En el presente texto diserto sobre “Los Parientes de Ester”, novela del escritor colombiano Luis Fayad*,
teniendo en cuenta su estructura secuencial, el manejo de los espacios y las
movilidades sociales a través de los personajes, la representación de Bogotá, el
realismo del autor y las diferencias
entre éste y su colega Gabriel García Márquez.
Estructura secuencial
“Los Parientes de Ester” cuenta con 16 capítulos. Inicia contando
que Gregorio Camero continuaba viviendo en su casa con sus tres hijos
(Hortensia, Emilia y León) después de la muerte de su esposa Ester. Termina una
humillante y molesta situación que le hace pasar Gregorio Camero al tío Amador
Callejas.
En un lenguaje sencillo y cotidiano, el autor va contando la vida de Gregorio
Camero, la de sus hijos y la de los parientes de Ester. Fayad experimenta con
la palabra y acude a la técnica literaria para representar la situación de sus
personajes. Libera los temas y la forma de mirar otras realidades.
No existe expectativa por el final, porque no hay secretos por
confesar o verdades que deban revelarse. No es una narración muy interesante,
por cuanto no contiene elementos de suspenso u otros ingredientes que absorban
la atención de lector.
Las vidas de los personajes no están estrechamente encadenadas. Se
podría decir que se narran historias diferentes: la de Gregorio Camero y el tío
Ángel, con su utopía de “montar” un restaurante; la amistad de Hortensia y su
prima Alicia; la cotidianidad de Mercedes (y sus intrigas), Victoria y Julia;
la vida haraganesca del tío Amador Callejas; y los negocios de Honorio
Callejas, Nomar Mahid y Slimán.
El libro no tiene prólogo ni introducción. Uno de sus capítulos
más interesantes es el primero porque uno empieza a conocer a los personajes y
a intuir el ambiente en que se moverán. El capítulo sexto es un poco abstruso y
difuso porque el autor no es muy explícito en su narración. No describe física
o moralmente a sus personajes. Éstos son ambiguos, contradictorios, positivos y
negativos a la vez. Le falta profundidad filosófica y psicológica. Algunos de
sus personajes principales son intrascendentes. Ninguno de éstos se interroga
ni se cuestiona por su circunstancia
existencial. No asumen una posición crítica, actuante y comprometida ante la
vida; simplemente se dejan arrastrar por la corriente de la existencia; viven
en lo dado, en lo instalado, en el prosaico mundo de la cotidianidad, sin
autenticidad; se limitan a “ser-ahí” a “estar-ahí”. Los personajes ignoran que
vivir no sólo es estar en el mundo.
A pesar que la novela
muestra algunas realidades de Bogotá y del país, no es una obra que me haya
impresionado mucho, como lo han logrado las novelas de Alvaro Salom Becerra; autor
que también trata, con gran maestría y fino humor, temas afines con el de
Fayad: un modesto empleado público, eterno deudor como Simeón Torrente (“Don
Simeón Torrente ha dejado de...deber”), por ejemplo.
Llama la atención su lenguaje cotidiano y popular: “maricas,
hijueputa, cachifos, calanchines, culebreros, puta, piperos, cafres, tazonones,
mamando gallo, etc.”.
Con respecto a esta novela, el escritor Harold Alvarado Tenorio,
nos dice:
“La anécdota de Los Parientes de Ester está estrictamente ceñida a
su prosa. La vida en el centro de la vieja capital colombiana toma cuerpo a
medida que Fayad desarrolla una prosa directa, vacunada contra circunloquios y
los laberintos de estilo, concediendo lo mínimo posible el facilismo o la
truculencia, ofreciendo al lector frases cargadas de sentido y humor, así éste
sea en no pocas ocasiones amargo. Una prosa bien aprendida en el cine de los
años en que Gregorio Camero recorre las calles, las plazas, los cafés, los
bares de mala muerte de una ciudad que desaparece entre la deslumbrante
corrupción de los gobiernos del llamado Frente Nacional, cuando todo, en
Colombia, empezó a desaparecer”. (Comentario efectuado al final de la novela
citada).
Manejo de los espacios y las
movilidades sociales a través de los personajes.
El autor retrata una Bogotá hipócrita y provinciana. Fayad, a través
de un lenguaje riguroso y escueto, nos muestra unos personajes con todas sus
veleidades y su levedad, en una época que, para muchos intelectuales, se
presentaba como una frustración colectiva, pues el Frente Nacional no planteaba
soluciones de fondo a los grandes y viejos problemas del país; sus gobiernos
fueron corruptos y todo empezó a desaparecer en la Nación.
Gregorio Camero, viudo de Ester (una mujer bella, dulce y noble),
un burócrata, desea fundar un restaurante para mejorar su situación económica y
dejar de ser un modesto empleado del Ministerio. A pesar del engaño familiar y
moral y la actitud parasitaria de los parientes de Ester, lucha por su
porvenir, por su sobrevivencia.
Gregorio, con perplejidad, ve cómo su casa y su vida son asunto de
sus parientes. “Pensaba que
quizá no fuera
tanta la tragedia
si los demás no contribuyeran a
agrandarla, y pensaba también que quizá no existiera tal tragedia”.
Aunque el autor no profundiza en el perfil psicológico de sus
personajes, se puede colegir que Gregorio Camero era un hombre introvertido,
pesimista, aferrado a lo cotidiano. No era muy locuaz. Con quien mejor se
relacionaba era con el tío Ángel Callejas, quien lo ilusionó con la idea de “poner”
un restaurante. “Esa es mi idea, poner un restaurante. La gente puede dejar de
vestirse, de estudiar, de ir al cine, de ir a fútbol, pero no de comer”, le
dijo un día el tío Ángel. Aunque con pesimismo, Gregorio Camero se decidió a
ser su socio, pero sin renunciar a su trabajo en el Ministerio. “Sin mi puesto
ya no tendría ni mi propia miseria”.
Ante la idea del restaurante, “Gregorio Camero estaba con el ánimo
en su mejor momento luego de haber pensado en el restaurante con una fijación
que le ocupó toda la tarde”. Al fin ese proyecto no fructificó, y se sintió
engañado por el tío Ángel Callejas. “Me has estado tomando el pelo, o como
dicen por ahí, me has estado mamando gallo”
En su vida había angustia existencial y vital. “La verdad es que
le he cogido desafecto a la vida”. Según la tía Mercedes, él era “un pobre
fracasado, un hombre sin destino... un empleaducho como miles de miles”. Y
aunque Ángel Callejas pensaba que no era un hombre fracasado, sino “un
empleado, como tantos... un buen tipo”, ella sostenía que “ningún hombre
fracasado puede ser un buen tipo... no tiene iniciativa, no tiene nada”. Ante
este juicio tan descalificador, Ángel afirmaba que “tal vez por ser un buen
tipo soy un hombre fracasado”; afirmación que no está muy lejos de la realidad.
Para poder subsistir debió empeñar y vender elementos de su hogar.
Estuvo a punto de que le devolvieran a su hijo del colegio por no pagar la
pensión. Era un tanto frío y desentendido con sus hijos. “Gregorio Camero nunca
intervenía para distribuir el tiempo de los niños, y menos para prohibirles
algo cuya autorización dependía siempre de Doris”. En concepto de Rosario,
Gregorio “nunca ha cuidado bien de sus hijos”. Para Mercedes, Hortensia y
Emilia, sus sobrinas, “son unas tontas”.
Gregorio pensaba que “al
cabo de quince años lo único que sabía hacer era sentarse ante un escritorio a
revisar y archivar papeles y estaba seguro de no poder desempeñar otro oficio”.
Quince años atrás había intentado “estudiar Derecho en una universidad nocturna
que debió abandonar a los ocho meses ante la dificultad de entregarse
nuevamente a los libros luego de diez años de receso que utilizó para llevar la
contabilidad de una empresa...” Se sentía mejor con sus amigos “que con la
mayoría de los parientes de Ester”. Con respecto a la problemática laboral,
consciente de la realidad nacional, pensaba que “cada vez que ponen un jefe con
partido político diferente al anterior comienzan a cambiar los empleados”.
Gregorio, que tomaba mucho café y fumaba demasiado (“Te vas a
enfermar”, le dijo la tía Mercedes, “no haces más que fumar y tomar tinto. Y si
por lo menos fuera un pocillo, pero te tomas esos tazonones”), se lamentaba de
su situación económica. “Maricas somos nosotros que llegamos a viejos sin un
peso”. Pensaba que era “¡imposible que la vida sea tan ingrata!”. En medio de
su angustia existencial sostenía con grande acierto que “tenemos que estar
siempre diciéndonos mentiras para mantenernos en pie”. En contraste con el tío
Ángel Callejas, quería al país, “pero no lo defiendo”. Posiblemente pensaba que
el Gobierno era el responsable de su lóbrega existencia.
Harold Alvarado Tenorio hace semblanza de Gregorio Camero,
mediante la cual pretende mostrarlo como es, con sus angustias, con su miseria,
con sus ilusiones y sus sueños: “Gregorio Camero, el personaje central de esta
novela, es, como muchos de nosotros, un pobre ensimismado que deja que la
rutina de empleado público se le vaya llevando día a día lo poco de la vida que
le queda. Un hombre acosado no sólo por la miseria de este mundo sino por las
miserias de los otros, que no existirían si no hacen difícil y cruel el destino
de nosotros. Gregorio Camero sólo tiene en los sueños un país de alivio. Allí
habitaba su sueño de salir de la pobreza ya sea mediante la instalación de un
pequeño negocio, llegando a la edad de la jubilación o dándose el gusto de una
inútil venganza. (Comentario efectuado al final de la novela citada).
El tío Ángel Callejas era, en cierta forma, un personaje distinto
a Gregorio Camero. Mientras éste era pesimista, aquél era optimista. “No hay
que perder el ánimo por lo que dice a uno un mal amigo”. Aunque en él se
percibe un mundo algo utópico, se trata de un hombre emprendedor y luchador
contra las dificultades. “En todas las empresas se presentan siempre problemas,
pero eso no quiere decir que nosotros no sigamos adelante”. Con mucha razón
sostenía que “todo mundo se pasa la vida buscando el modo de vivir sin
trabajar”. Consciente de la realidad nacional, pensaba que “la gente que se
lamenta a todo momento es que anda buscando algún provecho de los demás”.
Según su forma de percibir, interpretar y sistematizar la
realidad, las cosas estaban tan bien, “pero hay que tener en cuenta
varios factores. A veces el verano es tan fuerte que no deja
cosechar, y a veces el invierno destruye las cosechas”. En su universo
optimista consideraba que “el Gobierno podría hacer una buena obra si la gente
no lo criticara tanto”. Por ello le decía a Gregorio que pensara “en las
grandes empresas que se han llevado a cabo, industrias, carreteras, piensa en
los parques, en los centros de beneficencia, en los monumentos". Ángel
Callejas defendía el país “porque lo quiero”.
El tío Amador Callejas era un personaje muy característico, no
sólo de la realidad bogotana, sino la de todo el país. Representa al bogotano
(“cachaco”) en decadencia: desempleado, impecune, cínico, y “goterero”. Vivía
sacando plata prestada a todos. Constantemente huye de sus múltiples
acreedores: el zapatero, el tendero, el carnicero, el vendedor, etc. Esto lo
hacía vivir “como un gitano”. Tuvo el descaro de sacarle dinero a la joven
Hortensia durante los pocos días que ésta laboró en un almacén. Esperaba
ansiosamente a que su hermano Honorio muriera para disfrutar de su aparente
buena condición económica.
Era un hombre cínico, un parásito, un “tramposo”, un timador, un
socaliñero. El prototipo de hombre anodino y mediocre. Por su improductiva vida
que llevaba, su hermana Mercedes lo detestaba. Ella hacía de cuenta “que había
perdido a un hermano”; para él, ésta era como se “hubiera muerto”. Para su
hermano Honorio, era “¡Un grandísimo hijueputa!” Amador Callejas, en su
prosaica existencia, pensaba que por todas cosas que pasaban, lo hacían “dudar
de la presencia de Dios”.
La tía Mercedes Callejas era una mujer enigmática, con un mundo
muy complejo y una insondable personalidad. Daba la impresión de ser una
persona autoritaria, entremetida, manipuladora y huraña. “Desde la muerte de
Ester se creía en la obligación de dirigir la casa y encargarse de los muchachos...”
Afirmaba que “si Ester estuviera viva no sucederían estas cosas. Esta familia
va de mal en peor”. Parecía ser un tanto paranoica, y pensaba que “todos están
contra mí... Mis propios hermanos están contra mí”.
Mercedes Callejas “no era vieja pero tenía la apariencia de que
nunca había sido joven, y conservaba una compostura rígida que la hacía
sentirse digna y siempre encontraba motivo para estar vestida de negro”. A
pesar de su huraño y complejo universo, era una mujer beata. “Se levantó y
sustituyó la veladora consumida que estaba frente a la imagen del Sagrado
Corazón de Jesús por una nueva y se arrodilló a decir sus oraciones”. Tal vez
no se había casado, porque tenía su propia opinión del matrimonio, considerando
que éste “era cuestión de inteligencia, no de suerte”.
Los personajes encarnan realidades como el capitalismo (Honorio),
la burocracia (Gregorio Callejas), el optimismo (Ángel Callejas), la
haraganería (Amador Callejas), la prepotencia (Mercedes Callejas), la amistad
(Alicia y Hortensia). Estos y los demás personajes son los representantes de
una sociedad conflictiva, decadente, intrigante, hipócrita, “tramposa”,
arribista, esperanzada, intolerante, mezquina, distante, despersonalizada...
Cada uno de ellos se mueve en su ambiente de intereses, quiere imponer su
verdad y sacar provecho de las circunstancias, sin reconocer la importancia del
otro.
El autor no nos da referencias sobre el perfil profesional de los
personajes, desconociéndose si ostentan algún título universitario y cuál era su
nivel de información y formación académica.
La mísera vida de estos personajes nos hace reflexionar. Son éstos
seres que luchan contra su conciencia y buscan su identidad en sus pesadillas y
en sus trabajos anónimos. La mirada del autor, en su cosmovisión del mundo
urbano, se “centra en el ser individual, con una marca intencionalidad en
reflejar la encrucijada del hombre contemporáneo, su anonimidad, soledad,
desarraigo y vacío espiritual” (LITERATURA COLOMBIANA - CORRIENTES Y AUTORES – Antología. p. 531).
Fayad viaja por la dimensión del hombre y por la situación de una conciencia
ante su sino irrepetible. La comunicación y la angustia se apuntalan en la
estructura de “Los Parientes de Ester”, en donde se nos hiere, confunde y nos
pone a pensar.
El realismo de Fayad
Fayad, a través de su narrativa expresionista, su táctica realista
y su verosimilitud realista, en un escenario urbano nos describe el
desmoronamiento moral colombiano de la época, en donde se cosifica al otro y,
mediante el sofisma, la socaliña y el ardid insidioso, se le engaña en búsqueda
de oscuros y mezquinos intereses, especialmente económicos. Su narrativa supera
al hombre político y lo asume como ser plural, contradictorio. “La virulenta
crítica a la familia como institución
social” (LITERATURA COLOMBIANA – CORRIENTES Y AUTORES (Antología). P. 549), es
una patética muestra del realismo que el autor le imprime a su
obra, porque los parientes de Ester traicionan, engañan, mienten y “se
traicionan y devoran por dinero, por soledad, por locura” (AYALA POVEDA,
Fernando. Manual de literatura
colombiana. pág. 357).
La realidad que nos narra el autor es una patética radiografía de
Bogotá: intrigas, chismes, manipulación, engaño, sofismas, desempleo,
apariencias, incomprensión, deshumanización... Fayad quiere mostrar la soledad
del hombre urbano y la sociedad como una entidad de interrelaciones económicas
y culturales. Como ha sido tradicional, siempre prefiriendo lo foráneo,
despreciando lo nuestro, sin identidad cultural. “A mí no se me olvida que son
los colombianos los que comen chesburger con Coca-Cola y no los gringos los que
comen patacones con sobrebarriga”.
El autor nos recuerda una realidad que últimamente angustia al
hombre: su propia subsistencia; porque “en este país se necesita mucha
honestidad para sobrevivir sin matar a nadie”. Otra realidad que nos preocupa
tiene que ver con la falta de empleo para los viejos y el temor a envejecer.
“En este país la gente empieza a sentirse vieja a los cuarenta, y en ningún
sitio lo aceptan para trabajar”. Aunque el autor no denuncia, si sugiere,
explora la conciencia y persigue la problemática cotidiana.
La obra nos persuade que el bogotano fuma y toma demasiado tinto.
Podríamos decir que su universo gira en torno del café; era muy importante que
no les faltara. “Una noche Doris le informó a la tía Mercedes que el café se
había terminado y los parientes tomaron la noticia como una calamidad
pasajera”.
Representación de Bogotá
En la novela “Los Parientes de Ester” (1978) se escenifica en Bogotá,
y en ella su autor mediante un lenguaje sencillo, matizado de una crítica
mordaz, narra la cotidianidad de una familia bogotana de clase media alta en
plena decadencia, en los años 40 y 50. Esta familia está conformada por:
Gregorio Camero, Ángel Callejas, Amador Callejas, Mercedes Callejas, Victoria
Callejas, Julia Callejas, Honorio Callejas y Cecilia Callejas (cuñados de
Gregorio Camero), Hortensia, Emilia y León (hijos de Gregorio Camero), Nomar
Mahid (esposo de Cecilia Callejas), Rosario (esposa de Honorio), Rosa
(“compañera” de Angel Callejas) y Alicia (hija de Cecilia y Nomar). Los demás
personajes de la novela, son Solimán (comerciante), Doris (empleada doméstica de Gregorio Camero)
y María (empleada doméstica de Mercedes Callejas).
Bogotá, atrapada por la red familiar de los protagonistas de la
novela, no se nos muestra como la “Atenas Suramericana”, sino como una ciudad
pobre en expansión, desordenada y afectada por la problemática de violencia.
Estos personajes deambulan por ella seguidos por su narrador. Visitan lugares
cotidianos: restaurantes, bares, cafés, iglesias, almacenes, cines, calles
concurridas... Algunos se desplazan velozmente en automóvil (“el automóvil
empezó a ganar velocidad lentamente, y luego iba tan rápido que zumbaba y el viento
se convertía en una ráfaga cuando Alicia hundía más el acelerador para dejar
rezagado a otro vehículo)”; otros, lenta
(“Tú sabes que yo camino despacio”) o apresuradamente (“Amador Callejas la vio
venir tratando de acelerar el paso... la vio alejarse con pasos presurosos”), a
pie (“Salió a la calle y caminó un trayecto por la carrera séptima”. Bogotá se
nos presenta con sus problemas y complicaciones propias de la época, con su
realidad, su ficción y sus penurias.
Fayad, a través de Bogotá, nos acerca con visión crítica a la
cotidianidad de las ciudades populosas, “identificadas como grandes urbes en
crecimiento desordenado, que expresan una sociedad escindida, compleja, en la
que el hombre ha perdido su individualidad y es un ser anónimo que apenas sobrevive
al vértigo de la tecnificación y la miseria económica y espiritual” (LITERARURA
COLOMBIANA - CORRIENTES Y AUTORES
(Antología). p. 531).
El autor nos muestra la Bogotá tradicional, la capital popular,
con “sus cuadras de viejos edificios, de locales de comercio, de restaurantes y
puestos de fritanga...”. Nos dice que por sus calles “entre los empleados y los
clientes transitan carteristas y raponeros, camorristas malhablados, cachifos
sin oficio, mercachifles de la calle doce, esmeralderos de la catorce, piperos
de la carrera trece, putas de poca monta, jugadores de dado, tahúres de billar,
gamines paroteros, serenateros trasnochados, chulos de copera, cafres
patilludos, camajanes descamisados, vendedores ambulantes, revendedores de
joyas, detectives sospechosos, anunciadores de ungüentos, culebreros
alharaquientos, timadores de bolita, calanchines de tomadores, echadores de
suerte, politiqueros sin puesto, traficantes de la calle, pregoneros de
felicidad, compradores de botellas y cuchilleros camuflados”
El autor nos narra la patética realidad de Bogotá, con sus buses
llenos (“el bus iba demasiado lleno... en el paradero tuvo que esperar un buen
tiempo pues a esa hora los buses iban tan llenos que no se detenían a recoger
pasajeros”); con la persona que lucha en busca del pan diario, que “apenas gana
para comer”; con su compleja problemática social: “Bogotá está llena de gamines
y locos”. A pesar de toda esta problemática bogotana, hay “quienes dicen que
Bogotá es el mejor vividero del mundo”.
Diferencias de “Los Parientes de Ester”, de Luis Fayad, y el mundo característico
de Gabriel García Márquez (G.G.M.)
A pesar de que “Los
Parientes de Ester” puede considerarse “como el más significativo logro de
la novela colombiana” (LITERATURA COLOMBIANA -
CORRIENTES Y AUTORES (Antología). p. 515), en el ámbito de “La novela
colombiana después de G.G.M”, no alcanza a adquirir la relevancia, la
categoría, la connotación, la calidad literaria, la magnificencia y la
trascendencia de cualquiera de las obras de Gabriel García Márquez, como “Cien Años de Soledad”, “El Coronel no tiene quién le Escriba” o “El
Otoño del Patriarca”, por ejemplo. Mientras que a Fayad sólo le interesa
construir un libro como quien fabrica un dispositivo destinado a seducir antes
que a impresionar, G.G.M. escribe obras
monumentales, grandiosas y expresivas para mostrar mágicamente la compleja
problemática y la preocupante realidad de marginamiento de Latinoamérica. Sin
embargo, en Fayad poesía y magia, sencillez y dolor se hacen palabra. Su
novela no tiene nada que envidiarle
a las novelas de su tiempo en nuestro continente, así “algunas incorrecciones
sintácticas, algunos tonos dramáticos, algunas simetrías artificiosas” (AYALA
POVEDA, Fernando. Manual de literatura
colombiana. Educar editores. Bogotá, 1984.
pág. 357) le quiten a “Los Parientes de Ester” un poco de
vigor.
Así “el rigor narrativo de Fayad” llame la atención porque
sobresalió sin reparos ante sus compañeros de generación, la narrativa fecunda
e imaginación asombrosa de G.G.M. supera el universo narrativo de aquél. La
narrativa de Fayad es local y la de G.G.M. es continental. En Fayad hay
verosimilitud realista; en G.G.M. se encuentran realidades profundas. El
escenario narrativo de Fayad es Bogotá, una ciudad real; una Bogotá que ya no
aparece como la simuladora culta “Atenas Suramericana”, sino como metrópoli
pobre en expansión, desordenada, que sufre las consecuencias de la violencia.
El de G.G.M. es “Macondo”, el pueblo latinoamericano con todas sus miserias,
problemas, dictaduras, subdesarrollo, atraso, dependencia y tantas otras lacras
que nos despersonalizan. En tanto que el universo del primero es local, el del
segundo es cosmopolita. Aunque el narrador en los dos es omnisciente, Fayad se
destaca porque mediante el “narrador itinerante” casi siempre se halla junto de
sus personajes, siguiéndolos por donde van. (“Amador Callejas salió de la
pensión, dobló a la derecha e hizo un rodeo para esquivar la cigarrería de la
esquina siguiente”). Su narrativa es expresionista. Utiliza más el diálogo que
G.G.M. Fayad no describe la ciudad, G.G.M. describe lugares con lujo de
detalles y prodigiosa imaginación, sin descuidar íntimos detalles.
“Los Parientes de Ester”
se contextualizan dentro del “Frente Nacional”; en donde se refleja “la digresión
del orden social acaecido sórdidamente”. En los hechos de G.G.M. se conjugan
todos los tiempos del tiempo, y se produce un efecto de intemporalidad en el
que se construyen o deshacen mitos y nacen y mueren generaciones cuyas vidas
son sofocadas por la violencia, la muerte y la soledad repetida, como en “Cien Años de Soledad”, verbi gracia. Esa
intemporalidad existe en un lugar vagamente delimitado aunque ricamente
inventado: Macondo, cualquier lugar de América Latina. En Macondo las vidas
adquieren una dimensión carnavalesca y los mitos reactualizan el origen del
mundo y los momentos de evolución.
Fayad en la descripción de sus personajes capta en su
universalidad “gestos, pautas de conducta, ademanes que pertenecen ya al humus
perdurativo de esa... gran urbe donde se sueña, se padece y se sobrevive, que
es Bogotá” (LITERATURA COLOMBIANA -
CORRIENTES Y AUTORES (Antología). p. 516). Nadie es víctima ni verdugo. A veces el inocente es el verdugo
y éste es el inocente. Entre los
personajes de G.G.M. “emergen las enfermedades tropicales, las malformaciones
congénitas, los conflictos psicológicos, la despersonalización del hombre
latinoamericano” (AYALA POVEDA, Fernando. Op. cit. pág. 343). La realidad
narrada por Fayad es objetiva. En G.G.M.
lo real adquiere una dimensión imaginaria y lo irreal una dimensión realista.
La realidad de Fayad es “histórica” y situada; en G.G.M. subyace una realidad
geográfica e histórica, creada entre hechos que son producto de la imaginación.
El universo de Fayad, carente de barroquismo y retórica, es
imparcial, exento de lamentos y castigos por las frustraciones de su época;
aporta su marcha histórica, lingüística y cultural; respeta a sus personajes;
hay movilidad narrativa, verosimilitud realista. El de G.G.M., donde la verdad y
la mentira se confunden, en los símbolos que llevan consigo los mitos y las
representaciones vivenciales, se proyectan realidades aplastantes del hombre
latinoamericano y sus formas de enfrentarlas. En su universo ubicado por
algunos en el realismo mágico, maravilloso o imaginario, los valores
tradicionalmente concedidos a lo real y lo irreal se confunden, de tal suerte
que no hay posibilidad de entenderlos de manera contradictoria, se destacan el
humorismo nacido de la exageración, el absurdo y lo imprevisible. Fayad se
enmarca dentro del Realismo Neocrítico, que es una “mirada que pretende
explorar la realidad de la vida y la realidad de la ficción dentro de una
pluralidad de espacios ideológicos, sociales, estéticos, lúdicos y simbólicos”
(AYALA POVEDA, Fernando. Op. cit. pág. 352).
* FAYAD, Luis. Los Parientes de Ester. Editorial Universidad de Antioquia,
Medellín, 1993.
LUIS ANGEL RIOS PEREA
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