miércoles, 6 de julio de 2011

REFLEXIONANDO SOBRE EL RUMOR

           Es cosa notable que los que más hablan son los que menos tienen que decir.  Voltaire 
Nada tan denigrante, infame,   rastrero y degradante como el despreciable chisme. Esta es una oprobiosa práctica, propia de individuos sin talentos, que atenta, muchas veces, contra  el buen nombre, el honor, la dignidad y la integridad moral de los demás.   La persona chismosa se dedica  a propalar infundios para indisponer a  alguien ante otro u otros, sin ningún tipo de miramientos ni el más mínimo respeto por sus semejantes.   El chismoso, con sus habladillas, murmuraciones, rumores, consejas o habladurías sin ningún fundamento ni objetividad, se muestra como un individuo protervo, abyecto, infeliz, ruin y despreciable. De un sujeto de esa laya todos quieren huir. La persona afecta a este tipo de actuaciones es un ser con una pobre personalidad, una baja autoestima e inmaduro, que no se conoce ni respeta a sí mismo.
El chismoso no somete sus percepciones a ningún criterio de verdad, aceptando todo como cierto, como verdadero, aunque nunca se le presente como evidente, como un hecho.  El chisme genera distanciamiento, confusión, desinformación y desarmonía en un conglomerado de personas, ya sea en el ámbito institucional, social o familiar.  El chismoso, que no es más que un vil zascandil (sujeto despreciable, entremetido y enredador), siempre está buscando sembrar la discordia entre las personas; mostrándose como un ser envidioso, egoísta y mediocre; reflejando a la vez múltiples frustraciones que no le han permitido evolucionar, madurar y triunfar, y que inconscientemente no quiere que los demás triunfen.   El chismoso, como no vive pendiente de su mísera existencia, siempre está a la expectativa de lo que hacen los demás, para divulgarlo subrepticia y furtivamente, en procura de causar daño e incomodar a los demás.         
Como es un tanto difícil liberarnos de esta clase de personas, debemos hacer lo posible por no escucharlos, por ignorar sus rumores, sus falacias y sus murmuraciones infundadas, para no contagiarnos de este repudiable defecto y vernos expuestos a vergonzosos inconvenientes.  Es importante que se huya del chismoso porque éste, con su inaceptable y censurable actitud, pretende sembrar la cizaña, buscando la división, la fisura y el deterioro de las relaciones interpersonales.   A la persona que adolece de este reprochable  e ignominioso defecto se le recomienda cambiar de actitud y de mentalidad, para que se quiera y se respete a sí misma; se dedique a conocerse más, viva y deje vivir, y entienda que con su erróneo proceder sólo contribuye a degradarse y a disminuirse como ser humano, lo que le impide trascender la ignorancia y obtener una nueva visión de la realidad que le permitirá vivir una existencia plena, sin preocuparse por lo que hacen o dejan de hacer los demás. Porque es importante que entienda que la sociabilidad implica dos factores: lo que somos y valemos nosotros y lo que son y valen los demás.   En consecuencia, es conveniente abstenernos de las murmuraciones para vivir en armonía y cordialidad, y evitar involucrarnos en múltiples dificultades que nos pueden intranquilizar, ya que el hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla.

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