Pensadores colombianos que contribuyeron a la secularización
de la filosofía.
Este grupo
de pensadores, influenciados por algunos filósofos europeos, contribuyeron a la
secularización de la filosofía porque reflexionaron sobre la sociedad y cultura
colombiana desde cauces distintos a los del escolastismo, el positivismo y el
neotomismo. Sus planteamientos propendían por una cultura de la tolerancia ante
ideas pluralistas, de trascendencia, de libertad, de autenticidad, de
originalidad, con identidad cultural, sin complejos de ilegitimidad.
Retomando
algunos aspectos del pensamiento de Bergson, Nietzsche y Scheller, entre otros,
reaccionaron contra el escolastismo, el positivismo y el neotomismo, e
intentaron una filosofía centrada en el ser latinoamericano. Pensaron que había
que hacer depender lo empírico en el hombre de un centro de gravedad más
esencial y metafísico: trascendentalidad. Concibieron la libertad como
afirmación de nuestra personalidad. Recomendaron no vivir externos a nosotros
mismos, no sustraernos a nosotros, ni ser accionados por los demás. Nos invitaron
a reflexionar sobre una jerarquía axiológica de la existencia superior y sobre
la propia historia cultural, a ser
originales y auténticos. Asimismo se ocuparon de otros problemas de nuestro
contexto cultural, social y político.
Con la
intención de superar los dogmas escolásticos y neotomistas y el determinismo y
mecanicismo positivista, centraron su quehacer filosófico en la búsqueda de
soluciones a la problemática colombiana, para romper con el colonialismo
intelectual. Pensaron en un colombiano libre, consciente de su realidad, con fe
en su destino, sin sentimiento de vergüenza, situado y capaz de apropiarse de
su universo. Para alcanzar estos ideales, Carlos Arturo Torres, Baldomero Sanín
Cano, Luis López de Meza y Fernando González Ochoa, desde diversas
cosmovisiones de la realidad, filosofaron sobre múltiples aspectos en procura
de secularizar la filosofía.
Carlos
Arturo Torres defendió la tolerancia ante la intransigencia política, religiosa
y filosófica, buscando un espíritu tolerante y libre. Influenciado por Bergson,
anhela un evolucionismo superior con un ideal de vida intensa y abundante de
fuerzas, de perfección humana. Asimismo se interesó por un ideal de filosofía
latinoamericana. Consideró que el positivismo, el cientificismo, la religión y
los partidos políticos eran los ídolos del foro que obstaculizaban una sociedad
pluralista y abierta, democrática y creadora. Baldomero Sanín Cano, un
conciliador, ecléctico, humanista e intelectual, sin filosofía propia, creía
que las ideas de raza y su nacionalismo intrínseco han contribuido
negativamente en la comprensión de la cultura latinoamericana y en la
proyección universal de ésta. Luis López de Meza, un filósofo preocupado por la
reflexión sobre el carácter y el modo de ser de nuestra nacionalidad,
secularizó el pensamiento colombiano al sacarlo de los cauces neotomistas. Este
intelectual culterano, que rebuscaba un lenguaje tecnicista para expresar sus
pensamientos, consideró que no bastaba una visión historicista de la historia,
sino una comprensión metafísica más radical que diera cuenta de la existencia y
su consistencia. Interesado en la búsqueda e indagación sobre los meandros de
la historia y la cultura colombiana, pensaba que un pueblo sólo es histórico
cuando ha aportado una interpretación peculiar del mundo. Como estamos bajo la
permanente tutoría espiritual europea, los pueblos de Latinoamérica no han
podido desarrollar todo su potencial cultural; por ello continuamos hipotecados
espiritualmente a la cultura del viejo continente. Este filósofo, cuyos temas
de reflexión fueron la cultura e historia, pensaba que el fin mismo y absoluto
de la cultura es la creación del espíritu, de la personalidad. Su más caro
ideal era que el colombiano se atreviera a pensar. Fernando González Ochoa, el
filósofo de la autenticidad, fuerte y liberado de prejuicios, cuyo tema central
de su reflexión fue el hombre colombiano en su personalidad y en su intento y
deber de expresión, pensaba que el hombre latinoamericano pareciera que viviera
una existencia prestada, sin fe en su destino, simulando otros pensamientos y
otras creencias. Por ello no era más que un "copietas", un imitador;
avergonzado de su origen de su historia, de su raza y de su cultura; sin
personalidad auténtica, vanidoso. Considerada como una de las conciencias
críticas más lúcidas que ha tenido Colombia, este filósofo planteaba que no hay
que mirar hacia atrás o hacia los lados, sino hacia el hombre mismo para que su
existencia se manifieste en toda su plenitud. Para apropiarnos de nosotros
mismos es necesario crecer en conciencia, y de esta forma apoderarnos del
universo, siendo sujetos y no objetos de la historia. Pensaba que la
personalidad es la forma como cada hombre se autoexpresa, la manifestación de
su individualidad. Por esta razón para ser persona se debe ser muy individuo,
muy centro y señor de sí mismo. La personalidad se logra en la medida en que el
hombre se autoexpresa. El hombre se debe expresar libre y auténticamente. Al
contrario del vanidoso, se debe expresar egoente, mostrando enérgicamente su
personalidad, sin imitar, sin copiar, sin avergonzarse de su ser
latinoamericano.
Por
considerar a Fernando González Ochoa, un colombiano auténtico, rebelde y gran
investigador de la realidad, y como uno de los pensadores más grandes de
Colombia, es oportuno ahondar en su vasta producción filosófica. González, conocido
como el "Filósofo de la autenticidad"
o el "Nieztsche colombiano",
de quien se decía era un pensador cuya palabra tenía pólvora y ácido sulfúrico
de efectos mediatos, se aferró a la realidad hasta despojarla de su antifaz.
En su
discurso filosófico expuso un pensamiento rebelde, original y profundo. Se
destacan sus tesis sobre la concepción del tiempo como movimiento del espíritu,
el gran mulato americano, la filosofía como cultivo del "yo", y la
teoría de los viajes (personal, mental y espiritual), en donde entiende la
metafísica como una gran forma de vida, dialéctica y dramática. No sólo influyó
sobre el Nadaísmo sino que fue el único intelectual de prestigio en valorar
positivamente este movimiento. La existencia y la obra de González fueron el resultado de una negación y de una
afirmación. En su quehacer filosófico formuló el terrible drama de la no
identidad y de la derrota parcial como mestizos frente a esos tributos de la
cultura. Se debatió en la dualidad del hombre que quiere emanciparse y del
hombre que lo reprime por dentro. Su virulenta y mordaz sátira contra las
instituciones es su terrible negación de sí mismo. Con su pluma y sus ideas atomizó
los mitos, los encuadres sagrados, las estampillas y las lógicas. Quiso mostrar
que el hombre es algo más que una incoherencia: "una carcajada de
asombro". De su revolucionario y auténtico pensamiento se capta que los
ideales no son bellos como pensamos. En el fondo pueden horrorizar. Somos
víctimas de nuestras propias ambigüedades. Fue un filósofo que, por su
rebeldía, sinceridad y agresivo
lenguaje, constituye uno de los testimonios más beligerantes de la filosofía y
la literatura latinoamericana. Fueron muy valiosos sus aportes para la secularización
de la filosofía, planteando una metafísica del amor, antipositivista, cuyo
punto de partida es el apotegma "No pienso, luego soy". En forma
auténtica y con rebeldía, en su discurso de la existencia y el ser, se preguntó
por varios aspectos importantes para que el hombre latinoamericano encontrara
un horizonte auténtico en su existencia y en su realidad. Interrogantes que
constituyen permanentemente motivo de interés, búsqueda y angustia en su temática
filosófica.
Vigencia de las ideas de estos pensadores
Si el
colombiano fuera un hombre auténtico, pensante, actuante, crítico, reflexivo,
responsable y comprometido con el mejoramiento de su calidad de vida en
búsqueda de un proyecto existencial que trasciende los ámbitos de la
cotidianidad para vislumbrar horizontes de trascendencia y autorrealización,
con seguridad estaría aplicando los ideales de los pensadores de provincia.
No obstante
estos brillantes pensadores haber concebido a un colombiano tolerante,
pluralista, auténtico, egoente, trascendente, libre, original, sin complejos de
culpa, con identidad cultural y orgulloso de su raza y de sus ser
latinoamericano, la verdad es que son muy pocos los compatriotas que viven
estos ideales.
Al igual
que en esa época, en la actualidad existe intolerancia en muchos aspectos y los
mismos "ídolos del foro" impiden que haya una sociedad pluralista y
abierta, democrática y creadora. El colombiano sigue copiando e imitando; vive
una existencia inauténtica e impersonal; se encuentra alienado, cosificado,
masificado y oprimido; está sumergido en una sociedad de consumo y manipulado
por unos medios de información que le dicen qué pensar, qué decir y cómo
actuar.
En esta
sociedad pragmática, la cual gira en la esfera del hacer, el tener y el
consumir, el avance de la ciencia y la técnica, muchas veces al servicio de
intereses oscuros, en ciertas ocasiones aleja al hombre de su ideal de
trascendencia.
A pesar de
este patético panorama, el ideal de los
pensadores de provincia continúa vigente y con una gran aplicabilidad en el
ámbito colombiano. La realidad de nuestro contexto reclama urgentemente la
materialización del ideal filosófico de los "pensadores de
provincia", frente a la problemática que impide la libertad, la
trascendencia, la legitimidad, la independencia intelectual, la autenticidad y
la tolerancia. Como una respuesta a la problemática que genera la falta del
deber ser de la ciencia, la religión y la política, el ideal de estos
pensadores continúa vigente, y nuestra sociedad desea un país pluralista y
democrático.
Estas ideas
actualmente tienen vigencia y aplicabilidad, lo que ocurre es que no existen
suficientes colombianos con mentalidad crítica; hombres actuantes y
comprometidas, capaces de destruir los "ídolos del foro", buscadores
de la verdad. Son pocos los colombianos libres, pensantes, conscientes de su
realidad, con fe en su destino, sin sentimiento de vergüenza, situados y en
capacidad de habérseles apropiadamente con su universo. ¿Si aplicáramos los
planteamientos de los pensadores de provincia, estaríamos como estamos? Con
seguridad que no.
Colombianos,
si conocemos los ideales de los pensadores de provincia, ¿nos vamos a quedar "sentados" sin
hacer nada para buscar soluciones a nuestra problemática? Es hora de
reflexionar.
LUIS ÁNGEL
RÍOS PEREA
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