miércoles, 28 de agosto de 2013

LA PERSONA EN EL PENSAMIENTO DE FRANCISCO ROMERO



Este breve texto se propone identificar y confrontar la concepción de persona según el filósofo argentino Francisco Romero (1891-1962) con el positivismo o neoliberalismo actual, sacando algunas conclusiones con respecto a la realidad latinoamericana. En este acometido desempeñó un aporte básico el libro “Introducción a la filosofía en perspectiva latinoamericana”, de Eudoro Rodríguez Albarracín[1].


La concepción de persona en Romero difiere a la del positivismo

Persona es el ente que afirma la voluntad de valor absoluto, y supera la subjetividad decidido por principios y valores puros. Está muy alejado del centro de su mundo porque respeta cada parte del mundo como si fuera su centro. La persona, cuya postura espiritual es lo más relevante que asume, es distinta de individuo; pero éste y aquella coexisten en el hombre.

Para Romero, en los conceptos de persona e individuo, aunque son conexos, hay cierto antagonismo, ya que "personifican" la doble condición humana: intención de valor y de sujeto eterno, infinito, incondicionado, e individualidad empírica y de posibilidad de vida. La mayor importancia del individuo sobre la persona se evidencia en el hecho que el individuo que sólo obedece a lo que le resulte provechoso, desconoce el "deber ser" y se apropia de lo que le ofrece utilidad, desconociendo valores y principios.

La búsqueda del sentido de la historia debe partir desde el punto de vista de la persona, debido a su trascendencia; porque su alternativa representa derecho y libertad, y en su historia y desarrollo histórico debe descansar en lo espiritual.


El planteamiento de Romero es antagónico al del positivismo, porque mientras que aquél señala que la "opción por la persona significa otra opción por la historia y su sentido", éste no se interesaba por el pasado ni por los orígenes, es decir, por el sentido histórico.

El positivismo, contrario a la metafísica, niega la filosofía en calidad de concepción del mundo, rechazando los problemas filosóficos trascendentales como metafísicos y no sujetos a comprobación experimental. Actitud que instrumentaliza a la persona, la convierte en objeto de investigación, despersonalizándola y deshumanizándola.

Mientras para Romero es más importante el ente de persona, para el positivismo lo es el individuo, que sólo juega un papel en ciertas circunstancias sociales de acuerdo a sus conveniencias y las conveniencias de otros. Ni siquiera ha descubierto y esclarecido el origen de la experiencia americana del ser, es decir, no ha encontrado la verdad de nuestro entrañable origen.

En el positivismo no se tiene en cuenta a la persona porque ésta se rebaja a individuo para poder mantener el orden social existente, considerando a la sociedad capitalista como el modelo de organización humana. En tanto que el ideal de emancipación es colectivo, para Romero es personal.

Como se puede apreciar entre el positivismo y el planteamiento metafísico de Romero se perciben profundas diferencias ideológicas, cada una con su respectiva lucidez, debido a que cada una de ellas posee su verdad, y los dos luchan por defenderla, sacarla a la luz y hacerla "verdadear".


El positivismo, que se mueve en la dicotomía de lo nuevo y de lo viejo, cosifica, oprime y masifica al individuo, y lo reduce, muchas veces, a sólo instrumento, ya que el avance científico y la moral son condiciones sine qua non para la autonomía de la humanidad; persiguiendo este ideal no se tienen en cuenta al individuo como persona, importando más los medios que los fines.

Al no tener un ideal de trascendencia, en el positivismo, el individuo sólo gira en la esfera del hacer, del tener y del consumir, olvidándose del ser, circunstancias que contribuyen a su despersonalización.

Romero, que concibe su discurso como filosofía de la persona, pretende mostrar cómo el materialismo y el biologismo tienen un carácter reductivo porque dan explicaciones muy limitadas y soslayan las diferencias.


Contraria a la posición de Romero, que plantea una actitud de cambio  de transformación, desechando la mera estimulación sensorial por algo más de esencia y valor, porque el hastío de la civilización con su desarrollo material, el hastío de la violencia y la desorientación se han convertido en el clamor común, el positivismo basado en el ideal de exactitud de las ciencias naturales rechaza las cuestiones metafísicas, éticas o teológicas, que no pueden ser comprobadas empíricamente. La postura positivista nos presenta a un hombre materialista y utilitarista que vive sin preguntarse, prisionero en el mundo de los objetos, y en el logro de sus fines egoístas, sacrifica cuanto puede, aún los valores más grandes como la amistad y la fraternidad entre los humanos. En consecuencia, el individuo no tiene interés en interrogarse. Tal como afirma el profesor Eudoro Rodríguez Albarracín, "el hombre ya no se interroga por sí mismo, pues ha dejado de ser para sí un problema".

Conclusiones

Reflexionado sobre lo anterior, considero que nuestra realidad latinoamericana nos muestra a un individuo y no a una persona, entendida ésta desde la concepción de Romero.

No obstante el positivismo haber impulsado el desarrollo de las ciencias, cuyo ideal es conocer las leyes que regentan los fenómenos naturales y sociales, en Latinoamérica se evidencia un rechazo de las humanidades por parte de una ciencia que en algunas circunstancias holla valores en detrimento de la persona. Es lamentable reconocer que en algunos casos, la ciencia no se coloca al servicio del hombre, sino que lo ha despersonalizado en búsqueda de intereses meramente económicos y utilitaristas.

El positivismo, que propendía "hacer de la filosofía un tipo de reflexión que tenga sentido en la solución de los problemas que más afectan a nuestra comunidad"[2], está un poco alejado de este ideal por cuanto se entronizó en la sociedad materialista, generadora de  una competencia donde sólo cuentan los intereses egoístas.


La realidad latinoamericana nos muestra a un hombre en crisis, que no se interroga a sí mismo, sin libertad y fácil de manipular por los poderosos. Es común encontrar en el lugar de una persona (como la concebida por Romero) a un individuo sólo como parte del universo, cerrado en sí mismo y oponiéndose al "otro". Difícilmente se puede hallar a una persona como hombre trascendente al mundo por su libertad, abierto a todo ser y en capacidad de interrelacionarse con los demás.

La estructura social latinoamericana, imbuida de positivismo, individualiza a la persona impidiéndole su autorrealización en su totalidad, dado que en lugar de vivir sólo puede dedicarse a sobrevivir. Esto hace que el hombre ignore su realidad, para que pueda transformarla, es decir, se convierta en un hombre mejor para un mundo mejor.

La sociedad positivista latinoamericana nos muestra como el poder del ser humano reside en su capacidad transformadora de la naturaleza, y nos presenta al hombre como ser instintivo guiado por tres pasiones: posesión, dominio y progreso. De ello se desprende que esta teoría es la canonización ideológica del hombre capitalista, fabricante y poseedor de objetos y la sociedad tecnológica y competitiva. Así la historia humana se reduce a la producción, la lucha por el poder y el progreso científico; progreso (que no está mal mientras sea para bien de la humanidad) que sumerge en la alienación al individuo hasta la destrucción de su capacidad de pensar, hasta la destrucción del espíritu humano. Este se ha convertido  en un accesorio del progreso tecnológico. La ciencia la ha puesto al servicio de la muerte, de la guerra, de la contaminación del individuo y de su medio ambiente.

Aunque "la nuestra es época de los humanismos y antropocentrismos", como lo afirma Juan Pablo II, en nuestro Estado comteano o positivista la persona sacrifica su trascendencia en aras del materialismo, deshumanizándose e instrumentalizándose.

LUIS ANGEL RIOS PEREA
Luvina1111@yahoo.com





[1] RODRIGUEZ ALBARRACIN, Eudoro. Introducción a la filosofía en perspectiva latinoamericana. USTA, Bogotá, 1983.

[2] JARAMILLO URIBE, Jaime. "Entre la Historia y la Filosofía". Populibro, Bogotá, 1.968, p. 73.

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