martes, 23 de agosto de 2011

MI VISION LITERARIA DE "MADAME BOVARY" DE GUSTAVO FLAUBERT




Gustave Flaubter a través de su extraordinaria y formidable novela “Madame Bovary”, acudiendo a un estilo muy particular, mediante una portentosa narrativa nos cuenta que Emma Rouault (Madame Bovary) se casa con el médico Carlos Bovary, creyendo estar enamorada, pero como no logra encontrar felicidad con él, comete adulterio con León, pasante del notario de Ruán, y Rodolfo Boulanger, acaudalado solterón, con quienes, a pesar de disfrutar intensamente de sus pasiones instintivas, tampoco encuentra la tan anhelada y esquiva felicidad; razón por la cual, decepcionada de sus amantes y acosada por las deudas, se suicida con arsénico. “Emma Bovary, con la imaginación repleta de románticas ilusiones sobre el amor y la pasión, se topa con la realidad de un insípido matrimonio que la ahoga. Entonces busca las sensaciones y emociones, que cree existen por haberlas leído en los libros, por medio de una serie de aventuras amorosas. Lo que ella ve y siente al principio como grandes pasiones, verá después que en realidad no son mucho más interesantes que su aburrida vida matrimonial. En un ataque de desesperación, se quita la vida”1 Emma es el prototipo de la insatisfacción conyugal.

Gracias a su maestría narrativa nos presenta una historia profundamente humana, en la cual se evidencia la esmerada perfección de un estilo muy particular. Es evidente el cuidado al reproducir con exactitud los ambientes, costumbres, caracteres y sentimientos humanos. La propiedad de las palabras, la armonía de la frase y el valor evocador de ritmos y sonidos son otros de los elementos distintivos. A través de su hondo conocimiento de las miserias y grandezas del alma humana, logró construir, mediante una perfecta arquitectura de palabras que conforman un lenguaje conmovedor, un trabajo monumental para brindarnos un recóndito análisis de la psiquis de Emma Bovary, una apasionada y soñadora mujer, que, al no encontrarle sentido a su atribulada y confundida existencia, decide suicidarse porque no logró superar el apabullante conflicto que le produjo el choque de lo ideal con lo real. “Y esa alma, tan humana como cualquiera, de cualquier lugar y momento, ha sido perfectamente construida y dibujada por el genio de Flaubert”2

Reconozco su desafiante valentía y su acendrado espíritu crítico para retratar y enfrentar a la sociedad burguesa de su tiempo (dogmática, melindrosa, arribista, superficial y vacía), cuestionando el tradicional orden social establecido, los rígidos y absurdos convencionalismos morales, la decadente y alienadora religión cristiana y la férrea y autoritaria educación, entre otros aspectos; a la vez que ensalza y hace resplandecer las luminosas ideas de la ilustración. Ésta y otras características hacen de su novela una alegoría planetaria, por cuanto, así la problemática planteada se circunscriba dentro de un contexto espacio-temporal determinado, su contundente vigencia y abrumadora universalidad son evidentes en nuestro tiempo, y algunas de las realidades tratadas en el libro concitan al debate, a la controversia, al cuestionamiento y, sobre todo, a su replanteamiento.

El autor se muestra como antigurgués, antirromántico y antipolítico. Nabokov aclara que la burguesía que critica es la burguesía que es sinónimo de filisteísmo. Para Flaubert, los filisteos son las “personas preocupadas por el aspecto material de la vida y que sólo creen en los valores convencionales”. El término bourgeois equivale a filisteo. “Nunca emplea la palabra buorgeois con connotaciones político-enconómicas marxistas  de ningún género. Burgués, para Flaubert, es un estado del espíritu, no es un estado del bolsillo”3  Su aversión por la burguesía no la enfoca en el burgués como representante de una clase social, “sino como representante de una forma de vida”4 Su odio es una congoja por la ausencia de espíritu de personas que jamás sienten inquietudes internas. “El odio contra la burguesía de actitud podía llegar en él hasta el sufrimiento corporal. Por lo demás, con esa lucha contra el burgués ocurre lo mismo que con la lucha contra el romanticismo: no sería tan violenta si no tuviera que dirigirse contra un peligro de la naturaleza propia, cuya subyugación es impulso esencial de su inexorabilidad artística”5 Su lucha contra el burgués es una lucha contra su mundo de ideas y expresiones. “El carácter principal del burgués consiste en que sólo sea capaz de pensar lo que otros ya pensaron, y en que no juzgue sino que prejuzgue, lo cual tiene que hacer posible recopilar sus clisés y prejuicios, ordenarlos y elaborar con ellos una especie de enciclopedia de la necesidad burguesa”6 Su hostilidad política y antiburguesa es un caso particular de su desesperación general. “Emma Bovary es inteligente, sensible, relativamente culta, pero tiene un espíritu superficial: su encanto, belleza y refinamiento no anulan el fatal talante de filisteísmo que hay en ella”7  Según el escritor y periodista Luis Eduardo Jaimes Bautista, la crítica del marxismo dialéctico la vió “como un reflejo del juego de fuerzas entre las subclases de la burguesía, sin pododer desentrañar, no obstante, el atractivo de una mujer desclasada, que desprecisa sus máximos valores (el ahorro, la buena administración, el deseo de enriquecimiento), y que no es capaz de reflexión intelectual, podríamos añadir, ya que la mueve la pasión del sentimiento, el deseo de algo inasible, de estar en otro sitio y de ser otra…” (Vanguardia y cultura No. 1847. Suplemento del periódico Vanguardia liberal. Bucaramanga, 3/NOV/07).

Su antirromanticismo, concomitante con los ideales y la estética del Realismo, es evidente en la novela cuando nos cuenta que Emma se extasiaba leyendo novelas y poesías de escritores como Scott, Chateaubriand y Lamartine, entre otros, autores esencialmente  románticos. Aquí, como en el Quijote de la Mancha, que enloquece por leer libros de caballería, Emma se forja su propio destino fatal con la lectura de literatura romántica. Para Flaubert, romántico significa el “hábito soñador e imaginativo de la mente, por el que ésta tiende a recrearse en posibilidades pintorescas derivadas sobre todo de la literatura”. Una persona romántica, en este sentido, es una persona que vive mental y emocionalmente en un mundo irreal. “Flaubert se dedica a estudiar  bajo un profundo lente clínico la influencia del romanticismo en su personaje principal”8 El autor, al “cultivar” a Emma desde su niñez en ese tipo de lecturas, nos insinúa al romanticismo como responsable de haber sumido a Emma en un fantástico mundo irreal, lleno de sueños, de ensoñaciones, de fantasías e ideales inalcanzables. “La obra de Flaubert es una de aquellas grandes liquidaciones del romanticismo realizadas a mediados del siglo XIX”9

Sea considerada como relato de costumbres referido a la vida provinciana francesa o penetrante análisis psicológico, Madame Bovary es una extraordinaria novela que debe ser leída por todo aquel que esté interesado en la literatura clásica y penetrar en el conocimiento de la psicología profunda del ser humano. Tal como nos advierte Vladimir Nabokov, es muy posible que la joven Emma Bovary no haya existido nunca, perola novela Madame Bovary existirá siempre. Bovary, subtitulada Costumbres provincianas, “es, en apariencia, una convencional historia de adulterio, pero logra convertirse en un profundo análisis de la humanidad y, en concreto, en un ataque a la monotonía y a las desilusiones de la vida burguesa”10

El autor, a través de su excelsa prosa poética, nos pasea por un mundo fascinante, en el cual nos encontramos con una mujer profundamente soñadora e ilusa. Desde su niñez empezó a soñar y a vivir en un mundo fantástico. Su estadía en el convento fue decisiva para el cultivo de ese universo infinito de sueños, ensueños, ideales, quimeras, ilusiones y fantasías. Su desbordante fantasmagoría e imaginería se nutrió de esa cultura novelesca y superficial que le ofrecían los libros que leía y lo que extraía de ellos. “Emma es una gran lectora de novelas de amor, de relatos más o menos exóticos y de poesía romántica… Lee los libros emocionalmente, a la manera superficial de los jóvenes, poniéndose en lugar de ésta o de aquella heroína”11 Esos libros, fundamentalmente románticos, la embrujaron con los amores y los hombres ideales con los que ella soñaría y deliraría toda su aciaga y fugaz existencia. “La gran vida de hombres y mujeres que se desenvolvían en ámbitos casi imaginarios y sus igualmente fascinantes existencias, se le antojaron a Emma como la confirmación de sus desvelos”12 Pero fue, precisamente, esa educación conventual, saturada de convencionalismos religiosos y adormecimiento en el romanticismo, la que configuró su ilusa y equívoca cosmovisión de la realidad. “Emma fue educada con la sencillez e ingenuidad más acendrada. Sus días de formación, en efecto, la proveyeron de un sin fin de imaginerías y amañadas versiones del romanticismo y el amor”13 El mundo ideal que construyó con su aletargador universo romántico durante sus años de pubertad y adolescencia no coincidió con el trágico y desgarrador mundo real de su adultez. “Emma, que en su juventud se había embriagado con las lecturas románticas, sueña con otro tipo de vida rebosante de pasiones y situaciones idílicas”14 A pesar de su mundo ideal, Emma no era una hija vulgar y corriente de un granjero: “era una joven graciosa, una mademoiselle, educada en un buen internado junto a señoritas de la burguesía”15

Como no sabía qué era lo que en realidad quería, tomó decisiones erráticas que comenzaron con su matrimonio. Viviendo una existencia inauténtica, se sumergió en el arribismo, la superficialidad, la idealización del amor, las veleidades, las mentiras, las aventuras, el adulterio, el odio a su esposo… “Superficial y arribista, persigue lo infinito, en ese insaciable afán de aventuras y veleidades, de febriles y soñados sentimientos. Es rotunda su incapacidad para aceptar lo cotidiano cuyo encanto reside, precisamente, en la serenidad de su transcurso. Se instala en el amor, no lo crea; lo idealiza y de él espera la redención del ánimo y los motivos que den sentido a su vida; transita por ésta expectante y sumisa ante los otros en quienes vuelca sus necesidades, y a quienes hace involuntarios amos de los instantes de luz que en breve tiempo regresan a la penumbra”16 En ese mundo ideal, buscando la felicidad encontró la desdicha. ¡Qué irónico: su vida comenzó como un sueño poético y terminó en un desencanto!  “Aburrida de la vida que lleva, y frustrada con su matrimonio, decide serle infiel a Carlos y buscar afanosamente la felicidad que ella ha creado en sus fantasías”17

Para esta atribulada mujer, que tenía repentinos accesos de irritabilidad y fatiga, y que vivió acosada por las furias y tempestades de su pensamiento,  el matrimonio como el adulterio le resultaron igualmente sosos. Ninguno le permitió encontrar la felicidad que tan afanosamente buscaba. “El descubrimiento de su ambiente mundano terminó por crear en Emma una aversión total hacia su marido y todo lo que él representaba: la rutina, la casa, Tostes, días interminables que la asfixiaban al repetirse monótonos una y otra vez”18 Perdida como estaba en su mundo de frivolidades, no se persuadió que la plenitud amorosa únicamente se logra en intensos y fugaces instantes, que al prolongarse generan sinsabores y amarguras. Cuando inició sus idilios extraconyugales, en los cuales decía haber encontrado la dicha soñada, todo era alegría, gozo y placer, pero a medida que se prolongaban se iban complicando y deteriorándose. “Seres como Emma Bovary no responden agradecidos a estos regalos del amor y pretenden hacer de ellos una imposible continuidad de matices; en su interior no está la fuerza que mantiene erguida la propia existencia”19 Todo ese convulso torbellino de ilusiones, fantasías, ideales, quimeras, emociones encontradas de amor y odio, sueños, ensueños, pasiones, sufrimientos, frustraciones, frivolidades, insensibilidades, decepciones… la condujeron a una dura realidad que no ofrece otras salidas posibles a las tradicionales que impone nuestro complejo e intrincado sistema del modelo occidental. “Los altibajos de las emociones de Emma –sus anhelos, pasiones, frustraciones, amores y desengaños-, toda una gama variada de sentimientos, terminan en la muerte violenta y repugnante que ella misma se inflige”20

Posiblemente, la ausencia de la figura maternal pudo haber contribuido a la formación de Emma, pues no tuvo un referente femenino real y filial para templar y atemperar un carácter que le hubiera permitido situarse en la realidad de la compleja condición de una mujer ecuánime y equilibrada mental y emocionalmente.

Adentrándonos en su complejo mundo psicológico, encontramos que Emma, posiblemente, padecía del trastorno de personalidad esquizoide, que consiste en un patrón de conducta en que una persona se muestra aislada y sin consideración por los demás y se caracteriza por su incapacidad o deseo de formar relaciones sociales ni sentimientos de afecto o ternura. Por su esposo sentía odio, no la conmovió la muerte de su suegro y no demostraba afecto ni ternura por su hija. Era un poco huraña e insensible.

A pesar de las quimeras y las “puerilidades” de Emma, admiro en este personaje su grandiosa capacidad de soñar, de buscar un futuro mejor, de anhelar la felicidad, de tratar de buscarla donde estuviera, sin importar las consecuencias, lo cual la lizo vivir en el riesgo, en el peligro, en la aventura, tal como nos recomienda vivir Nietzsche (para vivir auténticamente). Algunas de sus cualidades le sirvieron para ocultar sus defectos. “En Emma, la vulgaridad y el filisteísmo quedan velados por su gracia, su astucia, su belleza, su inteligencia sinuosa, su poder de idealización, sus momentos de ternura y comprensión, y por el hecho que su breve vida de avecilla termina en tragedia humana”21 Es cierto que sucumbió en su intento de encontrar la felicidad, pero lo intentó; si las cosas no se dieron, no fue culpa de ella sino “de la fatalidad”.  No se puede desconocer que MadameBovary “trata del delicado cálculo del destino humano”22

Esa insaciable ansia de soñar de Emma me enternece. Esas son las alas que le permiten a uno soportar las amarguras del “mundo real”. Dichosos los que tienen esa inmensa capacidad de soñar, pues, al fin y al cabo, en la imaginación de la persona están todos los mundos posibles. No acusemos a Emma de soñadora; como todo ser humano, estaba en todo su derecho a soñar. El determinismo y convencionalismo de algunas circunstancias sociales, económicas, religiosas y morales del contexto también contribuyeron al destino fatal de Emma. No todos los espíritus soñadores tienen un sino aciago. Muchas veces, los sueños son los que nos permiten encontrarle un horizonte a la existencia.

Surgen entonces inquietantes interrogantes: ¿Vivir toda una vida de aburrimiento al lado de un ser que no se ama, sólo por “serle fiel”? ¿Seguir buscando la felicidad donde no se encuentra? ¿Resignarse al destino? ¿No intentar algo y lamentarse siempre? ¿Esperar pacientemente que el otro se percate de que uno no es feliz y trate de posibilitar esa felicidad que debe ser compartida? ¿O lanzarse, por cuenta y riesgo, en búsqueda de los ideales, de las fantasías, de los sueños, de la felicidad? Emma, sin importar las consecuencias (y es ahí en donde radica su “valentía”) se entregó a trasegar por el incierto camino que a veces conduce a la felicidad. No la encontró, pero sí halló otros sucedáneos como el placer, el amor, el disfrute de su genitalidad, la toma de sus propias decisiones… De manera, pues, que si la felicidad nos es esquiva, ¿debemos permanecer pasivos y no salir en su búsqueda? ¿Acaso la finalidad última de la vida no es la búsqueda de la felicidad?

Es evidente que Carlos, a pesar de sus esfuerzos por tratar de hacer feliz a Emma, no lo logró. Sólo consiguió que lo odiara. Su vida monótona y plana “nada tenía que ver con la que ella añoraba”23 Vemos cómo se esmeraba Carlos por complacer sus caprichos y brindarle todo el bienestar posible. No obstante, el amor de Carlos por Emma ser “un sentimiento real, profundo y verdadero, en absoluto contraste con las emociones frívolas o brutales que experimentan Rodolfo y León, sus engreídos y vulgares amantes”,24 no pudo contribuir a su esquiva felicidad. Carlos, “a pesar de toda su estupidez, amaba a Emma con una adoración profunda, patética…”25 Pero para ella, él era responsable de su infelicidad; era un desgraciado, un mediocre, un vulgar… “Carlos es un cargante, un pesado sin atractivo, inteligente, ni cultura, y con toda una serie de ideas y hábitos convencionales. No fue más que un leño arrastrado por la impasible corriente del hado. La falta de voluntad lo acompañó durante toda su vida”26 

Carlos era un personaje tan anodino y mediocre que cuando aceptó, frente a Rodolfo, que lo sucedido a Emma había sido culpa de la fatalidad, fue “el único momento en que ese hombre se elevó por encima de lo cotidiano de su existencia y en un especie de iluminación descubrió la ley con arreglo a la cual transcurrió esa existencia”27

Sin ningún espíritu machista, disiento un poco de los epítetos de “sinvergüenzas, engreídos, vulgares, bajos, brutales, insulsos, cobardes, vanidosos” dados a León y Rodolfo por Nabokov. Si bien es cierto que se valieron de audaces ardides convencionales y de seductores torrentes de retórica (sobre todo en el caso de Rodolfo) para conquistar a Emma, que estaba ávida de aventuras y de pasiones extremas, no se perciben actitudes de evidente cinismo ni oprobiosas conductas dirigidas a infligirle daño deliberado a Emma. Sin importar las razones por las cuales no pudieron facilitarle el dinero solicitado para satisfacer sus deudas, sus faltas de “solidaridad” estarían justificadas. Ellos no tenían ninguna obligación social o moral de facilitarle dinero para el pago de una cuantiosa deuda, producto de su ostentación, caprichos y debilidades. Rodolfo no podía estar de acuerdo con una locura como la de fugarse con ella, tratándose de una mujer casada, con una hija y que lo abrumaba con sus desbordados y comprometedores delirios pasionales. León tenía que velar por su futuro emocional y laboral, y al lado de Emma éste se vería incierto. Además de decirle que la amaban, producto de sus exacerbadas pasiones lujuriosas, no le juraron amor eterno ni le propusieron que abandonara a su esposo por ellos. Tampoco le garantizaron prodigarle la felicidad que tan inconcientemente buscaba. Encuentro justificadas las razones de Rodolfo para no huir con ella, puesto que él, con su vida hedonista y sibarita, inexorablemente la hubiera arrastrado al abismo.

El mensaje implícito en su novela sirve a los adolescentes en su dinámica personal y existencial de búsqueda de identidad, por cuanto las frivolidades de Emma son un llamado a los jóvenes para que se “ubiquen” en su realidad, es decir, para que “despierten” y reflexionen para saber dónde están, para dónde van y qué quieren hacer en la vida. Su obra invita a vivir “aterrizados”, a  buscar la felicidad (suprema finalidad de la existencia), equilibrando armónicamente las emociones con la razón, y a encontrarle sentido a la vida, para no terminar trágicamente como Madame Bovary, que soñó con un mágico y encantador mundo ideal, colmado de amor y felicidad, pero despertó con un amargo y desencantador mundo real, pletórico de miserias, tristezas y desengaños. Flaubert “ejemplariza las distintas facetas de su sentimiento de fracaso, de su noción de inviabilidad, de la grandeza, del ideal, del amor, de la gloria y del saber, tal como lo concebían los realistas, entre los cuales él figura como uno de los más destacados exponentes”28

Si somos incapaces de superar el profundo abismo entre los sueños y la realidad, entre lo ideal y lo real, encontraremos dificultades para alcanzar la anhelada felicidad, viéndonos expuestos a dolorosas situaciones que nos conducen a la pérdida del sentido de la vida, al pretender conquistarla en un mundo de fantasías, que cuando choca con la inexorable realidad terminamos trágicamente la existencia.

El autor pretende mostrar las lamentables y fatales consecuencias por no afrontar la vida de manera auténtica, responsable, comprometida  y “ubicada”. Si pretendemos vivir en un mundo fantástico, alejado de la dura y patética realidad, los conflictos emocionales y existenciales serán obstáculo para la consolidación de un proyecto de “vida buena”, mediante el cual podamos tratar de alcanzar el fin supremo de toda existencia: la anhelada y esquiva felicidad. “Flaubert aprovecha esta búsqueda de la felicidad inasequible para denunciar, a través de Emma, la inconformidad de los seres humanos y el afán que tienen algunos individuos de querer ser y de vivir una vida que sólo pertenece a sueños”29

Cuántas de las personas que a diario deambulan alrededor nuestro tienen algo de los personajes de la novela: soñadores, seductores, mentirosos, inescrupulosos, desleales, “adúlteros”, desgraciados, ambiciosos, endeudados… Muchos vivimos en un eterno conflicto entre lo ideal y lo real. Todas las pasiones humanas desfilan a través de la obra. En el plano semiológico encontramos en ellos símbolos como: el adulterio (Emma), la mediocridad (Carlos), la sobriedad (León), la seducción o la pasión fingida (Rodolfo), la haraganería (el padre de Carlos), la insulsez (el cura), el progreso (Homais), la usura (Lheureux)... La gorra, esa prenda lastimosa y de mal gusto, que llevó Carlos a su primer día de clase simboliza la desacertada y lamentable vida futura del infortunado Carlos. El lago de mermelada de la torta de matrimonio de Emma, es una especie de símbolo premonitorio de los románticos lagos suizos por los que vagará ésta en sus sueños. La quema del ramo de novia de Emma es el símbolo de su posterior futuro. La pérdida de la perrita de Emma durante su traslado de Tostes a Yonville “simboliza el fin de sus sueños benignamente románticos y elegíacos, y el inicio de ensoñaciones más apasionadas en la Yonville falsa”30 Según Nabokov, el susto o espantada de su caballo cuando iba para Les Bertaux es una “sutil premonición de que la pacífica vida del joven va a desbaratarse”

A pesar de las viles pasiones, miserias y debilidades humanas de los personajes, es importante rescatar la enorme capacidad de soñar de Emma; el estoicismo, el amor incondicional, la comprensión y la tolerancia de Carlos; el anticonvencionalismo moral de Rodolfo, la fe en el progreso y la ciencia, la vehemente defensa de las ideas de la Ilustración y la mentalidad iconoclasta de Homais; la sagacidad como comerciante de Lheureux... Desde el punto de vista filosófico, encontramos espíritu idealista en Emma, racionalista y positivista en Homais, vitalista de corte nietscheano en Rodolfo, estoicismo en Carlos, pragmatismo en el notario Guillaumin…

Es tal la influencia de esta novela que se creó el concepto psicológico “bovarismo”, que “es un estado de insatisfacción crónica de una persona, producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones (a menudo desproporcionadas respecto a sus propias posibilidades) y la realidad, que suele frustrarlas” (Vanguardia y cultura No. 1847. Suplemento del periódico Vanguardia liberal. Bucaramanga, 3/NOV/07).

Emma y Carlos no culparon a nadie por sus infortunios. Emma, en su carta de despedida, escribió: “Que no se culpe a nadie…” Carlos, por su parte, luego de aclararle a Rodolfo que no lo odiaba, le dijo: “La culpa la tuvo la fatalidad”.


NOTAS

1  Enciclopedia Microsof Encarta.
2  MENDEZ BERNAL, Rafael. 101 clásicos de la literatura universal resumidos.
3  NABOKOV, Vladimir. Curso de literatura europea.
4  FRIEDRICH, Hugo. Tres clásicos de la novela francesa.
5  Ibídem.
6  Ibídem.
7  NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.
8  VARIOS. 12.000 minibiografías
9   FRIEDRICH, Hugo. Ob. Cit.
10  Enciclopedia Microsof Encarta.
11  NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.
12  MENDEZ BERNAL, Rafael. Ob. Cit.
13  NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.
14  VARIOS. 12.000 minibiografías
15  NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit. 
16  NOGUERA SAYER, Leonor. En busca de una vida propia.
17  VARIOS. 12.000 minibiografías.
18  VARIOS. 2.000 años de literatura universal.
19  NOGUERA SAYER, Leonor. Ob. Cit.
20  NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit. 
21   Ibídem.
22  FRIEDRICH, Hugo. Ob. Cit.
23  VARIOS. 2.000 años de literatura universal.
24  NABOKOV, Vladimir. Ob. Cit.
25   Ibídem.
26   Ibídem.
27   FRIEDRICH, Hugo. Ibídem.
28  VARIOS. 2.000 años de literatura universal.
29  VARIOS. 12.000 minibiografías.
30  NABOKOV, Vladimir. Ibídem.

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