domingo, 25 de agosto de 2013

LA COTIDIANIDAD ANODINA DE “LOS PARIENTES DE ESTER”



En el presente texto diserto sobre “Los Parientes de Ester”, novela del escritor colombiano Luis Fayad*, teniendo en cuenta su estructura secuencial, el manejo de los espacios y las movilidades sociales a través de los personajes, la representación de Bogotá, el realismo del autor y las  diferencias entre éste y su colega Gabriel García Márquez.
Estructura secuencial
“Los Parientes de Ester” cuenta con 16 capítulos. Inicia contando que Gregorio Camero continuaba viviendo en su casa con sus tres hijos (Hortensia, Emilia y León) después de la muerte de su esposa Ester. Termina una humillante y molesta situación que le hace pasar Gregorio Camero al tío Amador Callejas.
En un lenguaje sencillo y cotidiano,  el autor va contando la vida de Gregorio Camero, la de sus hijos y la de los parientes de Ester. Fayad experimenta con la palabra y acude a la técnica literaria para representar la situación de sus personajes. Libera los temas y la forma de mirar otras realidades.
No existe expectativa por el final, porque no hay secretos por confesar o verdades que deban revelarse. No es una narración muy interesante, por cuanto no contiene elementos de suspenso u otros ingredientes que absorban la atención de lector.
Las vidas de los personajes no están estrechamente encadenadas. Se podría decir que se narran historias diferentes: la de Gregorio Camero y el tío Ángel, con su utopía de “montar” un restaurante; la amistad de Hortensia y su prima Alicia; la cotidianidad de Mercedes (y sus intrigas), Victoria y Julia; la vida haraganesca del tío Amador Callejas; y los negocios de Honorio Callejas, Nomar Mahid y Slimán.
El libro no tiene prólogo ni introducción. Uno de sus capítulos más interesantes es el primero porque uno empieza a conocer a los personajes y a intuir el ambiente en que se moverán. El capítulo sexto es un poco abstruso y difuso porque el autor no es muy explícito en su narración. No describe física o moralmente a sus personajes. Éstos son ambiguos, contradictorios, positivos y negativos a la vez. Le falta profundidad filosófica y psicológica. Algunos de sus personajes principales son intrascendentes. Ninguno de éstos se interroga ni se cuestiona por  su circunstancia existencial. No asumen una posición crítica, actuante y comprometida ante la vida; simplemente se dejan arrastrar por la corriente de la existencia; viven en lo dado, en lo instalado, en el prosaico mundo de la cotidianidad, sin autenticidad; se limitan a “ser-ahí” a “estar-ahí”. Los personajes ignoran que vivir no sólo es estar en el mundo.
 A pesar que la novela muestra algunas realidades de Bogotá y del país, no es una obra que me haya impresionado mucho, como lo han logrado las novelas de Alvaro Salom Becerra; autor que también trata, con gran maestría y fino humor, temas afines con el de Fayad: un modesto empleado público, eterno deudor como Simeón Torrente (“Don Simeón Torrente ha dejado de...deber”), por ejemplo.
Llama la atención su lenguaje cotidiano y popular: “maricas, hijueputa, cachifos, calanchines, culebreros, puta, piperos, cafres, tazonones, mamando gallo, etc.”.
Con respecto a esta novela, el escritor Harold Alvarado Tenorio, nos dice:
“La anécdota de Los Parientes de Ester está estrictamente ceñida a su prosa. La vida en el centro de la vieja capital colombiana toma cuerpo a medida que Fayad desarrolla una prosa directa, vacunada contra circunloquios y los laberintos de estilo, concediendo lo mínimo posible el facilismo o la truculencia, ofreciendo al lector frases cargadas de sentido y humor, así éste sea en no pocas ocasiones amargo. Una prosa bien aprendida en el cine de los años en que Gregorio Camero recorre las calles, las plazas, los cafés, los bares de mala muerte de una ciudad que desaparece entre la deslumbrante corrupción de los gobiernos del llamado Frente Nacional, cuando todo, en Colombia, empezó a desaparecer”. (Comentario efectuado al final de la novela citada).
Manejo de los espacios y las movilidades sociales a través de los personajes.
El autor retrata una Bogotá hipócrita y provinciana. Fayad, a través de un lenguaje riguroso y escueto, nos muestra unos personajes con todas sus veleidades y su levedad, en una época que, para muchos intelectuales, se presentaba como una frustración colectiva, pues el Frente Nacional no planteaba soluciones de fondo a los grandes y viejos problemas del país; sus gobiernos fueron corruptos y todo empezó a desaparecer en la Nación.
Gregorio Camero, viudo de Ester (una mujer bella, dulce y noble), un burócrata, desea fundar un restaurante para mejorar su situación económica y dejar de ser un modesto empleado del Ministerio. A pesar del engaño familiar y moral y la actitud parasitaria de los parientes de Ester, lucha por su porvenir, por su sobrevivencia.
Gregorio, con perplejidad, ve cómo su casa y su vida son asunto de sus parientes.  “Pensaba  que  quizá  no  fuera  tanta  la  tragedia  si  los demás no contribuyeran a agrandarla, y pensaba también que quizá no existiera tal tragedia”.
Aunque el autor no profundiza en el perfil psicológico de sus personajes, se puede colegir que Gregorio Camero era un hombre introvertido, pesimista, aferrado a lo cotidiano. No era muy locuaz. Con quien mejor se relacionaba era con el tío Ángel Callejas, quien lo ilusionó con la idea de “poner” un restaurante. “Esa es mi idea, poner un restaurante. La gente puede dejar de vestirse, de estudiar, de ir al cine, de ir a fútbol, pero no de comer”, le dijo un día el tío Ángel. Aunque con pesimismo, Gregorio Camero se decidió a ser su socio, pero sin renunciar a su trabajo en el Ministerio. “Sin mi puesto ya no tendría ni mi propia miseria”.
Ante la idea del restaurante, “Gregorio Camero estaba con el ánimo en su mejor momento luego de haber pensado en el restaurante con una fijación que le ocupó toda la tarde”. Al fin ese proyecto no fructificó, y se sintió engañado por el tío Ángel Callejas. “Me has estado tomando el pelo, o como dicen por ahí, me has estado mamando gallo”
En su vida había angustia existencial y vital. “La verdad es que le he cogido desafecto a la vida”. Según la tía Mercedes, él era “un pobre fracasado, un hombre sin destino... un empleaducho como miles de miles”. Y aunque Ángel Callejas pensaba que no era un hombre fracasado, sino “un empleado, como tantos... un buen tipo”, ella sostenía que “ningún hombre fracasado puede ser un buen tipo... no tiene iniciativa, no tiene nada”. Ante este juicio tan descalificador, Ángel afirmaba que “tal vez por ser un buen tipo soy un hombre fracasado”; afirmación que no está muy lejos de la realidad.
Para poder subsistir debió empeñar y vender elementos de su hogar. Estuvo a punto de que le devolvieran a su hijo del colegio por no pagar la pensión. Era un tanto frío y desentendido con sus hijos. “Gregorio Camero nunca intervenía para distribuir el tiempo de los niños, y menos para prohibirles algo cuya autorización dependía siempre de Doris”. En concepto de Rosario, Gregorio “nunca ha cuidado bien de sus hijos”. Para Mercedes, Hortensia y Emilia, sus sobrinas, “son unas tontas”.
Gregorio pensaba que  “al cabo de quince años lo único que sabía hacer era sentarse ante un escritorio a revisar y archivar papeles y estaba seguro de no poder desempeñar otro oficio”. Quince años atrás había intentado “estudiar Derecho en una universidad nocturna que debió abandonar a los ocho meses ante la dificultad de entregarse nuevamente a los libros luego de diez años de receso que utilizó para llevar la contabilidad de una empresa...” Se sentía mejor con sus amigos “que con la mayoría de los parientes de Ester”. Con respecto a la problemática laboral, consciente de la realidad nacional, pensaba que “cada vez que ponen un jefe con partido político diferente al anterior comienzan a cambiar los empleados”.
Gregorio, que tomaba mucho café y fumaba demasiado (“Te vas a enfermar”, le dijo la tía Mercedes, “no haces más que fumar y tomar tinto. Y si por lo menos fuera un pocillo, pero te tomas esos tazonones”), se lamentaba de su situación económica. “Maricas somos nosotros que llegamos a viejos sin un peso”. Pensaba que era “¡imposible que la vida sea tan ingrata!”. En medio de su angustia existencial sostenía con grande acierto que “tenemos que estar siempre diciéndonos mentiras para mantenernos en pie”. En contraste con el tío Ángel Callejas, quería al país, “pero no lo defiendo”. Posiblemente pensaba que el Gobierno era el responsable de su lóbrega existencia.
Harold Alvarado Tenorio hace semblanza de Gregorio Camero, mediante la cual pretende mostrarlo como es, con sus angustias, con su miseria, con sus ilusiones y sus sueños: “Gregorio Camero, el personaje central de esta novela, es, como muchos de nosotros, un pobre ensimismado que deja que la rutina de empleado público se le vaya llevando día a día lo poco de la vida que le queda. Un hombre acosado no sólo por la miseria de este mundo sino por las miserias de los otros, que no existirían si no hacen difícil y cruel el destino de nosotros. Gregorio Camero sólo tiene en los sueños un país de alivio. Allí habitaba su sueño de salir de la pobreza ya sea mediante la instalación de un pequeño negocio, llegando a la edad de la jubilación o dándose el gusto de una inútil venganza. (Comentario efectuado al final de la novela citada).
El tío Ángel Callejas era, en cierta forma, un personaje distinto a Gregorio Camero. Mientras éste era pesimista, aquél era optimista. “No hay que perder el ánimo por lo que dice a uno un mal amigo”. Aunque en él se percibe un mundo algo utópico, se trata de un hombre emprendedor y luchador contra las dificultades. “En todas las empresas se presentan siempre problemas, pero eso no quiere decir que nosotros no sigamos adelante”. Con mucha razón sostenía que “todo mundo se pasa la vida buscando el modo de vivir sin trabajar”. Consciente de la realidad nacional, pensaba que “la gente que se lamenta a todo momento es que anda buscando algún provecho de los demás”.
Según su forma de percibir, interpretar y sistematizar la realidad, las cosas estaban tan bien, “pero hay que tener en  cuenta  varios  factores.  A veces el verano es tan fuerte que no deja cosechar, y a veces el invierno destruye las cosechas”. En su universo optimista consideraba que “el Gobierno podría hacer una buena obra si la gente no lo criticara tanto”. Por ello le decía a Gregorio que pensara “en las grandes empresas que se han llevado a cabo, industrias, carreteras, piensa en los parques, en los centros de beneficencia, en los monumentos". Ángel Callejas defendía el país “porque lo quiero”.
El tío Amador Callejas era un personaje muy característico, no sólo de la realidad bogotana, sino la de todo el país. Representa al bogotano (“cachaco”) en decadencia: desempleado, impecune, cínico, y “goterero”. Vivía sacando plata prestada a todos. Constantemente huye de sus múltiples acreedores: el zapatero, el tendero, el carnicero, el vendedor, etc. Esto lo hacía vivir “como un gitano”. Tuvo el descaro de sacarle dinero a la joven Hortensia durante los pocos días que ésta laboró en un almacén. Esperaba ansiosamente a que su hermano Honorio muriera para disfrutar de su aparente buena condición económica.
Era un hombre cínico, un parásito, un “tramposo”, un timador, un socaliñero. El prototipo de hombre anodino y mediocre. Por su improductiva vida que llevaba, su hermana Mercedes lo detestaba. Ella hacía de cuenta “que había perdido a un hermano”; para él, ésta era como se “hubiera muerto”. Para su hermano Honorio, era “¡Un grandísimo hijueputa!” Amador Callejas, en su prosaica existencia, pensaba que por todas cosas que pasaban, lo hacían “dudar de la presencia de Dios”.
La tía Mercedes Callejas era una mujer enigmática, con un mundo muy complejo y una insondable personalidad. Daba la impresión de ser una persona autoritaria, entremetida, manipuladora y huraña. “Desde la muerte de Ester se creía en la obligación de dirigir la casa y encargarse de los muchachos...” Afirmaba que “si Ester estuviera viva no sucederían estas cosas. Esta familia va de mal en peor”. Parecía ser un tanto paranoica, y pensaba que “todos están contra mí... Mis propios hermanos están contra mí”.
Mercedes Callejas “no era vieja pero tenía la apariencia de que nunca había sido joven, y conservaba una compostura rígida que la hacía sentirse digna y siempre encontraba motivo para estar vestida de negro”. A pesar de su huraño y complejo universo, era una mujer beata. “Se levantó y sustituyó la veladora consumida que estaba frente a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús por una nueva y se arrodilló a decir sus oraciones”. Tal vez no se había casado, porque tenía su propia opinión del matrimonio, considerando que éste “era cuestión de inteligencia, no de suerte”.
Los personajes encarnan realidades como el capitalismo (Honorio), la burocracia (Gregorio Callejas), el optimismo (Ángel Callejas), la haraganería (Amador Callejas), la prepotencia (Mercedes Callejas), la amistad (Alicia y Hortensia). Estos y los demás personajes son los representantes de una sociedad conflictiva, decadente, intrigante, hipócrita, “tramposa”, arribista, esperanzada, intolerante, mezquina, distante, despersonalizada... Cada uno de ellos se mueve en su ambiente de intereses, quiere imponer su verdad y sacar provecho de las circunstancias, sin reconocer la importancia del otro.
El autor no nos da referencias sobre el perfil profesional de los personajes, desconociéndose si ostentan algún título universitario y cuál era su nivel de información y formación académica.
La mísera vida de estos personajes nos hace reflexionar. Son éstos seres que luchan contra su conciencia y buscan su identidad en sus pesadillas y en sus trabajos anónimos. La mirada del autor, en su cosmovisión del mundo urbano, se “centra en el ser individual, con una marca intencionalidad en reflejar la encrucijada del hombre contemporáneo, su anonimidad, soledad, desarraigo y vacío espiritual” (LITERATURA COLOMBIANA -  CORRIENTES Y AUTORES – Antología. p. 531). Fayad viaja por la dimensión del hombre y por la situación de una conciencia ante su sino irrepetible. La comunicación y la angustia se apuntalan en la estructura de “Los Parientes de Ester”, en donde se nos hiere, confunde y nos pone a pensar.
El realismo de Fayad
Fayad, a través de su narrativa expresionista, su táctica realista y su verosimilitud realista, en un escenario urbano nos describe el desmoronamiento moral colombiano de la época, en donde se cosifica al otro y, mediante el sofisma, la socaliña y el ardid insidioso, se le engaña en búsqueda de oscuros y mezquinos intereses, especialmente económicos. Su narrativa supera al hombre político y lo asume como ser plural, contradictorio. “La virulenta crítica a la familia como  institución social” (LITERATURA COLOMBIANA – CORRIENTES Y AUTORES (Antología). P. 549), es una patética  muestra  del realismo que el autor le imprime a su obra, porque los parientes de Ester traicionan, engañan, mienten y “se traicionan y devoran por dinero, por soledad, por locura” (AYALA POVEDA, Fernando.  Manual de literatura colombiana. pág. 357).
La realidad que nos narra el autor es una patética radiografía de Bogotá: intrigas, chismes, manipulación, engaño, sofismas, desempleo, apariencias, incomprensión, deshumanización... Fayad quiere mostrar la soledad del hombre urbano y la sociedad como una entidad de interrelaciones económicas y culturales. Como ha sido tradicional, siempre prefiriendo lo foráneo, despreciando lo nuestro, sin identidad cultural. “A mí no se me olvida que son los colombianos los que comen chesburger con Coca-Cola y no los gringos los que comen patacones con sobrebarriga”.
El autor nos recuerda una realidad que últimamente angustia al hombre: su propia subsistencia; porque “en este país se necesita mucha honestidad para sobrevivir sin matar a nadie”. Otra realidad que nos preocupa tiene que ver con la falta de empleo para los viejos y el temor a envejecer. “En este país la gente empieza a sentirse vieja a los cuarenta, y en ningún sitio lo aceptan para trabajar”. Aunque el autor no denuncia, si sugiere, explora la conciencia y persigue la problemática cotidiana.
La obra nos persuade que el bogotano fuma y toma demasiado tinto. Podríamos decir que su universo gira en torno del café; era muy importante que no les faltara. “Una noche Doris le informó a la tía Mercedes que el café se había terminado y los parientes tomaron la noticia como una calamidad pasajera”.
Representación de Bogotá
En la novela “Los Parientes de Ester” (1978) se escenifica en Bogotá, y en ella su autor mediante un lenguaje sencillo, matizado de una crítica mordaz, narra la cotidianidad de una familia bogotana de clase media alta en plena decadencia, en los años 40 y 50. Esta familia está conformada por: Gregorio Camero, Ángel Callejas, Amador Callejas, Mercedes Callejas, Victoria Callejas, Julia Callejas, Honorio Callejas y Cecilia Callejas (cuñados de Gregorio Camero), Hortensia, Emilia y León (hijos de Gregorio Camero), Nomar Mahid (esposo de Cecilia Callejas), Rosario (esposa de Honorio), Rosa (“compañera” de Angel Callejas) y Alicia (hija de Cecilia y Nomar). Los demás personajes de la novela, son Solimán (comerciante),  Doris (empleada doméstica de Gregorio Camero) y María (empleada doméstica de Mercedes Callejas).
Bogotá, atrapada por la red familiar de los protagonistas de la novela, no se nos muestra como la “Atenas Suramericana”, sino como una ciudad pobre en expansión, desordenada y afectada por la problemática de violencia. Estos personajes deambulan por ella seguidos por su narrador. Visitan lugares cotidianos: restaurantes, bares, cafés, iglesias, almacenes, cines, calles concurridas... Algunos se desplazan velozmente en automóvil (“el automóvil empezó a ganar velocidad lentamente, y luego iba tan rápido que zumbaba y el viento se convertía en una ráfaga cuando Alicia hundía más el acelerador para dejar rezagado a otro vehículo)”;  otros, lenta (“Tú sabes que yo camino despacio”) o apresuradamente (“Amador Callejas la vio venir tratando de acelerar el paso... la vio alejarse con pasos presurosos”), a pie (“Salió a la calle y caminó un trayecto por la carrera séptima”. Bogotá se nos presenta con sus problemas y complicaciones propias de la época, con su realidad, su ficción y sus penurias.
Fayad, a través de Bogotá, nos acerca con visión crítica a la cotidianidad de las ciudades populosas, “identificadas como grandes urbes en crecimiento desordenado, que expresan una sociedad escindida, compleja, en la que el hombre ha perdido su individualidad y es un ser anónimo que apenas sobrevive al vértigo de la tecnificación y la miseria económica y espiritual” (LITERARURA COLOMBIANA  - CORRIENTES Y AUTORES (Antología). p. 531).
El autor nos muestra la Bogotá tradicional, la capital popular, con “sus cuadras de viejos edificios, de locales de comercio, de restaurantes y puestos de fritanga...”. Nos dice que por sus calles “entre los empleados y los clientes transitan carteristas y raponeros, camorristas malhablados, cachifos sin oficio, mercachifles de la calle doce, esmeralderos de la catorce, piperos de la carrera trece, putas de poca monta, jugadores de dado, tahúres de billar, gamines paroteros, serenateros trasnochados, chulos de copera, cafres patilludos, camajanes descamisados, vendedores ambulantes, revendedores de joyas, detectives sospechosos, anunciadores de ungüentos, culebreros alharaquientos, timadores de bolita, calanchines de tomadores, echadores de suerte, politiqueros sin puesto, traficantes de la calle, pregoneros de felicidad, compradores de botellas y cuchilleros camuflados”
El autor nos narra la patética realidad de Bogotá, con sus buses llenos (“el bus iba demasiado lleno... en el paradero tuvo que esperar un buen tiempo pues a esa hora los buses iban tan llenos que no se detenían a recoger pasajeros”); con la persona que lucha en busca del pan diario, que “apenas gana para comer”; con su compleja problemática social: “Bogotá está llena de gamines y locos”. A pesar de toda esta problemática bogotana, hay “quienes dicen que Bogotá es el mejor vividero del mundo”.
Diferencias de “Los Parientes de Ester”, de Luis Fayad, y el mundo característico de Gabriel García Márquez (G.G.M.)
A pesar de que “Los Parientes de Ester” puede considerarse “como el más significativo logro de la novela colombiana” (LITERATURA COLOMBIANA -  CORRIENTES Y AUTORES (Antología). p. 515), en el ámbito de “La novela colombiana después de G.G.M”, no alcanza a adquirir la relevancia, la categoría, la connotación, la calidad literaria, la magnificencia y la trascendencia de cualquiera de las obras de Gabriel García Márquez, como “Cien Años de Soledad”, “El Coronel no tiene quién le Escriba” o “El Otoño del Patriarca”, por ejemplo. Mientras que a Fayad sólo le interesa construir un libro como quien fabrica un dispositivo destinado a seducir antes que a impresionar,  G.G.M. escribe obras monumentales, grandiosas y expresivas para mostrar mágicamente la compleja problemática y la preocupante realidad de marginamiento de Latinoamérica. Sin embargo, en Fayad poesía y magia, sencillez y dolor se hacen palabra.  Su  novela  no tiene nada que envidiarle a las novelas de su tiempo en nuestro continente, así “algunas incorrecciones sintácticas, algunos tonos dramáticos, algunas simetrías artificiosas” (AYALA POVEDA, Fernando. Manual de literatura colombiana. Educar editores. Bogotá, 1984.  pág. 357)  le quiten a “Los Parientes de Ester” un poco de vigor.
Así “el rigor narrativo de Fayad” llame la atención porque sobresalió sin reparos ante sus compañeros de generación, la narrativa fecunda e imaginación asombrosa de G.G.M. supera el universo narrativo de aquél. La narrativa de Fayad es local y la de G.G.M. es continental. En Fayad hay verosimilitud realista; en G.G.M. se encuentran realidades profundas. El escenario narrativo de Fayad es Bogotá, una ciudad real; una Bogotá que ya no aparece como la simuladora culta “Atenas Suramericana”, sino como metrópoli pobre en expansión, desordenada, que sufre las consecuencias de la violencia. El de G.G.M. es “Macondo”, el pueblo latinoamericano con todas sus miserias, problemas, dictaduras, subdesarrollo, atraso, dependencia y tantas otras lacras que nos despersonalizan. En tanto que el universo del primero es local, el del segundo es cosmopolita. Aunque el narrador en los dos es omnisciente, Fayad se destaca porque mediante el “narrador itinerante” casi siempre se halla junto de sus personajes, siguiéndolos por donde van. (“Amador Callejas salió de la pensión, dobló a la derecha e hizo un rodeo para esquivar la cigarrería de la esquina siguiente”). Su narrativa es expresionista. Utiliza más el diálogo que G.G.M. Fayad no describe la ciudad, G.G.M. describe lugares con lujo de detalles y prodigiosa imaginación, sin descuidar íntimos detalles.
Los Parientes de Ester” se contextualizan dentro del “Frente Nacional”; en donde se refleja “la digresión del orden social acaecido sórdidamente”. En los hechos de G.G.M. se conjugan todos los tiempos del tiempo, y se produce un efecto de intemporalidad en el que se construyen o deshacen mitos y nacen y mueren generaciones cuyas vidas son sofocadas por la violencia, la muerte y la soledad repetida, como en “Cien Años de Soledad”, verbi gracia. Esa intemporalidad existe en un lugar vagamente delimitado aunque ricamente inventado: Macondo, cualquier lugar de América Latina. En Macondo las vidas adquieren una dimensión carnavalesca y los mitos reactualizan el origen del mundo y los momentos de evolución.
Fayad en la descripción de sus personajes capta en su universalidad “gestos, pautas de conducta, ademanes que pertenecen ya al humus perdurativo de esa... gran urbe donde se sueña, se padece y se sobrevive, que es Bogotá” (LITERATURA COLOMBIANA -  CORRIENTES Y AUTORES (Antología). p. 516).  Nadie es víctima  ni verdugo. A veces el inocente es el verdugo y éste es el inocente.  Entre los personajes de G.G.M. “emergen las enfermedades tropicales, las malformaciones congénitas, los conflictos psicológicos, la despersonalización del hombre latinoamericano” (AYALA POVEDA, Fernando. Op. cit. pág. 343). La realidad narrada por Fayad es objetiva.  En G.G.M. lo real adquiere una dimensión imaginaria y lo irreal una dimensión realista. La realidad de Fayad es “histórica” y situada; en G.G.M. subyace una realidad geográfica e histórica, creada entre hechos que son producto de la imaginación.
El universo de Fayad, carente de barroquismo y retórica, es imparcial, exento de lamentos y castigos por las frustraciones de su época; aporta su marcha histórica, lingüística y cultural; respeta a sus personajes; hay movilidad narrativa, verosimilitud realista. El de G.G.M., donde la verdad y la mentira se confunden, en los símbolos que llevan consigo los mitos y las representaciones vivenciales, se proyectan realidades aplastantes del hombre latinoamericano y sus formas de enfrentarlas. En su universo ubicado por algunos en el realismo mágico, maravilloso o imaginario, los valores tradicionalmente concedidos a lo real y lo irreal se confunden, de tal suerte que no hay posibilidad de entenderlos de manera contradictoria, se destacan el humorismo nacido de la exageración, el absurdo y lo imprevisible. Fayad se enmarca dentro del Realismo Neocrítico, que es una “mirada que pretende explorar la realidad de la vida y la realidad de la ficción dentro de una pluralidad de espacios ideológicos, sociales, estéticos, lúdicos y simbólicos” (AYALA POVEDA, Fernando. Op. cit. pág. 352).

* FAYAD, Luis. Los Parientes de Ester. Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, 1993.
LUIS ANGEL RIOS PEREA

No hay comentarios:

Publicar un comentario