lunes, 16 de mayo de 2011

EL DIALÉCTICO INQUISIDOR




-¿Usted cómo se llama?
-Yo no me llamo, señor juez; a mí me llaman.
-Yo le pregunto por su identidad
-¿Mi identidad? ¿Es necesario referirle mi identidad?
-Sí, necesito saber cuál es su identidad.
-Aunque es una pregunta difícil, trataré de responderla.
-¿Difícil?
-Sí, señor juez, ¡muy difícil!
-Necesito saber quién es usted.
-¿Quién soy yo? Ésta sí que es una pregunta muy difícil de responder. ¡Qué mortal puede comprender su propia esencia!
-¿Acaso no sabe quién es usted?
-Saber quién soy implica conocerme a mí mismo. Señor juez, el conocimiento de uno mismo es uno de los problemas que más ha inquietado al hombre desde que es hombre, y cuando digo hombre me refiero a los seres humanos. Responder a sus preguntas demandaría de un tiempo prudencial, porque…
-La justicia no dispone de tiempo.
-Si sus preguntas de cuál es mi identidad y quién soy me las formula de manera superficial, se las puedo responder de manera superficial; pero si me las plantea con profundidad, necesito tiempo prudencial para tratar de contestárselas.
-Como el tiempo apremia, contéstamelas de manera superficial.
-A mí me llaman Libertario Dialéctico Iconoclasta.
-¿Ése es un nombre de persona?
-Los nombres, señor juez, son convención y consentimiento de los hombres, tienen su origen en la ley y en el uso…
-Le pregunto qué si ése es su nombre.
-Sí, a si me llaman. Además, yo quise que me llamaran así.
-¿Por qué?
-Porque uno debe responder al nombre que uno mismo escoge y no al que nos escogen e imponen por capricho nuestros padres.
-¿Acaso ése no fue el nombre que le escogieron e impusieron sus padres?
-No. Antes de que desarrollara mi espíritu crítico y aprendiera a pensar por mí mismo respondía a otro nombre, otra era mi “identidad”. Uno debe responder al nombre que, además de “identificarlo”, le defina su esencia…
-¿Por qué dices que las preguntas sobre la identidad y la del saber quién es usted, formuladas con profundidad, no son fáciles de contestar?
-Porque resolver el problema de la identidad es una tarea compleja que se inicia en los albores de nuestra adolescencia, y si no lo sabemos hacer, es posible que nunca definamos nuestra identidad. El logro satisfactorio de nuestra identidad implica saber, entre otras inquietudes existenciales, ¿quiénes somos?, ¿dónde estamos? y ¿para dónde vamos? La identidad es la esencia de nuestro ser…
-En aras de la rapidez y la eficacia de la justicia no hay tiempo para responder a esas preguntas que no le interesan a la justicia.
-¿No le interesan a la justicia? Entonces ¿qué le interesa a la justicia?
-Lo justo.
-¿Y qué es lo justo?
-Lo justo es… ¿Lo justo? Lo justo es lo justo… Ah, pero no trate de confundirme. Lo que, por ahora, le interesa a la justicia es, precisamente, hacer justicia.
-¿Qué es hacer justicia?
-Investigar y esclarecer los crímenes.
-¿Eso es hacer justicia, señor juez?
-No más preguntas. Aquí el que pregunta soy yo. Por ahora, para cumplir con los formalismos de ley, necesito que jures decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
-¿Qué es jurar?
-Según el diccionario, es “afirmar o negar algo, poniendo por testigo a Dios, o en sí mismo o en sus criaturas”.
-¿”Testigo a Dios”? ¿Qué es Dios? ¿Quién es Dios?
-¿No sabes qué es y quién es Dios? Todos lo saben.
-¿Todos? Yo no lo sé.
-El único Dios, el creador, el todopoderoso, el rey de reyes, el amo de todo lo existente.
-Ese es el Dios judeo-cristiano. ¿Luego no hay otros dioses?
-Sí, pero esos dioses no nos interesan.
-A mí me interesan todos y no me interesa ninguno…
-No siga, Libertario, porque este tema es sagrado y la justicia no permite la herejía.
-Reconozco que el problema de Dios es complejo…
-Entonces diga la verdad.
-¿Que es la verdad, señor juez?
-La verdad es la verdad. ¿Acaso no sabe qué es la verdad?
-No lo sé, y no creo que haya persona alguna que sepa ¿qué es la verdad?
-¿Qué no sabe qué es la verdad?
-¿Y usted si lo sabe, señor juez?
-¡Claro que lo sé! Por algo represento a la justicia, que es la encargada de buscar y hacer brillar la luz de la verdad en el limbo oscuro de la criminalidad.
-Si lo sabe, entonces ¿qué es la verdad, señor juez?
-La verdad es decir lo que es.
-¿Eso es para usted la verdad?
-Sí.
- Esa es una definición de la verdad, su “verdad”. ¿Pero qué tipo de verdad quiere que yo le diga? ¿La verdad lógica? ¿La verdad ontológica? ¿La verdad de hecho? ¿La verdad de razón? ¿La verdad pragmática? ¿La verdad sintética? ¿La verdad analítica? ¿La verdad semántica? ¿La verdad verbal? ¿La verdad apodíctica? ¿La verdad moral? ¿La verdad diacrónica? ¿La verdad sincrónica? Examinemos, por ejemplo, la verdad ontológica y la verdad lógica. La verdad ontológica es la adecuación o la conformidad de la cosa, el ser, el ente, la realidad, el fenómeno o el objeto con el pensamiento, el yo, el intelecto, la inteligencia, el entendimiento o la idea. La verdad lógica es la adecuación o la conformidad del pensamiento, el yo, el intelecto, la inteligencia, el entendimiento o la idea con la cosa, el ser, el ente, la realidad, el fenómeno o el objeto. La verdad ontológica se da a niel del concepto. La verdad lógica se da a nivel del juicio. A través de la verdad ontológica logramos un conocimiento sintético, absoluto, especulativo e intuitivo, propio de la metafísica; busca conocer la realidad inefable o la esencia de las cosas. Mediante la verdad lógica se obtiene un conocimiento analítico, reflexivo, relativo, práctico, fragmentario y abstracto, propio de la ciencia; tiende a la manipulación de los objetos…
-No trate de confundirme. Quiero que me diga la verdad, la verdad verdadera.
-No sé qué es la verdad. Ésta es una de las preguntas más complejas que ha formulado la humanidad, y todavía no se ha encontrado una respuesta definitiva a tan insondable pregunta...
-Usted me desespera con su dialéctica. Me da la impresión que quisiera eludir la acción de la justicia.
-Yo no lo desespero, usted mismo se desespera. Esa es su “impresión”, mas no mi intención. Soy un defensor de la justicia y, aunque no tengo bien claro qué es, no quiero eludir su acción.
-Entonces limítese a contestar a mis preguntas.
-Pero es que usted, señor juez, me hace unas preguntas para las cuales no tengo una respuesta concreta.
-Decir la verdad es narrar lo que usted presenció.
-¿Me pides entonces la correspondencia con la realidad objetiva?
-Sí, efectivamente.
-Pero, ¿qué es la realidad? Definir el concepto de realidad depende de la concepción del mundo que tengamos. El idealista dirá que es el pensamiento el que impone las condiciones de la realidad. El materialista expresará que es la realidad la que impone las condiciones del pensamiento.
-Sea como sea, realidad es la existencia real y efectiva de algo.
-¿Esa es su definición de la realidad?
-Sí, esa.
-¿Acaso la realidad no depende también de lo que entendamos por “real”?
-¿Qué es lo real?
-Depende de la cosmovisión…
-¡No siga, que ya sé que va a decir! Intentas confundirme con su dialéctica. Yo lo que quiero es que exponga la realidad objetiva sin tantos rodeos.
-¿Llama usted, señor juez, “rodeos” a la precisión semántica?  A la búsqueda de la verdad semántica. ¿No es este despacho es el “templo da la verdad”? Si queremos hablar con claridad es necesario tener claridad conceptual…
-¡Basta! La realidad objetiva es lo que coincide con la realidad en general.
-Tornamos otra vez al problema de la realidad y de lo real…
-Usted, señor Dialéctico, me desespera con su dialéctica.
-¿Qué hacemos? No busques quietud en los seres inquietos. Si uno no es dialéctico, entonces “traga” entero. Y “tragar” entero en ser credulón, incapaz de cuestionar todo aquello que los demás dan por sentado o prefieren no cuestionar. Si “tragamos” entero significa que no tenemos conciencia crítica…
-¡Deténgase, señor Dialéctico! Aquí lo que interesa a este despacho es conocer la existencia real y efectiva de un hecho punible.
-¿Pero cómo puede ser “real y efectiva”, si los sentidos nos engañan?
-No siempre.
-Si nos adentramos en los profundos laberintos epistemológicos, podremos constatar que los sentidos nos engañan permanentemente: lo que percibimos no corresponde con la llamada realidad. Los datos sensibles son sólo apariencias de lo real. El auténtico ser de las cosas no se revela ante nuestros sentidos. De los fenómenos no conocemos su realidad sino sus apariencias. Carecemos de la habilidad para ver detrás de las apariencias. No percibimos las cosas como son en realidad sino como somos nosotros. Si analizamos el problema del conocimiento, tendríamos que reflexionar sobre la posibilidad, el origen y la esencia de éste, adentrándonos en los intrincados laberintos del dogmatismo, del escepticismo, del relativismo, del pragmatismo, del racionalismo, del empirismo, del intelectualismo, del apriorismo, del objetivismo, del realismo…
-¡Basta, Libertario!
-¿Acaso no dice que le relate lo que supuestamente presencié?
-¡Sí! ¡Eso es lo que quiero!
-Entonces volvemos al fundamento epistemológico. Y además de analizar el problema del conocimiento, desde la cosmovisión filosófica y científica, habría que examinarlo desde el paradigma de la mecánica cuántica. Como sabemos, desde este nuevo paradigma, indeterminista, que vino a superar el paradigma de la mecánica clásica, determinista, con el sólo hecho de percibir un fenómeno ya estamos alterándolo…
-¡Ya no más, por favor, Libertario! ¡Diga la verdad!
-Ni quiero ni puedo decir la verdad porque no sé qué es la verdad. En el hipotético evento que pudiera decirle la verdad, surgiría otro problema: el criterio de verdad. El criterio de verdad es la norma o regla que nos sirve para distinguir un conocimiento verdadero de uno falso. La norma para distinguir la verdad de lo falso no puede ser la autoridad de quien dice saber o quiere imponer su saber o su poder…
-¡No siga! Para la justicia, la verdad es relatar los hechos como ocurrieron.
-Señor juez, volvemos otra vez al fundamento epistemológico. Pero si no quiere oír mis razonamientos, entonces acepto que, para la justicia, la verdad es “relatar los hechos como ocurrieron”.
-Sí, eso es, más o menos. ¿Cómo ocurrieron los hechos?
-¿Cuáles hechos?
-Los hechos en que fue asesinado el señor Noé Rey Roa, en que murió esta persona.
-¿No estaría ya muerto antes de ser asesinado?
-¿Cómo así? ¡Explíquese!
-Porque hay muchas personas “muertas en vida”. Recuerde que “no son muertos los que en paz descansan en la tumba fría; muertos son los que teniendo el alma muerta viven toda vía”, como dijer el poeta. Vivir no es sólo estar en el mundo…
-Prosiga, Libertario, sin tanta retórica.
-¿Retórica? Pero, en fin, ¿quién dijo que yo presencié tales hechos?
-Lo dicen los hechos y la investigación.
-¿Eso dicen?
-Eso dicen.
-¿Y si dijeran otra cosa? ¿Acaso no le dije que los sentidos nos engañan? Si los sentidos nos engañan, ¿no nos engañará también el entendimiento?
-¡No nos engañan! ¡Las cosas son así!
-¿Las cosas son así? Si el señor juez  piensa y dice que las cosas son así, ¿las cosas son así? ¿Se puede uno contentar aceptando que las cosas son así? ¿Será que las cosas no podrán ser de otro modo? Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que son…
-Le repito que las cosas son así, y a los representantes de la justicia no nos engañan nuestros sentidos, ni mucho menos nuestro entendimiento. Nuevamente pregunto: ¿cómo ocurrieron los hechos?
-Ocurrieron como ocurrieron.
-Veo que no quiere decir la verdad.
-Otra vez con la “verdad”. ¿Qué es la verdad?
-Libertario, ¿usted por qué pregunta tanto?
-Porque el ser humano es problema, y como tal pregunta y se pregunta. El hombre, según el poeta, pregunta y pregunta hasta que un puñado de tierra le cierra la boca…
-¿Pero para qué tanto preguntar?
-Porque el preguntar es un modo de ser de la existencia. Preguntamos para saber qué somos. Sólo aquél que posea un espíritu crítico y se atreva a pensar por sí mismo tendrá el hábito y el deleite de preguntar y preguntarse, no en procura de respuestas definitivas y absolutas, sino temporales y relativas, por cuanto no hay respuestas definitivas y absolutas para las preguntas fundamentales y esenciales que formulamos los seres humanos, que nunca se cierran, que están siempre abiertas. Nuestra condición humana nos plantea muchos interrogantes. El hombre es el único ser que se pregunta por su ser. La existencia es pregunta. Cuando preguntamos, por ejemplo, “¿qué es la justicia?”, queremos saber lo que la justicia es, queremos la definición del concepto de justicia, queremos saber ¿cuál es la esencia de la justicia? y ¿en qué consiste la justicia?; no queremos saber si existe o no existe la justicia. “¿Qué es?” significa “dar razón” de algo...
-¿Hasta dónde pretende llevarme con su dialéctica?
-Como dialéctico, tengo el hábito de  dialogar, razonar, argumentar y discutir. Señor juez, no pretendo llevarlo a ningún lado; lo que pretendo es que se atreva a pensar…
-¿A pensar? Yo sé pensar.
-¿Está seguro que sabe pensar?
-¡Claro que sé pensar! Todos pensamos.
-Eso es cierto, pero sólo en apariencia, porque…
-¡Detente, Libertario!
-Usted y su manía de interrumpir. ¿Por qué me interrumpe cada vez que pretendo razonar?
-Porque no tengo tiempo para razonar. La justicia sólo tiene tiempo para investigar, juzgar y condenar, y yo tengo que juzgar y condenar. Además, la justicia tiene que ofrecer resultados; ésta trabaja por resultados. Las víctimas y sus familiares piden resultados. El legislativo pide resultados. El Gobierno pide resultados. Los entes de control piden resultados. Los medios de información piden resultados. La opinión pública pide resultados. ¡Todos piden resultados! Las personas necesitan satisfacer su necesidad de justicia. La justicia tiene el imperativo de hacer justicia.
-¿Investigar, juzgar, condenar, dar resultados y hacer justicia?
Sí.
-A propósito de justicia, ¿qué es la justicia, señor juez?
-No estoy para entrar en disquisiciones jurídicas, filosóficas y epistemológicas sobre la justicia; estoy para investigar, juzgar y condenar, porque la justicia tiene muchos casos que investigar, juzgar y condenar. Si la justicia se dedica a reflexionar con toda esa profundidad que usted pretende, no tendría tiempo para investigar, juzgar y condenar, y entonces se generaría impunidad, no se podría hacer justicia.
-¿Pero si no sabe que es la justicia, entonces cómo pretende investigar, juzgar, condenar, dar resultados y hacer justicia?
-Para investigar, juzgar y condenar no se necesita saber el concepto de justicia; lo importante es hacer justicia. Y como presiento que con usted no se puede hacer justicia, le ruego abandone este despacho judicial, porque el fin de la justicia es evitar la impunidad.
-¿Mi dialéctica puede contribuir a la impunidad?
-Es posible.
-Entonces me someto a sus preguntas, sin cuestionar ni refutar.
-Así se facilitan las cosas para la justicia. Libertario, ¿dónde se encontraba el día de los hechos?
-El día de los hechos en que fue asesinado Noé Rey Roa me encontraba fuera del país, tal como consta en estos tiquetes aéreos y en mi pasaporte…
-¿Me puede repetir su nombre completo?
-Libertario Dialéctico Iconoclasta. Así me llaman.
-¿Su segundo apellido es Iconoclasta?
-Sí, Iconoclasta.
-Me temo que aquí hay una confusión, señor Dialéctico. El testigo que requerí a este despacho fue a Libertario Dialéctico Idoloclasta. Usted no pudo ser el testigo del hecho investigado, afortunadamente para la justicia.
-¿Por qué “afortunadamente para la justicia”?
-Porque con dialécticos como usted a la justicia se le dificulta hacer justicia.
-Sí, en todas partes los intelectuales somos un problema para el sistema dominante.
-Los intelectuales, en lugar de disentir y ser contradictorios del sistema imperante, deberían acomodarse a éste y vivir felices.
-¿Señor juez, qué es la felicidad?
-¡Libertario Dialéctico Iconoclasta, con usted no se puede dialogar! ¡Ni una pregunta más!

LUIS ANGEL RIOS PEREA

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