miércoles, 31 de agosto de 2011

EL SER HUMANO: ¿LOBO O CORDERO, HOMBRE Y LOBO, MALO Y BUENO?


A través de este breve escrito pretendo disertar sobre el dualismo humano en el ensayo El Corazón del Hombre, de Erich Fromm, y las novelas El Lobo Estepario, de Herman Hesse, y El Extraño Caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson.


Fromm pregunta si el hombre es lobo o cordero. Hesse nos presenta a Harry, un hombre que dice poseer caracteres de hombre y de lobo. Stevenson plantea el eterno problema del bien y del mal en un médico (el dr. Jeckyll) bueno que se transforma en un hombre malo (mr. Hyde).

Aunque Fromm no afirma si el hombre es lobo o cordero, reconoce que el hombre es manipulable y que los jefes (lobos) tienen la capacidad de someterlos de acuerdo a sus intereses. No señala que el hombre tenga otras naturalezas; solamente su tendencia al bien o al mal, direcciones en las que camina en su vida. Mientras que Hesse niega que en un hombre sólo exista la dualidad hombre-lobo, sino que es múltiple: está compuesto de millares de seres, Stevenson acepta que el hombre, además de bueno y malo, puede tener multitud de facetas “incongruentes e independientes”. En este sentido Stevenson se adelantó al planteamiento de Hesse respecto a la multiplicidad de seres que componen al hombre.

Estas concepciones, que tienen profundas raíces religiosas (especialmente las de Fromm y Stevenson), pretenden demostrar que el hombre, además de dualidad es multiplicidad. Por consiguiente se puede colegir que el hombre es un ser complejo y contradictorio, y en él operan diversas fuerzas y se da una lucha entre instintos y razón, y que siempre tendrá disposición para obrar conveniente o inconvenientemente.

Fromm realiza sus planteamientos desde la cosmovisión científica, en tanto que Hesse lo hace desde la cosmovisión filosófica, y Stevenson desde la cosmovisión religiosa, pero desde la experimentación científica.

Fromm, con su mirada de sicoanalista, explora y analiza el comportamiento humano, encontrando la disposición en el hombre de ser lobo y cordero, sin que llegue a dividir a los hombres en lobos y corderos, o en lobos o corderos.  Hesse, desde su universo como intelectual, diserta que Harry dice poseer las características lobunas y hombrunas, que le hacen comportarse y sentirse a veces como lobo y a veces como hombre. Stevenson, a través del fantástico mundo del novelista, narra que dentro del hombre se encuentran intrínsecos el bien y el mal; tratando de dividir esas dos fuerzas, para que cada una vaya por su lado, sin incomodar a la otra, su personaje (el médico Jeckyll), prepara una poción científica que al ingerirla transforma un hombre bueno en un ser malo, perverso y criminal.

El lobo o el cordero de Fromm y el hombre bueno y el hombre malo de Stevenson se comportan como buenos o como malos. El hombre y el lobo de Hesse no se comporta ni como bueno ni como malo; su comportamiento no es tan metafísico sino psicológico. El ninguno de ellos predomina lo instintivo sobre lo racional. Incluso el hombre malo de Stevenson (el señor Hyde) es más pequeño que el hombre bueno (el doctor Jeckyll); lo que simboliza que el bien predomina en el hombre. Fromm tiende a inclinarse a que el hombre sería malo por naturaleza, y a pesar de que no es categórico en su afirmación, si acepta que al hombre lo mueven poderosas fuerzas destructoras. El “síndrome de la decadencia”, que origina las formas malignas y peligrosas, y mueven al hombre a la destrucción y el odio, según Fromm, está conformado por el amor a la muerte, el narcicismo maligno y la fijación simbióticoincestuosa. A pesar de su teoría sicoanalítica, Fromm no se muestra determinista, ya que acepta que esas fuerzas son modificables, y que cada uno se mueve en la dirección que elige: la de la vida o la de la muerte, la del bien o la del mal.

En Hesse surge la inquietud si el hombre ya nace con alma de lobo o el hombre se convierte en lobo mediante la educación. Pudo haberse transformado en lobo cuando sus educadores pretendieron con violencia sacar la bestia que residía al interior del hombre. Sin embargo, en el lobo estepario de Hesse están implícitas las dos naturalezas: la humana y la lobuna. Y además de éstas, otras: la de perro, la de zorro, la de pez, la de serpiente…  En fin, como sabemos, Hesse no aceptó esta mixtificación y planteó que no existían en el hombre dos naturalezas sino muchísimas, miles de facetas humanas. En Fromm no se concluye que el hombre sea lobo o cordero o las dos cosas o una de las dos. En Stevenson parecen no triunfar el bien sobre el mal o el mal sobre el bien; tanto el hombre bueno (Jeckyll) como el malo (Hyde) mueren. No obstante, se podría decir que el bueno tuvo que morir para que también sucumbiera el mal.

Fromm, Hesse y Stevenson, mediante sus cosmovisiones científicas, filosóficas y religiosas, intentaron acercarnos a la comprensión de la complejidad humana y a tratar de desentrañar en lo profundo de su insondable esencia las fuerzas, las pasiones, los instintos, las tendencias y las motivaciones que direccionan el comportamiento humano.



LUIS ANGEL RIOS PEREA
luvina1111@yahoo.com

miércoles, 24 de agosto de 2011

ASI ENTENDI "LAS INTERMITENCIAS DE LA MUERTE"




Este complejo y denso relato (de José Saramago), aunque no es muy apasionante, tiene una enorme profundidad filosófica, política, social y religiosa. No obstante no desarrollarse en él una idea coherente, el autor nos introduce en un extraño y complicado laberinto narrativo, contándonos cómo la muerte suspendió sus actividades, sus consecuencias y su manera en que retornó a dejar de matar, sin saber por cuánto tiempo.

Además de que la muerte es de sexo femenino y tiene unos 36 años, se aprecia que ésta no es una muerte universal sino sectorial y que sólo tiene poder sobre los seres humanos; así mismo, que, como cualquier “mortal”, se enamora.

En el relato, un tanto irónico y mordaz, nos hallamos con elementos de la cotidianidad universal: corrupción y crisis política, controversias teológicas y filosóficas, problemas sociales, delincuencia, poder de los medios de información y afloramiento de emociones humanas: maldad, temor, engaños, violencia, intereses, manipulación, seducción, amor… y otras grandezas y miserias de la condición humana. 

 LUIS ANGEL RIOS PEREA

LO QUE PIENSO DE ¿POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS?


Esta novela (de Ernest Hwmingwya) se compone de 43 capítulos de no muy larga extensión. Su narrador es omnisciente; sólo en los capítulos XV y XVIII da participación a los fascistas; siempre va detrás de los republicanos. Con frases cortas, es muy agradable la manera de narrar. Se hacen breves y agradables descripciones del paisaje, y los diálogos no son extensos. El narrador se ocupó más de Robert Jordán, el personaje principal, al cual le permite reflexionar mucho sobre su misión y su papel en la guerra; a Pilar le facilita recordar algunos episodios pasados de esa guerra y de sus vivencias amorosas con Finitio. El autor, paralelo al tema central, trata brevemente temas como la guerra, los toros, los gitanos, la religión, los españoles, la anarquía de los militares y políticos españoles, entre otros.

La voladura del puente no tenía importancia si no se efectuaba a una hora determinada: al momento del lanzamiento de la ofensiva republicana; justamente en el preciso instante en que se iniciara la ofensiva y no antes, para evitar que fuera reparado en caso que se retrasara cumplir. "Con absoluta limpieza y en el momento justo". A Golz no le gustaba pensar. "No intente hacerme pensar", decía. Los gitanos salen mal librados de la pluma del autor: "hablan mucho y hacen poco... Piensan que el oso es hermano del hombre por su analogía del cuerpo, porque bebe cerveza y porque oye música y baila. Creen que es hermano del hombre porque se divierte robando".  Para los gitanos no es pecado matar fuera de la tribu. No saben por qué luchan. El puente que se debía volar era "de hierro de un solo arco y había una garita de centinela a cada extremo. El puente era lo suficientemente amplio como para que pasaran dos coches a la vez, y su único arco de metal saltaba con gracia de lado a otro de la hondonada". Robert y sus compañeros resolvieron realizar su labor, no convicción, sino porque las órdenes en la guerra se deben cumplir. En realidad no sabían cuál era el verdadero objetivo de volar el puente. Se aburrían mucho en esa guerra, a pesar de sus buenas intenciones y voluntad para cumplir las órdenes. "Aburrimiento es la palabra más común en el español". Sólo Robert, Pilar y Anselmo creían verdaderamente en la República. Según un cabo fascista, no hay nada peor que el ejército. Para María, los fascistas eran gentes muy serias. Robert pensaba que los comunistas ofrecían la mejor disciplina, "la más razonable y la más sana para la prosecución de la guerra". Los anarquistas eran ignorantes, los fascistas perezosos burocráticos y los comunistas desconfiados. Pablo sostenía que Robert y los integrantes de su banda eran buenos y bobos, y estaban dispuestos a morir por la República. Así la República hubiera suprimido a Dios, posiblemente existía Dios. Los periodistas pretenden ser escritores y siempre tienen datos equivocados. Para ganar la guerra se necesitaba un ejército bueno, con un buen desarrollo político. "Es menester que sepan todos por qué se baten y la importancia de aquello por lo que se baten. Es preciso que todos crean en la lucha y todos acaten la disciplina". Si la República era destruida, la vida sería imposible para sus seguidores. Los españoles son maravillosos y a la vez lo peor. "No hay nada mejor ni peor en el mundo. No hay gente más amable ni más cruel". Pero quién los comprendía. Comprender no es perdonar. "Se ha exagerado la idea del perdón. El perdón es una idea cristiana, y España no ha sido nunca un país cristiano. Ha tenido siempre una idea especial y su idolatría particular dentro de la iglesia... La gente del pueblo se apartó de la iglesia porque la iglesia era el gobierno y el gobierno ha sido siempre algo podrido en este país. Éste fue el único país adonde nunca llegó la reforma. Está pagando ahora la Inquisición y el justo". El idioma español no escapa a la virulenta pluma del autor. "No hay lengua más atroz que el español. Se encuentra en este idioma la traducción de todas las groserías de las otras lenguas y, además, expresiones que no se usan más que en los países en que la blasfemia va pareja con la austeridad religiosa". Así como el francés es la lengua de la diplomacia, el español es la lengua de la burocracia.

D. TEMAS CLAVE

1.      El sentido y salvajismo de la guerra.
2.      El cumplimiento ciego de las órdenes.
3.      El sacrificio de vidas por un causa (la República).
4.      La decadencia de la Iglesia Católica.
5.      El ateísmo de la República.
6.      Luchar sin saber por qué se lucha.
7.      La anarquía y la anomia de los militares y de los políticos.
8.      La falta de entrenamiento para la guerra.
9.      El choche ideológico.
10.  El ansia de libertad y el deseo de vivir bien.

LUIS ANGEL RIOS PEREA

MI COMENTARIO SOBRE "EL NOMBRE DE LA ROSA"




El Nombre de la Rosa es una extraordinaria y extensa novela, en la que se evidencia, de manera irrefutable, el amplio conocimiento que posee Umberto Eco sobre el entorno histórico, político, religioso y humano de la época y contexto en que se desarrolla el relato.

El libro, que empieza aclarando el origen (que no es muy claro) del supuesto manuscrito de Adso, cuenta con un prólogo, donde se relata el contexto político y religioso del siglo XIV y se reseña a Guillermo de Baskerville, y ocho capítulos (siete a manera de días y uno a guisa de epílogo). La novela contiene el relato de lo acaecido durante los siete días en que Adso y Guillermo permanecieron en la abadía, matizado de recueros, experiencias y reflexiones de Adso. Aunque la forma en que se narra es amena, el texto encierra cierta complejidad porque su contenido es producto del vasto conocimiento de un gran estudioso del tema, el cual profundiza en acontecimientos, intrigas y realidades del entorno.

Ciertos monjes, especialmente Jorge, acudían a diversos procedimientos, algunos ilícitos, con tal de que no se conocieran ciertas cosas que debían permanecer ocultas, ya sea por conveniencia e intereses de la abadía, del abad o de la cristiandad. Por eso en torno de la biblioteca imperaban prohibiciones e insondables misterios. Para evitar el ingreso de curiosos, se ideaban e implementaban artificios que alejaran a los intrusos, ya sea por termor a los falsos fantasmas o para eludir las alucinaciones, producidas por efectos de plantas, que ocasionaban visiones de supuestas almas o espectros de monjes fallecidos. Todo se justificaba con tal de que no tuvieran acceso a ciertos textos, en especial al de la risa, escrito por Aristóteles. Jorge, empeñado en ocultar el escrito aristotélico, puesto que detestaba la risa, llegó al extremo de maquinar crímenes, luego de haber hurtado un veneno con el que impregnó dicho texto.

Esta grandiosa obra, además de ser un “relato policíaco”, contiene ingredientes, elementos y pasajes de novela histórica, política, científica, religiosa, romántica… Se evidencian conocimientos de lógica, semiología, ciencia, religión, política, metafísica, ontología, derecho canónico…

El autor cuestiona instituciones como la Inquisición (tan oprobiosa hogaño ante nuestra razón y entendimiento), los inquisidores y el poder, tanto imperial como papal. Exalta el valor de la lógica como herramienta útil para el razonamiento, y hace gala de un hábil dominio de la semiología.

La Inquisición, esa infame institución, no sale bien librada de la pluma del autor, por cuanto denosta de ella, señalando que acude a los artificios, al temor, a la intimidación, entre otros sórdidos procedimientos, para obtener (¿o arrancar?) la confesión de los procesados, así sean culpables o no. Precisamente, por ser algo tan  siniestro, Guillermo (un monje, en apariencia, sabio y prudente)  la abandonó. En el juicio a Remigio se evidencia cierta farsa, pués, con tal de defender los intereses de la iglesia, el inquisidor Bernardo acudió a prácticas oprobiosas para la dignidad humana, confundiéndolo y aterrorizándolo (con la tortura) para que confesara su herejía y sus crímenes concomitantes con ésta, y los asesinatos de los monjes (que investigaba Guillermo), que evidentemente él nunca cometió.

Este libro, si queremos saber qué dice y qué quiere decir su autor, es necesario leerlo y releerlo, porque su contenido no lo comprendemos fácilmente, debido a su enorme extensión y a la gran cantidad de temas que maneja, articula y entrelaza. Eco, como intelectual, semiólogo, filósofo y, sobre todo, como escritor culto, no nos permite captar la enorme riqueza de su novela si no acudimos a la relectura atenta y comprensiva.

El autor, que expresa, de manera un tanto velada en ocasiones, sus pareceres con respecto a la realidad del contexto medieval, muestra cómo el instinto se impone por encima de los votos de castidad y los dogmas religiosos, evidenciando que la naturaleza humana está por encima de prohibiciones y condicionamientos y religiones. Desnuda a los hombres del medioevo, ya sean santos, religiosos o políticos, para que veamos sus debilidades, sus pasiones, sus ambiciones, su lujuria carnal y del saber, sus odios, su intolerancia, sus intrigas, sus miedos y su profunda alienación política y religiosa.

Se apasiona por temas como la herejía, el poder imperial y papal, la riqueza, el poder y la influencia de la abadía, el Anticristo, la risa, la pobreza de cristo, las intrigas imperiales y papales, y exalta la importancia de Aristóteles. Pone en duda que exista un orden en el universo… Para él, la verdad “no es otra cosa que la adecuación entre la cosa y el intelecto”.

Algo que me impactó desde la primera lectura y con lo que me muestro en desacuerdo, es con la actitud y el procedimiento de Guillermo y Adso que dio origen al incendio de la abadía. Como es evidente, ellos no son los directos responsables, pero, de manera involuntaria, contribuyeron a que se iniciara la conflagración, debido a que, al perseguir a Jorge para evitar que se comiera el libro envenenado, se cayó una de las lámparas, responsable de propiciar las llamas que terminaron consumiendo el monasterio y quemando a varios  monjes y a personas que servían allí. Además, desapruebo que se hayan hurtado las lámparas, así este ilícito tuviera buenas intenciones y fuera de utilidad para el esclarecimiento de los crímenes, porque el fin no puede justificar los medios.

Si bien es cierto que se trata de una extraordinaria novela, su narrativa no es ningún portento, por cuanto no posee esa fuerza o esa gracia que requiere una obra para que me atrape o me cause una prounda admiración e impacto. Así como su estructura profunda es muy entretenida e interesante, su estructura superficial carece del atractivo necesario para su disfrute. A ello contribuye el hecho de que abunden expresiones y fragmentos en latín, que, sin saber por qué, no fueron traducidas.

Ignoro qué criterios tuvo en cuenta el autor para titular su novela, porque “el nombre de la rosa, aparentemente, no tiene nada que ver con el desarrollo de la novela, en la cual sólo se menciona el sustantivo “rosa” una vez, sin que éste haga alusión a la muchacha que yació con Adso. Es posible que, a pesar de que yo no lo infiera, tenga alguna relación con la joven, o que la rosa tenga una simbología (desconocida para mí) que tenga mucho que ver con la temática de la obra en esa época.

LUIS ANGEL RIOS PEREA