miércoles, 24 de agosto de 2011

NIETZSCHE Y EL ANTICRISTO


Con su particular estilo ataca instintivamente al cristianismo, producto de su “guerra al cristianismo”, tal como lo reconoce en su Ecce Homo. En su “práctica bélica” se aprecia claramente que ataca a una “causa que triunfa”. Es evidente la forma tan contundente como “dinamita” al cristianismo. Con sus “guantes” y su “martillo”, en forma virulenta, propina golpes certeros al corazón del cristianismo. Con su “naturaleza belicosa” dispara su artillería pesada contra los sacerdotes y san Pablo, responsables de haber inventado los decadentes conceptos de “Dios”, “alma”, “inmortalidad del alma”, “más allá”,  “vida eterna”, “redención”, “bienaventuranza”, “compasión”, “amor incondicional” y “pecado” (el gusano roedor de la conciencia). El cristianismo reprimió los instintos vitales de la vida pletórica y enseñó el desprecio del cuerpo, predicando la moral y los valores de la decadencia. En todo caso, su demoledor ataque no es contra Cristo sino contra el cristianismo.


La obra no debería llamarse El Anticristo, sino El Anticristiano, pues, como se puede apreciar, Nietzsche no está en contra de Cristo sino en contra del cristianismo. Él mismo es claro cuando dice en su Ecce Homo (como principio de su naturaleza y práctica bélica) que jamás ataca a personas. Todo el rigor de su inconformidad se dirige hacia el cristianismo, hacia el cristiano.

Si bien es cierto que el contundente ataque contra el cristianismo es muy merecido y está bien fundado (y pienso que se quedó corto, debido a que el cristianismo se merece un ataque más intenso y desmitificador), porque esta doctrina tiene “cuentas pendientes” con la humanidad, debido a que, efectivamente, le ha causado más mal que bien y es responsable de la decadencia de la actitud vital de muchas personas y de propiciar en ellas una mentalidad del rebaño, también es cierto que no todos los cristianos son decadentes por causa de la práctica cristiana, sino por otras circunstancias del entorno que lo alienan, le impiden desarrollar su sentido crítico y lo convierten un ser del rebaño. Lo que más repudio del cristianismo, y por ende su “moral cristiana” es haber hecho de la sexualidad (la genitalidad) algo sucio, indecente, inmoral, prohibido. Así, generó un desprecio por el cuerpo, por el disfrute del cuerpo, haciendo que las personas sientan vergüenza de su cuerpo. “Sólo el cristianismo, que se basa en el resentimiento contra la vida, ha hecho de la sexualidad algo impuro: ha arrojado basura sobre el comienzo, sobre, el presupuesto de nuestra vida... “


No comparto en su totalidad la intención nietzscheana de potenciar un hombre que, con su mentalidad aristocrática y su fuerza vital, se imponga a los demás. Tampoco que esté a favor de las jerarquías de hombres dominadores y que se muestre partidario de las religiones donde se prediquen doctrinas que favorezcan el sistema de castas.

A mi juicio, son ofensivos los epítetos de “decadente”, “araña fatal”, “idiota” y “teólogo agazapado” con que ataca a Kant. Es cierto que algunos de sus puntos de vista, como el de llegar a demostrar la existencia de Dios sólo mediante la fe, no me convencen, pero Kant es un pensador grandioso y monumental que no se merece semejantes términos tan peyorativos.

De todas formas es muy laudable que apareciera un filósofo valiente que fuera capaz de “cantarle la tabla” a esta doctrina que venía “haciendo de las suyas” (sin que nadie se atreviera a cuestionarla de esta forma tan punzante) a costa de la salud vital de la civilización occidental, principalmente.

Práctica bélica nietzschena:

“Primero: yo sólo ataco causas que triunfan; en ocasiones espero hasta que lo consiguen. Segundo: yo sólo ataco causas cuando no voy a encontrar aliados, cuando estoy solo, cuando me comprometo exclusivamente a mí mismo. No he dado nunca un paso en público que no me comprometiese; éste es mi criterio del obrar justo. Tercero: yo no ataco jamás a personas, me sirvo de la persona tan sólo como de una poderosa lente de aumento con la cual puede hacerse visible una situación de peligro general, pero que se escapa, que resulta poco aprehensible. Así es como ataqué a David Strauss, o, más exactamente, el éxito, en la “cultura”alemana, de un libro de debilidad senil. A esta cultura la sorprendí en flagrante delito. Así es como ataqué a Wagner, o, más exactamente, la falsedad, la bastardía de instintos de nuestra “cultura”, que confunde a los refinados con los ricos, a los epígonos con los grandes. Cuarto: yo sólo ataco causas cuando está excluida cualquier disputa personal, cuando está ausente todo trasfondo de experiencias penosas. Al contrario, en mí atacar re presenta una prueba de benevolencia y, en ocasiones, de gratitud. Yo honro, yo distingo al vincular mi nombre al de una causa, al de una persona: a favor o en contra; para mí esto es aquí igual. Si yo hago la guerra al cristianismo, ello me está permitido porque por esta parte no he experimentado ni contrariedades ni obstáculos; los cristianos más serios han sido siempre benévolos conmigo. Yo mismo, adversario de rigueur [de rigor] del cristianismo, estoy lejos de guardar rencor al individuo por algo que es la fatalidad de milenios”. (El Eccehomo).



En resumen, su práctica bélica puede resumirse en cuatro principios. “Primero: yo sólo ataco causas que triunfan… Segundo: yo sólo ataco causas cuando no voy a encontrar aliados, cuando estoy solo… Tercero: yo no ataco jamás a personas… Cuarto: yo sólo ataco causas cuando está excluida cualquier disputa personal…”.

LUIS ANGEL RIOS PEREA
luvina1111@yahoo.com

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