principios y expectaciones; debe ser paciente y tolerante, no amenazador y autoritario. Debe darle al niño que crece un sentido cada vez mayor de la competencia, y oportunamente permite ser su propia autoridad y dejar de lado la del padre… La persona madura tiene una conciencia materna y paterna. La conciencia materna dice: No hay ningún delito, ningún crimen, que pueda privarte de mi amor, de mi deseo de que vivas y seas feliz. La conciencia paterna dice: Obraste mal, no puede dejar de aceptar las consecuencias de tu mala acción, y, especialmente, debes cambiar si quieres que te aprecie”.

El individuo maduro ama la conciencia materna y paterna, y tiene independencia y autonomía. “Si un individuo conserva sólo la conciencia paterna, se tornaría áspero e inhumano. Si retuviera únicamente la conciencia materna, podría perder su criterio y obstaculizar su propio desarrollo o el de los demás”. En la relación equilibrada entre la conciencia paterna y materna, “se encuentra la base de la salud mental y el logro de la madurez”. La desarmonía en este desarrollo constituye la causa principal de la neurosis. “Una de las causas del desarrollo neurótico puede radicar en que el niño tiene una madre amante, pero demasiado indulgente o dominadora, y un padre débil e indiferente. En tal caso, puede permanecer fijado  a una temprana relación con la madre, y convertirse en un individuo dependiente de la madre, que se siente desamparado, posee los impulsos característicos de la persona receptiva, es decir, de recibir, de ser protegido y cuidado, y que carece de las cualidades paternas –disciplina, independencia, más habilidad de dominar la vida por sí mismo-. Puede tratar de encontrar madres en todo el mundo, a veces en las mujeres y a veces en los hombres que ocupan una posición de autoridad y poder. Si, por el contrario, la madre es fría, indiferente  y dominadora, puede transferir la necesidad de protección materna al padre y a subsiguientes figuras paternas, en cuyo caso el resultado final es similar al caso anterior, o se convierte en una persona de orientación unilateralmente paterna, enteramente entregada a los principios de la ley, el orden y la autoridad, y carente de la capacidad de esperar o recibir amor incondicional”.

3 Los objetos amorosos.

El amor no es esencialmente una relación con una persona especifica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no con un objeto amoroso. Si una persona ama sólo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica, o un egoísmo ampliado”. Cuando se ama a una persona, se ama a todas las personas. “Si amo realmente a una persona, amo a todas las personas, amo al mundo, amo la vida. Si puedo decirle a alguien ¡Te amo!, debo poder decir ¡Amo a todos en ti, a través de ti amo al mundo, en ti me amo también a mí mismo”.

Tipos de amor:

*Amor fraternal. Es “el sentido de responsabilidad, cuidado, respeto y conocimiento con respecto a cualquier otro ser humano, el deseo de promover su vida… Ama al prójimo como a ti mismo. El amor fraternal es el amor a todos los seres humanos… En el amor fraternal realiza la experiencia de unión con todos los hombres, de solidaridad humana, de reparación humana; el amor fraternal se base en la experiencia de que todos somos uno… Si percibo en otra persona  nada más que lo superficial, percibo principalmente las diferencias, lo que nos separa. Si penetro hasta el núcleo, percibo nuestra identidad, el hecho de nuestra hermandad… El amor fraternal es amor entre iguales…. En la medida en que somos humanos, todos necesitamos ayuda”.

*El amor materno. “El amor materno es una afirmación incondicional de la vida del niño y sus necesidades… Es por su carácter altruista y generoso es que el amor materno ha sido considerado la forma de vínculo más elevada de amor, y el más sagrado de todos los vínculos emocionales… Sólo la mujer que realmente ama, la mujer que es más feliz dando que tomando, que está firmemente arraigada en su propia existencia, puede ser una madre amante cuando el niño está en el proceso de la separación… Una madre sólo puede ser una madre verdaderamente amante si puede amar;  si puede amar a su esposo, a otros niños, a los extraños, a todos los seres humanos”.

*Amor erótico. “Por su propia naturaleza, es exclusivo y no universal; es también, quizá, la forma de amor más engañosa que existe… Se le confunde fácilmente con la experiencia de enamorarse, el súbito derrumbe de las barreras que existían hasta ese momento entre dos desconocidos… El deseo sexual tiende a la fusión… pero el deseo sexual puede ser estimulado por la angustia de la soledad, por el deseo de conquistar o de ser conquistado, por la vanidad, por el deseo de herir y aun de destruir, tanto como por el amor… Como la mayoría de la gente une el deseo sexual a la idea del amor, con facilidad incurre en el error de creer que se ama cuando se desea físicamente… Si el deseo de unión física no está estimulado por el amor, si el amor erótico no es a la vez fraterno, jamás conduce a la unión salvo en un sentido orgiástico y transitorio. La atracción sexual crea, por un momento, la ilusión de la unión, pero, sin amor, tal unión deja a los desconocidos tan separados como antes… Es exclusivo sólo en el sentido de que puedo fundirme plena e intensamente con una sola persona. El amor erótico excluye el amor por los demás sólo en el sentido de la fusión erótica, de un compromiso total en todos los aspectos de la vida –pero no en el sentido de un amor fraterno y profundo-“.

*Amor a sí mismo. “Si es una virtud amar al prójimo como a uno mismo, debe serlo también –y no un vicio- que me ame a mí mismo, puesto que también yo soy un ser humano”. Según Meister Eckhart, “si te amas a ti mismo, amas a todos los demás como a ti mismo. Mientras ames a otra persona menos que a ti mismo, no lograrás realmente amarte, pero si amas a todos por igual, incluyéndote a ti, los amarás como una sola persona y esa persona es a la vez Dios y el hombre. Así, pues, es una persona grande y virtuosa la que amándose a sí misma, ama igualmente a todos los demás”.

*Amor a Dios. “El hombre proyecta sus poderes y habilidades propios en las cosas que hace, y así, a distancia, adora sus proezas, sus posesiones… La persona verdaderamente religiosa, que capta la esencia de la idea monoteísta, no reza por nada, no espera nada de Dios; no ama a Dios como un niño a su padre o a su madre; ha adquirido la humildad necesaria para percibir sus limitaciones, hasta el punto de saber que no sabe nada acerca de Dios. Dios se convierte para ella en un símbolo en el que el hombre, en una etapa más temprana de su evaluación, ha expresado la totalidad de lo que se esfuerza por alcanzar, el reino del mundo espiritual, del amor, la verdad, la justicia… El amor a Dios no es el conocimiento de Dios mediante el pensamiento, ni el pensamiento del propio amor a Dios, sino el acto de experimentar la unidad con Dios… En el sistema religioso occidental predominante, el amor a Dios es esencialmente lo mismo que la fe en Dios, en su existencia, en su justicia, en su amor, el amor a Dios es fundamentalmente una experiencia mental. En las religiones orientales y en el misticismo, el amor a Dios es una intensa experiencia afectiva de unidad, inseparablemente ligada a la expresión de ese amor en cada acto de la vida”.

III El amor y su desintegración en la sociedad occidental contemporánea.

La civilización occidental contemporánea cosifica el amor, eclipsando su real dimensión y tergiversando la forma adecuada de sentirlo y vivirlo. “Si el amor es una capacidad del carácter maduro, productivo, de ello se sigue que la capacidad de amar de un individuo perteneciente a cualquier cultura dada depende de la influencia que esa cultura ejerce sobre el carácter de la persona media. Al hablar del amor en la cultura occidental contemporánea, entendemos preguntar si la estructura social de la civilización occidental y el espíritu que de ella resulta llevan al desarrollo del amor. Plantear tal interrogante es contestarlo negativamente. Ningún observador objetivo de nuestra vida occidental puede dudar de que el amor –fraterno, materno y erótico- es un fenómeno relativamente raro, y que en su lugar hay cierto número de formas de pseudoamar, que son, en realidad, otras tantas formas de la desintegración del amor”.

En la sociedad capitalista, fundamentada en los principios de libertad política y del mercado como regulador de todas las relaciones económicas y sociales, “el capital domina al trabajo, los poderes humanos, lo que está vivo”. El resultado del nuevo desarrollo capitalista es “un proceso siempre creciente de centralización y concientización del capital y el surgimiento de una poderosa burocracia administrativa corren parejas con el desarrollo del movimiento laboral”. Es situación hace que los individuos se independicen y comiencen “aprender de quienes dirigen los grandes imperios económicos”. Esa compleja realidad nos muestra que “el capitalismo moderno necesita hombres que cooperen mansamente y en gran número; que quieran consumir cada vez más; y cuyos gustos estén estandarizados y pueden modificarse y anticiparse fácilmente. Necesita hombres que se sientan libres e independientes, no sometidos a  ninguna autoridad, principio o conciencia moral –dispuestos, empero, a que los manejen  a hacer lo que se espera de ellos, a encajar sin dificultades en la maquinaria social-; a los que se pueda guiar sin finalidad alguna –excepto la de cumplir, apresurarse, funcionar, seguir adelante-“.

Como resultado de todo esto, el hombre contemporáneo está alienado de sí mismo, de la naturaleza y de sus semejantes. “Las relaciones humanas son esencialmente las de autómatas enajenados, en las que cada uno basa su seguridad en mantenerse cerca del rebaño y en no diferir en el pensamiento, el sentimiento o la acción. Al mismo tiempo que todos tratan de estar tan cerca de los demás como sea posible, todos permanecen tremendamente solos, invadidos por el profundo sentimiento de inseguridad, de angustia y de culpa que surge siempre que es imposible superar la separatidad humana”. En este contexto la felicidad se nos presenta distorsionada. “La felicidad del hombre moderno consiste en divertirse. Divertirse significa la satisfacción de consumir y asimilar artículos, espectáculos, comida, bebidas, cigarrillos, gente, conferencias, libros, películas; todo se consume, se traga. El mundo es un enorme objeto de nuestro apetito, una gran manzana, una gran botella, un enorme pecho; todos succionamos, los eternamente expectantes, los esperanzados –y los eternamente desilusionados-. Nuestro carácter está equipado para intercambiar y recibir, para traficar y consumir; todo, tanto los objetos materiales, como los espirituales, se convierten en objeto de intercambio y de consumo”.

En nuestra sociedad el amor no alcanza su verdadera dimensión, porque somos como autómatas, y éstos “no pueden amar, no pueden intercambiar su bagaje de personalidad y confiar en que la transición sea equitativa”. Así, en esa estructura enajenada la expresión del matrimonio, es la idea del grupo. Entonces se condiciona cómo debe ser este vínculo, generando un tipo de actitudes que no son “otra cosa que una relación bien aceitada entre dos personas que siguen siendo extrañas toda su vida, que nunca logran una relación central, sino que se tratan con cortesía y se esfuerzan por hacer que el otro se sienta mejor”. Esta relación sólo le interesa encontrar refugio por la sensación de soledad.

En esta concepción errónea influyeron mucho las teorías psicosexuales freudianas, condicionadas en cierto sentido por la sociedad capitalista, la cultura y la religión. Se pensaba entonces que el éxito en el matrimonio dependía de la adaptación sexual. “Se partía del principio de que el amor es el hijo del placer sexual, y que dos personas se amarían si aprenden a satisfacerse recíprocamente en el aspecto sexual”. Pero “el amor no es el resultado de la satisfacción sexual; por el contrario, la felicidad sexual… es el resultado del amor”. El conocimiento reciente demuestra que el problema no radica en la ignorancia de la técnica sexual adecuada, sino en las inhibiciones que impiden amar. “El temor o el odio al otro sexo están en la raíz de las dificultades que impiden a una persona entregarse por completo, actuar espontáneamente, confiar en el compañero sexual, en lo inmediato y directo de la unión sexual. Si una persona sexualmente inhibida puede dejar de temer u odiar, y tornarse entonces incapaz de amar, sus problemas sexuales están resueltos. Si no, ningún conocimiento sobre técnicas sexuales servirá de nada”.

Según Freud, “el amor es básicamente un fenómeno sexual… No existe diferencia entre el amor irracional y el amor como una expresión de la personalidad madura… Enamorarse linda siempre con lo anormal, siempre se acompaña de ceguera a la realidad, compulsividad, y constituye una trasferencia de los objetos amorosos de la infancia”. Un insaciable deseo de conquista sexual de todas las mujeres mueve al hombre, pero la presión social le impide obrar de acuerdo con sus deseos. Pensaba que la satisfacción de lo instintivo garantizaría la salud mental y la felicidad.  Freud consideró el amor, el odio, la ambición, los celos, como otros tantos productos de las diversas formas del instinto sexual. No vio que la realidad básica está en la totalidad de la existencia humana; en primer término, en la situación humana común a todos los hombres, en segundo lugar, en la práctica de vida determinada por la estructura específica de la sociedad”.

El rol de los padres y la influencia de éstos influyen demasiado en el amor en la sociedad contemporánea. Tanto las actitudes de la madre como las del padre ofrecen una patología neurótica. “En casos excepcionales, una persona fijada a la madre puede vivir sin perturbaciones serias. Si su madre, en realidad, lo amó de una manera sobreprotectora (siendo quizá dominante, pero no destructiva), si él encuentra una esposa del mismo tipo maternal, si sus dones y talentos especiales le permiten utilizar su camino y ser admirado (como ocurre con la mayoría de los políticos de éxito), estará bien adaptado en el sentido social, aunque sin alcanzar nunca un nivel de madurez. Pero en condiciones menos favorables, que son, desde luego, las más frecuentes, su vida amorosa, su vida social, es una profunda desilusión; surgen conflictos, y a menudo angustia y depresión intensas cuando este tipo de personalidad se queda solo”. La actitud absorbente y destructiva de la madre constituye una aspecto negativo de la figura maternal. “La madre puede dar vida, también puede tomarla. Es ella quien revive, y ella quien destruye; puede hacer milagros de amor –y nadie puede herir tanto como ella-“. Cuando la relación principal se establece con el padre, nos encontramos ante otra forma de neurosis, como en el caso de “un hombre cuya madre es fría e indiferente, mientras que el padre concentra todo su afecto e interés en el hijo. Es un buen padre, pero,  al mismo tiempo, autoritario.

Cuando está complacido con la conducta de su hijo, lo elogia, le hace regalos, es afectuoso; cuando el hijo le da un disgusto, se aleja de él o le reprende. El hijo, que sólo cuenta con el afecto del padre, se comporta frente a éste como un esclavo. Su finalidad principal en la vida es complacerlo, y cuando lo logra, es feliz, seguro y satisfecho. Pero cuando comete un error, fracasa o no logra complacer al padre, se siente disminuido, rechazado, abandonado. En los años posteriores, ese hombre tratará de encontrar una figura paterna con al que puede mantener una relación similar. Toda su vida se convierte en una serie de altos y bajos, según que haya logrado o no ganar el elogio del padre. Tales individuos suelen tener mucho éxito en su carrera social. Son escrupulosos, afanosos, dignos de confianza –siempre y cuando la imagen paterna que ha elegido sepa manejarlos-. Pero en su relación con las  mujeres, permanecen apartados y distantes. La mujer no posee una importancia central para ellos; suelen sentir un leve desprecio por ella, generalmente oculto por una preocupación paternal por las jovencitas. Su calidad masculina puede impresionar inicialmente a una mujer, pero ésta pronto se desilusiona, cuando descubre que está destinada a desempeñar un papel secundario al efecto fundamental por la figura paterna que predomina en la vida de su esposo en un momento dado; las cosas ocurren así, a menos que ella misma esté aún ligada a su padre y se sienta por lo tanto feliz junto a un hombre que la trata como la niña caprichosa”.

Todo este acervo de realidades son muestras de formas de amor irracional. También existen otras, como el amor idolátrico, el amor sentimental, uso de mecanismos proyectivos y la utopía de que no existen conflictos en el amor.

*Amor idolátrico. “Si una persona no ha alcanzado el nivel correspondiente a una sensación de identidad, de yoidad, arraigada en el desenvolvimiento productivo de sus propios poderes, tiende a idolizar a la persona amada. Está enajenada de sus propios poderes y los proyecta en la persona amada, a quien adora, portadora de todo amor, toda luz y toda dicha. En ese proceso, se priva de toda sensación de fuerza, se pierde a sí misma en la persona amada, en lugar de encontrarse”.

*Amor sentimental. “Su esencia consiste en que el amor sólo se experimenta en la fantasía y no en el aquí y ahora de la relación con otra persona real. La forma más común de tal tipo de amor es la que se encuentra en la gratificación amorosa substitutiva que experimenta el consumidor de películas, novelas románticas y canciones de amor. Todos los deseos insatisfechos de amor, unión e intimidad hallan satisfacción en el consumo de tales productos”.

* Mecanismos proyectivos. Sirven para “evadirse  de los problemas propios y concentrarse, en cambio, en los defectos y flaquezas de la persona amada. Los individuos se comportan en ese sentido de manera muy similar a los grupos, naciones o religiones. Son muy sutiles para captar hasta los menores defectos de la otra persona y viven felices ignorando los propios, siempre ocupados tratando de acusar o reformar a la otra persona. Si dos personas lo hacen –como suele ocurrir-, la relación amorosa se convierte en una relación recíproca. Si soy dominador o indeciso, o ávido, acuso de ello a mi pareja y, según mi carácter, trato de corregirla o de castigarla. La otra persona hace lo mismo y ambas consiguen así dejar de lado sus propios problemas y, por lo tanto, no dan los pasos necesarios para el progreso de su propia evolución… Cuando una persona siente que no ha podido dar sentido a su propia vida, trata de dárselo en función de la vida de sus hijos”.

*En el amor hay conflictos. Muchos creen equívocamente que en el amor no hay conflictos. “Los conflictos reales entre dos personas, los que no sirven para ocultar o proyectar, sino que se experimenten en un nivel profundo de la realidad interior a la que pertenecen, no son destructivos. Contribuyen a aclarar, producen una catarsis de la que ambas personas emergen con más conocimiento y mayor fuerza… El amor sólo es posible cuando dos personas se comunican entre sí desde el centro de sus existencias; por lo tanto, cuando cada una de ellas se experimenta a sí misma desde el centro de su existencia… El amor es un desafío constante; no un lugar de reposo, sino un moverse, crecer, trabajar juntos; que haya armonía o conflicto, alegría o tristeza, es secundario con respecto al hecho fundamental de que dos seres se experimentan desde la esencia de su existencia, de que son el uno con el otro al ser uno consigo mismo ya no al huir de sí mismos. Sólo hay ya prueba de la presencia de amor: la hondura de la relación y vitalidad y la fuerza de cada una de las personas implicadas; es por tales frutos por los que se reconocer el amor”.

III La práctica del amor

No existen recetas de cómo amar ni se puede enseñar a amar, porque “amar es una experiencia personal que sólo podemos tener por y para nosotros mismos”. Se pueden considerar solamente “las premisas del arte de amar, los enfoques, por así decirlo, de la cuestión, y la práctica de esas premisas y esos enfoques. Los pasos hacia la meta sólo puede darlos uno mismo…” La práctica del arte de amar requiere de disciplina, concentración, paciencia y preocupación.

La disciplina no debe ser rígida y autoritaria, por cuanto tiene muchos defectos. No se debe practicar “como una regla impuesta desde afuera, sino que se convierta en una expresión de la propia voluntad; que se sienta como algo agradable, y que no acostumbre lentamente a un tipo de conducta que pueda llegar a extrañar si deja de practicarla”. La disciplina no debe ser penosa para que sea buena.

Nuestra cultura nos sumerge en estilos de vida difusos que nos desconcentran. Nos toca realizar muchas cosas a la vez, sin podernos concentrar en ninguna de ellas. Esa desconcentración “se manifiesta claramente en nuestra dificultad para estar solos con nosotros mismos”.  Precisamente, “el paso más importante para llegar a concentrarse es aprender a estar solo con uno mismo sin leer, escuchar radio, fumar o beber. Sin duda, ser capaz de concentrarse significa poder estar solo con uno mismo. Si estoy ligado a otra persona porque no puedo pararme sobre mis propios pies, ella puede ser algo así como un salvavidas, pero no hay amor en tal relación. Paradójicamente, la capacidad de estar solo es la condición indispensable para la capacidad de amar… Aprender a concentrarse requiere evitar, en la medida de lo posible, las conversaciones triviales, esto es, la conversación que no es genuina… Concentrarse en la relación con otros significa fundamentalmente poder escuchar… Estar concentrado significa vivir plenamente en el presente, en el aquí y el ahora, y no pensar en la tarea siguiente mientras estoy realizando otra”.

Debemos tener paciencia si queremos dominar al arte de amar. El hombre moderno tiene dificultades para practicar la paciencia, por la misma dinámica del acelere, de la inmediatez, del capitalismo. “Los valores humanos están determinados por los valores económicos… El hombre moderno piensa que pierde algo cuando no actúa con rapidez; sin embargo, no sabe qué hacer con el tiempo que gana”.

Para aprender a mar se requiere de la preocupación; de lo contrario no habrá dominio del arte; simplemente seremos como aficionados y no como maestros.

La práctica del arte de amar necesita de unas cualidades importantes en el desarrollo de la capacidad de amar.

*Superar el narcisismo. El narcisista no se abre a su exterior. Su única realidad existente “es la que está dentro de él, la de sus temores y sus deseos”. Este tipo de personas, insanas o soñadoras, “carecen completamente de una visión objetiva del mundo exterior”. Lo contrario del narcisismo, es la objetividad; “la capacidad de ver a la gente y las cosas tal como son, objetivamente, y poder separar esa imagen objetiva de la imagen formada por los propios deseos y temores”.

*Superar las deformaciones de las relaciones interpersonales. “¿Cuántos padres experimentan las reacciones del hijo en función de la obediencia, de que los complazca, les haga hacer un buen papel, y así siguiendo, en lugar de percibir o interesarse por lo que el niño siente para y por sí mismo? ¿Cuántos esposos ven a sus mujeres como dominadoras porque su propia relación con sus madres les hace interpretar cualquier demanda como una limitación de su libertad? ¿Cuántas esposas piensan que sus maridos son ineficaces o estúpidos porque no responden a la fantasía del espléndido caballero que construyeron en su infancia?”.

*Superar la falta de objetividad con relación a las naciones extranjeras. A veces se cree que la otra nacional es perversa o depravada y la nuestra es buena y noble. “Toda la acción del enemigo se juzga según una norma, y toda acción propia según otra. Hasta las buenas obras realizadas por el enemigo se consideran signos de una perversidad particular con las que se propone engañar a nuestro país y al mundo, en tanto que nuestras malas acciones que sirven”.

*Usar la razón para pensar objetivamente. Su actitud emocional es la humildad. Como el amor, la humildad y la objetividad son inseparables. El arte de amar nos exige ser objetivos en todo y sensibilizarnos ante lo que no somos objetivos. “Ser objetivo, utilizar la propia razón, sólo es posible si se ha alcanzado una actitud de humildad, si se ha emergido de los sueños de omnisciencia y omnipotencia de la infancia… Si quiero aprender el arte de amar, debo esforzarme por ser objetivo en todos las situaciones y hacerme sensible a la situación frente a la que no soy objetivo”.

*Tener fe. Pero no es una fe irracional sino una fe racional. La fe irracional se basa en la sumisión a una autoridad irracional. “La fe racional es una convicción arraigada en la propia experiencia mental o afectiva. La fe racional no es primariamente una creencia en algo, sino la cualidad de certeza y forma que poseen nuestras convicciones. La fe es un rasgo caractereológico que penetra toda la personalidad, y no una creencia específica… La fe racional arraiga en la actividad productiva intelectual y emocional. Constituye un importante componente del pensar racional, en el que se supone que la no tiene lugar… Tener fe en otra persona significa estar seguro de la confianza e inmutabilidad de sus actitudes fundamentales, de la esencia de su personalidad, de su amor… Mientras que la fe irracional arraiga en la sumisión a un poder que se considera avasalladoramente poderoso, omnisapiente U omnipotente, y en la abdicación del poder y la fuerza propios, la fe racional se base en la experiencia opuesta… La base de fe racional es la productividad; vivir de acuerdo con nuestra fe, significa vivir productivamente”. Es importante tener fe en nosotros mismos. “Sólo la persona que tiene fe en sí misma puede ser fiel a los demás, pues sólo ella puede estar segura de que será en el futuro igual a lo que soy hoy y, por lo tanto, de que sentirá y actuará como ahora espera hacerloLa práctica de la fe y el valor comienza con los pequeños detalles de la vida diaria. El primer paso consiste en observar cuándo y dónde se pierde a fe, analizar las racionalizaciones que se usan para soslayar esa pérdida de fe, reconocer cuándo se actúa cobardemente y cómo se lo racionaliza. Reconocer cómo cada traición a la fe nos debilita, y cómo la mayor debilidad nos lleva a una nueva traición, y así adelante, en un círculo vicioso”.   

*La actividad. No es sólo hacer algo; es una actividad interior, “el uso productivo de los propios poderes”. Si se ama, estamos en constante estado de preocupación activa por la persona que se ama. “La capacidad de amar exige un estado de intensidad, de estar despierto, de acrecentada vitalidad, que sólo puede ser el resultado de una orientación productiva y activa en muchas otras esferas de la vida. Si no es productivo en otros aspectos, tampoco se es productivo en el amor”.


LUIS ANGEL RIOS PEREA

No hay comentarios:

Publicar un comentario