A continuación
intento resumir el libro El arte de amar,
de Erich Fromm, con el propósito
de multiplicar el aporte que hace esta singular obra a nuestra vida en lo concerniente
a un acercamiento a esta grandiosa experiencia llamada “amor”.
Este
libro, que consta de tres partes, quiere “demostrar
que el amor no es un sentimiento fácil para nadie”. Su propósito “es convencer al lector de que todos los
intentos de amar están condenados al fracaso, a menos que procure, de modo más
activo, desarrollar su personalidad total, en forma de alcanzar una orientación
productiva; y de que la satisfacción en el amor individual no puede lograrse
sin la capacidad de amar al prójimo, sin humildad, coraje, fe y disciplina”.
1. ¿Es el amor un arte?
El autor se pregunta si el amor es un arte o una
sensación placentera condicionada por el azar o la surte, llegando a la
conclusión que es un arte que requiere conocimiento y esfuerzo. Entonces
considera que para muchos, el “amor
consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar, no en la propia capacidad
de amar”. Pretenden ser amados buscando éxito, prestigio, dinero, poder y
otros sucedáneos. Procuran “ganar amigos
e influir sobre la gente”. Creen que para ser amados hay que ser populares
y tener un buen “sex-appeal” (atractivo
o atracción sexual).
Algunos conciben el amor como un objeto y no como una
facultad. Piensan que “amar es sencillo y
lo difícil es encontrar un objeto apropiado para amar”. Les interesa más el
objeto que su función. “Toda nuestra
cultura está basada en el deseo de comprar, en la idea de un intercambio
mutuamente favorable”. La felicidad para ellos está “en la excitación de contemplar las vidrieras de los negocios, y en
comprar todo lo que se pueda, ya sea al contado o a plazos”. La persona
atractiva es el premio que se busca conseguir. En esta cultura mercantilista y
de éxito materialista “no hay en realidad
motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas humanas sigan el mismo
esquema de intercambio que gobierna el mercado de bienes y de trabajo”.
El amor fundado en la atracción sexual y su consumación
es poco duradero, porque existe una “confusión
entre la experiencia inicial de enamorarse y la situación permanente de estar
enamorado… de permanecer enamorado”. Erróneamente se piensa que “la intensidad del apasionamiento (el estar
locos el uno por el otro) es una prueba del amor intenso; por el contrario, es
sólo soledad interior, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo, que terminan
por matar lo que pueda quedar de la expectación inicial”.
Para superar estas concepciones erróneas en la forma
de sentir y vivir el amor, hay que “examinar
las causas del fracaso y estudiar el significado del amor”.
En consecuencia, lo primero que se debe hacer “es tomar conciencia de que el amor es un
arte, tal como es el arte de vivir”. Aprender cualquier arte implica el
dominio de la teoría y de la práctica, teniendo perfectamente claro que el
dominio de ese arte debe ser un asunto muy importante. “No obstante el profundo anhelo de amar, casi todo lo demás tiene más
importancia que el amor: éxito, prestigio, dinero, poder; dedicamos casi toda
nuestra energía a descubrir la forma de alcanzar esos objetivos y muy poca a
aprender el arte de amar”.
II. La teoría del amor.
2. El amor, la respuesta al
problema de la existencia humana.
El hombre como ser racional “es vida consciente de sí mismo”; tiene conciencia de sí, de los
demás, de su pasado, su presente y su futuro. “Esa conciencia de sí mismo como una entidad separada, la conciencia de
su breve lapso de vida, del hecho de que nace sin que intervenga su voluntad,
de que morirá antes que los que ama, o éstos antes que él, la conciencia de su
soledad y su separatidad, de su desvalidez frente a las fuerzas de la
naturaleza y de la sociedad, todo ello hace de su existencia separada y
desunida una insoportable prisión”. La vivencia de la separatidad genera
angustia, porque “estar separado
significa estar aislado, sin posibilidad de utilizar mis poderes humanos… estar
desvalido, ser incapaz de aferrar el mundo activamente… El mundo puede
invadirme sin que yo pueda reaccionar”. La separatidad como fuente de
angustia “produce vergüenza y un
sentimiento de culpa… La conciencia de la separación humana –sin la reunión por
el amor- es la fuente de vergüenza. Es, al mismo tiempo, la fuente de la culpa
y la angustia. La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad
de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad”.
El hombre se ve enfrentado al problema de cómo
superar la separatidad, cómo lograr la unión, cómo trascender la propia vida
individual y encontrar la compensación. Entonces acude a las siguientes formas
de escapar del estado de separación:
*Los estados orgiásticos: rituales, drogas,
alcohol, experiencia sexual, etc. “Todas
las formas de unión orgiástica tienen tres características: son intensas,
incluso violentas; ocurren en la personalidad total, mente y cuerpo; son
transitorias y periódicas”. En cuanto a las relaciones sexuales, es
importante tener en cuenta “que el acto
sexual sin amor nunca elimina el abismo que existe en los seres humanos,
excepto en forma momentánea”.
*La conformidad. Este estado hace que el
individuo se adormezca, que pierda su sentido crítico. En la sociedad moderna,
el conformismo genera un falso concepto y vivencia de igualdad, entendido como “la igualdad de los autómatas, de hombres que
han perdido su individualidad”. Actualmente, “igualdad significa identidad antes que unidad”. La auténtica
igualdad no puede engañarnos. “La
sociedad contemporánea predica el ideal de la igualdad no individualizada,
porque necesita átomos humanos, todos idénticos, para hacerlos funcionar en
masa, suavemente, sin fricción; todos obedecen a las mismas órdenes, y no
obstante, todos están convencidos de que siguen sus propios deseos. Así como la
moderna producción en masa requiere la estandarización de los productos, así el
proceso social requiere la estandarización del hombre, y esa estandarización es
llamada igualdad”. La unión por la conformidad no es suficiente para
aliviar la angustia de la separatidad, porque está dictada y condicionada por
la rutina. La conformidad convierte a las personas en hombres del rebaño. “La conformidad tipo rebaño ofrece tan sólo
una ventaja: es permanente, y no espasmódica. El individuo es introducido en el
patrón de conformidad a la edad de tres a cuatro años, y a partir de ese
momento nunca pierde el contacto con el rebaño. Aun su funeral, que él anticipa
como su última actividad social importante, está estrictamente de acuerdo con
el patrón”.
El papel de la rutina en el trabajo y en el placer
es un factor de la sociedad contemporánea. En ese contexto el hombre se
convierte en objeto, sin creatividad; todo está condicionado, todo está dado. “Aun los sentimientos están prescritos:
alegría, tolerancia, responsabilidad, ambición y habilidad para llevarse bien
con todo el mundo sin inconvenientes”. Todas las actividades del hombre
están rutinizadas y prefabricadas. “¿Cómo
puede un hombre preso en esa red de actividades rutinarias recordar que es un
hombre, un individuo único, al que sólo le ha sido otorgada una única
oportunidad de vivir, con esperanzas y desilusiones, con dolor y temor, con el
anhelo de amar y el miedo a la nada y a la separatidad?”
*Actividad creadora. En las tareas creadoras
el hombre y su objeto se tornan uno, el individuo se adhiere al mundo en el
proceso de crear. “El trabajador se
convierte en un apéndice de la máquina o de la organización burocrática. Ha
dejado de ser él, y por eso mismo no se produce ninguna unión aparte de la que
se logra por medio de la conformidad”. Todo esto constituye respuestas
parciales a la problemática existencial. “La
solución plena está en el logro de la unión interpersonal, la fusión con otra
persona, en el amor”.
El hombre en su deseo de fusión interpersonal, acude a
una forma inmadura de amar: la unión simbiótica. La forma pasiva de la unión
simbiótica es la sumisión o masoquismo, y la forma activa es la dominación o
sadismo. “En contraste con la unión
simbiótica, el amor maduro significa unión a condición de preservar la propia
integridad, la propia individualidad. El amor es un poder activo en el hombre;
un poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes y
lo une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentimiento de
aislamiento y separatidad, y no obstante le permite ser él mismo, mantener su
integridad. En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno
y, no obstante, siguen siendo dos”.
El amor como actividad es dar. “Amar es fundamentalmente dar, no recibir”. Pero hay que saber dar,
porque dar no es “renunciar a algo,
privarse de algo, sacrificarse”. El dar debe estar despojado del carácter
mercantilista que da pero si recibe. Dar es la alta expresión de potencia. Dar
debe producir más felicidad que recibir, porque en el acto de dar está la
expresión de la vitalidad. “La esfera más
importante del dar no es la de las cosas materiales, sino el dominio de lo
específicamente humano. ¿Qué le da una persona a otra? Da de sí misma, de lo
más precioso que tiene, de su propia vida. Ello no significa necesariamente que
sacrifica su vida por la otra, sino que da lo que está vivo en él –da de su
alegría, de su interés, de su comprensión, de su conocimiento, de su humor, de
su tristeza-, de todas las expresiones y
manifestaciones de lo que está vivo en él. Al dar así de su vida, enriquece a
la otra persona, realza el sentimiento de vida de la otra al exaltar el suyo
propio. No da con el fin de recibir; dar es de por sí una dicha exquisita.
Pero, al dar, no puede dejar de llevar a la vida algo en la otra persona, y eso
que nace a la vida se refleja a su vez sobre ella; cuando da verdaderamente, no
puede dejar de recibir lo que da en cambio. Dar implica hacer de la otra
persona un dador, y ambas comparten la alegría de lo que han creado. Algo nace
en acto de dar, y las dos personas involucradas
estén agradecidas a la vida que nace para ambas. En lo que toca
específicamente al amor, eso significa: el amor es un poder que produce amor;
la impotencia es la incapacidad de producir amor… Si amamos sin producir amor,
es decir, si nuestro amor como tal no produce amor, por medio de una expresión de vida como
personas que amamos, no nos convertimos en personas amadas, entonces nuestro
amor no es importante, es una desgracia”. La capacidad de amor como acto de
dar, presupone el logro de una
orientación predominantemente productiva, en la que la persona ha superado la
dependencia, la omnipotencia narcisista, el deseo de explotar a los demás, o de
acumular, y ha adquirido fe en su capacidad para alcanzar el logro de sus
fines. En la misma medida de tales cualidades, tiene miedo de darse, y, por
tanto, de amar”.
Además de dar, el carácter activo del amor implica
cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento. “Cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento son mutuamente
interindependientes. Constituyen un síndrome de actitudes que se encuentran en
la persona madura; esto es, en la persona que desarrolla productivamente sus
propios poderes, que sólo desea poseer los que ha ganado con su trabajo, que ha
renunciado a los sueños narcisistas de omnisapiencia y omnipotencia, que ha
adquirido humildad basada en esa fuerza interior que sólo la genuina actividad
productiva puede proporcionar”.
El cuidado se evidencia esencialmente en el amor de
madre. “El amor es la preocupación activa
por la vida y el crecimiento de lo que amamos”. Si no hay preocupación por
lo que se ama, no hay amor. “Se ama
aquello por lo que se trabaja; y se trabaja por lo que se ama”. La responsabilidad
no es un deber, algo impuesto. Es un acto voluntario, “constituye mi propuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser
humano… significa estar listo y dispuesto a responder”.
Respeto, no el temor y sumisa reverencia, es “la capacidad de ver a una persona tal cual
es, tener conciencia de su individualidad única. La capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su
individualidad única. Respetar significa preocuparse porque la otra persona
crezca y se desarrolle tal como es. De ese modo, el respeto implica la ausencia de explotación. Quiero
que la persona amada crezca y se desarrolle por sí misma, en la forma que les
es propia, y no para servirme. Si amo a la otra persona, me siento uno con
ella, pero con ella tal cual es, no como yo necesito que sea, como un objeto
para mi uso. Es obvio que el respeto
sólo es posible si yo he alcanzado independencia; si puedo caminar sin muletas,
sin tener que dominar ni explotar a nadie”.
Conocimiento implica conocernos a nosotros mismos para
poder tratar de conocer a los demás. “Cuanto
más avanzamos hacia las profundidades de nuestro ser, o el ser de los otros,
más nos elude la meta del conocimiento”. Sólo si logramos conocernos
objetivamente, podemos conocer al ser hombre en su esencia última, en el acto
de amar.
2. El amor
entre padres e hijos.
El infante necesita del amor de su madre, porque al
nacer “no puede reconocer objetos, no
tiene aún conciencia de sí mismo, ni del mundo como algo exterior a él”.
Para éste su “madre es calor, es
alimento, la madre es el estado eufórico de satisfacción y seguridad”. Al
crecer sus experiencias le indican que lo aman. “Me aman porque soy hijo de mi madre. Me aman porque estoy desvalido. Me
aman porque soy hermoso, admirable. Me aman porque me necesitan. Para utilizar
una fórmula más general: me aman por lo que soy, o quizá más exactamente, me
aman porque soy. Tal experiencia de ser amado por la madre es pasiva. No tengo
que hacer nada para que me quieran –el amor de la madre es incondicional-. Todo
lo que necesito es ser –ser su hijo-. El amor de la madre significa dicha, paz;
no hace falta conseguirlo, ni merecerlo”.
Cerca de los ocho años empieza a ser menos
egocentrista, y de paso comienza a abrirse a los demás. “Para la mayoría de los niños entre los ocho y medio a los diez años, el
problema consiste casi exclusivamente en ser amado –en ser amado por lo que se
es-“. Antes de esa edad, el niño aún no ama: “responde con gratitud y alegría al amor que le brindan. Cuando empieza
a amar, sale de su aislamiento producido por su egocentrismo. Siente una nueva
sensación de unión, de compartir, de unidad”.
Existen diferencias intrínsecas en el amor materno y
paterno. “La madre ama al recién nacido
porque es su hijo, no porque el niño satisfaga una condición específica ni
porque llene sus apariencias particulares… El amor paterno es condicional. Su
principio es te amo porque llenas mis aspiraciones, porque cumples con tu deber, porque eres como yo”. El
amor de la madre es incondicional. “El amor
incondicional corresponde a uno de los anhelos más profundos, no solo del niño,
sino de todo ser humano”. Mientras que “la
madre es el hogar de dónde venimos, la naturaleza, el suelo, el océano; el
padre no representa un hogar de ese tipo… es el que enseña al niño, el que le
muestra el camino hacia el mundo”. El niño necesita del amor incondicional.
“El amor paterno debe regirse por
principios y expectaciones; debe ser paciente y tolerante, no amenazador y
autoritario. Debe darle al niño que crece un sentido cada vez mayor de la
competencia, y oportunamente permite ser su propia autoridad y dejar de lado la
del padre… La persona madura tiene una conciencia materna y paterna. La
conciencia materna dice: No hay ningún delito, ningún crimen, que pueda privarte
de mi amor, de mi deseo de que vivas y seas feliz. La conciencia paterna dice:
Obraste mal, no puede dejar de aceptar las consecuencias de tu mala acción, y,
especialmente, debes cambiar si quieres que te aprecie”.
El individuo maduro ama la conciencia materna y
paterna, y tiene independencia y autonomía. “Si un individuo conserva sólo la conciencia paterna, se tornaría áspero
e inhumano. Si retuviera únicamente la conciencia materna, podría perder su
criterio y obstaculizar su propio desarrollo o el de los demás”. En la
relación equilibrada entre la conciencia paterna y materna, “se encuentra la base de la salud mental y el
logro de la madurez”. La desarmonía en este desarrollo constituye la causa
principal de la neurosis. “Una de las
causas del desarrollo neurótico puede radicar en que el niño tiene una madre
amante, pero demasiado indulgente o dominadora, y un padre débil e indiferente.
En tal caso, puede permanecer fijado a
una temprana relación con la madre, y convertirse en un individuo dependiente
de la madre, que se siente desamparado, posee los impulsos característicos de
la persona receptiva, es decir, de recibir, de ser protegido y cuidado, y que
carece de las cualidades paternas –disciplina, independencia, más habilidad de
dominar la vida por sí mismo-. Puede tratar de encontrar madres en todo el
mundo, a veces en las mujeres y a veces en los hombres que ocupan una posición
de autoridad y poder. Si, por el contrario, la madre es fría, indiferente y dominadora, puede transferir la necesidad de
protección materna al padre y a subsiguientes figuras paternas, en cuyo caso el
resultado final es similar al caso anterior, o se convierte en una persona de
orientación unilateralmente paterna, enteramente entregada a los principios de
la ley, el orden y la autoridad, y carente de la capacidad de esperar o recibir
amor incondicional”.
3 Los objetos
amorosos.
“El amor no es
esencialmente una relación con una persona especifica; es una actitud, una
orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con
el mundo como totalidad, no con un objeto amoroso. Si una persona ama sólo a
otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una
relación simbiótica, o un egoísmo ampliado”. Cuando se ama a una persona,
se ama a todas las personas. “Si amo
realmente a una persona, amo a todas las personas, amo al mundo, amo la vida.
Si puedo decirle a alguien ¡Te amo!, debo poder decir ¡Amo a todos en ti, a
través de ti amo al mundo, en ti me amo también a mí mismo”.
Tipos de amor:
*Amor fraternal. Es “el sentido de responsabilidad, cuidado, respeto y conocimiento con
respecto a cualquier otro ser humano, el deseo de promover su vida… Ama al
prójimo como a ti mismo. El amor fraternal es el amor a todos los seres humanos…
En el amor fraternal realiza la experiencia de unión con todos los hombres, de
solidaridad humana, de reparación humana; el amor fraternal se base en la
experiencia de que todos somos uno… Si percibo en otra persona nada más que lo superficial, percibo principalmente
las diferencias, lo que nos separa. Si penetro hasta el núcleo, percibo nuestra
identidad, el hecho de nuestra hermandad… El amor fraternal es amor entre
iguales…. En la medida en que somos humanos, todos necesitamos ayuda”.
*El amor materno. “El amor materno es una afirmación incondicional de la vida del niño y
sus necesidades… Es por su carácter altruista y generoso es que el amor materno
ha sido considerado la forma de vínculo más elevada de amor, y el más sagrado
de todos los vínculos emocionales… Sólo la mujer que realmente ama, la mujer
que es más feliz dando que tomando, que está firmemente arraigada en su propia
existencia, puede ser una madre amante cuando el niño está en el proceso de la
separación… Una madre sólo puede ser una madre verdaderamente amante si puede
amar; si puede amar a su esposo, a otros
niños, a los extraños, a todos los seres humanos”.
*Amor erótico. “Por su propia naturaleza, es exclusivo y no universal; es también,
quizá, la forma de amor más engañosa que existe… Se le confunde fácilmente con
la experiencia de enamorarse, el súbito derrumbe de las barreras que existían
hasta ese momento entre dos desconocidos… El deseo sexual tiende a la fusión…
pero el deseo sexual puede ser estimulado por la angustia de la soledad, por el
deseo de conquistar o de ser conquistado, por la vanidad, por el deseo de herir
y aun de destruir, tanto como por el amor… Como la mayoría de la gente une el
deseo sexual a la idea del amor, con facilidad incurre en el error de creer que
se ama cuando se desea físicamente… Si el deseo de unión física no está
estimulado por el amor, si el amor erótico no es a la vez fraterno, jamás
conduce a la unión salvo en un sentido orgiástico y transitorio. La atracción
sexual crea, por un momento, la ilusión de la unión, pero, sin amor, tal unión
deja a los desconocidos tan separados como antes… Es exclusivo sólo en el
sentido de que puedo fundirme plena e intensamente con una sola persona. El
amor erótico excluye el amor por los demás sólo en el sentido de la fusión
erótica, de un compromiso total en todos los aspectos de la vida –pero no en el
sentido de un amor fraterno y profundo-“.
*Amor
a sí mismo. “Si es una virtud amar al
prójimo como a uno mismo, debe serlo también –y no un vicio- que me ame a mí
mismo, puesto que también yo soy un ser humano”. Según Meister Eckhart, “si te amas a ti mismo, amas a todos los
demás como a ti mismo. Mientras ames a otra persona menos que a ti mismo, no
lograrás realmente amarte, pero si amas a todos por igual, incluyéndote a ti,
los amarás como una sola persona y esa persona es a la vez Dios y el hombre.
Así, pues, es una persona grande y virtuosa la que amándose a sí misma, ama
igualmente a todos los demás”.
*Amor a Dios. “El hombre proyecta sus poderes y habilidades propios en las cosas que
hace, y así, a distancia, adora sus proezas, sus posesiones… La persona
verdaderamente religiosa, que capta la esencia de la idea monoteísta, no reza
por nada, no espera nada de Dios; no ama a Dios como un niño a su padre o a su
madre; ha adquirido la humildad necesaria para percibir sus limitaciones, hasta
el punto de saber que no sabe nada acerca de Dios. Dios se convierte para ella
en un símbolo en el que el hombre, en una etapa más temprana de su evaluación,
ha expresado la totalidad de lo que se esfuerza por alcanzar, el reino del
mundo espiritual, del amor, la verdad, la justicia… El amor a Dios no es el
conocimiento de Dios mediante el pensamiento, ni el pensamiento del propio amor
a Dios, sino el acto de experimentar la unidad con Dios… En el sistema
religioso occidental predominante, el amor a Dios es esencialmente lo mismo que
la fe en Dios, en su existencia, en su justicia, en su amor, el amor a Dios es
fundamentalmente una experiencia mental. En las religiones orientales y en el
misticismo, el amor a Dios es una intensa experiencia afectiva de unidad,
inseparablemente ligada a la expresión de ese amor en cada acto de la vida”.
III
El amor y su desintegración en la sociedad occidental contemporánea.
La
civilización occidental contemporánea cosifica el amor, eclipsando su real
dimensión y tergiversando la forma adecuada de sentirlo y vivirlo. “Si el amor es una capacidad del carácter
maduro, productivo, de ello se sigue que la capacidad de amar de un individuo
perteneciente a cualquier cultura dada depende de la influencia que esa cultura
ejerce sobre el carácter de la persona media. Al hablar del amor en la cultura
occidental contemporánea, entendemos preguntar si la estructura social de la
civilización occidental y el espíritu que de ella resulta llevan al desarrollo
del amor. Plantear tal interrogante es contestarlo negativamente. Ningún
observador objetivo de nuestra vida occidental puede dudar de que el amor
–fraterno, materno y erótico- es un fenómeno relativamente raro, y que en su
lugar hay cierto número de formas de pseudoamar, que son, en realidad, otras
tantas formas de la desintegración del amor”.
En
la sociedad capitalista, fundamentada en los principios de libertad política y
del mercado como regulador de todas las relaciones económicas y sociales, “el capital domina al trabajo, los poderes
humanos, lo que está vivo”. El resultado del nuevo desarrollo capitalista
es “un proceso siempre creciente de
centralización y concientización del capital y el surgimiento de una poderosa
burocracia administrativa corren parejas con el desarrollo del movimiento
laboral”. Es situación hace que los individuos se independicen y comiencen
“aprender de quienes dirigen los grandes
imperios económicos”. Esa compleja realidad nos muestra que “el capitalismo moderno necesita hombres que
cooperen mansamente y en gran número; que quieran consumir cada vez más; y
cuyos gustos estén estandarizados y pueden modificarse y anticiparse
fácilmente. Necesita hombres que se sientan libres e independientes, no
sometidos a ninguna autoridad, principio
o conciencia moral –dispuestos, empero, a que los manejen a hacer lo que se espera de ellos, a encajar
sin dificultades en la maquinaria social-; a los que se pueda guiar sin
finalidad alguna –excepto la de cumplir, apresurarse, funcionar, seguir
adelante-“.
Como
resultado de todo esto, el hombre contemporáneo está alienado de sí mismo, de
la naturaleza y de sus semejantes. “Las
relaciones humanas son esencialmente las de autómatas enajenados, en las que
cada uno basa su seguridad en mantenerse cerca del rebaño y en no diferir en el
pensamiento, el sentimiento o la acción. Al mismo tiempo que todos tratan de
estar tan cerca de los demás como sea posible, todos permanecen tremendamente
solos, invadidos por el profundo sentimiento de inseguridad, de angustia y de
culpa que surge siempre que es imposible superar la separatidad humana”. En
este contexto la felicidad se nos presenta distorsionada. “La felicidad del hombre moderno consiste en divertirse. Divertirse
significa la satisfacción de consumir y asimilar artículos, espectáculos,
comida, bebidas, cigarrillos, gente, conferencias, libros, películas; todo se
consume, se traga. El mundo es un enorme objeto de nuestro apetito, una gran
manzana, una gran botella, un enorme pecho; todos succionamos, los eternamente
expectantes, los esperanzados –y los eternamente desilusionados-. Nuestro
carácter está equipado para intercambiar y recibir, para traficar y consumir;
todo, tanto los objetos materiales, como los espirituales, se convierten en
objeto de intercambio y de consumo”.
En
nuestra sociedad el amor no alcanza su verdadera dimensión, porque somos como
autómatas, y éstos “no pueden amar, no
pueden intercambiar su bagaje de personalidad y confiar en que la transición
sea equitativa”. Así, en esa estructura enajenada la expresión del
matrimonio, es la idea del grupo. Entonces se condiciona cómo debe ser este
vínculo, generando un tipo de actitudes que no son “otra cosa que una relación bien aceitada entre dos personas que siguen
siendo extrañas toda su vida, que nunca logran una relación central, sino que
se tratan con cortesía y se esfuerzan por hacer que el otro se sienta mejor”.
Esta relación sólo le interesa encontrar refugio por la sensación de soledad.
En
esta concepción errónea influyeron mucho las teorías psicosexuales freudianas,
condicionadas en cierto sentido por la sociedad capitalista, la cultura y la
religión. Se pensaba entonces que el éxito en el matrimonio dependía de la
adaptación sexual. “Se partía del
principio de que el amor es el hijo del placer sexual, y que dos personas se
amarían si aprenden a satisfacerse recíprocamente en el aspecto sexual”.
Pero “el amor no es el resultado de la
satisfacción sexual; por el contrario, la felicidad sexual… es el resultado del
amor”. El conocimiento reciente demuestra que el problema no radica en la
ignorancia de la técnica sexual adecuada, sino en las inhibiciones que impiden
amar. “El temor o el odio al otro sexo
están en la raíz de las dificultades que impiden a una persona entregarse por
completo, actuar espontáneamente, confiar en el compañero sexual, en lo
inmediato y directo de la unión sexual. Si una persona sexualmente inhibida
puede dejar de temer u odiar, y tornarse entonces incapaz de amar, sus problemas
sexuales están resueltos. Si no, ningún conocimiento sobre técnicas sexuales
servirá de nada”.
Según
Freud, “el amor es básicamente un
fenómeno sexual… No existe diferencia entre el amor irracional y el amor como
una expresión de la personalidad madura… Enamorarse linda siempre con lo
anormal, siempre se acompaña de ceguera a la realidad, compulsividad, y
constituye una trasferencia de los objetos amorosos de la infancia”. Un
insaciable deseo de conquista sexual de todas las mujeres mueve al hombre, pero
la presión social le impide obrar de acuerdo con sus deseos. Pensaba que la
satisfacción de lo instintivo garantizaría la salud mental y la felicidad. “Freud
consideró el amor, el odio, la ambición, los celos, como otros tantos productos
de las diversas formas del instinto sexual. No vio que la realidad básica está
en la totalidad de la existencia humana; en primer término, en la situación
humana común a todos los hombres, en segundo lugar, en la práctica de vida
determinada por la estructura específica de la sociedad”.
El
rol de los padres y la influencia de éstos influyen demasiado en el amor en la
sociedad contemporánea. Tanto las actitudes de la madre como las del padre
ofrecen una patología neurótica. “En
casos excepcionales, una persona fijada a la madre puede vivir sin
perturbaciones serias. Si su madre, en realidad, lo amó de una manera
sobreprotectora (siendo quizá dominante, pero no destructiva), si él encuentra
una esposa del mismo tipo maternal, si sus dones y talentos especiales le permiten
utilizar su camino y ser admirado (como ocurre con la mayoría de los políticos
de éxito), estará bien adaptado en el sentido social, aunque sin alcanzar nunca
un nivel de madurez. Pero en condiciones menos favorables, que son, desde
luego, las más frecuentes, su vida amorosa, su vida social, es una profunda
desilusión; surgen conflictos, y a menudo angustia y depresión intensas cuando
este tipo de personalidad se queda solo”. La actitud absorbente y
destructiva de la madre constituye una aspecto negativo de la figura maternal.
“La madre puede dar vida, también puede
tomarla. Es ella quien revive, y ella quien destruye; puede hacer milagros de
amor –y nadie puede herir tanto como ella-“. Cuando la relación principal
se establece con el padre, nos encontramos ante otra forma de neurosis, como en
el caso de “un hombre cuya madre es fría
e indiferente, mientras que el padre concentra todo su afecto e interés en el
hijo. Es un buen padre, pero, al mismo
tiempo, autoritario.
Cuando está complacido con la conducta de su hijo, lo
elogia, le hace regalos, es afectuoso; cuando el hijo le da un disgusto, se
aleja de él o le reprende. El hijo, que sólo cuenta con el afecto del padre, se
comporta frente a éste como un esclavo. Su finalidad principal en la vida es complacerlo,
y cuando lo logra, es feliz, seguro y satisfecho. Pero cuando comete un error,
fracasa o no logra complacer al padre, se siente disminuido, rechazado,
abandonado. En los años posteriores, ese hombre tratará de encontrar una figura
paterna con al que puede mantener una relación similar. Toda su vida se
convierte en una serie de altos y bajos, según que haya logrado o no ganar el
elogio del padre. Tales individuos suelen tener mucho éxito en su carrera
social. Son escrupulosos, afanosos, dignos de confianza –siempre y cuando la
imagen paterna que ha elegido sepa manejarlos-. Pero en su relación con
las mujeres, permanecen apartados y
distantes. La mujer no posee una importancia central para ellos; suelen sentir
un leve desprecio por ella, generalmente oculto por una preocupación paternal
por las jovencitas. Su calidad masculina puede impresionar inicialmente a una
mujer, pero ésta pronto se desilusiona, cuando descubre que está destinada a
desempeñar un papel secundario al efecto fundamental por la figura paterna que
predomina en la vida de su esposo en un momento dado; las cosas ocurren así, a
menos que ella misma esté aún ligada a su padre y se sienta por lo tanto feliz
junto a un hombre que la trata como la niña caprichosa”.
Todo
este acervo de realidades son muestras de formas de amor irracional. También
existen otras, como el amor idolátrico, el amor sentimental, uso de mecanismos
proyectivos y la utopía de que no existen conflictos en el amor.
*Amor
idolátrico. “Si una persona no ha
alcanzado el nivel correspondiente a una sensación de identidad, de yoidad,
arraigada en el desenvolvimiento productivo de sus propios poderes, tiende a
idolizar a la persona amada. Está enajenada de sus propios poderes y los
proyecta en la persona amada, a quien adora, portadora de todo amor, toda luz y
toda dicha. En ese proceso, se priva de toda sensación de fuerza, se pierde a
sí misma en la persona amada, en lugar de encontrarse”.
*Amor
sentimental. “Su esencia consiste en
que el amor sólo se experimenta en la fantasía y no en el aquí y ahora de la
relación con otra persona real. La forma más común de tal tipo de amor es la
que se encuentra en la gratificación amorosa substitutiva que experimenta el
consumidor de películas, novelas románticas y canciones de amor. Todos los
deseos insatisfechos de amor, unión e intimidad hallan satisfacción en el
consumo de tales productos”.
*
Mecanismos proyectivos. Sirven para “evadirse de los problemas propios y concentrarse, en
cambio, en los defectos y flaquezas de la persona amada. Los individuos se
comportan en ese sentido de manera muy similar a los grupos, naciones o
religiones. Son muy sutiles para captar hasta los menores defectos de la otra
persona y viven felices ignorando los propios, siempre ocupados tratando de acusar
o reformar a la otra persona. Si dos personas lo hacen –como suele ocurrir-, la
relación amorosa se convierte en una relación recíproca. Si soy dominador o
indeciso, o ávido, acuso de ello a mi pareja y, según mi carácter, trato de
corregirla o de castigarla. La otra persona hace lo mismo y ambas consiguen así
dejar de lado sus propios problemas y, por lo tanto, no dan los pasos
necesarios para el progreso de su propia evolución… Cuando una persona siente
que no ha podido dar sentido a su propia vida, trata de dárselo en función de
la vida de sus hijos”.
*En
el amor hay conflictos. Muchos creen equívocamente que en el amor no hay
conflictos. “Los conflictos reales entre
dos personas, los que no sirven para ocultar o proyectar, sino que se
experimenten en un nivel profundo de la realidad interior a la que pertenecen,
no son destructivos. Contribuyen a aclarar, producen una catarsis de la que
ambas personas emergen con más conocimiento y mayor fuerza… El amor sólo es
posible cuando dos personas se comunican entre sí desde el centro de sus
existencias; por lo tanto, cuando cada una de ellas se experimenta a sí misma
desde el centro de su existencia… El amor es un desafío constante; no un lugar
de reposo, sino un moverse, crecer, trabajar juntos; que haya armonía o
conflicto, alegría o tristeza, es secundario con respecto al hecho fundamental
de que dos seres se experimentan desde la esencia de su existencia, de que son
el uno con el otro al ser uno consigo mismo ya no al huir de sí mismos. Sólo
hay ya prueba de la presencia de amor: la hondura de la relación y vitalidad y
la fuerza de cada una de las personas implicadas; es por tales frutos por los
que se reconocer el amor”.
III
La práctica del amor
No
existen recetas de cómo amar ni se puede enseñar a amar, porque “amar es una experiencia personal que sólo
podemos tener por y para nosotros mismos”. Se pueden considerar solamente “las premisas del arte de amar, los enfoques,
por así decirlo, de la cuestión, y la práctica de esas premisas y esos
enfoques. Los pasos hacia la meta sólo puede darlos uno mismo…” La práctica
del arte de amar requiere de disciplina, concentración, paciencia y
preocupación.
La
disciplina no debe ser rígida y autoritaria, por cuanto tiene muchos defectos.
No se debe practicar “como una regla
impuesta desde afuera, sino que se convierta en una expresión de la propia
voluntad; que se sienta como algo agradable, y que no acostumbre lentamente a
un tipo de conducta que pueda llegar a extrañar si deja de practicarla”. La
disciplina no debe ser penosa para que sea buena.
Nuestra
cultura nos sumerge en estilos de vida difusos que nos desconcentran. Nos toca
realizar muchas cosas a la vez, sin podernos concentrar en ninguna de ellas.
Esa desconcentración “se manifiesta
claramente en nuestra dificultad para estar solos con nosotros mismos”. Precisamente, “el paso más importante para llegar a concentrarse es aprender a estar
solo con uno mismo sin leer, escuchar radio, fumar o beber. Sin duda, ser capaz
de concentrarse significa poder estar solo con uno mismo. Si estoy ligado a
otra persona porque no puedo pararme sobre mis propios pies, ella puede ser
algo así como un salvavidas, pero no hay amor en tal relación. Paradójicamente,
la capacidad de estar solo es la condición indispensable para la capacidad de
amar… Aprender a concentrarse requiere evitar, en la medida de lo posible, las
conversaciones triviales, esto es, la conversación que no es genuina…
Concentrarse en la relación con otros significa fundamentalmente poder escuchar…
Estar concentrado significa vivir plenamente en el presente, en el aquí y el
ahora, y no pensar en la tarea siguiente mientras estoy realizando otra”.
Debemos
tener paciencia si queremos dominar al arte de amar. El hombre moderno tiene
dificultades para practicar la paciencia, por la misma dinámica del acelere, de
la inmediatez, del capitalismo. “Los
valores humanos están determinados por los valores económicos… El hombre
moderno piensa que pierde algo cuando no actúa con rapidez; sin embargo, no
sabe qué hacer con el tiempo que gana”.
Para
aprender a mar se requiere de la preocupación; de lo contrario no habrá dominio
del arte; simplemente seremos como aficionados y no como maestros.
La
práctica del arte de amar necesita de unas cualidades importantes en el desarrollo
de la capacidad de amar.
*Superar
el narcisismo. El narcisista no se abre a su exterior. Su única realidad
existente “es la que está dentro de él,
la de sus temores y sus deseos”. Este tipo de personas, insanas o
soñadoras, “carecen completamente de una
visión objetiva del mundo exterior”. Lo contrario del narcisismo, es la
objetividad; “la capacidad de ver a la
gente y las cosas tal como son, objetivamente, y poder separar esa imagen
objetiva de la imagen formada por los propios deseos y temores”.
*Superar
las deformaciones de las relaciones interpersonales. “¿Cuántos padres experimentan las reacciones del hijo en función de la
obediencia, de que los complazca, les haga hacer un buen papel, y así
siguiendo, en lugar de percibir o interesarse por lo que el niño siente para y
por sí mismo? ¿Cuántos esposos ven a sus mujeres como dominadoras porque su
propia relación con sus madres les hace interpretar cualquier demanda como una
limitación de su libertad? ¿Cuántas esposas piensan que sus maridos son ineficaces
o estúpidos porque no responden a la fantasía del espléndido caballero que
construyeron en su infancia?”.
*Superar
la falta de objetividad con relación a las naciones extranjeras. A veces se
cree que la otra nacional es perversa o depravada y la nuestra es buena y
noble. “Toda la acción del enemigo se
juzga según una norma, y toda acción propia según otra. Hasta las buenas obras
realizadas por el enemigo se consideran signos de una perversidad particular
con las que se propone engañar a nuestro país y al mundo, en tanto que nuestras
malas acciones que sirven”.
*Usar
la razón para pensar objetivamente. Su actitud emocional es la humildad.
Como el amor, la humildad y la objetividad son inseparables. El arte de amar
nos exige ser objetivos en todo y sensibilizarnos ante lo que no somos
objetivos. “Ser objetivo, utilizar la
propia razón, sólo es posible si se ha alcanzado una actitud de humildad, si se
ha emergido de los sueños de omnisciencia y omnipotencia de la infancia… Si
quiero aprender el arte de amar, debo esforzarme por ser objetivo en todos las
situaciones y hacerme sensible a la situación frente a la que no soy objetivo”.
*Tener
fe. Pero no es una fe irracional sino una fe racional. La fe irracional se
basa en la sumisión a una autoridad irracional. “La fe racional es una convicción arraigada en la propia experiencia
mental o afectiva. La fe racional no es primariamente una creencia en algo,
sino la cualidad de certeza y forma que poseen nuestras convicciones. La fe es
un rasgo caractereológico que penetra toda la personalidad, y no una creencia
específica… La fe racional arraiga en la actividad productiva intelectual y
emocional. Constituye un importante componente del pensar racional, en el que
se supone que la no tiene lugar… Tener fe en otra persona significa estar
seguro de la confianza e inmutabilidad de sus actitudes fundamentales, de la
esencia de su personalidad, de su amor… Mientras que la fe irracional arraiga
en la sumisión a un poder que se considera avasalladoramente poderoso, omnisapiente
U omnipotente, y en la abdicación del poder y la fuerza propios, la fe racional
se base en la experiencia opuesta… La base de fe racional es la productividad;
vivir de acuerdo con nuestra fe, significa vivir productivamente”. Es
importante tener fe en nosotros mismos. “Sólo
la persona que tiene fe en sí misma puede ser fiel a los demás, pues sólo ella
puede estar segura de que será en el futuro igual a lo que soy hoy y, por lo
tanto, de que sentirá y actuará como ahora espera hacerlo… La práctica de la fe y el valor comienza con
los pequeños detalles de la vida diaria. El primer paso consiste en observar
cuándo y dónde se pierde a fe, analizar las racionalizaciones que se usan para
soslayar esa pérdida de fe, reconocer cuándo se actúa cobardemente y cómo se lo
racionaliza. Reconocer cómo cada traición a la fe nos debilita, y cómo la mayor
debilidad nos lleva a una nueva traición, y así adelante, en un círculo vicioso”.
*La
actividad. No es sólo hacer algo; es una actividad interior, “el uso productivo de los propios poderes”.
Si se ama, estamos en constante estado de preocupación activa por la persona
que se ama. “La capacidad de amar exige
un estado de intensidad, de estar despierto, de acrecentada vitalidad, que sólo
puede ser el resultado de una orientación productiva y activa en muchas otras
esferas de la vida. Si no es productivo en otros aspectos, tampoco se es
productivo en el amor”.
LUIS
ANGEL RIOS PEREA
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