miércoles, 6 de julio de 2011

CLAVES PARA TRIUNFAR EN LA VIDA

Querer seguir siendo, querer ser más, querer de ser de forma más segura, más plena, más rica en posibilidades, más armónica y completa: ser contra la debilidad, la discordia paralizante, la impotencia y la muerte.  F. Savater 
Antes de empezar, debo aclarar que estas claves para triunfar  fueron tomadas y sintetizadas de una conferencia del antropólogo de la organización internacional Nueva Acrópolis, Hernado Gilardi Polar; de las enseñanzas de “Los Principios Herméticos o Kybalión”, de Hermes Trimegisto, y de las “Las Siete Leyes Espirituales del Éxito”, de Deepak Chopra.

El triunfo es la capacidad de aprender a sortear con éxito las dificultades que se nos presentan; de vencer las dificultades externas y de superar los obstáculos que a veces nos ofrece nuestro entorno. Se triunfa cuando se tiene la capacidad de sobreponerse a sí mismo. El triunfo es la conquista de uno mismo; el éxito es una conquista de circunstancias. Por eso es importante aprender a diferenciar el éxito del triunfo. El éxito es la relación del hombre con sus circunstancias; éste está limitado por éstas y condicionado por nuestro entorno. El sentido del triunfo está en vencer nuestra propia adversidad. Todos los éxitos son realidades más o menos necesarias, pero no suficientes.
 1º. Ley o principio mental, de unidad o de potencialidad pura. 
“Todo es mente; el universo es mental”. Todo es mente, siendo la realidad sustancial que se oculta sobre todo lo material y sobre todo lo que se percibe. Todo el mundo fenomenal como el universo es una creación del todo, en cuya mente vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser; todo lo que haya hecho el hombre, primero estuvo diseñado en su mente.  En nuestro estado esencial, somos conciencia pura, y ésta  es el campo de todas las posibilidades y de la creatividad ilimitada. La conciencia pura, que es nuestra esencia espiritual, es el conocimiento puro, el silencio infinito, el equilibrio perfecto, la invencibilidad, la simplicidad y la felicidad.

Es universo es mental, está en la mente de todos. Todo está en todo y el todo está en todo. Al ser mental opera un principio de unidad. Todo lo que somos proviene de lo que pensamos. Si pensamos, hablamos o estamos llenos de pensamientos malos, el dolor nos sigue como la rueda sigue al buey que tira del carro. Si pensamos, hablamos o estamos llenos de pensamientos buenos, la felicidad nos sigue como una sombra que jamás nos deja. ¡Somos verdaderamente lo que pensamos! 
El campo de la potencialidad pura es nuestro propio yo. Vivir de acuerdo a nuestro yo, en una constante autorefencia, significa que nuestro punto interno de referencia es nuestro propio espíritu, y no los objetos de nuestra experiencia. Cuando vivimos según la referencia al objeto, estamos siempre influidos por las cosas que están fuera de nuestro yo; entre ellas están las situaciones en las que nos involucramos, nuestras circunstancias, y las personas y las cosas que nos rodean. Por eso vivimos buscando la aprobación de los demás y nuestra vida se basa en el temor. Por el contrario, nuestro verdadero y auténtico yo, el que vive en frecuente autoreferencia, es inmune a la crítica, no le preocupa el qué dirán, no necesita aprobación de los demás, no le teme a ningún desafío, no vive en el temor y no se siente inferior a nadie; en él experimentamos nuestro verdadero ser y respetamos a todos los demás porque los consideramos iguales a nosotros. El poder del yo es el verdadero poder.

El mal manejo de la ley de unidad se llama dualidad. El sentido de la dualidad ha interpretado el sentido de que puede existir lo bueno y lo malo. No existe lo malo, existe la desviación de lo bueno. Las cosas no tienen doble cara; las cosas son lo que son. No nos preocupamos por hacer las cosas bien, sino por no hacer las cosas bien. El dualismo nos ha hecho perder el sentido del universo: en lugar de mejorar lo que es, siempre atacamos lo que nos parece que no es. No digamos: "Esta persona no es buena"; digamos: "Esta persona tiene que ser más buena". Porque una persona, por naturaleza, es buena. La unidad de las cosas está en el sentido de lo mental.  En esta ley no tiene cabida el egoísmo.  Con el egoísmo vamos en contra de la naturaleza. El exceso de egoísmo es falta de autoestima. Ningún egoísta triunfa en la vida. Algunas veces logra el éxito, pero éste es pasajero.  Si nos afectan demasiado las críticas, si nos afecta demasiado lo que la gente dice de uno, lo que la gente señala de uno, no viene siendo aplicada convenientemente la ley de unidad, es decir, no se sabe canalizar esta ley. Cuando hay mucha susceptibilidad, estamos perdiendo el manejo de la ley de unidad.   Un elemento fundamental de la ley de unidad, es la atención. Esta consiste en concentrarnos en un punto que es la imagen más alta que tenemos de nosotros mismos. Debemos decir: "Yo no me dejaré vencer por las dificultades".   A la gente le aterra la soledad porque no sabe estar consigo misma. La soledad no es estar uno solo, sino saber estar uno solo. Las más complejas relaciones son las de uno consigo mismo. Para llegar al sentido de concentración se necesita saber estar consigo mismo.

Atención es estar centrado en el presente, conscientes de lo que pensamos, de lo que sentimos y de lo que hacemos. Porque uno de nuestros problemas es que no somos coherentes con lo que pensamos, sentimos y hacemos. Es preguntarnos el porqué de las cosas. Es meditar sobre los interrogantes esenciales que nos inquietan: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Para dónde voy?

Si queremos hacer uso adecuado de esta ley, es necesario meditar, permanecer en silencio y no juzgar. Esto nos brinda libertad, creatividad y felicidad. Es bueno permanecer por algún tiempo en silencio, porque si nunca nos damos una oportunidad de experimentar el silencio, se crea un ambiente de turbulencia en nuestro diálogo interno. Tenemos que estar atentos para oír nuestra voz interior, la voz del silencio. Para oír esta voz hemos de hallarnos a distancia de nuestros sentidos, gobernar nuestra mente, no dejarnos pensar, sino pensar lo que debemos, buscar la compañía de los buenos libros y de los hombres que poseen sabiduría, escuchar sólo las voces de la armonía, trabajar para lo superior.  No debemos juzgar porque para ello necesitamos estar clasificando las cosas de incorrectas, buenas o malas, y esto crea una turbulencia en nuestro diálogo interno y satura nuestros pensamientos. A través de la meditación, de no juzgar y del silencio tendremos acceso a esa primera ley o principio.

La experiencia de la quietud también es importante, porque en ésta reside nuestra conexión con el campo de la potencialidad pura, el cual puede organizar una unidad de detalles para nosotros. El ingreso a nuestra esencia verdadera también nos permitirá mirarnos al espejo de las relaciones interpersonales, porque toda relación es un reflejo de la relación que tenemos con nosotros mismos. Esta ley nos recuerda que debemos vivir de acuerdo con la naturaleza.

2º. Ley o principio de reciprocidad, de correspondencia o del dar y  recibir.

 “Como arriba es abajo; como abajo es arriba”. Hay una cierta correspondencia entre las leyes y los fenómenos de los estados del ser como en la vida misma. Todo lo material tiene su correspondencia, por eso como vivimos así mismo soñamos.

Nos indica que todo está en movimiento, que nada es estático. El reposo es un estado del movimiento. Todo lo que existe está en movimiento. El principio de reciprocidad nos pone en evidencia de que todo se mueve. Si hay un movimiento, hay una causa; si hay una causa, hay un efecto. Todo se mueve, pero a veces no nos percatamos del movimiento. La causa es la característica innata del movimiento. Todo lo que existe se mueve. El movimiento no cesa. El flujo de la vida no es otra cosa que la interacción armoniosa de todos los elementos y las fuerzas que estructuran el campo de la existencia.  La ley de reciprocidad es la garantía del movimiento.

Si no sabemos dar, no valoramos el recibir. El que no sabe dar, siempre esta pidiendo; recibe muchas cosas y no sabe que las está recibiendo. La relación de reciprocidad se basa en saber dar. Se aprende a dar para aprender a valorar lo que se recibe. Hay que aprender a dar. En la medida en que mejor aprendemos a dar, más valoramos  al  recibir.  No es un  problema de cantidad, es un  problema de sentido. Toda relación es una relación de dar y recibir. El dar engendra el recibir, y el recibir engendra el dar. Lo que sube debe bajar; lo que se va debe volver. En la medida en que se aprende a dar, se aprende a recibir. Saber dar es saber transmitir nuestra energía mental: dar consejos, amor, amistad, afecto, cosas materiales... Uno puede tener mucho, pero no puede tener calma en su mente.

No se debe tener en cuenta el sentido de posesión, sino el sentido de pertenencia. Aunque parezca increíble y paradójico, el sentido de la vida es aprender a dar. Es mejor no dar, que dar mal. En cada ocasión debemos dar lo mejor que tengamos, y aprenderemos a dar. Realmente no sabemos dar, porque no se trata de dar por dar, sino saber dar. Mostramos una gran ausencia de autoestima y de autoconocimiento cuando nos ufanamos de haber dado, cuando queremos que se nos reconozca que hemos dado. Eso no es más que egoísmo. Si al dar sentimos que hemos perdido algo, el regalo no ha sido dado en realidad. Al dar y al recibir, lo más importante es la intención, y ésta debe ser siempre crear felicidad para quien da y para quien recibe, porque la felicidad sostiene y sustenta la vida y, por tanto, genera abundancia. Si deseamos alegría, demos alegría; si deseamos amor, demos amor; si deseamos atención y aprecio, prestemos atención y demos aprecio; si deseamos riqueza material, ayudemos a otros a conseguir riqueza. La manera más fácil de obtener lo que deseamos es ayudar a los demás a conseguir lo que ellos desean.

3º. Ley o principio de acción y reacción, del karma o de causa efecto.

“Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la Ley; casualidad no es sino un nombre para la Ley no conocida; hay muchos planos de causación, pero nada se escapa a la Ley”. Es a la vez la acción y la consecuencia de esa acción; es causa y efecto al mismo tiempo, porque toda acción genera una fuerza de energía que vuelve a nosotros de igual manera. Todo sucede teniendo un por qué. Todo efecto tiene su causa y toda causa tiene su efecto. Cada acción genera una fuerza de energía que regresa a nosotros de igual manera... Cosechamos lo que sembramos. Se deseamos cosechar felicidad, debemos sembrar semillas de felicidad. Nada sucede casualmente. La suerte no es más que el nombre que se le da a una ley desconocida.

Debemos recordar que nada carece de acción propia. Siempre estamos buscando que alguien nos ayude. La inacción se opone a la acción. La inacción está en el egoísmo. Cada individuo es generador de sus propias acciones. Cada persona tiene una acción de cambio, porque cada ser esta movido por la ley de acción. Mientras usted quiere, usted puede. Si queremos generar esta acción, podemos generar esta acción. Yo adquiero conciencia de la ley de acción, sin esperar que los demás hagan sus cosas. No debemos esperar que los demás cambien; debemos cambiar nosotros. La ley de acción establece un principio de conciencia individual.

No debemos ocupar la posición de víctima, donde uno se siente incomprendido. La ley de acción es el buen uso del libre albedrío. Es saber escoger la buena semilla para cosechar los mejores frutos. Es aprender a hacer lo más conveniente, lo más adecuado. Es el adecuado uso de la libertad de acción. En todo momento de nuestra existencia estamos en el campo de todas las posibilidades, en donde tengo un número infinito de opciones. Por eso importante tomar decisiones conscientes, decisiones acertadas. Lo que nos sucede ahora es producto de las decisiones pasadas. El futuro es el producto de las decisiones que tomamos en cada momento.   La doctrina del corazón sería la holística para los occidentales (capacidad de reunir nuestros esfuerzos para concentrarlos en solo propósito). La conciencia es el corazón, no la razón; la transparencia de sentimientos.

4º. Ley o principio del menor esfuerzo inteligente

El manejo inteligente del esfuerzo es la reafirmación de la energía. No se pueden pretender grandes resultados con pocos niveles de esfuerzo. Las cosas no se pueden realizar con el mínimo esfuerzo. El esfuerzo debe ser proporcional a la meta a la que se quiere llegar. Esfuerzo implica un sentido de proporcionalidad: más alto, más esfuerzo. Proporcionalidad acorde con el esfuerzo: altos ideales, altos logros.

La inteligencia de la naturaleza funciona con facilidad y despreocupación. Todo tiene su dinámica y su ritmo que no se pueden alterar. La fuerza de la naturaleza funciona sin esfuerzo, sin resistencia, espontáneamente. Si pretendemos el poder para controlar a los demás, gastamos inútilmente energías. Cuando no vivimos el aquí y el ahora por estar buscando dinero sólo para satisfacer nuestros caprichos y placeres, consumimos energías. Cuando buscamos el control sobre los demás, derrochamos energías.

Hay que invertir energía no sólo en nuestra apariencia, sino en nuestra consistencia. Primero viene la consistencia, luego la apariencia. El consumismo quiere mostrarnos a un individuo de apariencia; quiere sumirlo en su mundo de apariencias. Esto lo hace terriblemente vulnerable, temeroso, supersticioso, egoísta, vanidoso, presumido, vacío...

La constancia es una expresión de nuestra consistencia. La apariencia acapara un gran nivel de energía. Hay una gran cantidad de elementos en la apariencia que consumen mucha energía.

Debemos aprender a aceptar las cosas como llegan y no como queremos que lleguen. Si no las aceptamos, vamos en contra de nuestra energía. Las dificultades se presentan a quien quiere superarlas. El problema no está en los problemas, sino en la manera de enfrentar los problemas. Siempre optamos por el camino del facilismo; éste nos llevará hasta determinado sitio, pero no  al final de la meta. La ley del mínimo esfuerzo es incongruente con la naturaleza. La naturaleza para hacer algo no otorga un mínimo esfuerzo; se debe emplear el máximo esfuerzo inteligente.

Una forma de gastar inútilmente la energía es criticándose y criticando a los demás.  Una forma de juzgarse de manera equivoca, es decir que nunca se equivoca o que nunca se va a equivocar. Esa persona es la que más se equivoca. La ley del esfuerzo inteligente es la capacidad de nuestra concentración.

Los componentes de esta ley son la aceptación, la responsabilidad y la actitud no defensiva. Aceptar es contraer un compromiso: “Hoy aceptaré a las personas, las situaciones, las circunstancias y los hechos tal como se presenten”. Hay que aceptar las cosas como son, y no como quisiéramos que fueran. Podemos desear que las cosas sean distintas en el futuro, pero en este momento hay que aceptarlas como son. Cuando estemos molestos o nos sintamos frustrados a causa de una persona o de una situación, debemos recordar que este estado no es contra ésta y aquélla, sino contra nuestros sentimientos acerca de esa persona o de esa situación. Responsabilidad es no culpar a nadie o a nada de nuestra situación. Todos los problemas nos ofrecen una oportunidad que nos permite transformarlos en una situación o cosa mejor. Hay un significado oculto en todos los hechos, y éste trabaja a favor de nuestra evolución. La actitud no defensiva consiste en que nuestra conciencia abandona su actitud defensiva y nosotros renunciamos a la necesidad de convencer o persuadir a los demás de que nuestro punto de vista es el correcto. Si miramos a quienes nos rodean, vemos que se la pasan defendiendo inútilmente sus puntos de vista, sin saber que esto les genera una considerable pérdida de energías. Cuando no tenemos nada que defender, no puede haber discusión. Si permanecemos abiertos a todos los puntos de vista nuestros sueños y nuestros deseos fluirán con los deseos de la naturaleza.

5º. Ley o principio de intención o deseo

Es la ley del sentido del horizonte. Hay que aprender como cualidad, no como dogma. Ese aprender como cualidad se llama intención. No se puede empezar algo sin la intención de hacerlo. No se puede emprender algo en la vida sin la firme intención de realizarlo. La ley de intención es superior a la ley de resistencia. Los propósitos fundamentales de esta ley son: sana atención, sana disposición y sana realización o adecuada atención. Esta ley es un excelente elemento que nos ayuda a renovar la energía. Esa adecuada armonía entre disposición y realización o sentimiento y pensamiento es el punto central de la ley de la intención. La intención no es dar nada por perdido. Esta ley debe relacionarse coherentemente con la ley del menor esfuerzo inteligente.

La intención mira hacia el futuro, pero la atención está en el presente. Mientras la atención esté en el presente, la atención hacia el futuro se cumplirá porque el futuro se crea en el presente. Aceptemos el presente tal como es. El futuro se puede crear por medio de la intención desapegada, pero nunca se puede luchar contra el presente. El pasado, el presente y el futuro sin propiedades de la conciencia. El pasado es recuerdo, memoria; el futuro es expectación; el presente es conciencia. El pasado y el futuro nacen de la imaginación; el presente, que es conciencia, es real y eterno. Si tenemos conciencia el momento presente centrada en la vida, los obstáculos imaginarios se desintegran y desaparecen. La intención focalizada es la atención que no se aparta de su propósito o resultado que perseguimos, con una actitud tan inflexible que impida completamente que cualquier obstáculo consuma o disipe la concentración de nuestra atención.

6º. Ley o principio del desapego o de vibración.

“Nada descansa; todo se mueve; todo vibra”. Todo cuanto existe está en movimiento y ningún objeto permanece inmóvil. Cada persona está en una escala vibratoria lo cual lo diferencia de los demás; nos debemos proponer ir evolucionando en cada uno de los niveles de la consciencia humana.

El deseo es el causante del sufrimiento. Si se detiene el deseo, se detiene el sufrimiento. Si no deseamos nada, podemos ser libres. El deseo genera apego y el apego genera dolor. El deseo produce avaricia, envidia, ambición, lujuria...

Sin duda, el nacimiento, la vida toda produce dolor, pues la esencia del ser, si no desciende a la materia no es afectada por nada. La causa del dolor radica en que el hombre toma por realidad la ilusión y se afana por poseer y conservar objetos que están destinados a perecer. El dolor proviene de dirigir todas nuestras energías  a un mundo siempre cambiante, donde nada perdura, donde todo se desvanece, salvo, tal vez, nosotros, que contemplamos mudos de angustia cómo el tiempo se nos escurre entre los dedos. El tiempo, que es quien nos da la vida, es a su vez quien nos la va quitando.

El apego se presenta cuando no hay adecuado uso de la ley de intención. Actuar por apego es engendrar dolor. El dolor es vehículo de conciencia. El dolor es bueno cuando nos hace percatar de cosas que no valen la pena. La ley del desapego implica suprimir el dolor, suprimir la causa del apego.

El dolor nos muestra nuestros niveles de apego. No se trata de ser insensibles, sino de superar gradualmente nuestros niveles de apego. El sobreapego genera un gran dolor. El dolor es la evidencia del alto nivel de apego. Las cosas nos tienen que preocupar, pero no nos deben sobrepreocupar. "¡Si no puedes arreglar algo, ¿para qué te preocupas?, y si puedes arreglarlo ¿para qué te preocupas?!" Eso es sobrepreocuparse de una manera inútil, disminuyendo la potencialidad del esfuerzo inteligente.

El desapego no es el volverse frívolo o indiferente ante las cosas, sino evitar que las cosas no lo tengan a uno. No se trata de no tener sentimientos, sino de que los sentimientos no lo tengan a uno.

El principio de la ley del desapego es trabajar por la ley de intención. El desapego trabaja basado en la ley de la intención. Si uno da algo esperando algo, no está trabajando en la ley del desapego. La ley del desapego es un adecuado manejo de la ley de la intención. Es el principio de compensación. El apego es no aceptar el cambio, y el cambio es parte de la vida. La resistencia hace que uno se apegue más a las cosas. Sobre la ley de intención se plasma la ley del desapego.

El dolor ocasionado por el apego, solamente se puede prevenir si se sigue rigurosamente el camino de los rectos pensamientos, rectas intenciones, rectas palabras, recta conducta, rectos medios de vida, recto esfuerzo, recta atención y recta concentración.

7º. Ley o principio de sentido de vida o del Dharma (propósito en la vida).

Esta ley encierra todas las leyes anteriores. Todos un talento único y una misión en la vida que debemos descubrir. Desde haber relación entre nuestra existencia y esas leyes. La ley del sentido de vida nos otorga una visión global de las cosas: pasado, presente y futuro. Estos se encuentran en una sola unidad, en donde encontramos el sentido de la vida. Es la ley de sabiduría. Con ella se entiende el porqué de las cosas. El hecho de que no entendamos el sentido de la vida, no quiere decir que no exista el sentido de vida.

Cada uno debe descubrir su verdadero yo.  El sentido de vida explica el sentido de la razón de existir de esas leyes; de la razón de Uno como elemento conexo a esas leyes; la razón de saber combinar las leyes con la vida de uno. Uno está en la vida porque tiene que hacer algo, porque tiene una misión. Cada uno de nosotros está en este mundo para encontrar su auténtico yo, para descubrir por su cuenta el verdadero yo espiritual y que somos en esencia seres espirituales que han adoptado una forma física para manifestarse. Tenemos que descubrir nuestro yo superior o su yo espiritual. 

Esa visión global es la sabiduría. La ley de unidad es la ley del sentido de vida. El sentido de vida va más allá de la vida y de la muerte. Esta ley nos hace ver la muerte como un descanso para volver a la vida. El destino no es desgraciado, los desgraciados somos nosotros porque no sabemos afrontarlo. El destino siempre va para mejor.

Sobre el sentido de vida, Walter Riso nos dice que “el principio del sentido de vida te enseña a desligarte de muchas de tus ataduras. Te permite tener una visión más holística del universo y de ti mismo. Te ayuda a desprenderte de lo superfluo y de lo inútil. Te otorga mayor riqueza interior e independencia sicológica”.


8º. Ley o principio de polaridad.

 “Todo es dual, todo tiene polos, todo tiene su par de opuestos; semejante o desemejante son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se encuentran; todas las verdades no son sino medias verdades; todas las paradojas pueden ser reconciliadas”. Los extremos se tocan, todo es y no lo es al mismo tiempo. Cada cosa es doble, siendo los opuestos idénticos en naturaleza pero diferentes en grado. Alegría y tristeza, frío y calor, etc.

9o. Ley o principio de ritmo.

“Todo fluye, fuera y dentro; todo tiene sus mareas; todas las cosas suben y bajan; la oscilación del péndulo se manifiesta en todo; la medida de oscilación hacia la derecha es la medida de la oscilación hacia la izquierda; el ritmo compensa”. Todo fluye y refluye. Todo tiene sus períodos de avance y de retroceso.

10. Ley o principio de género.

“El género está en todo; todo tiene sus principios masculino y femenino; el género se manifiesta en todos los planos”. En el mundo físico este principio se manifiesta como sexo, tomando formas más elevadas en los planos superiores. La generación existe por doquier. Todo su aspecto masculino y femenino, positivo o negativo. La reproducción se manifiesta en todas las dimensiones.

Aspectos útiles para triunfar.

- Conocer lo que se propone decir o hacer.
- No utilizar la palabra "imposible".
- Hacerse grande pensando en grande.
- Pensar por encima de las cosas triviales.
- Ser progresivo y no regresivo.
- Ser consciente que Uno es lo que piensa que es.
- Para ser importantes debemos pensar que somos importantes.
- Aceptar las diferencias y limitaciones humanas.
- No esperar que nadie sea perfecto.
- Tener en cuenta que los demás tienen derecho a ser diferentes.


GILARDI POLARI, Hernando. Las 7 Claves para Triunfar. (Seminario-Taller). Bucaramanga, 1996.Fundación Nueva Acrópolis.
TRIMEGISTO, Hermes. “Los Principios Herméticos o Kybalión”.
CHOPRA. Deepak. Las 7 Leyes Espirituales del Éxito.

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