lunes, 31 de enero de 2011

MI PARECER SOBRE "UNA MUJER DE 4 EN CONDUCTA"


Esta novela (de Jaime Sanín Echeverry), que se desarrolla en Medellín, entre 1930 y 1949, es relatada por “el doctor García”, un ingeniero de minas, quien a su vez es un personaje y narrador omnisciente. Se trata de un solterón de clase media alta, que cuando se inicia la obra cuenta con 35 años. Al comienzo relata su amor platónico por Helena, a quien pensaba convertir en su esposa, pero por timidez y temor al viejo Marco Antonio Restrepo, padre de Helena, nunca le confesó personalmente su amor y sus intenciones. Su amor y deseo de casarse se desvanecieron luego de que Helena le devolviera una carta amorosa que él le había enviado, con la excusa de que ella no sabía leer. 

El ingeniero García, además de solterón empedernido y rico venido a menos, era un hombre un tanto timorato y cobarde en cierto sentido, porque no luchó por el Helena y no la ayudó con más empeño cuando ésta pasó tan difíciles momentos, una constante ineluctable en la miserable vida de la protagonista. Si decía ser su “protector”, debió haberla amparado y auxiliado en momentos en que Helena atravesó por tantísimos amargos y aciagos inconvenientes.

Helena, que al inicio del relato era una quinceañera, tenía ojos claros, suaves, quietos y distraídos, y cabello abundante y grueso, fue una mujer que luchó y sufrió mucho en su corta y desventurada vida. Al nacer, en una humilde casa campesina, murió su madre, quedando al cuidado de su huraño, caprichoso, cruel, beato y brutal padre y nueve hermanos.

Helena, que según el ingeniero García, era una hermosa mujer morena, grácil, esbelta, tierna, un hálito sobrenatural, la niña sonrosada de la cordillera, la fruta en sazón, la ignorancia inteligencia, la dama agreste y la encarnación de la pureza femenina, fue llevada por su padre a la casa de sus patrones, Susana y Roque, para que trabajara por la comida, ya que en el campo no habían oportunidades para ella. Allí trabajó alegremente porque estaba cerca de Rodrigo, su amor secreto. En las demás casas no trabajó gratis porque allí no tenía el aliciente del amor que sentía por Rodrigo, quién, por designio de los padres, se fue de novicio de los jesuitas a Santa Rosa de Viterbo, en Boyacá.

Sus tormentos comenzaron tras el despido de la casa de su amado Rodrigo, por el sólo hecho de haberse apoderado subrepticiamente de la fotografía de éste y guardarla en el baúl de sus escasas pertenencias. Su dolor de amar sin ser correspondida era grande. “¡Cuáles serán sus duelos de amor, atada a la desgracia de amar a quien tiene tan cerca, pero separado por la muralla inexpugnable de la diferencia de clases”. Retener el retrato de Rodrigo era una manifestación de afecto por toda la familia, sin especialidad por nadie.

Soportó la ignominia de que la cambiaran su nombre de Helena por el de María, en una de las casas donde trabajó, porque una de las hijas de su dueña se llamaba Helena. Así ocurrió en otras ocasiones: María cuando trabajó en una casa de familia; Carmen Bedoya cuando trabajó en el café del Mediodía; la “Nena”y Doris de La Fontaine cuando fue trabajadora sexual, y, finalmente, sor María Magdalena cuando ingresó a la comunidad de las Magdalenas. Hasta números fue: 13 cuando estuvo en la Escuela Tutelar y 418 cuando fue obrera de Coltejer.

Luego del dolor de “perder” a Rodrigo y la de su padre, debió soportar la burla y el engaño de Willian con su falsa promesa de matrimonio, seguido del abandono de su novio Pablo Pérez. La falta de trabajo, oportunidades, su mendicidad, su prostitución, la separación de su hijo, la injusta reclusión en la cárcel y la muerte de su benefactor Arturo Puentes.

Helena es una víctima de las circunstancias: pobreza, violencia intrafamiliar, estratificación social, discriminación, falta de oportunidades, machismo, engaño, incomprensión, desamor, explotación, ignorancia, mendacidad, envidia, chisme, acoso sexual, vicios, prostitución… Helena es el símbolo de la mujer hermosa, pobre, abandonada, maltratada, vejada, vilipendiada, sacrificada, despreciada, frustrada, desengañada…

Con cierta mordacidad e ironía el narrador cuestiona estamentos, instituciones y estructuras sociales de Medellín. Irónicamente fustiga y reivindica a la ciudad de Medellín, la falta de identidad cultural, el servicio doméstico, la mendacidad, la prostitución, la hipocresía, la raza, la religión y la instrumentalización de las personas.


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