miércoles, 24 de agosto de 2011

MI COMENTARIO SOBRE "EL NOMBRE DE LA ROSA"




El Nombre de la Rosa es una extraordinaria y extensa novela, en la que se evidencia, de manera irrefutable, el amplio conocimiento que posee Umberto Eco sobre el entorno histórico, político, religioso y humano de la época y contexto en que se desarrolla el relato.

El libro, que empieza aclarando el origen (que no es muy claro) del supuesto manuscrito de Adso, cuenta con un prólogo, donde se relata el contexto político y religioso del siglo XIV y se reseña a Guillermo de Baskerville, y ocho capítulos (siete a manera de días y uno a guisa de epílogo). La novela contiene el relato de lo acaecido durante los siete días en que Adso y Guillermo permanecieron en la abadía, matizado de recueros, experiencias y reflexiones de Adso. Aunque la forma en que se narra es amena, el texto encierra cierta complejidad porque su contenido es producto del vasto conocimiento de un gran estudioso del tema, el cual profundiza en acontecimientos, intrigas y realidades del entorno.

Ciertos monjes, especialmente Jorge, acudían a diversos procedimientos, algunos ilícitos, con tal de que no se conocieran ciertas cosas que debían permanecer ocultas, ya sea por conveniencia e intereses de la abadía, del abad o de la cristiandad. Por eso en torno de la biblioteca imperaban prohibiciones e insondables misterios. Para evitar el ingreso de curiosos, se ideaban e implementaban artificios que alejaran a los intrusos, ya sea por termor a los falsos fantasmas o para eludir las alucinaciones, producidas por efectos de plantas, que ocasionaban visiones de supuestas almas o espectros de monjes fallecidos. Todo se justificaba con tal de que no tuvieran acceso a ciertos textos, en especial al de la risa, escrito por Aristóteles. Jorge, empeñado en ocultar el escrito aristotélico, puesto que detestaba la risa, llegó al extremo de maquinar crímenes, luego de haber hurtado un veneno con el que impregnó dicho texto.

Esta grandiosa obra, además de ser un “relato policíaco”, contiene ingredientes, elementos y pasajes de novela histórica, política, científica, religiosa, romántica… Se evidencian conocimientos de lógica, semiología, ciencia, religión, política, metafísica, ontología, derecho canónico…

El autor cuestiona instituciones como la Inquisición (tan oprobiosa hogaño ante nuestra razón y entendimiento), los inquisidores y el poder, tanto imperial como papal. Exalta el valor de la lógica como herramienta útil para el razonamiento, y hace gala de un hábil dominio de la semiología.

La Inquisición, esa infame institución, no sale bien librada de la pluma del autor, por cuanto denosta de ella, señalando que acude a los artificios, al temor, a la intimidación, entre otros sórdidos procedimientos, para obtener (¿o arrancar?) la confesión de los procesados, así sean culpables o no. Precisamente, por ser algo tan  siniestro, Guillermo (un monje, en apariencia, sabio y prudente)  la abandonó. En el juicio a Remigio se evidencia cierta farsa, pués, con tal de defender los intereses de la iglesia, el inquisidor Bernardo acudió a prácticas oprobiosas para la dignidad humana, confundiéndolo y aterrorizándolo (con la tortura) para que confesara su herejía y sus crímenes concomitantes con ésta, y los asesinatos de los monjes (que investigaba Guillermo), que evidentemente él nunca cometió.

Este libro, si queremos saber qué dice y qué quiere decir su autor, es necesario leerlo y releerlo, porque su contenido no lo comprendemos fácilmente, debido a su enorme extensión y a la gran cantidad de temas que maneja, articula y entrelaza. Eco, como intelectual, semiólogo, filósofo y, sobre todo, como escritor culto, no nos permite captar la enorme riqueza de su novela si no acudimos a la relectura atenta y comprensiva.

El autor, que expresa, de manera un tanto velada en ocasiones, sus pareceres con respecto a la realidad del contexto medieval, muestra cómo el instinto se impone por encima de los votos de castidad y los dogmas religiosos, evidenciando que la naturaleza humana está por encima de prohibiciones y condicionamientos y religiones. Desnuda a los hombres del medioevo, ya sean santos, religiosos o políticos, para que veamos sus debilidades, sus pasiones, sus ambiciones, su lujuria carnal y del saber, sus odios, su intolerancia, sus intrigas, sus miedos y su profunda alienación política y religiosa.

Se apasiona por temas como la herejía, el poder imperial y papal, la riqueza, el poder y la influencia de la abadía, el Anticristo, la risa, la pobreza de cristo, las intrigas imperiales y papales, y exalta la importancia de Aristóteles. Pone en duda que exista un orden en el universo… Para él, la verdad “no es otra cosa que la adecuación entre la cosa y el intelecto”.

Algo que me impactó desde la primera lectura y con lo que me muestro en desacuerdo, es con la actitud y el procedimiento de Guillermo y Adso que dio origen al incendio de la abadía. Como es evidente, ellos no son los directos responsables, pero, de manera involuntaria, contribuyeron a que se iniciara la conflagración, debido a que, al perseguir a Jorge para evitar que se comiera el libro envenenado, se cayó una de las lámparas, responsable de propiciar las llamas que terminaron consumiendo el monasterio y quemando a varios  monjes y a personas que servían allí. Además, desapruebo que se hayan hurtado las lámparas, así este ilícito tuviera buenas intenciones y fuera de utilidad para el esclarecimiento de los crímenes, porque el fin no puede justificar los medios.

Si bien es cierto que se trata de una extraordinaria novela, su narrativa no es ningún portento, por cuanto no posee esa fuerza o esa gracia que requiere una obra para que me atrape o me cause una prounda admiración e impacto. Así como su estructura profunda es muy entretenida e interesante, su estructura superficial carece del atractivo necesario para su disfrute. A ello contribuye el hecho de que abunden expresiones y fragmentos en latín, que, sin saber por qué, no fueron traducidas.

Ignoro qué criterios tuvo en cuenta el autor para titular su novela, porque “el nombre de la rosa, aparentemente, no tiene nada que ver con el desarrollo de la novela, en la cual sólo se menciona el sustantivo “rosa” una vez, sin que éste haga alusión a la muchacha que yació con Adso. Es posible que, a pesar de que yo no lo infiera, tenga alguna relación con la joven, o que la rosa tenga una simbología (desconocida para mí) que tenga mucho que ver con la temática de la obra en esa época.

LUIS ANGEL RIOS PEREA


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