miércoles, 18 de febrero de 2015

LOS PENSADORES DE PROVINCIA



Pensadores colombianos que contribuyeron a la secularización de la filosofía.

Este grupo de pensadores, influenciados por algunos filósofos europeos, contribuyeron a la secularización de la filosofía porque reflexionaron sobre la sociedad y cultura colombiana desde cauces distintos a los del escolastismo, el positivismo y el neotomismo. Sus planteamientos propendían por una cultura de la tolerancia ante ideas pluralistas, de trascendencia, de libertad, de autenticidad, de originalidad, con identidad cultural, sin complejos de ilegitimidad.

Retomando algunos aspectos del pensamiento de Bergson, Nietzsche y Scheller, entre otros, reaccionaron contra el escolastismo, el positivismo y el neotomismo, e intentaron una filosofía centrada en el ser latinoamericano. Pensaron que había que hacer depender lo empírico en el hombre de un centro de gravedad más esencial y metafísico: trascendentalidad. Concibieron la libertad como afirmación de nuestra personalidad. Recomendaron no vivir externos a nosotros mismos, no sustraernos a nosotros, ni ser accionados por los demás. Nos invitaron a reflexionar sobre una jerarquía axiológica de la existencia superior y sobre la propia historia cultural,  a ser originales y auténticos. Asimismo se ocuparon de otros problemas de nuestro contexto cultural, social y político.

Con la intención de superar los dogmas escolásticos y neotomistas y el determinismo y mecanicismo positivista, centraron su quehacer filosófico en la búsqueda de soluciones a la problemática colombiana, para romper con el colonialismo intelectual. Pensaron en un colombiano libre, consciente de su realidad, con fe en su destino, sin sentimiento de vergüenza, situado y capaz de apropiarse de su universo. Para alcanzar estos ideales, Carlos Arturo Torres, Baldomero Sanín Cano, Luis López de Meza y Fernando González Ochoa, desde diversas cosmovisiones de la realidad, filosofaron sobre múltiples aspectos en procura de secularizar la filosofía.

Carlos Arturo Torres defendió la tolerancia ante la intransigencia política, religiosa y filosófica, buscando un espíritu tolerante y libre. Influenciado por Bergson, anhela un evolucionismo superior con un ideal de vida intensa y abundante de fuerzas, de perfección humana. Asimismo se interesó por un ideal de filosofía latinoamericana. Consideró que el positivismo, el cientificismo, la religión y los partidos políticos eran los ídolos del foro que obstaculizaban una sociedad pluralista y abierta, democrática y creadora. Baldomero Sanín Cano, un conciliador, ecléctico, humanista e intelectual, sin filosofía propia, creía que las ideas de raza y su nacionalismo intrínseco han contribuido negativamente en la comprensión de la cultura latinoamericana y en la proyección universal de ésta. Luis López de Meza, un filósofo preocupado por la reflexión sobre el carácter y el modo de ser de nuestra nacionalidad, secularizó el pensamiento colombiano al sacarlo de los cauces neotomistas. Este intelectual culterano, que rebuscaba un lenguaje tecnicista para expresar sus pensamientos, consideró que no bastaba una visión historicista de la historia, sino una comprensión metafísica más radical que diera cuenta de la existencia y su consistencia. Interesado en la búsqueda e indagación sobre los meandros de la historia y la cultura colombiana, pensaba que un pueblo sólo es histórico cuando ha aportado una interpretación peculiar del mundo. Como estamos bajo la permanente tutoría espiritual europea, los pueblos de Latinoamérica no han podido desarrollar todo su potencial cultural; por ello continuamos hipotecados espiritualmente a la cultura del viejo continente. Este filósofo, cuyos temas de reflexión fueron la cultura e historia, pensaba que el fin mismo y absoluto de la cultura es la creación del espíritu, de la personalidad. Su más caro ideal era que el colombiano se atreviera a pensar. Fernando González Ochoa, el filósofo de la autenticidad, fuerte y liberado de prejuicios, cuyo tema central de su reflexión fue el hombre colombiano en su personalidad y en su intento y deber de expresión, pensaba que el hombre latinoamericano pareciera que viviera una existencia prestada, sin fe en su destino, simulando otros pensamientos y otras creencias. Por ello no era más que un "copietas", un imitador; avergonzado de su origen de su historia, de su raza y de su cultura; sin personalidad auténtica, vanidoso. Considerada como una de las conciencias críticas más lúcidas que ha tenido Colombia, este filósofo planteaba que no hay que mirar hacia atrás o hacia los lados, sino hacia el hombre mismo para que su existencia se manifieste en toda su plenitud. Para apropiarnos de nosotros mismos es necesario crecer en conciencia, y de esta forma apoderarnos del universo, siendo sujetos y no objetos de la historia. Pensaba que la personalidad es la forma como cada hombre se autoexpresa, la manifestación de su individualidad. Por esta razón para ser persona se debe ser muy individuo, muy centro y señor de sí mismo. La personalidad se logra en la medida en que el hombre se autoexpresa. El hombre se debe expresar libre y auténticamente. Al contrario del vanidoso, se debe expresar egoente, mostrando enérgicamente su personalidad, sin imitar, sin copiar, sin avergonzarse de su ser latinoamericano.

Por considerar a Fernando González Ochoa, un colombiano auténtico, rebelde y gran investigador de la realidad, y como uno de los pensadores más grandes de Colombia, es oportuno ahondar en su vasta producción filosófica. González, conocido como el "Filósofo de la autenticidad" o el "Nieztsche colombiano", de quien se decía era un pensador cuya palabra tenía pólvora y ácido sulfúrico de efectos mediatos, se aferró a la realidad hasta despojarla de su antifaz.

En su discurso filosófico expuso un pensamiento rebelde, original y profundo. Se destacan sus tesis sobre la concepción del tiempo como movimiento del espíritu, el gran mulato americano, la filosofía como cultivo del "yo", y la teoría de los viajes (personal, mental y espiritual), en donde entiende la metafísica como una gran forma de vida, dialéctica y dramática. No sólo influyó sobre el Nadaísmo sino que fue el único intelectual de prestigio en valorar positivamente este movimiento. La existencia y la obra de González  fueron el resultado de una negación y de una afirmación. En su quehacer filosófico formuló el terrible drama de la no identidad y de la derrota parcial como mestizos frente a esos tributos de la cultura. Se debatió en la dualidad del hombre que quiere emanciparse y del hombre que lo reprime por dentro. Su virulenta y mordaz sátira contra las instituciones es su terrible negación de sí mismo. Con su pluma y sus ideas atomizó los mitos, los encuadres sagrados, las estampillas y las lógicas. Quiso mostrar que el hombre es algo más que una incoherencia: "una carcajada de asombro". De su revolucionario y auténtico pensamiento se capta que los ideales no son bellos como pensamos. En el fondo pueden horrorizar. Somos víctimas de nuestras propias ambigüedades. Fue un filósofo que, por su rebeldía, sinceridad y  agresivo lenguaje, constituye uno de los testimonios más beligerantes de la filosofía y la literatura latinoamericana. Fueron muy valiosos sus aportes para la secularización de la filosofía, planteando una metafísica del amor, antipositivista, cuyo punto de partida es el apotegma "No pienso, luego soy". En forma auténtica y con rebeldía, en su discurso de la existencia y el ser, se preguntó por varios aspectos importantes para que el hombre latinoamericano encontrara un horizonte auténtico en su existencia y en su realidad. Interrogantes que constituyen permanentemente motivo de interés, búsqueda y angustia en su temática filosófica.


Vigencia de las ideas de estos pensadores

Si el colombiano fuera un hombre auténtico, pensante, actuante, crítico, reflexivo, responsable y comprometido con el mejoramiento de su calidad de vida en búsqueda de un proyecto existencial que trasciende los ámbitos de la cotidianidad para vislumbrar horizontes de trascendencia y autorrealización, con seguridad estaría aplicando los ideales de los pensadores de provincia.

No obstante estos brillantes pensadores haber concebido a un colombiano tolerante, pluralista, auténtico, egoente, trascendente, libre, original, sin complejos de culpa, con identidad cultural y orgulloso de su raza y de sus ser latinoamericano, la verdad es que son muy pocos los compatriotas que viven estos ideales.

Al igual que en esa época, en la actualidad existe intolerancia en muchos aspectos y los mismos "ídolos del foro" impiden que haya una sociedad pluralista y abierta, democrática y creadora. El colombiano sigue copiando e imitando; vive una existencia inauténtica e impersonal; se encuentra alienado, cosificado, masificado y oprimido; está sumergido en una sociedad de consumo y manipulado por unos medios de información que le dicen qué pensar, qué decir y cómo actuar.

En esta sociedad pragmática, la cual gira en la esfera del hacer, el tener y el consumir, el avance de la ciencia y la técnica, muchas veces al servicio de intereses oscuros, en ciertas ocasiones aleja al hombre de su ideal de trascendencia. 

A pesar de este patético panorama, el ideal  de los pensadores de provincia continúa vigente y con una gran aplicabilidad en el ámbito colombiano. La realidad de nuestro contexto reclama urgentemente la materialización del ideal filosófico de los "pensadores de provincia", frente a la problemática que impide la libertad, la trascendencia, la legitimidad, la independencia intelectual, la autenticidad y la tolerancia. Como una respuesta a la problemática que genera la falta del deber ser de la ciencia, la religión y la política, el ideal de estos pensadores continúa vigente, y nuestra sociedad desea un país pluralista y democrático.

Estas ideas actualmente tienen vigencia y aplicabilidad, lo que ocurre es que no existen suficientes colombianos con mentalidad crítica; hombres actuantes y comprometidas, capaces de destruir los "ídolos del foro", buscadores de la verdad. Son pocos los colombianos libres, pensantes, conscientes de su realidad, con fe en su destino, sin sentimiento de vergüenza, situados y en capacidad de habérseles apropiadamente con su universo. ¿Si aplicáramos los planteamientos de los pensadores de provincia, estaríamos como estamos? Con seguridad que no.

Colombianos, si conocemos los ideales de los pensadores de provincia,  ¿nos vamos a quedar "sentados" sin hacer nada para buscar soluciones a nuestra problemática? Es hora de reflexionar.

LUIS ÁNGEL RÍOS PEREA





No hay comentarios:

Publicar un comentario