miércoles, 10 de octubre de 2012

MERECIDA REIVINDICACION DE JUAN GABRIEL



Los derechos humanos tienen como característica el ser universales, inviolables e inalienables, pero no son absolutos: terminan donde empiezan los derechos de los demás. Como no son absolutos, el derecho a la libre expresión no puede invadir abruptamente la esfera de la intimidad de las personas, por cuanto se incurre en vituperios, infamias, calumnias, consejas y escarnios, rebasando límites éticos, morales y jurídicos.
Haciendo uso de mi limitado derecho a la expresión, con todo respeto me propongo efectuar una reflexión reivindicatoria del egregio músico, cantante, compositor, arreglista, productor y empresario mexicano Alberto Aguilera Valadez, conocido en el mundo artístico como “Juan Gabriel”, una persona irrefutablemente talentosa y genial.
Algunos “periodistas” faranduleros, “humoristas” y personas del rebaño, sin ningún respeto por la diferencia, abusan de su derecho a la expresión, incurriendo en flagrantes e impunes atropellos a la dignidad de un ser diferente, infinito en posibilidades y demasiado grande para ser pequeño, como todos los seres humanos: “Juan Gabriel”.  Ciertos “periodistas” se entrometen abusivamente en su vida estrictamente privada, la que no debe ser de dominio público, a pesar de que él es un hombre público.  Varios “humoristas”, con el mezquino ánimo de hacer reír al rebaño, lo imitan de una manera tan burda hasta reducirlo a una vulgar caricatura. El “rebaño”, extraviado en su mundo de apariencias e inautenticidad, emite opiniones encaminadas a denostar de su identidad sexual. “Periodistas”, “humoristas” y “rebaño” enfocan su intromisión, su burla y su opinión en la respetable condición sexual, en la identidad de rol, de este renombrado artista, en cuya infancia, niñez, adolescencia y juventud fue muy infeliz y careció del amor paterno y fraterno, según se narra en sus diversas biografías. Sus detractores desconocen olímpicamente el derecho a la diferencia y  a la diversidad y se muestran intolerantes con todas aquellas opciones de vida que estén por fuera de los estrechos límites convencionales.
Quienes no disfruten de sus canciones, están en todo su derecho de no escucharlas; pero no les asiste el derecho a despotricar de un ser humano que tiene su particular estilo de vida y que, como tal, goza del derecho a tener una personalidad única e irrepetible, como único e irrepetible es él. Quienes disfrutemos de sus canciones, tenemos la obligación moral de respetarlo, por cuanto, gracias a su talento y genialidad, nos hemos solazado gratamente con sus objetivaciones del espíritu, con  su quehacer artístico. Su aparente condición de homosexual es tan respetable como la evidente condición heterosexual que tenemos la mayoría; en ningún momento esa mayoría de heterosexuales podemos arrogarnos la potestad de mofarnos, burlarnos, ironizar, ridiculizar y caricaturizar a ese virtuoso de la música. A pesar de su peculiar manera de ser y de estar en el mundo, “Juan Gabriel” está en su inviolable e inalienable derecho a ser diferente. ¡Disfrutemos de sus dones artísticos, vivamos y dejémoslo vivir como a él mejor le parezca!

LUIS ANGEL RIOS PEREA
Octubre, 2012

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