lunes, 29 de julio de 2013

LA MISERA CONDICION HUMANA




¡He aquí la mísera condición humana!
Temporal, contingente, voluble, contradictoria, deleznable, desquiciada, violenta, neurótica, agresiva, finita, absurda, veleidosa, inefable, conflictiva, cosificada, superficial, masificada, inauténtica, intolerante, alienada, agresiva, egoísta, turbulenta, mortal, pasajera, insoportable, vesánica…
Existencialmente absurda, ontológicamente sin sentido y filosóficamente irreflexiva; olvidada de las dimensiones del ser personal: corporeidad, interioridad, comunicación, afrontamiento, compromiso, libertad y trascendencia; arrastrada por la corriente de las circunstancias; gobernada por indómitas pasiones; obnubilada por una doble moralidad; eclipsada por el brillo oropelesco de los entes; sometida por el imperio de la razón instrumental; confundida en su búsqueda incansable del dominio de los objetos; perdida en la racionalidad tecnológica; carente de espíritu crítico; desperdiciada en la estulticia; condenada al insondable abismo de la nada…
Destinada a la felicidad, pero condenada al dolor y al sufrimiento; realizándose entre el ser y la nada; atrapada en la red de los absurdos convencionalismos sociales, las costumbres, las tradiciones, los marcos referenciales, el inconsciente colectivo, las creencias, las ideologías, los prejuicios, los simbolismos, las imposturas, los supuestos, los pareceres, los modelos sociales acríticos, los imaginarios sociales y el consumismo; agobiada por el qué dirán; cautiva en una cultura artificial, en ella viviendo y en ella muriendo; en constante lucha entre lo ideal y lo real; confundida en su relación entre el ser y el conocer; comprometida con la impostura; prisionera en la cárcel del lenguaje; insegura ante la opción por la levedad o por el peso; alienada con sucedáneos como el poder, el honor, los elogios, la fama, la adulación, el éxito, el consumo, el fanatismo, la frivolidad, la superficialidad, los fetiches y la inautenticidad; extraviada en la existencia…
Amando para después odiar (ambivalencia afectiva); anhelando un papel en la vida, pero desempeñando otro distinto; haciendo lo que puede y no lo que quiere; girando en la rueda del hacer, del tener y del consumir; oscilando al garete entre lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño; fluctuando entre el ser y la nada; librando constantes batallas entre la razón y los instintos; pretendiendo inútilmente rebasar los estrechos límites que le impone su mísera condición; anhelando quiméricamente el ideal de justicia; precipitándose inexorablemente hacia el insondable abismo de la nada; venerando ídolos y despreciándose a sí misma; ufanándose vanamente de poseer la verdad, cuando ni siquiera sabe qué es la verdad;  huyendo de su ansiada libertad…
Frágil barquilla al vaivén de las embravecidas y turbulentas olas del inmenso y proceloso mar de la vida… 

LUIS ANGEL RIOS PEREA