En América Latina, como casi en
todo, se percibe una marcada dependencia del mundo europeo en el campo
literario. No son pocos los autores del Viejo Continente que han ejercido una
profunda influencia en muchos autores latinoamericanos. Son muy pocas las
corrientes literarias “auténticamente” latinoamericanas. Con algunas
excepciones, tal vez el Modernismo, el Creacionismo, el Gauchismo, el Indigenismo
y el Telurismo.
Pero, para compensar la falta de identidad,
es importante resaltar el compromiso de nuestra literatura con la problemática
latinoamericana, especialmente la de los últimos años. En algunos autores se
aprecia la denuncia de las injusticias sociales, políticas y económicas, la
búsqueda de una identidad, la oposición a las tiranías, la defensa del indio,
el problema de la lucha por la tierra, la génesis, evolución y realización de
las revoluciones en algunos países, entre otros aspectos de importancia dentro
del contexto latinoamericano.
Las diferentes manifestaciones
literarias han contado, a través de interesantes y extensas narraciones, la
historia con sus vicisitudes y sus glorias, sus miserias y sus grandezas, su
dependencia y su “independencia”. Esa literatura se ha comprometido con la
realidad del pueblo latinoamericano; ha denunciado a los tiranos, a los
opresores y a los invasores; ha rechazado la intromisión del imperialismo
norteamericano; ha reivindicado al indígena, que injustamente ha sido despojado
de sus tierras, atropellado, vejado, desplazado, atemorizado, maltratado,
agredido y violado en sus derechos; y, a través de excelentes obras literarias,
ha mostrado la grandeza de todo el contexto de América Latina, resaltando las
costumbres, las tradiciones, el acervo cultural y el modus vivendi del
hombre latinoamericano.
Una de las principales
características de casi todos los escritores latinoamericanos es que fueron
desterrados, encarcelados y debieron permanecer exiliados durante algún tiempo
por sus profundas diferencias ideológicas con los gobernantes de su tiempo. ¿Es
que la actitud contestataria y la posición crítica de la realidad que querían
imponer los mandatarios, generalmente tiranos, era causa para que trataran de
silenciar, encarcelar y proscribir a tan connotados literatos? ¡Libertad, siempre ha sido esquiva! Tal
parece que a lo largo de la historia pasada y reciente el pensar diferente y
disentir ha sido un problema. ¿Será que en este universo no habrá cabida para
los intelectuales, es decir, para los que ven más allá de donde ve la
cotidianidad inauténtica y piensan por sí mismos?
Tal como se puede apreciar los
movimientos o corrientes literarias, ya sean europeas o latinoamericanas, han
sido efímeras. En la dinámica inexorable del tiempo han venido desapareciendo,
quedando sólo sus grandes obras, que, para bien de la literatura, son muchas y
muy buenas. Unos géneros que mayor renombre y connotados representantes han
tenido es el Realismo Mágico, como quiera que de allí han salido tres premios
Nobel en América Latina (Miguel Ángel Asturias, Gabriel García Márquez y Mario
Vargas Llosa) y a él pertenecen brillantísimos escritores como Cortázar, Sábato,
Vargas Llosa, Rulfo, Fuentes, Carpentier, entre otros.
Uno de los géneros más
comprometidos con la problemática latinoamericana es el Indigenismo que busca
la reivindicación social del indio; igualmente lo es la novela Telúrica, el
Gauchismo, el Realismo Mágico y, en fin, todo el Realismo Social; el
Romanticismo a través de su novela política e histórica denunció la
problemática de los dictadores.
No obstante percibir que los
escritores han estado comprometidos con la problemática social, política, económica
y cultural de América Latina, y que sus “voces” han tenido algún eco en procura
de buscar respuestas al mejoramiento de la calidad de vida del pueblo
latinoamericano, se puede apreciar que la actividad de escritores sólo ha sido
exclusiva de la élite y de la clase adinerada. ¿O si no cómo se explica que los
escritores latinoamericanos, salvo contadas excepciones, han sido políticos,
presidentes, catedráticos universitarios, diplomáticos y algunas veces “dueños
del poder”? ¿Será que los pobres no tienen nada que decir ni qué escribir? Sin
duda alguna que la literatura latinoamericana, al igual que la literatura
europea y de otras latitudes siempre ha sido elitista. Y por esa razón muchas
veces algunos escritores manipulan y ocultan los verdaderos problemas tratados
en sus obras literarias.
En nuestro continente continúa
floreciendo la lírica y la prosa. Por la lírica se han “paseado” brillantemente
poetas como Rubén Darío, Lugones, Mistral, Huidobro, Vallejo, Borges, Neruda y
Paz, entre muchos otros ilustres bardos. La prosa ha sido cultivada por
connotados escritores que han querido mostrar la realidad latinoamericana, con
toda su problemática y su gloria, como Echeverría, Mármol, Quiroga, Icaza,
Alegría, Arguedas, Gallegos, Asturias, Sábato, Cortázar, Fuentes, Rulfo, Vargas Llosa, Carpentier,
García Márquez y muchos más que han alcanzado
un inconmensurable renombre a nivel internacional.
Los géneros en retirada o poco
cultivados en el contexto literario de América Latina, son la Épica, la
Crónica, el Indianismo, el Modernismo, el Romanticismo, el Neoclasicismo, el
Costumbrismo y otros más, ante la fuerza del Realismo, especialmente el
Realismo Mágico, que ha centrado la atención de los ávidos lectores porque en
éste han encontrado elementos de identidad latinoamericana y se ha narrado
“mágicamente” nuestra realidad y nuestra problemática.
La literatura le ha venido dando
una identidad y una personalidad propia al pueblo latinoamericano, dado que sus
escritores han asumido el compromiso de exaltar las tradiciones, la historia,
la política, la cultura y la civilización nuestra, en búsqueda de las
reivindicaciones de América Latina, que difícilmente ha podido liberarse del
yugo y de la dependencia del Viejo Continente. Nuestra literatura empieza a tener
nombre propio en Europa, y con orgullo podemos mostrarle al mundo seis Premios Nobel de Literatura; además de contar
con el escritor vivo más importante del mundo en la actualidad (Gabriel García
Márquez).
A propósito de los Premios Nobel
de Literatura, me pregunto ¿por qué en lugar de habérselo otorgado a Gabriela
Mistral, mejor no se le entregó al chileno Vicente Huidobro o al peruano César
Vallejo? ¿Por qué los argentinos Julio Cortázar o Jorge Luis Borges no fueron
laureados con tan eminente distinción?; especialmente este último, en mi concepto, el mejor
escritor latinoamericano de todos los tiempos. ¡Qué paradójico! Mientras que
ninguno de los escritores argentinos, uno de los países con mayor tradición
literaria, ha sido laureado con ese galardón, naciones como Chile y Guatemala,
con escasos autores, sí lo han logrado.
Así como Argentina es uno de los
países más prolíficos en escritores, se aprecia que Brasil, no obstante ser una
nación tan numerosa, no tiene muchos escritores de renombre internacional; o si
los hay, en nuestro contexto, no son tan populares, tal vez por el idioma
portugués, que no es la lengua oficial de los demás latinoamericanos, que somos
mayoría.
¿Cuál será el horizonte de la
literatura latinoamericana? ¿Seguirán trabajando incansablemente los escritores
en búsqueda de una identidad? ¿Serán capaces de tomar verdadera conciencia para
depender cada vez menos de Europa en el campo literario? ¿Qué otros movimientos
auténticamente latinoamericanos aparecen en el futuro? ¿El impresionante auge
de los medios audiovisuales terminará desplazando al libro y, por ende,
desmotivando al escritor y al lector?
Es imperativo que los escritores
centren sus esfuerzos en producir obras de renombre y talla internacional, como
las de García Márquez, Borges, Rulfo, Neruda, Paz, Vargas Llosa, etc., para
podernos proyectar hacia los lectores europeos y norteamericanos, y de esta
forma “gritarles”, a través de la literatura, que Latinoamérica está tomando
conciencia de lo importante que es tener una identidad propia.
LUIS ANGEL
RIOS PEREA
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